¡Qué difícil es para los tibios encontrarse con Cristo Resucitado!
El Evangelio del Domingo de Pascua de Resurrección muestra el comportamiento de los que llegarían a ver a Cristo Resucitado. Entre ellos no hay ninguno que actúa indiferente. Las mujeres que encontraron el sepulcro vacío corrieron a los apóstoles y a continuación se dice de S. Pedro y del discípulo amado: “Los dos corrían juntos” (Jn. 20, 4) al sepulcro para cercionarse de lo oído.
Esas mujeres y apóstoles mostraron un gran fervor y devoción por el Señor que les impulsó a acercarse al gran misterio de la Resurrección. Otros que de primera mano se enteraron de la Resurrección del Señor tampoco mostraron indiferencia al Señor, aunque lo que sintieron fuera negativo.
Poco amor mostraron los soldados romanos guardaron la tumba a la fuerza. Sto. Tomás no sólo no creyó en la noticia de la Resurrección, sino que insistió que no creería hasta que tocara al Señor. Los discípulos de camino a Emaús se sentían sobrecogidos por el dolor pero habían decidido alejarse de Jerusalén.
Esos testigos de la Resurrección actuaron de forma “caliente” o “fría”, pero no indiferente. No por nada nos dice el Señor en las Sagradas Escrituras: “¡Ojalá fueras frío o caliente!; mas porque eres tibio, y no eres caliente ni frío, estoy para vomitarte de mi boca.” (Ap. 3, 16)
¡Qué difícil es para los tibios encontrarse con Cristo Resucitado! Si le vieran, probablemente le dejarían pasar de largo.
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El lector David comparte un fragmento de “Jesús o Barrabás” en “Teología y espiritualidad” del P. Enrique Cases que señala la importancia de no ser tibios sino hacer todo lo posible para elegir a Jesús y no a Barrabás en nuestras propias vidas (negrita diferente del original):
“No se llega a un pecado mortal de repente, suele ir precedido de pecados veniales, de cesiones y omisiones. Una elección lleva a otra. Muchas elecciones seguidas crean una costumbre. La costumbre empuja a elegir según la inclinación que se ha creado en el alma. Esto es lo que ocurrió en la elección de Barrabás. Elegían la libertad de un desgraciado delincuente, pero detrás estaba la alternativa de rechazar la libertad de un inocente: el pecado se reviste de algo que se presenta como menos malo.
“Ahí está la gravedad del pecado venial: inicia un proceso difícil de controlar. Un pecado venial es una ofensa leve contra Dios. Puede ser por la materia, por inadvertencia o por un consentimiento menos libre. Pero todo pecado venial es una elección contra Dios; éste es el problema. Primero es uno, luego varios, luego se adhiere una costumbre equivocada, se instala la tibieza en el alma, y deslizándose por ese plano inclinado van aumentando las desviaciones, hasta que la telaraña del pecado mortal apresa al incauto, que no supo cortar a tiempo los hilillos que acaban quitándole la vida de la gracia al aumentar su número y su red de compromisos.
“Santa Teresa enseña que cuando no sintáis disgusto por una falta que hayáis cometido, temed siempre porque el pecado, aunque sea venial se debe sentir con dolor hasta lo profundo del alma … Por amor a Dios, procurad con toda diligencia de no cometer jamás un solo pecado venial, por pequeño que sea… ¿Qué cosa puede ser pequeña siendo ofensa de una tan grande majestad? .
“Hay una gran sensibilidad en sus palabras. Cabe pensar que es cuestión de personas muy avanzadas en el camino de santidad, pero no es así, ¿acaso no ocurre lo mismo en los amores humanos? ¿no duele una mala cara, o un olvido, o un desprecio, o no ser amado como se esperaba, o ser abofeteado por el propio hijo?. Si se piensa que sólo es cosa de seres especiales, será porque tampoco se valora el amor o los desprecios de los seres queridos, o ya se vive alejado de Dios.
“El pecado venial disminuye la caridad, introduce la tibieza, debilita la fuerzas del alma. Hiere en aquello en que se peca. Tráeme una persona que ame y entenderá lo que digo decía San Agustín y añadía: Dame un varón de deseos, a uno que tiene hambre, a uno que va peregrinando, y siente la sed del desierto y suspira por la fuente de la patria eterna, tráeme a ese hombre y entiende lo que digo. Pero si hablo con un hombre frío no sabe lo que hablo.
“La lucha debe ponerse incluso en superar las imperfecciones. El hombre con ansia de amor quiere evitar lo que sea desamor o imperfección, y los pecados veniales son peores que las imperfecciones. Sería un error no preocuparse en los pecados veniales por el hecho de no tener como pena el infierno con sus penas eternas. Es cierto que no se va al infierno quien muere sólo con pecados veniales, pero también lo es que necesitará la purificación del purgatorio, y que el pecado mortal puede entrar, de una manera traicionera, por el portillo que han abierto los pecados veniales, activos como virus o parálisis progresiva.
