¿Hemos perdido lo que distingue al verdadero cristianismo?
El Evangelio del V Domingo de Cuaresma concluye con esta advertencia del Señor a la mujer adúltera, y por ella a todos los pecadores que han recibido su perdón: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más” (Jn. 8, 11).
El Siervo de Dios Cardenal John H. Newman (que pronto será beatificado) destaca esa conciencia del pecado como algo que distingue al verdadero cristianismo. Es un mensaje particularmente apropiado para la Semana Santa, cuando contemplamos en la Pasión del Señor el precio que pagó nuestro Redentor para salvarnos del pecado.
Es una llamada para preguntarnos como individuos y como sociedad si hemos perdido lo que nos distingue como cristianos.
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Conclusión del Sermón 2 del Cardenal John H. Newman (1856, University Church Dublin) [traducción mía del original en inglés]
“En todas estas descripciones [de virtud de los filósofos griegos], la virtud es algo externo; no se preocupa de los motivos ni de las intenciones; está ocupada con obras que se relacionan con la sociedad, y que ganan la alabanza de los hombres; tiene poco que ver con la conciencia y el Señor de la conciencia; y no sabe nada de vergüenza, de humillación ni de penitencia. Es en substancia la religión del fariseo, aunque sea más refinado y más interesante.
“Ahora esta época está tan alejada en distancia como en carácter, de aquella del filósofo griego; pero ¿quién dirá que la religión que obra sobre ella es muy diferente de la religión de los paganos? Claro que comprendo bien que podría saber, y que dirá, muchísimas cosas extrañas y contrarias al paganismo. Soy bien conciente de que la teología de esta época es muy diferente de lo que fue hace dos mil años.
“Sé que los hombres profesan mucho, y se jactan de ser cristianos, y hablan de la cristiandad como una religión del corazón; pero, cuando dejamos al lado las palabras y las profesiones de fe, e intentamos descubrir lo que es su religión, encontraremos, me temo, que la gran multitud de los hombres desechan de hecho toda religión que es interior; que no ponen mucho énfasis sobre las obras de fe, esperanza y caridad, en la sencillez de intención, la pureza de los motivos, o en la mortificación de los pensamientos; que se limitan a dos o tres virtudes, practicadas superficialmente; que no conocen las palabras “contrición”, “penitencia”, y “perdón”; y que piensan y argumentan que, después de todo, si un hombre hace su deber en el mundo, según su vocación, no puede fallar en ir al cielo, por muy poco que haga además, no, a pesar de lo mucho, en otros asuntos, que pudiera hacer que es sin duda alguna ilícito.
“Por lo tanto el deber de un soldado es la lealtad, la obediencia y la valentía, y puede dejar otros asuntos a su suerte; el deber de un comerciante es la honestidad; el deber de un artesano es la laboriosidad y satisfacción; de un caballero se requiere la veracidad, la cortesía y el respeto propio; de un hombre público, la ambición de principios nobles; de una mujer, las virtudes domésticas; de un ministro de la religión el decoro, la benevolencia, y alguna actividad.
“Ahora, todos esos son casos de mera excelencia farisaica; porque no hay temor de Dios Todopoderoso, ningún entendimiento de Sus reclamaciones sobre nosotros, ningún sentido de las limitaciones de la criatura, ninguna condena propia, confesión y deprecación, nada de esos profundos y sagrados sentimientos que siempre caracterizan la religión de un cristiano, y más y más, no menos y menos, mientras se sube de una mera obediencia ordinaria a la perfección de un santo.
