¿Cuánto deseamos el martirio?
Entre S. Andrés Dung-Lac y 116 Compañeros Mártires de Vietnam, cuya fiesta celebra hoy la Iglesia, se encuentran laicos, religiosos, y sacerdotes. Uno de ellos es S. Jean-Louis Bonnard (1824-1852), un misionero francés que no brillaba precisamente por sus cualidades intelectuales, pero sí en su amor de Dios y en su generosidad sirviéndole al Señor.
Le describe así un compañero de su infancia: “Piadoso, alegre, de carácter tranquilo, apacible, nunca se enfadaba; de talento mediocre, incluso quizás menos que mediocre”. Como S. Juan Vianney, este santo tuvo mucha dificultad aprendiendo el latín y también con el resto de sus estudios, por lo cual le reprendían sus profesores. Pero eso no detuvo su vocación temprana al sacerdocio, ni sus grandes deseos de ofrecer su vida en testimonio de su fe, de ser mártir.
Su vida y escritos nos podría hacer pensar: “¿Cuánto deseamos nosotros ser mártires? ¿Cuánto nos ponemos a disposición del Señor en todo lo que hacemos?
Cuando por fin llegó S. Jean-Louis a ser seminarista, necesitó el`permiso del arzobispo para ser aceptado como misionero a pesar de sus limitaciones, que conocía muy bien. A un amigo sacerdote que le ayuda a conseguir ese permiso le dice: “Has sido un buen abogado, pero la causa no era difícil, porque la diócesis nada pierde con mi partida, sino que más bien sale ganando.” Cuando le pregunta su amigo lo que hará entonces en las misiones, le contesta: “Quiero ser mártir, y haré todo lo que pueda para conseguirlo. A eso aspiro, a tomar la primera palma del martirio que se presente.”
Ardía en él un gran celo por el Señor, pero se guiaba por la prudencia y la obedienciaa la Voluntad de Dios como fuera expresada por sus superiores, y se ofrecía siempre a ser colocado donde quisieran. Antes de su partida les diría a sus padres:
“¡No os penséis que voy a morir nada más llegar en medio de los infieles! ¡Que no soy digno de tan gran honor como es el de morir por la fe, mártir de Jesucristo! En realidad tendrías que pedirle a Dios que me diera esa gracia. Pero si esa idea os incomoda, apartadla de vuestro pensamiento, pues ahora, en las regiones donde me destinan, no hay casi persecuciones. Para convenceros de ello no tenéis más que leer, en los ‘Anales de la propagación de la fe’, lo que se refiere a las Indias, Malasia, Manchuria y China”.
Llega a Tonkín en el norte de Vietnam para ponerse a cargo de dos parroquias. Escribe en abril de 1851, un mes después de promulgar el emperador Tu Duc un edicto de persecución:
”Los habitantes de este país son gente excelente. Los cristianos nos tienen mucha estima y se consagran a nosotros de todo corazón… Hablemos un poco de persecución, pues ya sabéis que aquí no todo es quietud… Lo que más nos aflige es ver cómo se persigue a nuestros cristianos, que se ven obligados a realizar grandes sacrificios para poder conservar la fe. ¡Si supierais las privaciones que hay que soportar para convertirse y seguir siendo cristiano!”
¿Abrazamos nuestra fe con el mismo deseo de permanecer fieles a Dios? A S. Jean-Louis le denunciaron y arrestaron un año después de comenzar la persecución en Vietnam, pero a todo católico le pregunta Dios si Le será fiel cuando somos tentados a pecar. Se nos pide que demostremos valentía rechazando el pecado. El santo contestaba a los que le amenazaban con torturas en la prisión si no negaba su fe: “No temo ni vuestra rota ni la muerte. ¡Jamás cometeré tal cobardía! No he venido aquí para renegar de mi religión, ni para dar mal ejemplo a los cristianos”.
