El martirio de la coherencia
El martirio de la coherencia es una expresión que se la escuche por primera vez a Juan Pablo II, mejor dicho se la leí en la red. Sucedió que asesinaron a una monja de un país del Próximo Oriente y cuando fueron a visitarle las autoridades religiosas de aquella nación, tras las palabras de consuelo, el Santo Padre les dijo: “Y a partir de ahora tienen que aprender a vivir el martirio de la coherencia que será el martirio del siglo XXI“. Y cuando le volví a escuchar esta misma expresión, repetidas veces, me salió el historiador que uno lleva dentro y llegué a la conclusión de que en los últimos veinte siglos los católicos han sufrido toda una serie de persecuciones, que pueden ser agrupadas en una triple tipología martirial. Vaya por delante que tan característico de los cristianos es la caridad como la persecución, porque como ya dijo el Señor no va a ser el discípulo distinto que el maestro. Por eso sería incomprensible la actitud de un cristiano que en medio de un ambiente descristianizado prefiriera hacerse el graciosote y se mimetizase en un paisaje de pecado, en lugar de jugársela y trabajar para cristianizar todas las estructuras temporales como nos pide el Concilio Vaticano II.
El primer tipo de martirio se caracteriza porque el perseguidor no conoce la verdadera naturaleza espiritual de la religión católica. Este es el caso de los emperadores romanos que arrojaron a los cristianos a las fieras, el de los liberales del siglo XIX que organizaron las matanzas de frailes o el de los comunistas que masacraron a miles de católicos por haber cometido el delito de “oler a cera“. En este caso, ya que los perseguidores se habían propuesto exterminar a la Iglesia Católica, bien puede decirse que les salió el tiro por la culata, porque la sangre de los mártires fue semilla de más cristianos. Sin duda, que al lado de miles de mártires hubo también casos de cristianos que no quisieron responder y cedieron ante el martirio. En su juicio particular Dios les habrá pedido cuentas y habrá sopesado su comportamiento.
El segundo tipo de martirio apareció durante la Revolución Francesa. En esta ocasión los perseguidores, algunos de ellos sacerdotes y obispos –y aunque renegados, sacerdotes in aeternum- conocen perfectamente que el catolicismo es una religión sacramental y que es a través de los sacramentos por donde circula la gracia que produce la santidad. El historiador francés Jean de Viguerie, en un excelente libro que se titula Cristianismo y Revolución publicado por la editorial Rialp, ha puesto de manifiesto cómo las medidas revolucionarias tenían como objetivo apartar a los fieles de los sacramentos. Y afirma en sus conclusiones que esta persecución sí que fue efectiva. De hecho, él ha medido la práctica sacramental en Francia antes de la Revolución y después de pacificarse religiosamente el país vecino tras el concordato firmado por Napoleón, y el descenso es considerable. Si se mantuvo la Iglesia en Francia fue porque la revolución también utilizo el primer tipo de martirio, que consiguió que la sangre de miles de católicos franceses se convirtiera en semilla de cristianos, y porque otros muchos vivieron la religión católica en la clandestinidad, antes que asistir a las ceremonias oficiadas por un cura juramentado. La santidad de un mártir salta con facilidad el trámite del juicio, al resto de los franceses se les preguntaría en el juicio particular si asistieron a las misas clandestinas de los curas refractarios o prefirieron las ceremonias blasfemas de la Diosa Razón.