“Newman veía así la malicia de los pecados veniales: ¡Dios mío, qué pago te damos los hombres, y yo en particular, con el pecado! ¡Qué horrible ingratitud la nuestra! Tú tienes derechos sobre mí: te pertenezco completamente, Dios mío. Eres el Creador Todopoderoso: yo soy obra de tus manos y propiedad tuya… mi único deber es servirte. Reconozco, Dios mío, haber olvidado, todo esto. Son innumerables las veces que he obrado como si fuera dueño de mí mismo, portándome como un rebelde, buscando no la tuya sino mi propia satisfacción. Me he endurecido hasta el punto de no darme cuenta ya de mi error, de no sentir ya horror al pecado, de no odiarlo ya y temerlo, como debiera. El pecado no produce en mí ni aversión ni repugnancia: al contrario, en lugar de indignarme como de un insulto dirigido a tí, me tomo la libertad de juguetear con él, y aunque no llego a pecar gravemente, me adapto sin gran dificultad a faltas más leves. ¡Dios, que espantosamente distinto estoy de como debiera ser! .
“Barrabás es un hombre que se cruzó en la vida Cristo. Fue utilizado por un hombre débil y salvado por hombres también débiles. Su salvación llevó a los que le defendían al pecado gravísimo de condenar a un inocente. Pilato y el pueblo no rechazaron las componendas con el mal y cayeron en acciones repugnantes para cualquier conciencia, y más para ellos que sabían bien lo que hacían: ¡Señor, que no elija a nada ni nadie antes que a Ti, que aborrezca el pecado venial!“
[Ver también:
“Cómo saber si somos tibios y qué hacer si lo somos”
“¿Qué diferencia hay entre un pecado venial y una imperfección?”]
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Novena de la Divina Misericordia dictada por el Señor a Sta. Faustina
Noveno día: Por las almas tibias
Piadosísimo Jesús, que eres la Piedad misma. Traigo hoy al seno de Tu Compasivo Corazón a las almas enfermas de tibieza. Que el puro amor que Te inflama encienda en ellas, de nuevo, la llama de tu amor, y no vuelva el peso muerto de su indiferencia a abrumarte con su carga. ¡Oh, Jesús!, todo compasión, ejerce la omnipotencia de Tu Misericordia, y atráelas a Ti, que eres llama de amor viva y haz que ardan con santo fervor, porque Tú todo lo puedes.
Padre Eterno, mira con ojos misericordiosos a estas almas que, a pesar de todo, Jesús cobija en el seno de su Corazón lleno de piedad. Padre de Misericordia, te ruego, por los sufrimientos que Tu Hijo padeció, y por sus tres largas horas de agonía en la Cruz, que ellas también glorifiquen en el mar sin fondo de Tu misericordia, Amén.
Jaculatoria: Oh, sangre y agua que brotasteis del Sagrado Corazón de Jesús como una fuente de misericordia para nosotros, yo confío en Vos.
[Primera foto: Joachim Kohler en Wikimedia Commons]
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Puede dar algún ejemplo concreto de cómo un pecado venial puede llevar a alguien a cometer con mayor facilidad un pecado mortal? ¿Qué importancia le da a los pecados veniales cuando se confiesa sacramentalmente?
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7 comentarios
Gracias por aclararme todo esto. Que Dios la bendiga. ¡Feliz Pascua de Resurrección!
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José Manuel, gracias por compartir su experiencia. Mi padre me explicó poco antes de que me casara que las relaciones con los demás son como teteras que al chocarse podrían causarse una pequeña grieta que no daña la tetera y que no parece gran cosa porque todavía se puede usar la tetera. Pero, si se descuida uno y se continúan los pequeños choques, llega un momento en que la grieta se hace más grande y se rompe la tetera en pedacitos. Nuestra relación con Dios es parecida, pero el Señor tan Misericordioso como es, nos ofrece la oportunidad de confesarnos sacramentalmente para mantenernos unidos a Él aún cuando nuestra voluntad se choca con la Suya una y otra vez. Muchas gracias por sus oraciones. ¡Feliz Pascua de Resurreción y Domingo de la Divina Misericordia!
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Manuel, el tema de la tibieza es algo que me interesa muchísimo desde que leí esa cita de cómo Dios prefiere que uno esté caliente o frío a que uno sea tibio. Me recuerda un poco a lo que suele decir sobre cómo lo opuesto al amor no es el odio sino la indiferencia.
Hasta para odiar tiene que tener alguien cierta preocupación o interés en algo, aunque sea negativo. Pero, si uno se da cuenta de su error puede llegar a ser un mayor defensor de lo que antes despreciaba (como S. Pablo, por ejemplo). Uno a quien no le importa nada, para quien todo da igual (me recuerda algo al relativismo), podría ser más difícil aún de convencer porque no ve necesidad ni interés en hacerlo.
O sea que, me parece que si se preocupa uno de ser tibio, quizás no lo es tanto. Algo que a veces considero tibieza en mí es el no poner tanto esfuerzo en mejorar mi lucha contra ciertos pecados veniales, en dejar esa lucha para otro momento y así cometerlos tomándolos de hecho. ¡Cuánto hay que agradecer a la Divina Misericordia que nunca deja de amarnos!