¿Cómo pudo guardar la fe hasta la muerte este mártir? Lo hizo imitando al Señor lo mejor que pudo en toda dificultad que se presentaba. Le escribe a su obispo desde la prisión:
“Aquí me tiene en prisión, con yugo y cadenas durante la noche… Y eso me llena de gozo, pues me digo a mí mismo que la cruz de Jesús era mucho más pesada que mi yugo, y que las ataduras que sujetaban a Jesús eran mucho más dolorosas que mi cadena, y soy feliz de decir con San Pablo: Soy prisionero por Cristo… Todavía soy muy joven, y habría deseado ayudarle y cuidar de esos queridos cristianos, a los que tanto amo… La carne y la sangre son débiles, pero ¿acaso no me enseña Jesús en el Huerto de los Olivos a sufrir, con paciencia y por amor a Él, todos los males que me envía?”
En efecto, el Evangelio de la Solemnidad de Cristo Rey [21.11.2010] nos muestra cómo hasta estando el Señor crucificado: “se burlaban de Él” (Lc. 23, 36), sin que Él se impacientara con nadie. “Las autoridades hacían muecas a Jesús… se burlaban de él también los soldados… Uno de los malhechores crucificados lo insultaba…” (Lc. 23)
La clave, según Sto. Tomás de Aquino, es que: “No es paciente quien huye del mal, sino el que no se deja arrastrar por su presencia a un desordenado estado de tristeza.” (“Suma Teológica”, 2-2, q. 136, a. 4 ad 2). Le vemos a S. Jean –Louis manteniendo ese ánimo a lo largo de la vida. No tiene nada de “mediocre” que se pudiera decir de él que nunca se enfadaba. Ni tampoco que pudiera encontrar dulzura hasta en la prisión. Al recibir la Comunión en la cárcel un Jueves Santo, dice: “Verdaderamente, hay que estar en prisión y llevar el yugo en el cuello para comprender cuán dulce es recibir al Señor”.
Más aún, conservó la alegría al enfrentar la muerte. Al despedirse de sus padres por escrito antes de morir, les dice: “Cuando recibáis esta carta, seguro que mi cabeza habrá caído bajo el filo de la espada. Habré muerto por la fe en Jesucristo”. Les anima diciendo: “No lloréis, soy dichoso muriendo de este modo. Os espero allá arriba. Os espero a todos. No faltéis a la cita.”
“(A quien es paciente) nada puede apartarlo del amor de Dios, ni tiene necesidad de tranquilizar su ánimo, porque está persuadido de que todo es para bien; no se irrita, ni hay nada que le mueva a la ira, porque siempre ama a Dios, y a esto sólo atiende.” (S. Clemente de Alejandría, “Stromata”, 6).
Aunque no padezcamos el martirio en cuerpo, en espíritu sí podemos, con Su Gracia, amarle a Dios sobre todas las cosas y hacer que ese sea el fin de todas nuestras acciones hasta la muerte.
[Fuente de traducción de las citas de S. Jean-Louis Bonnard: “Carta espiritual de la Abadía San José de Clairval (Francia)”, 4.8.1999, publicadas aquí con permiso de la Abadía (aseguran sus oraciones por los que pasan por aquí).]
[Foto de cuadro de martirio y funeral de S. Jean-Louis Bonnard: PHGCOM en Wikimedia Commons]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Cuánto desea ser mártir? ¿Se nota en su vida que “siempre ama a Dios y a esto sólo atiende”?
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16 comentarios
Si a mí me persiguieron,tambien a vosotros os perseguiran(Jn 15,18.20)
La Iglesia es perseguida.De hecho,sin ese rasgo no se entiende del todo la historia de la Esposa de Cristo,que ya comienza bajo ese signo desde la más tierna infancia de su divino Fundador.
