(Alfa y Omega/InfoCatólica) El juramento hipocrático, que perdura en la profesión médica desde el siglo IV antes de Cristo, es suficientemente claro sobre la incompatibilidad entre el buen ejercicio de la Medicina y el aborto: «No introduciré a ninguna mujer una prótesis en la vagina para impedir la concepción o el desarrollo del niño».
Hoy, sin embargo, la tendencia es la contraria; en muchos países, los apestados de la Medicina no son los médicos, antes considerados profesionales sin escrúpulos, que se prestan a eliminar seres humanos, sino aquellos que rechazan esta práctica. En varios países europeos, se debaten medidas para vetar a los médicos pro vida en el ejercicio de determinadas responsabilidades en los hospitales.
Más de 3.000 médicos y estudiantes de medicina en Polonia han subrayado el compromiso de la Medicina con el respeto a toda vida humana. En una declaración firmada en Cracovia, en vísperas de la canonización de Juan Pablo II, se comprometieron a no practicar abortos ni inseminaciones artificiales (las cuales provocan destrucción de embriones). También rechazaban expender recetas para anticonceptivos, conforme a la doctrina católica.
La redacción del documento contó con el apoyo de la psiquiatra Wanda Poltawska, amiga de san Juan Pablo II y superviviente al campo de concentración nazi de Ravensbrück. El texto reafirma que el cuerpo humano y la vida son sagrados desde la concepción hasta la muerte natural.
La iniciativa ha sido muy criticada desde la izquierda en Polonia. Frente a esos ataques, el apoyo del Presidente de la Comisión de Sanidad en el Parlamento polaco, Tomasz Latos, ha recordado que a los médicos les ampara el derecho fundamental a la objeción de conciencia.