11.12.08

Lo que indica un nombre propio (Mc. 1, 7)

Santa Maravillas de Jesús (1891-1974), hija madrileña de un embajador de España ante la Santa Sede, fue inspirada a fundar un convento en el Cerro de los Ángeles, de la que fue priora desde 1926. También fundó carmelos en España, India y Ecuador. Murió diciendo: “¡Qué felicidad morir carmelita!”en La Aldehuela (Madrid), donde estuvo sus últimos 14 años. Allí fundó un colegio para niños pobres, una barriada con muchas casas y una iglesia. Pero, por muy maravillosa que parezca ser toda esa actividad, no es esa la mayor “maravilla” en la vida de la santa.

Su mayor mérito es que vivió fiel a la segunda parte de su nombre: “de Jesús”, fiel al voto perpetuo de castidad que hizo en privado a los 21 años y pudiendo ella siempre decir como S. Juan Bautista en el Evangelio del Segundo domingo de Adviento: ““Detrás de mí viene el que puede más que yo” (Mc. 1, 7). Consciente de su humanidad (después de todo, tuvo que huir a Salamanca por la persecución de la Guerra Civil), se consideró ser nada mientras admiraba con un amor tremendo la grandeza y el poder del Señor. Decía: “Es un gozo no ser nada para que Él lo sea todo en mí”. Resume esto bien su frase: “Lo que Dios quiera, como Dios quiera, cuando Dios quiera”.

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10.12.08

No es nada fácil pedir perdón (Mc. 1, 5)

Una de las cosas más necesarias y difíciles de hacer bien en esta vida es pedir perdón. Una vez, al confesarme, me preguntó el sacerdote si había pedido perdón a la persona que había ofendido. Le dije que había demostrado a esa persona que estaba arrepentida, pero el sacerdote insistió, preguntándome si le había dicho “lo siento” o “perdón” a la persona ofendida. Explicó que muchas veces creemos que hemos demostrado nuestro arrepentimiento pero quizás no es tan obvio a la persona ofendida como cuando pedimos perdón usando esas palabras con toda sinceridad, aunque nos cueste. Me di cuenta de que ese sacerdote tenía toda la razón cuando hablé de nuevo con la persona en cuestión y me dijo después que no tenía la menor idea de que estaba arrepentida hasta que le dije: “Lo siento”.

Porque cuesta mucho pedir perdón, me llamó la atención en el Evangelio del Segundo domingo de Adviento que los judíos “confesaban sus pecados” (Mc. 1, 5) antes de ser bautizados por S. Juan Bautista en el río Jordán. Hubo santos bíblicos que también reconocieron sus faltas e imperfecciones ante Dios antes de la venida de Jesucristo. Dice S. Gregorio Magno que “un capitán estima al soldado que en la guerra, habiendo vuelto después de huir, ataca con más valor al enemigo, y estímale aún más que al que nunca huyó pero tampoco mostró valor alguno.”

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9.12.08

Converso vidente a los 57 años (Mc. 1, 7)

Como indica el nombre náhuatl de San Juan Diego (1474-1548), “Cuauhtlatoatzin” (“Águila que habla”), la vida humilde de este santo con un papel principal en el Acontecimiento Guadalupano (las apariciones de Ntra. Sra. de Guadalupe) tiene mucho que decirnos. Desde su bautizo con su mujer en 1524 por uno de los primeros franciscanos en México, andaba una distancia de 20km para asistir a Misa y a clases de catecismo. Cuando falleció su mujer se mudó a la casa de su tío, a 14km de la iglesia (tres horas y media a pie). Iba descalzo, como los pobres de su época. Yendo a la iglesia una mañana por la colina del Tepeyac, vió a Nuestra Señora que le habló en náhuatl y le llamó “Juanito, Juan Dieguito”, encargándole que le pidiera al obispo la construcción de un templo en ese lugar. Quizás le llamó así porque a pesar de su edad todavía tenía alma y corazón de niño.

S. Juan Diego cumplió su encargo, pero al no hacerle caso el obispo (puesto que en esa época se reportaban muchos falsos milagros), le pidió a la Virgen que enviara a alguien más importante. Pero, “Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo; de manera que nadie pueda presumir delante de Dios” (1Co 1,28.29) S. Juan Bautista dijo: “no merezco agacharme para desatarle las sandalias [al Señor]” (Mc. 1, 7) y S. Juan Diego mostró la misma humildad al decirle a la Virgen: “soy sólo un hombrecillo, soy un cordel, soy una escalerilla de tablas, soy cola, soy hoja, soy gente menuda”. Así mereció que ella le llamara con cariño “el más pequeño de mis hijos”. Como dice S. Gregorio Magno: “[El santo] se alegra de ser considerado poco por los demás, porque ve confirmado en esa baja reputación lo que él pensaba de sí mismo” (Diatesseron, 1).

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8.12.08

La Patrona de España y de los EE.UU. (Mc. 1, 3)

El Papa Pío IX proclamó la Inmaculada Concepción de María un Dogma de Fe el 8 de diciembre de 1854, pero la Ssma. Virgen María ya se había aparecido en 1830 a Sta. Catalina Labouré, pidiendo que se hiciera una medalla con su imagen y las palabras: “O María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos.” Después de la proclamación del dogma, se apareció en 1858 a Sta. Bernadette en Lourdes diciendo: “Yo soy la Inmaculada Concepción”, palabras que la vidente no comprendía entonces. Bajo esas advocaciones la Inmaculada ha dejado huellas inequívocas en mi vida.

Cuando le dijeron a mi madre los médicos que no podía tener hijos, hizo una peregrinación a Lourdes, Francia, para pedirlos y cuando volvió se enteró de que estaba embarazada conmigo. Por eso me llamaron “María Lourdes” y me llevaron al sitio de las apariciones de niña para agradecer el favor. Nací en España, cuya Patrona Oficial (desde 1760) es la Inmaculada Concepción. Cuando vivía en Madrid, una de las iglesias en las que asistíamos a Misa era la Basílica de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa y también fuimos al lugar de las apariciones en París.

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7.12.08

Un obispo sin miedo al poder temporal (Mc. 1, 3)

El desierto, árido por definición, no está muerto ya que acoge una gran variedad de flora. Hasta el Atacama, el desierto más seco, florece en abundancia bajo condiciones propicias. Del desierto surgió S. Juan Bautista como se oyó en el Evangelio del Segundo domingo de Adviento: “una voz grita en el desierto” (Mc. 1, 3). Otra voz que floreció en medio del desierto de su sociedad fue San Ambrosio (340-397), que no dudó en defender la fe contra el arrianismo, hasta cuando peligraba su vida. Amenazado a muerte por un siervo del emperador, respondió: “¡Dios lo quiera! Así sufriría yo como corresponde a un obispo, y tú obrarías como las gentes de tu calaña”.

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