Los malos no soportan a los buenos y para estos,ser odiados por aquéllos indica eleccion por parte de Dios,como se desprende de estas palabras de San Jeronimo a San Agustin:
"Sois celebrado por todo el mundo.Los catolicos veneran y reconocen en vos al restaurador de la antigua Fe y lo que es mayor señal de gloria,todos los herejes os detestan con el mismo odio que a mí,anhelando matarnos con el deseo,ya que no pueden hacerlo con las armas".La gloria de Dios reluce de modo especial en la fidelidad de los justos frente a las persecuciones.
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Odet, esa persecución se vive en todo lo que luchamos para alcanzar el Cielo: el mundo, pero también el demonio y la carne (nuestra propia debilidad humana). El odio del demonio es grande, pero ni el demonio ni el mundo ni la carne nos pueden hacer pecar si no queremos, y con la gracia de Dios podemos esperar alcanzar nuestra mea algún día. Cada día debe ser una entrega al Señor, aunque no sea bajo la amenaza inmediata de una muerte física. Muchas gracias por la cita de S. Jerónimo.
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Anarico, cada cristiano es "mártir" por vocación de seguir a Cristo, Rey de los Mártires. Estamos llamados a entregarnos a Él. No quiere decir eso que seamos temerarios con nuestra vida, sino que seamos coherentes para ser "testigos" en todo lo que hacemos, según la Voluntad de Dios.
Sta. Teresa de Jesús, a quien sé que admira, deseó el martirio desde pequeña como ya sabe y S. Antonio de Padua, otro Doctor de la Iglesia, también. Pero, el Señor no les concedió ese deseo, sino que le pidió ser mártires "secos", como a todos los que llegan al Cielo.
No estaban locos de la cabeza, sino completamente "locos de amor" por el Señor. El verdadero amor no se contenta con poco. Desearía que ese gran amor me consumiera, pero me acuerdo de que el que no puede ser fiel en lo poco tampoco lo puede ser en lo grande, como nos dice el Señor. Un saludo.
Desde luego sin ver fruto, ni pedirle nada, a cambio, a Dios, nada.
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Norberto, ha explicado mejor que yo lo que quería decirle a Anarico. Le contesté sin haber leído su comentario. Me encanta también lo que dice al final. Otra cosa, para mí, es ponerlo en práctica.
Huvo una época en que se era muy consciente que ir a predicar en tierras de Misión era la muerte segura, más pronto que tarde. Hoy no han cambiado mucho las cosas pero es cierta una visión mucho más acomodaticia, empezando por mí mismo.
A nadie se le puede pedir y menos exigir que se vaya a morir martirizado para dar supremo testimonio, eso sería una temeridad. Sólo Dios podría pedir tal cosa y Él sabría a quien y el por qué.
Muchos confunden el testimonio diario y las comunes persecuciones del mundo como un martirio, pero no tiene nada que ver, desde mi punto de vista es una visión bastante pretenciosa y complaciente demasiado extendida.
El amor al martirio es el Amor sin límites, el de la entrega total y absoluta sin pensar en la palma, es el hacerse pan para los demás como hizo Dios.
1ª Corintios 13
Si, tengo muy presente que otros vendrán y nos ceñirán. Estamos viviendo tiempos bíblicos de nuevo.
Lo tengo presente diariamente: SI
Tengo miedo: También
Confianza en Dios: Toda
Confianza en mí mismo solamente: Ninguna
(PD que pena que muchos anticristianos hablen del amor al martirio como de amor al suicidio. ¡Cuántos piensan así!)
Gracias Mª Lourdes por plantear esta cuestión de la llamada a ser otros cristos. Sólo Dios sabe el destino de cada uno ... o aquellos a quien Él se lo haya querido revelar, menudo yugo!
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JSC, en mi opinión, esa visión del martirio diario sería pretenciosa y complaciente como dice si uno no se tomara en serio la lucha ascética. Como dice S. Pedro de Alcántara: "Mucho hace a los ojos de Dios quien hace todo lo que puede, aunque pueda poco".S. Jean-Louis lo hizo permaneciendo alegre y paciente a pesar de la dificultad que tenía con los estudios.