La escena de San Juan es un preciosidad: Es joven, corre más pero espera al Papa y le cede el paso. Un testimonio para nosotros.
Feliz día de la Divina Misericordia. La confesión de hoy es nos hace empezar como un bautismo. Que nos ayude a empezar de cero sin tibiezas
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Ana, sí que desafían las santas mujeres que van al sepulcro todo respeto humano porque el amor les hizo superarse a sí mismos por el Amado.
Me encanta celebrar el Domingo de la Divina Misericordia, pero es un recuerdo intenso de lo que debe ser cada vez que recibimos los Sacramentos. Lo vivido hoy por la devoción debe marcarnos espiritualmente para que deseemos al Señor cada vez más, cada vez mejor. ¡Feliz Domingo de la Divina Misericordia, también!
A mí me parece que los pecados veniales se diferencias de las imperfecciones en que aquellos son consentidos a plena conciencia. Y eso, aunque se trate de pecados veniales, a mí me parece algo muy serio. Por ejemplo, pequeños actos o pensamientos de vanidad consentida, si no se atajan o no se confiesan con toda firmeza, pueden llevarnos poco a poco a la soberbia, que es un pecado capital, nada menos. En cambio, una imperfección puede deberse al carácter, pero pienso que si somos conscientes de ella hay que tratar de corregirla. Imperfección puede ser, me parece, la tendencia a quejarse repetidamente y de manera habitual de condiciones exteriores: que si tengo frío, que si tengo calor, que no he comido lo suficiente y me va a dar hambre durante el viaje. Si con estas quejas molestamos a otros y les hacemos estar pendientes de nosotros sin causa grave, me parecen ya imperfecciones un poco serias, porque acabarían en el agoísmo de considerarnos el centro de las atenciones de los demás.
Yo sí les doy mucha importancia a los pecados veniales cuando me confieso. A veces no recuerdo todos concretamente, pero sí suelo recordar las actitudes que los han motivado. Por ejemplo, si reacciono frecuentemente a la defensiva ante cuestiones mínimas...
Pienso también que todo esto debe hacerse sin agobios ni angustias, sin escrúpulos. Lo contrario podría ser también una forma de sobrerbia encubierta. O sea, pienso que debemos preocuparnos de estas cosas pero sin perder la paz, refugiándonos en Dios como un niño pequeño en sus padres, cuando se cae y luego corre hacia ellos para que lo consuelen.
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Flavia, si puedo hacer ese tipo de preguntas es precisamente por el nivel de los comentaristas y lectores.
Hay muchas cosas que prueban la paciencia de uno a lo largo del día y algunas tienen un efecto parecido a la tortura de dejar caer una gota de agua sobre la frente repetidamente en el mismo punto. Unas pocas gotas no tienen importancia, pero al final llega un momento en el que la situación se vuelve insoportable y puede uno enloquecerse.
Estoy preparando el siguiente post y tiene mucho que ver con lo que menciona sobre ciertas susceptibilidades. En la Divina Misericordia encontramos ese equilibrio que necesitamos al ver que mana de un corazón traspasado a causa de nuestros pecados, una invitación a la conversión, confiando en el triunfo del Amor sobre el pecado sin presunción, sin desesperación. Espero que pasó un buen Domingo de Divina Misericordia.
Cuando una persona ama a otra no quiere hacer nada que ni remotamente la pueda disgustar. Lo mismo sucede con el Señor.
SU Misericordia nos ampara siempre si le tenemos absoluta confianza: cuanta más tengamos, más "derecho" a su MIsericordia.Me reconforta mucho. Bendito sea Dios.
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Susi, ¡qué buen ejemplo! Pero, curiosamente los últimos en darse cuenta de que necesitan lavarse son los que no se han lavado, que se acostumbran al mal olor. Es cuando tienen un buen olor con el cual comparar el suyo que se dan cuenta mejor. Nosotros tenemos que difundir por el mundo "el buen olor de Cristo" y también acercarnos a Él para poder ser más sensibles al alejamiento de Él. El Señor se acerca a nosotros hasta cuando nuestros pecados son abominables para que nos demos cuenta de que algo no anda bien. ¡Alabado sea el Señor!
Estoy de acuerdo con un comentario tuyo, Maria Lourdes: los relativistas son tibios per se (sin perjuicio de que haya más tipos de tibios, claro.)
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Esperanza, los pecados veniales de omisión (ese pecado tan fácil de olvidar en los exámenes de conciencia) me parecen expresiones de egoísmo, de falta de generosidad por diversos motivos.
Su comentario me recuerda la cita (creo que de S. Agustín): "Ama y haz lo que quieras". Claro que no es cualquier amor... el amor egoísta no es verdadero amor de Dios, ni tampoco el perezoso... Ayuda a comprenderlo ese conocido pasaje de 1 Corintios 13: "El amor es paciente, el amor es amable...". No hay mejor forma de aprender a amar que del Señor. Un saludo.
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