Foix comentó en el artículo de ayer que Cristo enseña por palabra y hechos coherentes y comparó la vida de los cristianos que siguen ese ejemplo con “una música maravillosa, como el plectro y la cuerda de la cítara cuando suena una canción.” La cítara es un instrumento que se encuentra en formas variadas en muchas culturas, como la china, y que los antiguos griegos asociaban con su dios mitológico de la música, Apolo. Esas dos culturas no solían conocer a Jesucristo, esa música preciosa que cantamos los cristianos con nuestras vidas.
En la época de Jesucristo, como hoy en día, había muchas voces que “cantaban” sus propias interpretaciones distorcionadas de las Sagradas Escrituras, resultando en muchas versiones de la misma “composición”, la Palabra de Dios. En cambio, a Jesucristo le oían, según el Evangelio del 4o. domingo de Tiempo Ordinario : “enseñar con autoridad” (Mc. 1, 22). Explica Beda: “Los escribas enseñaban también a los pueblos lo que está escrito en Moisés y los Profetas. Pero Jesús, como Dios y Señor del mismo Moisés, con la libertad de su voluntad añadía a la ley lo que le parecía que le faltaba, o variándola predicaba al pueblo, según leemos en San Mateo ( Mt 5,21-44): ‘Se dijo a los antiguos; pero yo os digo’.” (Catena Aurea de Sto. Tomás de Aquino). Enseñaba como compositor, no como intérprete.
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