Para alcanzar ese martirio diario, uno tiene que hacer "todo lo que puede", o "todo lo mandado", como "siervos inútiles", como nos dice el Señor. No ha habido un día en mi vida en la que haya conseguido hacer "todo lo mandado". Me parecen muy heróicos los santos que pudieron cumplir bien sus obligaciones de cada día, venciéndose a sí mismos por amor de Dios. Un saludo.
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Vicente, me llama la atención que rece para disponerse al martirio si Dios quisiera. S. Jean-Louis Bonnard pedía a sus padres que rezaran para que el Señor le concediera esa palma del martirio. Me pregunto si podría aceptar el martirio de mis hijos, por ejemplo, aunque la fe me enseña que ese sería un camino directo al Cielo. ¿No es una meta y deseo de los padres cristianos que sus hijos alcancen el Cielo? Cuando rezo por mis hijos para que lleguen al Cielo, debo aceptar que sería un privilegio si el Señor les concediera el martirio de sangre, aunque humanamente hablando me dolería, como a cualquier madre, el sufrimiento de mis hijos. Un saludo.
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Gregory, no dudo que en algunos corazones el Señor mismo ha plantado esa osadía de desear el martirio. Pero la Iglesia siempre ha aconsejado no buscarlo temerariamente, por los motivos que menciona. Hay casos en los que algún cristiano se presentaba ante las autoridades romanas y acababa renegando su fe.
No he podido encontrar la carta de S. Andrés Dung-Lac en la Liturgia de las horas, pero sí esta carta de S. Pablo Le-Bao-Tinh a los alumnos del seminario de Ke-Vinh del año 1843 (A. Launay, Le clergé tonkinois et ses pretres martyrs, MEP, Paris 1925, pp. 80-83):
"Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero explicar las tribulaciones en que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor a Dios, alabéis conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Esta cárcel es un verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son grillos, cadenas de hierro y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes, peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y, finalmente, angustias y tristeza. Pero Dios, que en otro tiempo libró a los gres jóvenes del horno de fuego, está siempre conmigo y me libra de estas tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia.Un saludo.
"En medio de estos tormentos, que aterrorizarían a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo.
"Él, nuestro maestro, aguanta todo el peso de la cruz, dejándome a mí solamente la parte más pequeña e insignificante. Él, no sólo es espectador de mi combate, sino que toma parte en él, vence y lleva a feliz término toda la lucha. Por esto en su cabeza lleva la corona de la victoria, de cuya gloria participan también sus miembros.
"¿Cómo resistir este espectáculo, viendo cada día cómo los emperadores, los mandarines y sus cortesanos blasfeman tu santo nombre, Señor, que te sientas sobre querubines y serafines? ¡Mira, tu cruz es pisoteada por los paganos! ¿Dónde está tu gloria? Al ver todo esto, prefiero, encendido en tu amor, morir descuartizado, en testimonio de tu amor.
"Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles, ya que, si llegara a vacilar en el camino, tus enemigos podrían levantar la cabeza con soberbia.
"Queridos hermanos, al escuchar todo esto, llenos de alegría, tenéis que dar gracias incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Proclame mi alma la grandeza del Señor, se alegre mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su siervo y desde ahora me felicitarán todas las generaciones futuras, porque es eterna su misericordia.
"Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos, porque lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder, y lo despreciable, lo que no cuenta, lo ha escogido Dios para humillar lo elevado. Por mi boca y mi inteligencia humilla a los filósofos, discípulos de los sabios de este mundo, porque es eterna su misericordia.
"Os escribo todo esto para que se unan vuestra fe y la mía. En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón.