“Y tal, digo yo, es la religión del hombre natural en toda época y lugar; - con frecuencia muy bella en la superficie, pero sin valor en los ojos de Dios; tan buena como puede llegar a ser, pero sin valor y sin esperanza, porque no va más allá, porque se basa en la auto-suficiencia, y resulta en la auto-satisfacción. Concedo que puede ser muy bella para ver, como en el caso del joven gobernante a quien nuestro Señor miró y amó, pero despidió triste; podría tener toda la delicadeza, la afabilidad, la ternura, el sentimiento religioso, la amabilidad, que se ven en actualidad en muchos padres de familia, en muchas madres, en muchas hijas, en lo ancho y largo de estos reinos, en una época tan refinada y lustrosa como esta; pero todavía es rechazada por un Dios que busca en los corazones, porque todas esas personas caminan según su propia luz, no según la Verdadera Luz de los hombres, porque su ser es el maestro supremo, y porque dan vueltas y vueltas en el pequeño círculo de sus propios pensamientos y de sus propios juicios, descuidados de saber lo que Dios les dice, y sin temor de ser condenados por Él, si sólo quedan aprobados en su propia vista. Y así acarrean la fuerza de aquellas terribles palabras, pronunciadas no a un gobernante judío, ni a un filósofo pagano, sino a la decaída comunidad cristiana, a los fariseos cristianos de Laodicea:
“Porque dices: Yo soy rico, me he enriquecido, y de nada tengo necesidad, y no sabes que eres un desdichado, un miserable, un indigente, un ciego y un desnudo; te aconsejo que compres de mí oro acrisolado por el fuego, para que te enriquezcas, y vestiduras blancas, para que te vistas y no aparezca la vergüenza de tu desnudez, y colirio para ungir tus ojos, a fin de que veas. Yo reprendo y corrijo a cuantos amo; ten, pues, celo y arrepiéntete.” [Ap. 3, 17-19]
Sí, mis hermanos, es la ignorancia de nuestro conocimiento, es nuestra ceguera espiritual, es nuestro destierro de la presencia de Aquél que es la fuente y el criterio de toda Verdad, lo que es la causa de esta exigua religión descorazonada de la cual los hombres suelen estar tan orgullosos comúnmente. Si tuviéramos algún debido entendimiento de las cosas tal y como son, si tuviéramos una verdadera aprensión de Dios tal y como Él es, de nosotros tal y como somos, nunca nos atreveríamos a servirle sin temor, ni de rendirle homenaje sin temblar.
“Y es la eliminación de este velo que se extiende entre nuestros ojos y el Cielo, es el derramamiento sobre el alma de la gracia iluminadora de la Nueva Alianza, lo que hace que la religión del cristiano sea tan diferente del de varios ritos humanos y filosofías, que se extienden por toda la tierra. Sólo los santos católicos confiesan el pecado, porque sólo los santos católicos ven a Dios.
“Ese terrible Espíritu Creador, del cual la Epístola de este día habla demasiado, Él es el que trae a la religión la verdadera devoción, la verdadera adoración, y convierte al fariseo satisfecho de sí mismo en el publicano de corazón roto que se humilla a sí mismo. Es la visión de Dios, revelada a los ojos de la fe, que nos hace espantosos a nosotros mismos, por el contraste que nos vemos presentando a ese gran Dios a quien miramos. Es la visión de Él en Su infinita gloria, el Todo-santo, el Todo-hermoso, el Todo-perfecto, lo que nos hace hundirnos en la tierra con desprecio propio y aborrecimiento propio. Estamos contentos con nosotros mismos hasta que Le contemplamos a Él.
“¿Por qué es, digo yo, que el código moral del mundo es tan preciso y está tan bien definido? ¿Por qué es la adoración de la razón tan tranquila? ¿Por qué era la religión del clásico paganismo tan gozosa? ¿Por qué es el marco de la sociedad civilizada todo tan fino y tan correcto? ¿Por qué, por el otro lado, hay tanta emoción, tantos sentimientos contradictorios y alternos, tanto que es elevado, tanto que es humillado en la devoción del Cristianismo?
