Vale la pena jugarse la vida
A S. Norberto de Xanten (Alemania) (1080-1134) le atraía la vida eclesial porque buscaba lujo y comodidad, pero se dió cuenta de que nada podía satisfacerle.
El emperador le hizo su limosnero cuando todavía estaba en el subdiaconado, pero acabó renunciando su puesto. Se dice que podría haber sido por haber visto al Papa y a los cardenales encarcelados por el emperador o porque fue derribado de un caballo, lo cual le hizo darse cuenta de la vanidad del mundo y a dedicarse tres años a la oración y a la penitencia antes de ser ordenado sacerdote.
En el Evangelio del Domingo de Pentecostés oímos cómo los apóstoles: “se llenaron de alegría al ver al Señor” (Jn. 20, 20), pero fue tras recibir al Espíritu Santo que se llenaron tanto de caridad, gozo y paz que proclamaron el Evangelio sin temor de persecuciones o martirio.