Queridos todos:
Espero que estén muy bien. Yo por gracia de Dios estoy muy bien. Aquí me encuentro hace una semana de regreso en el querido Ushetu, y ahora les escribo estas líneas antes de irme a dormir. He terminado de repasar tres y cuatro veces el sermón de mañana, y me dispongo a descansar, pero como me acordaba que hacía ya tiempo no les mandaba al menos un saludo, me entusiasmé de poder pasar éste rato con ustedes. Me los imagino a todos y cada uno acá, leyendo… escuchando.
Ya les conté del tremendo accidente del P. Johntin, mi compañero de misión. Un gran milagro el resultado, es decir que saliera vivo… y “casi” entero, salvo que se quebró una pierna, pero al lado de lo que le podría haber pasado, podemos decir que “no le pasó nada”. Luego de las corridas, de esos momentos en que hay que tomar decisiones importantes y rápidas, y pasado el momento complicado de la operación… ya nos relajamos. Pudimos encontrar en Dar es Salaam una casa de unas religiosas, que reciben a sacerdotes y hermanas enfermos, y también pueden alojarse algunos visitantes de paso. Lo bueno de esa casa, es que era sencilla, y había clima religioso; teníamos capilla, y también podíamos usar las cosas de la misa para que concelebráramos en la habitación con el P. Johntin. Allí pasamos más de un mes. La verdad que ha sido un tiempo muy bueno, pienso, en relación a la vida comunitaria. Es decir, todos los días juntos, compartiendo momentos difíciles, poniendo “buen espíritu”… hace que la amistad se estreche muchísimo.
Al fin que ése mes se fue pasando, y como el P. Johntin deberá usar esas guías en la pierna por seis meses, fuimos viendo que volver a la misión de Ushetu sería muy poco práctico. Por varias razones… imagínense en primer lugar que llegar hasta nuestra misión, usando avión y todo, significan nueve horas de viaje, por lo menos… y si hay que ir en colectivo, más de un día. Ya les he contado cómo son los caminos, especialmente las dos horas que separan a la misión de la ciudad más próxima, por camino de tierra. Luego, que en Kahama, no hay médicos que puedan atender emergencias como éstas, en caso de darse, y por lo tanto el viaje por alguna necesidad, se convertiría en seis horas hasta Mwanza. Y ni qué hablar si tenemos en cuenta que en nuestra casa hay un solo baño, que a la vez no tiene agua corriente, sino que debemos buscar agua afuera con baldes… y el P. andando con andador. Por otro lado, ahora en plena época de sequía, un problema el polvo, la tierra que está por todas partes por el viento de propio de estos días, que no sería bueno para las heridas. Y finalmente, que no sabíamos cuánto podría descansar realmente, viniendo a la parroquia y recibiendo gente todo el día.
En fin que se vio mejor que se fuera a Egipto, para vivir en la comunidad de los padres nuestros de Alejandría. Lo “empaquetamos” al P. Johntin y lo mandamos. Llevó su tiempo el hacer papeles en la embajada de Egipto y todo eso. Pero al fin pudo viajar, no sin antes habernos probado nuestra paciencia, yendo al aeropuerto una noche, y la empresa, por error, había cancelado el boleto. Tuvimos que regresar dos días después, y sí, al fin salió.
Y comencé mi regreso a Ushetu, con muchas ganas de llegar. Me sentía muy raro girando sólo por Tanzania, sin nadie con quien hablar, y compartir cosas, decir cosas poco importantes, pero que suelen ser señal de amistad. Reírse de alguna situación, ayudarse en algún momento complicado. Pude viajar a Mwanza, luego a Kahama, y ya allí me esperaban las hermanas, que me trajeron a Ushetu. El recibimiento ya era una ducha refrescante luego de dos meses afuera, y de todo lo vivido… habían muchos niños, debido a algunos grupos que funcionan justo el viernes, así que cuando llegué, ahí estaban “los chicos del fútbol”, las niñas de los Watoto wa Yesu… y una alegría grande. A pesar del cansancio que tenía por el viaje, fue algo que me levantó totalmente el espíritu.
