LXII. Los consejos evangélicos
699. –¿Por qué, después de la exposición de los diez mandamientos, el Aquinate se ocupa, en la «Suma contra los gentiles», de los llamados consejos evangélicos?
–Comienza el capítulo de inicio del estudio de los consejos evangélicos, con la siguiente justificación de su existencia: «Lo mejor para el hombre es unirse con la mente a Dios y a las cosas divinas, y es imposible que se ocupe con intensidad en diversas cosas, por ello, para que con mayor desembarazo vuele su mente hacia Dios se dan, en la ley divina, consejos».
Gracias a estos consejos divinos: «los hombres se apartan de las ocupaciones de la vida presente, en cuanto es posible al que vive una vida terrena». Sin embargo, su cumplimiento no es imprescindible como lo es el de los mandamientos. El alejamiento que supone un consejo divino: «no es tan necesario para su justicia, que sin eso no la tenga, porque no se pierde ni la virtud ni la justicia, por usar conforme al orden de la razón de las cosas corporales y terrenas». Ello explica que: «esas advertencias de la ley divina se llamen consejos y no preceptos, por persuadir al hombre a que deje lo menos bueno por lo mejor»[1].