Los derribados del 20 de mayo
Placa que señala el lugar en el que fue herido San Ignacio de Loyola en Pamplona

Los derribados del 20 de mayo

El cardenal Lazzaro You Heung-sik ordenará 25 sacerdotes del Opus Dei… también un 20 de mayo.

El 20 mayo de 1521 Iñigo de Loyola cayó herido en Pamplona. Una bala de culebrina o falconete, contundente pero no explosiva, le fracturó la tibia de la pierna derecha y le dañó la izquierda. El episodio mereció la placa conmemorativa que está en la acera junto a la iglesia de San Ignacio, muy cerca de la Plaza del Castillo.

¿El contexto? La tensión empezó cuando Carlos I se marchó con el grueso de su ejército a la guerra de las comunidades. Entonces el francés Francisco I, ni tonto ni perezoso, aprovechó esa coyuntura para apoyar a Enrique de Albret en su pretensión de conseguir el trono de Navarra, que llevaba 6 años incorporada a la corona de Castilla. Iñigo servía a Carlos I como gentilhombre vasco. El ejército francés que marchó hacia Pamplona estaba compuesto por 12.000 infantes, 800 lanzas y 29 piezas de artillería. Al otro lado del ring había escasos 1.000 milicianos que quedaron en la ciudad para la defensa. Entre ellos estaba Íñigo. Tenía un puesto de mando, secundando ¿al valiente? Francés de Beaumont. La situación era realmente peligrosa para los defensores, así que Francés de Beaumont tuvo la idea de irse «para buscar refuerzos». Muchos otros hicieron lo mismo, en plan «nosotros nos vamos también, pero buena suerte, ¿eh?». A pesar de todo, Íñigo decidió poner pecho a las balas y se refugió en el castillo para pelear lo que hiciera falta. Los franceses ganaron fácil y la batalla terminó en cuanto consiguieron derribar al santo. Esto fue lo que ocurrió el 20 de mayo de 1521.

Íñigo fue llevado en unas andas a su casa de Loyola. En su casa solariega se sometió a tratamientos traumatológicos y ortopédicos de carácter restaurador, con enderezamientos por parte de cirujanos, algebristas y ensalmadores. A los 8 días estuvo a punto de morir, pero los cirujanos consiguieron curarle los huesos y él empezó a recuperarse.

La convalecencia iba para largo, así que el maltrecho Iñigo pidió libros de caballería para entretenerse. No tenían de esos en casa, pero le dieron traducciones de la Vita Christi, de Ludolfo de Sajonia, y del Flos sanctorum, o vidas de los santos, de Jacobo de la Vorágine. Entonces Ignacio empezó a leer y a pensar y a rezar... El tiempo de convalecencia en la casa paterna de Loyola resultó ser providencial. A fines de febrero de 1522, Ignacio salió convertido, decidido a buscar la santidad.

Recuerdo todo esto porque en el próximo aniversario de la herida de San Ignacio, este 20 de mayo, las oraciones de toda la Iglesia estarán derribándonos a mí y a los demás 24 diáconos del Opus Dei que recibiremos la ordenación sacerdotal en Roma. Caeremos al suelo, postrados en oración, y será el Señor quien nos levante. A ver cómo nos va a nosotros.

 

Juan Ignacio Izquierdo Hübner

 

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3 comentarios

Karen Cancinos GT
Que alegría, Diácono Izquierdo. Se postrará, consciente de su nada, ¡y se levantará sacerdote para siempre! Que nuestro Señor les dé perseverancia a usted y a sus hermanos.
17/05/23 7:40 PM
M.Angels
Gran noticia!! Que Dios os bendiga a todos y os haga santos sacerdotes. Mis oraciones.
17/05/23 9:01 PM
Vicente
Bendiciones.
19/05/23 1:54 PM

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