El tercer tipo es el martirio de la coherencia, que se pone en marcha tras descubrirse que en realidad hay un undécimo mandamiento: “Santificarás este mundo“. Ahora a los perseguidores ya no les importa si vas o dejas de ir a misa. Es más, si la parroquia en la que se celebra tiene pedruscos de hace unos cuantos años, el sistema puede que hasta financie el mantenimiento o la limpieza del templo. Por lo tanto, en nuestro juicio particular, a los cristianos del siglo XXI no se nos preguntará sólo si hemos ido o dejado de ir a misa, sino que además se nos pedirá cuentas de qué hicimos con esta sociedad. Y la cosa no es sencilla porque esos mismos que están dispuestos a financiar y hasta construir templos y colegios católicos con dinero público, no van a tolerar que los cristianos salgamos de las sacristías para impedir así que cristianicemos los parlamentos, los periódicos, las universidades, las fábricas, las diversiones, la enfermedad… Pero no nos queramos engañar, lo dramático de esta persecución es que los verdugos no se encuentran fuera de la Iglesia, porque la coherencia de los católicos que han puesto en la santidad el objetivo de sus vidas a los que pone en evidencia no es a los ateos y a los hombres sin fe, sino a todos aquellos católicos tibios que prefieren el juicio de los hombres al de Dios. Y está persecución será tan grave y tan importante en la historia de la Humanidad, porque el día que se generalice será la última y entraremos en los últimos tiempos relatados en el Apocalipsis. Los truenos y los relámpagos quedan reservados para el fin del mundo, que estará precedido de los últimos tiempos en los que tendrá lugar esta tercera persecución, ya iniciada, en un ambiente tan de calma y normalidad, que desde este momento habrá que estar muy pegados a la Santa Misa, al Sagrario, a la Santísima Virgen y a la Caridad con los hermanos, porque de lo contrario nos deslizaremos sin darnos cuenta y pasaremos a engrosar las filas de los verdugos.
Javier Paredes
30 comentarios
La mejor forma de alcanzar el martirio hoy en día es, en los ambientes eclesiales, buscar el cumplimiento de la Voluntad de Dios y no el ejercicio de los "derechos" del ser humano.
No es conveniente que los profesores de los centros católicos, concertados o no, religiosos o no, sean "demasiado" católicos. Si lo son, se les despide y ya está.
A los obispados no les incumbe, y a las AMPAs les parece divino.
Tampoco es conveniente que los profesores de religión de los centros públicos sean "demasiado" católicos. Si los son, se les "invita" a que, efectivamente, dejen de serlo. O hasta que dejen de ser profesores.
A las AMPAS no les incumbe, y a los obispados les parece divino.
En esas condiciones, la coherencia se castiga con el martirio del ostracismo. Y así, sin los mejores docentes, y con la inestimable ayuda de nuestros "prudentísimos" silencios, vamos despeñando a nuestros hijos por el barranco de la apostasía.
Ya es hora de decir "basta". Aunque eso, claro, pueda tener consecuencias un tanto desagradables en nuestras vidas.
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Es muy isgnificativo lo que explica de cómo se hizo en Francia para apartar a la gente de la gracia sacramental. Eso sí que tienen fe de verdad. La usan para destruirla, pero sí que creen que por los sacramentos nos llega la gracia divina.Muchos que tal vez son creyentes y practicantes no se lo toman tan a pecho como aquellos malvados.
Sin ninguna duda, estamos embarcados en esta tercera persecución que usted caracteriza con tanto acierto. La santidad, mientras estamos aquí abajo, debe ser una aspiración para todo católico consecuente, coherente con la fe en el Señor. El martirio, en la forma que sea, íntimo, público o mortal, debe estar en el horizonte de nuestras vidas. Si no, de qué hablamos cuando nos decimos católicos.
Por favor, prodíguese un poco más por aquí, profesor.
Los emperadores eran unos aficionados. La manera de destruir a un hombre es apagar en él la idea de lo bueno. Y la manera de apagar esa idea es confundirle y hacerle cómplice de sus pecados.
Nos ha tocado vivir en un mundo terriblemente anticristiano, porque es un mundo apóstata. Y, de grado o por ignorancia, muchos persisten en colaborar con él: no sólo muchas buenas gentes, sino también, y sobre todo, gobernantes y eclesiásticos.
El mundo huye de Dios. Eso es el secularismo. Se quiere un mundo sin Dios: un mundo de espaldas a la gracia. Y el punto de partida para el logro de ese objetivo es el liberalismo: la idea de que Dios es asunto privado. Enseguida, la confusión.
Bravo, Javier. Dios quiera que permanezcamos fieles.
Una de las mayores tentaciones que vivimos los católicos o incluso simplemente la gente que defiende y vive unos valores en consonancia con la Ley Natural, es desfallecer, hacernos parte del mundo, imbuirnos del espíritu del egoísmo, la cobardía y la falta de toda esperanza, y, en consecuencia, caer en toda suerte de idolatría mezquina que compense tanto vacío. Literalmente se ha de luchar en nuestro interior de forma feroz para no pensar que este mundo es una mierd..., con perdón.