Y a trabajar… empezando por preparar el sermón de ese fin de semana, que cada semana con mucha generosidad me lo corrige una hermana que sabe muy buen swahili. El domingo con el oratorio… con la alegría de encontrar de nuevo a los chicos. Muchos de ellos se habían bautizado en Pascua, y otros habían recibido la primera comunión, así que improvisamos una festejo, dando al menos un regalo a cada uno de ellos. Y ahora seguirá el trabajo, por el que les pido oraciones… porque sigue la limitación de la lengua, pero soltándose un poco. Ya mañana comienzo a ir a las aldeas, después de la misa parroquial, y por la tarde oratorio hasta que cae la noche. En la semana, un encuentro con los catequistas de la parroquia, que vienen de sus aldeas… unos 40 o más, si vienen todos. Cuando los catequistas se enteren que estoy, comenzaremos a organizar la ida a las aldeas, para las misas de “matomolo”, que les he contado el año pasado, las misas de agradecimiento por los frutos. Para mí estará muy bueno porque podré conocer lo que me falta de la parroquia… en un año y medio no he visitado sino un tercio de las 47 aldeas de nuestra misión. Y para agregar más, en la segunda semana de junio tendremos una jornada de catequesis, juntando a los chicos de siete aldeas acá en el centro parroquial, para que tengan catequesis, ya que en sus aldeas les cuesta ir porque son de muy lejos. Eso quiere decir, que si bien tendrán clases de catecismo, será como un pequeño campamento de niños, porque 60 de ellos estarán aquí una semana. Y para que no sea todo clases, tendremos que organizar actividades recreativas, juegos, deportes, competencias, etc. Serán unos días muy lindos, y con buen trabajo. En el resto de la parroquia, se reunirán en distintos centros, de a seis o siete aldeas para hacer lo mismo, la misma semana. Muy interesante, y después les contaré.
En fin, me voy despidiendo, aprovechando a saludarlos por el Día de la Patria mañana… Aquí nos reuniremos los que estamos, a la noche (porque en el día es imposible parar el domingo), y comeremos algún pollito y unas empanadas. Por supuesto que las encargadas de eso son las hermanas, yo sólo aporto mi presencia.
Y nuevamente el pedido de oraciones, porque en éste tiempo estoy sólo. Es verdad que la hermanas tienen su casa muy cerca, pero me refiero a que sólo en mi comunidad… y es raro llegar a la noche, donde aquí todo es absoluto silencio del campo (hermoso…) pero en la casa ceno y aprovecho a leer o responder mails (ya se explicarán el porqué de lo extenso de ésta carta…). Me admiro cómo Dios nos da la gracia a los misioneros, porque ni yo me imaginaría vivir sólo en una casa en medio de la sabana africana.
Claro que los motivos sobrenaturales nos alientan y mucho, y por eso la vida del misionero siempre se tiene que alimentar de la oración y de la vida sobrenatural, porque sino sería imposible hacer lo que hacemos. Es decir, pienso a menudo en que tengo la capilla pegada a la casa, y allí está Jesús en el sagrario. Pienso en la Virgen María que es mi Madre y nunca nos abandona. Pienso en el ángel de la guarda que silenciosamente me acompaña todo el tiempo. Y pienso en ustedes, que están acá acompañándome cada vez que se acuerdan y rezan por mí. Pienso en todos los misioneros de mi familia religiosa, que en sus lugares se sacrifican, y pueden estar sufriendo más que yo, como los que están en medio de la guerra en Siria, en Bagdad, en Ucrania… o en lugares difíciles, como Groenlandia, Siberia, Papúa. Al fin, que nunca caminamos solos. Y basta sólo pensarlo y recordarlo, para que uno se alegre. Por eso es que uno de mis principales trabajos en este tiempo es no dejar de rezar nunca… para que en la oración llene el alma de estas cosas.
Bueno, y no me puedo quejar, que a cada rato los chicos golpean la puerta para pedir la pelota de fútbol o para saludar, para traerme de regalo alguna naranja, ofrecerse a trabajar en la parroquia… Y que comparto mucho tiempo con el catequista, Filipo, realmente un tipazo, y casi un hermano. Y que la gente de aquí es muy alegre, muy abierta, y muy poco tímida… y todos saludan, y todos te preguntan cómo estás, y se alegran de que estemos con ellos. ¿Qué mas pedir?
Bueno, ahora sí, me voy a dormir. El silencio es majestuoso. Y no se preocupen, ¡que tengo todas las puertas bien cerradas con llave!
¡Viva la Patria!
¡Firmes en la brecha!
P. Diego Cano, IVE
Misionero del Instituto del Verbo Encarnado en Tanzania
Ushetu, Tanzania, 24 de mayo de 2014.
Día de María Auxiliadora, “la Virgen de Don Bosco”.
PD: LOS QUIEREN PUDEN VER ALGUNOS VIDEOS DE LA MISIÓN… haciendo CLICK AQUÍ