“Es porque el cristiano, y sólo el cristiano, tiene una revelación de Dios; es porque tiene en su mente, en su corazón, en su conciencia, la idea de Uno que es Auto-dependiente, que es Eterno, que es Incomunicable. Sabe que Uno solo es Santo, y que Sus propias criaturas son tan débiles en comparación a Él, que se quedarían en nada y se derretirían en Su presencia si Él no los sostuviera por Su poder. Sabe que hay Uno cuya grandeza y cuya bienaventuranza no son afectadas, el centro de cuya estabilidad no se mueve, por la presencia o la ausencia de toda la creación son sus innumerables seres y partes; a Quien nada puede tocar, nada puede aumentar o disminuir; que era tan poderoso tanto antes de que Él hiciera los mundos como después. Sabe que hay sólo hay Un Ser, en cuya mano yace su propia felicidad, su propia santidad, su propia vida, y esperanza, y salvación. Sabe que hay Uno a quien debe todo, y contra Quien él no puede tener ningún pretexto o remedio.
“Todas las cosas son nada ante Él; los seres más áltos sólo Le adoran más; los seres más santos son tales, sólo porque tienen una mayor parte de Él. ¡Ah! ¿Qué tiene para enorgullecerse ahora, cuando se mira de nuevo? ¿A dónde ha huído toda la hermosura que hasta entonces creía que le embellecía? ¿Qué es él sino un vil reptil, que debería de echarse atrás ante la luz del día?
“Éste fue el sentimiento de S. Pedro, cuando por primera vez logró un vistazo de la grandeza de su Maestro y exclamó, casi fuera de sí: “Apártate de mí, que soy un hombre pecador, ¡oh, Señor!” Fue el sentimiento del santo Job, aunque había servido a Dios tantos años, y había sido tan perfecto en virtud, que cuando el Todopoderoso le respondió del torbellino: “Con los oídos de la oreja Os he oído”, dijo; “pero ahora mi ojo Os ve; por lo tanto me reprende, y hago penitencia en polvo y ceniza.” Así fue con Isaías, cuand vió la visión de los Serafines, y dijo: “Pobre de mí… soy un hombre de labios impuros, y habido en medio de un pueblo con labios impuros, y he visto con mis ojos al Rey, al Señor de los ejércitos.” Así fue con Daniel, cuando, hasta ante la vista de un Ángel, enviado por Dios: “no permaneció fuerza en él, pero la apariencia de su faz le fue cambiado, y se desmayó, y se quedó sin fuerza.”
“Esto, entonces, mis hermanos, es la razón por la cual todo hijo de hombre, sea lo que sea su grado de santidad, sea un pródigo volviendo o un santo maduro, dice con el publicano: “Oh, Dios, ten piedad de mí”; es porque las naturalezas creadas, altas y bajas, están todas a un nivel en la visión y en comparación del Creador, y por lo tanto todos ellos tienen una palabra, y sólo una, sea el ladrón sobre la cruz, Magdalena en la fiesta, o S. Pablo antes de su martirio: - no que uno de ellos no pudiera tener lo que otro no tiene, sino que uno y todos no tienen nada sino lo que les viene de Él y son como nada ante Él, que lo es todo en todos.
“Para nosotros, mis queridos hermanos, cuyos deberes se encuentran en esta sede de aprendizaje y de ciencia, que nunca nos dejemos llevar por ningún cariño indebido por ninguna rama de estudio humano, de tal forma que nos olvidemos de que nuestra verdadera sabiduría, y nobleza, y fuerza, consiste en el conocimineto de Dios Todopoderoso. La naturaleza y el hombre son nuestros estudios, pero Dios es mayor que todos.
“Es fácil perderle en Sus obras. Es fácil apegarnos demasiado a nuestra propia búsqueda, sustituirla por la religión, y hacer de ella el impulso de nuestro orgullo. Nuestros logros laicos no nos servirán para nada si no están subordinados a la religión. El conocimiento del sol, de la luna, y de las estrellas, de la tierra y sus tres reinos, de los clásicos o de la historia, nunca nos llevarán al Cielo. Podemos “dar gracias a Dios” de que no somos como los analfabetos y los torpes; y aquellos a quienes despreciamos, si saben siquiera cómo pedir misericordia de Él, saben aquello que sirve más al propósito de llegar al Cielo, que todas nuestras letras y toda nuestra ciencia.