"En cuanto a vosotros, queridos hermanos, corred de manera que ganéis el premio, haced que la fe sea vuestra coraza y empuñad las armas de Cristo con la derecha y con la izquierda, como enseña san Pablo, mi patrono. Más os vale entrar tuertos o mancos en la vida que ser arrojados fuera con todos los miembros.
"Ayudadme con vuestras oraciones para que pueda combatir como es de ley, que pueda combatir bien mi combate y combatirlo hasta el final, corriendo así hasta alcanzar felizmente la meta; en esta vida ya no nos veremos, pero hallaremos la felicidad en el mundo futuro, cuando, ante el trono del Cordero inmaculado, cantaremos juntos sus alabanzas, rebosantes de alegría por el gozo de la victoria para siempre. Amén."
En realidad muchos de los que nos llamamos discípulos somos en realidad "simpatizantes" de Él. Salvo escepciones, claro.
Los Papas están dando la voz de alarma por la apostasía silenciosa que está avanzando por la Cristiandad y se está llevando por delante a muchos inocentes o pecadores, pues nadie se sacrifica por ellos.
Todos los apóstoles murieron mártires, así como todos los Papas de los tres primeros siglos. De ahí el color rojo púrpura que significa fidelidad ¡hasta! el MARTIRIO de sangre.
Perdón Mª Lourdes por hablar demasiado apasionada y radicalmente, espero no haber herido a nadie con mis apreciaciones. Soy un poco bestia ... :(
Un saludo a todos y gracias por vuestra paciencia :), soy martirizante ...
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JSC, se piensa que todos los apóstoles murieron mártires excepto S. Juan, de quien se dice murió por causas naturales. Me parece interesante lo que dice distinguiendo entre "discípulos" y "simpatizantes". En bastantes momentos del día elijo esto último en vez de seguir al Señor...
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Odet, estoy de acuerdo. Un saludo.
a veces a nosotros lo que nos falta es amor y nos buscamos excusas del tipo de. "Yo no puedo porque no sirvo o no tengo energía ,no tengo preparación etc" y lo que nos falta es amor
En cuanto a lo de ser mártir no me gustaría serlo porque no pienso que nadie debería morir por su religión, raza etc y porque me faltará amor y seré cobardica
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Ana, a veces se nos olvida que la caridad, el amor de Dios, es algo que sólo Dios nos puede conceder. Pero, Él es generoso como ninguno, y nos dijo que lo que le pidiéramos al Padre en Su Nombre se nos sería concedido. El verdadero amor no descansa. Le agradezco la sinceridad con la que responde a lo de ser mártir. Un saludo.
Al Señor le producía verdadera angustia el sacrificio por el que, asumiendo nuestros pecados, estaba dispuesto a pasar: «Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustiado estoy hasta que se cumpla!» (Lc 12, 50) ¿Estamos nosotros dispuestos a morir por los pecados de de la gente? Si previamente no perdonamos de corazón al hermano, nuestro deseo de martirio deja mucho que desear. Los mártires murieron perdonando.
Cristo nunca pidió al Padre la muerte de Cruz, más bien, suplicó que se la retirara: «Ahora mi alma está turbada. ¿Y qué voy a decir? ¡Padre, líbrame de esta hora! Pero ¡si he llegado a esta hora precisamente para esto! Padre, GLORIFICA TU NOMBRE» (Jn 12, 27-28).
Y también: «Padre, si quieres aparta de mí esta copa, pero NO SE HAGA MI VOLUNTAD, SINO LA TUYA» (Lc 22, 42)
Quiere decirse que no debemos caer en el orgullo de creernos valientes: el martirio es muy duro. Ni mucho menos desear pedestales donde subirnos. Por otra parte hemos de desechar todo movimiento masoquista, un sentimiento que puede camuflar nuestro afan de sacrificio. Estos deseos deben ser atemperados por el sabio consejo de un buen director espiritual.
