InfoCatólica / María Lourdes Quinn / Categoría: ........ - España

3.12.08

Lección de chino, lección de fe (Mt 16, 26), (Mc. 13, 34)

En mi infancia había tan pocos chinos en España que se podría decir que en esa época casi todos los chinos en España se conocían (y la mayoría ya éramos católicos). Me alegro de que ahora haya bastantes como para que los Testigos de Jehová quieran aprender chino para evangelizarles, aunque les adelanta el gran santo español cuya fiesta se celebra hoy: San Francisco Javier (1506-1552) (o “Sen Fan-chic", como le conocen los chinos aunque nunca puso pié en China). Todos tenemos mucho que aprender de este Patrono Universal de las Misiones sobre lo que hace falta para evangelizar al mundo, que hacerlo bien es más difícil que aprender chino (ya verán que antes de terminar de leer este artículo aprenden unas cuantas palabras más para que no se diga que los católicos no tenemos celo evangelizador).

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23.11.08

¿Reina Cristo Rey en España? (Mt. 25, 31)

En 1925, el Papa Pío XI declaró en su encíclica Quas primas la triple potestad de Jesucristo (legislativo, judicial y ejecutivo) y estableció la Fiesta de Cristo Rey “contra el moderno laicismo” por la que “No faltaron Estados que creyeron poder pasarse sin Dios, y pusieron su religión en la impiedad y en el desprecio de Dios.” (Quas primas, 23) Escribió el Sumo Pontífice: “¡Oh, qué felicidad podríamos gozar si los individuos, las familias y las sociedades se dejaran gobernar por Cristo!” (Quas primas, 19). ¿Reina, pues, Cristo Rey en España? Oigamos las voces de algunos santos españoles.

Al principio del Evangelio de hoy, nos dice el Señor: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre…” (Mt 25, 31). ¿Cómo será la gloria de Cristo? Santa Teresa de Ávila nos revela sobre sus visones de Cristo: “…y viene a veces con tan grande majestad, que no hay quien pueda dudar sino que es el mismo Señor, en especial en acabando de comulgar, que ya sabemos que está allí, que nos lo dice la fe. Represéntase tan señor de aquella posada que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis! (Libro de la vida, capítulo 28, 8)

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