(VIS) El Papa ha manifestado su aprecio por el mensaje de la Comisión con motivo del Año de la Fe y que «ilustra muy bien la manera específica en que los teólogos, sirviendo, fielmente la verdad de la fe, pueden participar en el esfuerzo evangelizador de la Iglesia»
Ese mensaje retoma las cuestiones del documento «La teología hoy. Perspectivas, principios y criterios « que presenta, de alguna forma, «el código genético de la teología católica, es decir, los principios que definen su identidad y, por lo tanto, garantizan su unidad en diversidad de sus logros (...) En un contexto cultural en el que algunos están tentados o de privar a la teología de su estatus académico, por su relación intrínseca con la fe, o de prescindir de la dimensión creyente y confesional, de la teología, con el riesgo de confundirla con las ciencias religiosas, ese documento recuerda oportunamente que la teología es confesional y racional de modo inseparable y que su presencia dentro de la institución académica garantiza una visión amplia e integral de la misma razón humana».
El Papa ha señalado que, entre los criterios de la teología católica, el documento menciona la atención que los teólogos deben reservar al «sensus fidelium». «El Concilio Vaticano II, reafirmando el papel específico e insustituible que compete al Magisterio, ha subrayado, sin embargo, que todo el Pueblo de Dios participa en la función profética de Cristo (...) Este don, el «sensus fidei» es para el creyente una especie de instinto sobrenatural que tiene una connaturalidad vital con el mismo objeto de la fe (...) y un criterio para discernir si una verdad pertenece o no al depósito vivo de la tradición apostólica. También tiene un valor proposicional porque el Espíritu Santo no cesa de hablar a las iglesias y de llevarlas a la verdad entera. Hoy en día, sin embargo, es particularmente importante aclarar los criterios usados para distinguir el sensus fidelium auténtico de sus falsificaciones. De hecho, no es una especie de opinión pública de la Iglesia, y es impensable recurrir a él para impugnar las enseñanzas del Magisterio, ya que el «sensus fidei» no puede desarrollarse auténticamente en el creyente auténtico salvo en la medida en que participa plenamente en la vida de la Iglesia, y esto requiere una adhesión responsable a su Magisterio».
Religiones monoteístas
«También este mismo sentido sobrenatural de la fe de los creyentes lleva hoy a reaccionar con fuerza contra la idea de que las religiones, especialmente las religiones monoteístas serían, intrínsecamente, portadoras de violencia, sobre todo debido a su afirmación de la existencia de un verdad universal. Algunos creen que sólo el «politeísmo de los valores» garantizaría la tolerancia y la paz civil y sería conforme al espíritu de una sociedad democrática pluralista. Por un lado, es esencial recordar que la fe en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, responde a las exigencias racionales de la reflexión metafísica, que no se debilita sino que refuerza y se hace más profunda con la revelación del misterio del Dios-Trinidad. Por otro, hay que señalar la forma que la revelación definitiva del misterio del Dios único asume en la vida y muerte de Jesucristo, que sale al encuentro de la Cruz como »un cordero llevado al matadero».
El Señor, ha dicho el Santo Padre, atestigua un rechazo radical de toda forma de odio y de violencia en favor de la primacía absoluta del «agape». Por tanto, si en la historia ha habido o hay formas de violencia en nombre de Dios, no deben ser atribuidas al monoteísmo, sino a causas históricas, principalmente a los errores de los hombres. Más bien es el olvido de Dios el que lleva a las sociedades humanas a una forma relativismo, que inevitablemente genera violencia. Cuando se niega la posibilidad de todos de hacer referencia a una verdad objetiva, el diálogo se hace imposible y la violencia, declarada o subterránea, se convierte en la norma de las relaciones humanas. Sin la apertura a lo trascendente, que permite encontrar las respuestas a las preguntas sobre el sentido de la vida y la forma de vivir según una moral, el hombre se vuelve incapaz de actuar de acuerdo con la justicia y de esforzarse por la paz».
«Si la ruptura de la relación entre las personas y Dios trae consigo un profundo desequilibrio en la relación entre los hombres, la reconciliación con Dios, actuada en la Cruz de Cristo, «nuestra paz», es la fuente fundamental de la unidad y la fraternidad. En esta perspectiva, se coloca también vuestra reflexión sobre (...) la doctrina social de la Iglesia en el contexto de la doctrina de la Fe, que confirma que la doctrina social no es una adición extrínseca, sino que, sin dejar de lado la contribución de una sana filosofía social, hunde sus raíces en las fuentes mismas de la fe. Esta doctrina quiere cumplir, en la gran diversidad de situaciones sociales, el nuevo mandamiento que el Señor Jesús nos ha dejado: «Como yo os he amado, amaos también unos a otros», ha concluido el pontífice.