Su paso por la Cruz fue VOLUNTARIA y por OBEDIENCIA al Padre:
«Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy VOLUNTARIAMENTE. Tengo poder para darla y poder para recobrarla; ÉSA ES LA ORDEN que he recibido de mi Padre.» (Jn 10, 17-18)
Y en otro pasaje evangélico: “…«Yo tengo para comer un alimento que vosotros no sabéis» … «Mi alimento es hacer LA VOLUNTAD DEL QUE ME HA ENVIADO Y LLEVAR A CABO SU OBRA»” (Jn 4, 32-34).
Quiere decirse que había una pugna desgarradora en su naturaleza humana, que le empujaba a huir de la Cruz y a desear abrazarla en obediencia al Padre y amor a sus hermanos: nosotros. Pero la Cruz la sufrió Cristo, el Hijo de Dios, Hombre verdadero.
Su obra es la Salvación de sus hermanos los hombres, y dar gloria al Padre. Ese es el único Sacerdocio: el ofrecimiento de Cristo al Padre, no el acto de aquellos que le quitan la vida (nosotros con nuestros pecados). Pero ahora todos somos sacerdotes, y aquellos que responden con una llamada especial, lo son con el sacerdocio ministerial.
Es ahí también donde está el único sacerdocio de Cristo: en nosotros, participando del sacerdocio voluntario y obediente de Cristo. El que ejerce este sacerdocio, se pone como ofrenda en el Altar del Hijo, como víctima, en suave olor ofrecido al Padre, que repara los pecados. (Lo que le falta a la Cruz de Cristo).
Lo que Dios quiere de cada uno es nuestro vivir fructífero de cada día, pero puede ser que nuestra vida sea arrebatada en un accidente de tráfico o por un maleante, o dada a Dios en martirio por manos de los perseguidores del Mensaje Salvífico de Cristo. Eso es lo que vale para Dios: el que nos ofrezcamos día a día para cumplir su voluntad sea cual sea. Sin nuestra unión a la Cruz de Cristo, nuestro sacrificio sería inútil.
Se podría decir mucho con respecto a este tema. Que Dios nos bendiga
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Jacintonio, me alegro de volver a verle pasar por aquí. Da bastante para meditar con las citas bíblicas en su comentario. Como explica, no estaría bien desear lo que Dios no quiere de nosotros, el soñar actos heróicos sin antes cumplir nuestras obligaciones. Un saludo, y espero que siga compartiendo sus reflexiones.
Es muy común, lo vemos todos los días, que nuestros directores espirituales, no van más allá de dos dedos de las anécdotas de la vida de nuestros grandes maestros de oración; pero nosotros podemos suplir muchas carencias y necesidades intelectuales acudiendo a las fuentes del agua clara de su doctrina, sin duda paso previo ineludible, para beber del Agua Viva que es de lo que se trata nuestro negocio. Y bueno...
¡¡¡FELIZ NAVIDAD!!!
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Anarico, los sacerdotes tanto en el confesionario oyendo confesiones sacramentales como en sus homilías durante la Santa Misa hablan en persona de Cristo y el Espíritu Santo sopla en nuestros corazones y almas cuando les escuchamos con humildad, buscando la Voluntad de Dios. Hasta Santa Teresa en su años más maduros decía que todas las homilías, que escuchaba con interés, le habían hecho mucho bien.
Creo que le gustará que cito a esta santa en el siguiente post. Un saludo y feliz Navidad (sí, como nos hemos estado deseando desde los comienzos del blog - ¡cómo pasa el tiempo!).
Esta mañana podía rehuir una obligación de mi trabajo y "oí" una vocecita interior que me recordaba que ahí estaba en ese momento mi martirio, así que ofrecí ese pequeño sacrificio y con la ayuda de Dios fui capaz de hacerlo. ¿Cómo podría ser mártir en lo grande si no quise en lo pequeño?
A menudo rezo por los cristianos perseguidos, encarcelados o directamente martirizados para que Dios los ayude a ser fieles.
