(Aica) El subsecretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, Mons. Juan Miguel Ferrer Grenesche, de visita en el Seminario Mayor San José de La Plata, en el marco de los 90 años de su creación, hizo una encendida petición para que se cuide la Liturgia, «que es de Dios, y no de los hombres. Una «liturgia manufacturada no vale para nada, porque es cosa nuestra. Podrá ser muy bonita y divertida pero no es de Dios. Y ‘sin mí, no podéis hacer nada’, nos recuerda el Señor».
Monseñor Ferrer llegó al Seminario platense acompañado por religiosas del Instituto Mater Dei, fundado en San Luis por la Madre María Jesús Becerra, con el apoyo del entonces obispo diocesano, monseñor Juan Rodolfo Laise. Y fue recibido por el rector, presbítero Gabriel Delgado, los Superiores de la casa; personal directivo y docentes, y por el casi centenar de seminaristas de todo el país que allí se forman.
Con posterioridad a su exposición presidió una celebración eucarística y luego compartió el almuerzo fraterno, al que se sumó el obispo auxiliar de La Plata, Mons. Nicolás Baísi, a cargo temporalmente de la archidiócesis por la ausencia del arzobispo, Mons. Héctor Aguer, que está participando en el Sínodo sobre la Nueva Evangelización, que tiene lugar en Roma.
La formación litúrgica en el Seminario
El prelado vaticano, que fue rector del Seminario Mayor de Toledo, en España, alentó a los formadores y seminaristas a vivir apasionadamente la formación litúrgica en el Seminario, «que es la tarea más hermosa. Pues aquí, en gran medida, se juega el futuro de la Iglesia. Recuerden siempre lo que les pide el Papa, queridos seminaristas: lo más importante es la relación personal con Dios, en Jesucristo. ¡Hacen falta mártires; testigos auténticos del amor de Dios!»
Añadió, al respecto, que «hoy tenemos retos semejantes en distintos países del mundo. La globalización trajo legislaciones que se difunden en las diferentes naciones y que atentan contra los fundamentos mismos de la civilización. Apuntan a la secularización y laicización de la sociedad. Y hay grupos bien interesados en destruir lo que se oponga a ello. Por ello, ven a la Iglesia como un peligro para su plan de dominación. Porque no busca acuerdos, a medio camino, entre la verdad y la mentira».
Liturgia y Evangelización
Exhortó, entonces, «a no convertirnos en llorones y a no quedarnos al borde del camino para lamentarnos. Debemos retomar intensamente nuestra identidad y la conversión interior; la vocación a la santidad y a la misión. Allí apunta la Nueva Evangelización».
Aclaró, en este sentido, que «como bien nos lo enseña el Santo Padre, tenemos tres vías de evangelización: la ordinaria, en nuestras comunidades, con los fieles que están en la Iglesia; la misionera, allí donde no se conoce a Cristo, y la nueva evangelización, para todos aquellos que se alejaron o no viven con intensidad su práctica cristiana».
Resaltó que «durante toda su vida como teólogo, con anterioridad a su elección como Sumo Pontífice, el Papa nos enseñó la centralidad de Dios en la liturgia. Y hoy nos insiste con su ejemplo de liturgo, en la actitud ante la liturgia. Es, principalmente, su modo de celebrar el que demuestra la centralidad de la liturgia en la vida de la Iglesia». Por ello, enfatizó, «celebrar los sagrados misterios es lo más importante en la vida de cualquier sacerdote, obispo y el propio Papa. Y, además, la forma en que el Santo Padre celebra se constituye en el modelo perfecto para toda la Iglesia».
«La liturgia no es teatro ni adorno»
En esa línea argumental aclaró que «en la liturgia el protagonismo no está en el sacerdote, aunque sea el Papa. El centro no es el Papa; el centro es Dios. No se va ‘a ver al Papa’, sino al encuentro con el Señor, junto al Papa».
Ejemplificó, en consecuencia, que «la liturgia no es ni teatro ni un adorno a la acción pastoral. Es escuela de vida cristiana; es la cristificación de nuestra vida; es volvernos hacia Dios. Por eso es responsabilidad de los pastores del pueblo de Dios, como parte de su oficio de amor, cuidar de ella. Y eso comienza aquí, en el Seminario».
Tras recordar varios documentos del Magisterio de la Iglesia, como la constitución Sacrosanctum Concilium, del Vaticano II; La formación litúrgica en el Seminario, de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; y La formación espiritual en los Seminarios, de la Congregación para la Educación Católica, enfatizó que «la liturgia es escuela de fe y de vida cristiana, y debe impregnar toda la vida del Seminario. En ella convergen el Magisterio, la Biblia y los Sacramentos. Por eso, ya desde el Seminario, hay que vivir lo que la Iglesia nos pide el día de nuestra Ordenación: ‘imita lo que tratas. Y configura tu vida con el misterio de la Cruz del Señor’…».
Mutuo enriquecimiento de formas del rito romano
Como conclusión, monseñor Ferrer exhortó a los seminaristas a fijarse en el modo en que celebraban la liturgia santos como San Juan, San Gregorio Magno, San Martín de Tours, San Felipe Neri, el Santo Cura de Ars, San Pío de Pietrelcina y San Josemaría Escrivá de Balaguer. «Todos ellos, y tantos otros -subrayó-, son muy buenos modelos a imitar».
Al final, varios seminaristas le hicieron diferentes preguntas. Y, ante una consulta, destacó que «debe evitarse la improvisación. Frente a una duda, consultar siempre con el que más sabe. Y, obviamente, con el Obispo».
Igualmente se le preguntó sobre expresiones de uno de los ceremonieros del Santo Padre, monseñor Guido Marini. Y sostuvo que «es probable que vayan llegando normas sobre un mutuo enriquecimiento entre ambas formas del rito romano, la ordinaria y la extraordinaria».