¿Quiénes son los pobres?
Ushetu, Tanzania, 6 de noviembre de 2014.
Realmente tenía curiosidad de conocer la aldea que lleva el bonito nombre de Isasambulwa, como diría el P. Llorente. Y si ese nombre no les dice nada, su traducción es “Destruida”, lo cual puede ser que les diga algo más. Ya ven porqué mi curiosidad, en parte, aunque no sólo por eso, sino porque es mi deseo poder conocer todas las aldeas de nuestra misión.
Esta bella aldea, a pesar del nombre con que ha sido bautizada se puede decir que es muy linda, está a unos 25 km del centro parroquial. Los primeros pobladores llegaron por el año 70, y cuando comenzaban a construir y levantar alguna casa, veían a los pocos días que había pasado alguna manada de elefantes, y no quedaba nada en pie. Esto se repitió varias veces, lo que dio origen al nombre de Isasambulwa en lengua local, el sukuma. Pero los pioneros no se dieron por vencidos, sí los animales salvajes, que se fueron retirando a lugares no poblados. Hoy día se puede construir sin temores, si sobre todo, se puede caminar a la noche sin temor de ser comido por un león.
El camino que debí recorrer estaba en muy buenas condiciones, pasando por varias aldeas, como Senai, Uyogo, Sole. Luego de esta última el camino era una sola huella, como para motos y bicicletas. Al pasar por Uyogo se subió a la camioneta un catequista que estaba invitado a participar en la ceremonia. En esta ocasión, estaba programado un casamiento y un bautismo en la capillita de Isasambulwa. Así que continué mi viaje acompañado por Petro, un catequista muy bueno que tenemos, un hombre mayor, que vive solo, muy curtido por el trabajo, y una vocación notable para ser catequista. El mismo se ha ofrecido a ser catequista en una aldea que está muy lejos, que es pequeña, y que tiene la dificultad de la pereza y desidia de sus parroquianos. Para ir a esta aldea va caminando más de 20 km, y muchas veces debe quedarse a dormir allí para regresar al otro día. La colecta no alcanza ni para que pueda pedirle a alguien que lo lleve en motocicleta. Y él sigue yendo.
Pero retomo el relato, ya con Petro en el auto, mientras intercambiábamos algunas frases, empecé a ver que el trayecto entre Uyogo y Sole estaba muy verde, muy hermoso. Se ve que la lluvia había caído más copiosamente allí. Se veía un verde muy especial, y muchas familias trabajando. Petro se sorprendía y reía también de que me detuviera a tomar fotos.
Así llegamos a la aldea de Sole, donde recogimos al catequista Johane y su señora, y su pequeño hijo. Johane es catequista de dos aldeas: Sole e Isasanbulwa. Venían vestidos para la ocasión… eso agrada en verdad, pues les gusta dar la dignidad a lo que se celebra.
Me atrajo mucho la aldea, porque en verdad que era como encontrar la capilla y las casas en medio del bosque. No exagero que es así, cuando menos lo imaginaba, habíamos llegado. En medio de muchos árboles, hermosa sombra… la gente que había llegado era poca, y se esperaba a los novios. A los pocos minutos llegaron en sendas motocicletas. Yo comencé las confesiones debajo de un árbol, y mientras tanto, veía cómo aparecía la gente en los senderos que salían del bosque.
Los novios eran católicos ambos, muy jovencitos: Pío y Ester. Y bautizaron a su hijo, Pascali. La misa fue en la capilla, como esas que les he descripto en varias crónicas, muy acogedora en todo sentido, paredes de barro, bancos de barro, techo de paja, ventanas sin ventanas… y un aire muy fresco. Gente participando adentro, y el resto afuera, repartido entre las ventanas. Antes de la misa se rezó el santo rosario, yo prediqué algo sobre el rezo del rosario, por estar en el mes de octubre. Luego de la misa, en las palabras que hay que decir para presentarse, el catequista Petro, habló excelentemente… como me hubiera gustado a mí expresarme, me sacó las palabras de la boca, o mejor dicho, las ideas que hubiera querido decirles a todos, y a los novios. En frases muy simples les volvió a recomendar el rezo del rosario, y luego mirando a los novios que estaban al costado del altar, les hablaba y exhortaba al rezo del rosario en familia, y enseñarle a los hijos a rezar el rosario.
Después de la misa y casamiento, comimos con los novios y padrinos frente a la capilla, en una hermosa sombra de un árbol de mangos. Súper apacible y fresco el lugar. Un ambiente por demás sencillo, algo que pocas veces había gozado. Normalmente luego de las bodas siempre hay barullo, ruido, saludos, gente… aquí estábamos sentados tranquilamente, conversando, riendo… uno de ellos parecía muy bromista y les arrancó risas todo el tiempo. En el almuerzo se me ocurrió decirles a los novios que vieran, cómo debajo de ese árbol se habían confesado, que en la pequeña capilla se habían casado, y ahora almorzábamos juntos allí mismo. Que cuando fueran mayores, y vengan con sus nietos a la iglesia, podrán contarles que en ése lugar habían vivido las cosas mas importantes en la vida de una familia.
Luego de almorzar los llevé a la casa de ellos donde los esperaban los vecinos, amigos, y feligreses para el festejo. Después de un breve momento con ellos, para honrarlos en la fiesta, pasé a darle la unción de los enfermos a la abuela de uno de ellos que estaba postrada en una de las pobrísimas casuchas que forman el hogar.
Un par de días después, leí ésta frase en una de las crónicas del P. Llorente, hablando de los esquimales: “Son pobrísimos; pero viven satisfechos con lo que tienen, y, viviendo satisfechos, son ricos propiamente hablando”.
Y me acordé de los fieles de Isasambulwa.
¡Firmes en la brecha!
P. Diego.
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3 comentarios
Lo de los catequistas... toda una lección para mí.
El Rosario, una arma poderosa (el arma de las armas), gracias a ella mi conversión definitiva, lo rezamos siempre en casa en familia después de cenar y pido por los niños para que Dios les de Fe.
Que Dios les bendiga. En la misa de hoy oraré por el padre Miguel Conesa, sus catequistas y los recién casados
Leerlo es sentirse allí, en esa frescura del paisaje y de las almas riquísimas como las almas de los niños.
No sé si existe la "santa envidia" pero ...
Que Dios los siga bendiciendo.
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