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Susi, le agradezco que haya compartido lo que le pasó, que me anima a mejorar también el cumplimiento de mis obligaciones. Uno mis oraciones a las suyas por la Iglesia necesitada.
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Susi, sí, no hace falta ser listo para ser sabio. El demonio, habiendo sido creado como un ángel, es mucho más listo que nosotros, pero la soberbia le apartó del Señor. No es tan importante el don, sino lo que hacemos con él. Un saludo.
Para mí (y disculpen mi manera tan ordinaria de decir las cosas) el martirio es como aquel carro (o coche, auto... como le quieran llamar) más bonito del concesionario. El más llamativo, el que más lujos tiene, el que cualquier persona desearía, pero también el más costoso, mucho más caro de lo que tu bolsillo puede aguantar. Lo ves y te dices "ese es el carro que quiero", pero luego comienzas a pensarlo mejor y ves el precio y dices "¿de verdad estoy dispuesto a trabajar tanto para comprármelo?" y comienzas a dudar. "Quizás haya otro que se ajuste mejor a mi salario" piensas.
Para mí el martirio es como ese carro. Cuando aprendía sobre el sacrificio que hizo Jesús por nosotros y sobre los santos mártires de la Iglesia, decía "que dicha tan grande sería ser un mártir ¡ojalá Dios me lo permitiera!" pero, viendo mi condición de pecador débil y necesitado de la gracia de Dios para hacer la más mínima cosa (como amar a mis padres), me doy cuenta de que el martirio no puede ser algo tan fácil.
Esto me recuerda a cuando, durante un tiempo, tuve la duda de si debería ser sacerdote. Yo no sabía qué era lo que quería Dios de mí, pero yo estaba dispuesto a servirle en todo. Había tenido una muy mala relación con varias muchachas y pensaba que Dios quería que yo fuera sacerdote, pues, ante mis ojos, ese era el mejor camino que podía tomar.
Llevo un poco de tiempo y mucha oración el darme cuenta de que el sacerdocio (sacramental) no era lo mío, que yo le podía servir a Dios sin necesidad de ser sacerdote. Entonces dije que simplemente dejaría de buscar novia y que viviría mi vida día a día según Dios me la fuera mostrando (y conforme yo fuera capaz de entender sus señales, claro está).
Resulta que al poco tiempo de haber dicho eso, Dios puso en mi camino a la que actualmente es mi novia y con la que llevo 10 meses de una hermosa relación, que apunta siempre a ser mejores cristianos cada día y que todo lo planea de acuerdo a los márgenes que pone el Señor.
En conclusión, pienso que así como Dios no ha llamado a todos a ser sacerdotes o religiosos, sino que también están los padres de familia y los hombres solteros, así tampoco ha llamado Dios a todos los hombres para ser mártires. Sin embargo, lo que sí está claro, es que Dios nos ha llamado a todos a ser SANTOS.
Un saludo en el amor y la paz de Cristo =)
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Daniel M., le agradezco que haya compartido su testimonio de cómo va discerniendo la Voluntad de Dios en su vida. Como madre, me encantaría que el Señor llamara a mis hijo al sacerdocio o a la vida religiosa y a mi hija a la vida religiosa, pero ante todo que cumplan la Voluntad de Dios lo mejor posible y que lleguen a la santidad, como expresa en su comentario. Un saludo a usted, y a su novia también.
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Gregory, eso explica que no lo pudiera encontrar. Veía por Internet muchas referencias a esa carta de S. Andrés Dung-Lac, pero sin la carta. Muchas gracias por haber mencionado a los mártires de Vietnam que habían nacido en ese país. Un saludo.
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Lorca León Cayasso, le agradezco que haya dejado su amable comentario, que siento mucho no haber publicado hasta ahora. Que el Señor mantenga encendido el fuego del Espíritu Santo en nuestros corazones para que Le podamos servir mejor. Un saludo.
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