(Iglesia Actualidad/InfoCatólica) En su homilía el cardenal alemán recordó que un estudioso del concilio lo ha definido «el milagro de Trento» y que «solamente en retrospectiva podemos reconocer con cuanta potencia el espíritu de Dios, justamente por medio de tal concilio intervino en el destino de la Iglesia» a tal punto que los siglos posteriores son definidos post-tridentinos. «Y hoy después de 450 años –prosiguió el purpurado– en que nosotros cristianos del tercer milenio entonamos el mismo Te Deum de entonces, no debemos hacerlo con la mirada nostálgica hacia el pasado, sino que más bien celebramos este jubileo con la mirada hacia la Iglesia y el mundo, aquí y ahora».
Y el cardenal se interrogó sobre cuál es mensaje que nos llega del concilio hoy en día a través de los siglos. «¿O quizás tenían razón quienes consideraron al Concilio Vaticano II como una despedida del de Trento?». Bastaría solamente recordar que «la constitución Lumen Gentium del Concilio Vaticano II, que expone la enseñanza sobre la Iglesia en 16 pasos, hace referencia explícita al documentos doctrinarios del Concilio de Trento. O sea después de 450 años éste está presente en la doctrina de la Iglesia» dijo.
Al concluir, el cardenal alemán nacido en una familia protestante y convertido de joven a la Iglesia católica, indicó la necesidad del descubrir en la figura terrena y humana de la Iglesia «la figura de lo divino, para superar aquella deplorable mundanización de la Iglesia que es un obstáculo para la salvación eterna de los hombres».
Y mirando para el pasado recordó que en la apertura del concilio de Trento, ninguno de los pocos cardenales allí presente provenía de Alemania y se temía un futuro obscuro para la Iglesia. «No teman, pequeña grey le dijo el Señor a sus apóstoles, y por lo tanto también a sus sucesores que se habían reunido en Trento. Así se dedicaron en seguida al trabajo para entender y discernir la verdad de la fe del error que era el de reforma».
Recordó también los frutos del Concilio de Trento, y ente ellos la evangelización de los nuevos continentes descubiertos. «Hoy tememos que estar colmos no solamente de gratitud por esto, pero también de esperanza de que el concilio Vaticano II –que los más ancianos entre nosotros hemos vivido personalmente– en su tiempo pueda dar los mismos frutos de ese concilio que recordamos hoy».