“Que éste sea el espíritu en el que terminamos nuestra sesión. Démosle gracias a Él por todo lo que Él ha hecho por nosotros, por lo que Él está haciendo por medio de nosotros; pero no dejemos que nada de lo que sepamos o podamos hacer, nos aparte de una adopción personal e individual de las palabras del gran Apóstol: “Cristo Jesús vino a este mundo para salvar a los pecadores, entre los cuales soy el mayor”.”
Preguntas del día [Puede dejar su respuesta en los comentarios]: ¿Qué importancia tiene la conciencia del pecado? ¿Hemos perdido esa conciencia del pecado? ¿Cree que somos muy diferentes de los paganos?
Siguiente post – Domingo de Ramos - “…pidiendo a gritos que lo crucificara; e iba creciendo el griterío.” (Lc. 22, 23)
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Por cierto, me alegro mucho de que haya pasado por aquí porque me encanta su blog. Me impresionó, por ejemplo, la parábola de su abuelo, porque el abuelo de mi esposo también plantaba higueras y calabazas (y muchas otras cosas).
El Señor dejaba claro en sus parábolas lo serio que es el pecado y sus consecuencias eternas si uno muere sin arrepentirse de corazón. Sólo hay que ver un crucifijo para darnos cuenta y muchos tendrán la oportunidad de hacerlo en las procesiones de Semana Santa. Muchas gracias por haber dejado su comentario.
Por cierto, ¿qué tal las celebraciones de Domingo de Ramos en Alberic este año? Perdón si me equivoco, pero creo recordar que las mencionó el año pasado. Un saludo.
El Ven. Cardenal Newman señala la importancia de que los cristianos no nos quedemos en buenas obras según la sociedad, que cualquiera puede hacer y aceptar, sino que profundicemos nuestra relación con Dios mismo y nos acordemos de que somos pecadores y que actuemos como debemos ante tal concientización: arrepintiéndonos, pidiendo el perdón por medio del Sacramento de la Penitencia, como nos recuerda Vicente, y alabando a Dios por Su perdón.
Que esta Semana Santa sea de gran provecho espiritual para todos.
La memoria de la humanidad, la historia, es fiel reflejo del Misterio de la Iniquidad, aunque no todos sepan verlo así.
Lo específico cristiano es el "oh, feliz culpa que mereció tal Redentor".
Ahora bien, ciertamente sin la Ley que nos condena no podemos reconocer la Gracia que nos salva.
La frase Claro que comprendo bien, que podría saber, y que dirá, muchísimas cosas extranjeras y contrarias al paganismo. resulta confusa, además de que yo cambiaría extranjera por extraña.
Concedo que puede ser muy bella para ver, como en el caso del joven gobernante (¿joven rico?) a quien nuestro Señor miró y amó, pero despidió triste
Y así acarrean la fuerza...governante (gobernante)
Laodicia...Laodicea.
humillia...humilla;derritirían...derretirían;puedera... pudiera;¿nobilidad?...¿nobleza?.
Gracias por el sermón, en varias ocasiones me he referido a la pérdida de conciencia (no solo consciencia) de pecado, y, cómo habíamos pasado, en líneas generales, de una obsesión por el pecado a una laxitud sobre el pecado: ni lo uno ni lo otro.
Han pasado 154 años del sermón, y, parece, se nota el lenguaje de la época, que hubiera sido escrito ayer u hoy.
La religión de los paganos - New Age y similares - y el cristianismo desprovisto de su fuerza transformadora a causa de unas conciencias (y consciencias) adormecidas y autocomplacientes.
¿Para qué la Cuaresma y la Pascua?, si todo está bien, si ya hago mucho, si cumplo, dicen muchos, no solo laicos.
¿Para qué murió Xto.?, algunos, en nuestra querida Iglesia, no solo laicos, parece que han "olvidado" la respuesta, que no está en categorías de pensamiento psicosociológicas, muy bellas en la superficie, pero sin valor en los ojos de Dios.
Sin conciencia de pecado ¿de qué nos salva Xto.?, ¿para qué sirve el cristianismo?.
P.S. ¿Podrías enviarme el original en inglés?. Gracias.