Pero no, somos de Dios y lo que Él creo es bueno. Es el rechazo de lo que somos y de nuestro principio lo que empuerca lo maravilloso de la creación. Y la creación es amor, Amor de Dios. Desde ahí, salir al mundo a decir esta verdad, la única Verdad, como lo hizo el Señor, Dios hecho hombre por amor a nosotros.
Y os duele que la Declaración Universal de los Derechos Humanos se anteponga socialmente a la "ley natural". Pero bueno:^¿os dais cuenta de que el tal Moises, que dicen fué un sacerdotiso de Akenatón, hoy estaría encerrado en un manicomio junto a San Pablo y cualquier otro que manifieste que le hablan seres invisibles?
¿Os quejais por qué?... porque no aceptamos en lo de todos lo que solo es vuestro? ¿Eso es persecución y martirio?... Hombrfe, ser serios: eso es libertad de religión y de conciencia. Nada mas. No un ataque a nadie, sino un camino razonable de convivir como hermanos.
Y que esto lo escriba un historiador, obviando la propia historia de la iglesia católica y en concreto, la contemporánea colaboracionaista con Mussolini, Hitler y Franco, Videla, Pinochet y tantos otros católicos devotos?
Lástima tanta energía malbaratada. Acógeme, oh "Javier", en tu comprensión, tolerancia y solidaridad.
Después de las palabras de Martinez Camino hoy, ya no cabe duda de en qué estadio estamos en esa persecución y en esa mimetización con el Mal.
Digo lo mismo respecto a D. José J. Escandell y D. Carlos Martínez-Cava. España necesita gente como ellos y con urgencia.
¡Qué tiempos nos ha tocado vivir, Señor, qué tiempos!
D. Javier va a pensar que quieres usar su blog para aligar, pillastrín...
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Teniendo en cuenta que el martirio es una gracia concedida por Dios, ¿no es un poco temerario juzgar así a quienes no fueron mártires ante la persecución?
Lástima que perdamos tanto tiempo, tanta energía, para salir al paso de un mundo empeñado en alejarse de Dios. En efecto, el problema más grave no está en el enemigo externo, sino en el interno. El politiqueo, el malminorismo, los centrismos y las modernaciones son caldo de cultivo de traiciones y bajezas. Ánimo, Paredes, a por ellos.
"Teniendo en cuenta que [la santidad] es una gracia concedida por Dios, ¿no es un poco temerario juzgar así a quienes no fueron [santos] ante la persecución?"
Ciertamente, eso es inadmisible. ¿O eres protestante?
Eso sí, te advierto, Ricardo, que yo soy muy guapa y soy exigente, ¿Eh? A ver qué haces...
Volviendo al tema, a mí me admiró mucho más el ejemplo de la ex-socialista Mercedes Aroz, que llevaba treinta años en el PSOE y había ocupado cargos importantes y seguía siendo senadora en el momento de su conversión; un cargo que dejó de inmediato. Admirable. Bendita sea.
Estas conversiones deben animarnos a rezar mucho por los enemigos de Dios y de la Iglesia. Nuestro Señor desea ardientemente la conversión de todas estas personas y yo reconozco que les critico más de lo que rezo por ellos. Que Dios me perdone. Esas personas, a Izquierda y Derecha, necesitan nuestra oración y penitencia.
http://www.elmundo.es/elmundo/2010/02/21/internacional/1266773868.html
Quizás solo estemos viendo lo que nos rodea inmediatamente. Pensaría que antes de la gran apostasía deberíamos ver a China cristiana, y posiblemente a la India.
Hoy la Iglesia es más influyente que en cualquier otra época de la historia por eso el odium fidei también ha crecido en los últimos tiempos. Sabemos que esa persecución existe y existirá hasta el fin de los tiempos en la medida que la Iglesia ejerza en libertad su misión iluminada por el Espíritu Santo.
Como a Mons. Hellín con su última Pastoral.
Un abrazo.
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