El Señor, al adentrarse en Su Pasión, declara a sus apóstoles la glorificación del Hijo del Hombre y que “Dios es glorificado en él” (Jn. 13, 31), según el Evangelio del V domingo de Pascua [28.4.13]. Nos muestra la importancia de tener en cuenta la gloria de Dios en todo. S. Roberto Belarmino explica:
“Si juzgas rectamente comprenderás que has sido creado para la gloria de Dios y para tu eterna salvación. Comprenderás que éste es tu fin, que éste es el objetivo de tu alma, el tesoro de tu corazón. Si llegas a este fin serás dichoso, si no lo alcanzas serás un desdichado.” (Tratado sobre la ascensión de la mente a Dios, grado 1).
Los santos apóstoles Felipe y Santiago (cuya fiesta se celebra hoy) lo comprendieron y dieron su vida por Dios, predicando sin cesar. En el Nuevo Testamento encontramos a Felipe animando a Natanael a seguir al Señor y a Santiago escribiendo en su Carta: “…la fe sin obras está muerta” (Santiago 2, 26). Los dos fueron generosos en el apostolado activo al que Jesucristo les había llamado hasta que ofrecieron sus vidas como mártires. No todos somos llamados a ser predicadores como los Apóstoles, pero sí somos capaces de “la mayor forma de apostolado que uno puede llevar a cabo”, según S. Padre Pio de Pietrelcina:
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