En cuanto a si somos diferentes de los paganos, espero que el Señor no permita que los cristianos nos paganicemos si no, llegaríamos a tener un corazón de piedra. Otra cosa es que vivamos en sociedades bastante paganizadas. Los paganos tenían muchos dioses, algunos de ellos, terribles. Pienso en los fenicios, que sacrificaban niños al dios Moloch. Ahora el asesinato de niños en el seno materno también es legal. En otros países se llevaba a los ancianos a que murieran solos en los bosques. Ahora ya preparan la eutanasia...
En cualquier caso pienso que no participar de las aberraciones paganas básicas nunca debería ser salvoconducto para estar muy contentos con nosotros mismos (como dice el post) porque es Dios quien nos sostiene para que no caigamos más bajo.
De algún modo, todos somos Laodicea.
Yo creo que la clave de todo es nuestra falta de verdadera Fe. Es decir, no tenemos una verdadera adhesión a Jesucristo. Y si falla eso, lo demás, todo lo demás, viene detrás rodado. Lo dijo Jesús: " Cuando el Hijo del Hombre venga, ¿ encontrará Fe en la tierra ? "
Si mi Fe es verdadera, todo estará en su sitio. Caeré y me levantaré, que para eso está el sacramento de la confesión, pero si creo de verdad, si el mensaje de Cristo es vida para mí, entonces no me pareceré a los paganos porque podría darles razón de esa Fe mía y ayudarles.
Sin Fe, EL CAOS. " Sin Mi no podéis hacer nada ", nos dijo Jesús.
También me parece algo olvidadiza esa memoria colectiva a la que se refiere. Cuando ya se nos estaba olvidando la gravedad del pecado, viene el Señor y nos lo recuerda redimiéndonos a tan alto precio.
Hoy en día hasta estorba ese recuerdo que nos hace desde la Cruz y hay quienes creen que quitando crucifijos pueden cambiar la triste realidad del pecado pero también lo que debemos al Señor. Es más cómodo pensar que no debemos nada. Un saludo.
Me parece particularmente pertinente a la Semana Santa este Sermón (aunque fue predicada en el décimo domingo después de Pentecostés) porque este tiempo no es una larga fiesta, ni una simple excusa para lucir en procesiones, o una atracción tras otra de bellos sentimientos, sino una profunda llamada a la conversión de vida que supone seguir a Cristo hasta la Muerte para poder llegar a la Resurrección.
No por nada hay tan gran contraste en la iglesia entre el Sábado Santo por la mañana y la Vigilia Pascual. No por nada se renuevan las promesas bautismales y se suelen celebrar Bautismos en la Vigilia Pascual. ¡Que esta Semana Santa sea muy santa para todos!
Lo curioso de esta época en la que vivimos es que los que viven según ideas más bien paganas no quieren ser considerados tales, sino que se aferran al nombre de cristiano. "Pagans for Choice" no suena tan bien como el oxímoron "Catholics for Choice" (un grupo para los que se llaman católicos pero apoyan el aborto al mismo tiempo).
Pero sin ir muy lejos, cualquier pecado nos aleja de Dios y paganiza así un poco nuestras vidas. Pero, como cristianos, al darnos cuenta lo rechazamos para echarnos en los brazos de Dios Padre por medio de Dios Hijo, Jesucristo, y la ayuda del Espíritu Santo. Gracias por su reflexión.
Creo que es muy acertado su observación del mensaje de Cristo como vida. No es un libro para estudiar, ni una filosofía, ni historia pasada, sino que es el mismo Cristo verdaderamente y plenamente presente en los Sacramentos de la Iglesia Católica, acompañándonos en nuestras vidas. Por nuestra fe sabemos que Sus Palabras, Su Muerte y Su Resurrección no son recuerdos sino que se renuevan en cada Santa Misa. Cualquiera puede estudiar a Jesucristo, pero otra cosa es saber que está con nosotros en la Eucaristía, por ejemplo, queriendo alimentarnos como Pan de Vida Eterna. Un saludo.
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