LVII. La dignidad de la individualidad humana

637. –Tratado el problema de la providencia en varios capítulos de la tercera parte de la Suma contra los gentiles, declara el Aquinate: «Todo cuanto hemos determinado anteriormente manifiesta que la divina providencia se extiende a todas las cosas». ¿Por qué dedica todavía tres capítulos a la providencia divina sobre las personas?

–Santo Tomás justifica estos capítulos finales sobre la providencia divina con esta advertencia: «Es preciso tener en cuenta la especial razón de providencia sobre las naturalezas intelectuales y racionales por encima de las demás criaturas». El motivo es porque las criaturas espirituales: «superan a las otras criaturas en perfección de naturaleza y en dignidad de fin».

Por una parte, son superiores en las perfecciones de su naturaleza, porque: «sólo la criatura racional tiene dominio de su acto, y se actúa libremente en sus operaciones; mientras que las demás criaturas, con respecto a sus propias obras, son más bien actuadas que actuantes». Sólo la criatura racional tiene dominio de sus actos, y actúa libremente en sus operaciones, a diferencia de las otras criaturas, que en relación a sus actos son en realidad pasivas.

Por otra, es superior la dignidad del fin al que se dirigen, porque: «sólo la criatura intelectual llega al fin último del universo con su operación, es decir, a conocer y amar a Dios; mientras que las otras no pueden alcanzarlo, sino mediante cierta participación de su semejanza». Sólo la criatura intelectual llega al fin último del universo uniéndose a Dios con su conocimiento y con su amor; en cambio, las otras criaturas sólo lo alcanzan con una participación de su bien.

No es extraño que se dé una variación en la providencia divina en las criaturas, porque: «la razón total de una obra varía según la diversidad de fin y la de cuanto está sujeto a ella». Así, por ejemplo: «El médico obra de diversa manera para ahuyentar la enfermedad o para alcanzar la salud; incluso obra diversamente en atención a los diversos temperamentos».

De manera que: «La razón de orden por la que las criaturas racionales están sujetas a la divina providencia, es distinta de aquella por la que están ordenadas las demás criaturas»[1]. Por consiguiente, por las facultades de su alma espiritual, la inteligencia y la voluntad, por las que pueden alcanzar a Dios en sí mismo, que las criaturas espirituales reciben una especial atención de Dios.

638. –¿Cómo es la especial atención de Dios a las criaturas espirituales?

–El diferente gobierno divino de las criaturas se explica porque: «la naturaleza intelectual, que la hace dueña de su acto, vemos que requiere de la providencia un cuidado por el cual sea atendida de por sí, mientras que la condición de los otros seres, que no son dueños de su acto, muestra que dicho cuidado se les dispensa, no por ello, sino en cuanto que están ordenados a otros, pues lo que sólo es actuado por otro se toma como instrumento, mientras que lo que obra por sí mismo se toma como agente principal». La divina providencia está dirigida al bien de las criaturas espirituales por sí mismas, en cambio, a las demás criaturas para el bien de otras, y precisamente para las criaturas espirituales.

Santo Tomás formula, por ello, la siguiente tesis: «Dios ha dispuesto las criaturas racionales como para atenderlas por sí mismas y las demás, como ordenadas a ella». La demuestra con varias pruebas. En la primera, observa que: «el instrumento no es buscado por sí mismo, sino para que sirva al agente principal; de donde resulta que todo el cuidado que se pone en la operación del instrumento debe referirse al agente principal como a su fin». Las cosas son así atendidas como instrumentos para el hombre.

El segundo argumento es el siguiente: «Lo que tiene dominio de su acto es libre en su obrar, porque»libre es el que es causa de sí» (Aristóteles, Metafísica I, 2); y al contrario lo que tiene necesidad de ser actuado por otro para obrar, está sujeto a servidumbre. Luego toda criatura, exceptuada solamente la intelectual, está sujeta a servidumbre. Más, en todo gobierno, a los libres se les provee por ellos mismos, y a los siervos, para que estén al servicio de los libres. Por tanto, la divina providencia atiende a las criaturas intelectuales por sí mismas, y a las demás, en atención a ellas».

El tercero es el siguiente: «Siempre que haya cosas ordenadas a un fin, si entre ellas hay algunas que no pueden llegar a él por sí mismas, es preciso ordenarlas a aquellas que lo alcanzan, que son las que por sí mismas se ordenan a él, como el fin del ejercito es la victoria, que los soldados alcanzan por su propio acto peleando; de donde en el ejército, los soldados son buscados por sí, y todos los otros hombres, destinados a los otros oficios, como a guardar los caballos, a preparar las armas, se busca en atención a los soldados. Consta por lo expuesto que el fin último del universo es Dios, a quien sólo la criatura intelectual puede alcanzar en sí mismo, es decir, conociéndole y amándole, como se ve por lo dicho (III, c. 25). Luego, únicamente la criatura intelectual es buscada por sí misma, y las demás, para ella».

639. –Con estos y otros argumentos, Santo Tomás prueba que: «las substancias intelectuales son gobernadas en orden a ellas mismas y las demás para ellas». ¿En definitiva, es porque son imagen de Dios?

–Por sus facultades, las substancias intelectuales o espirituales son imagen de Dios y, consecuencia, son capaces de Dios, pueden conocerle y amarle. Por ello, también se indica en otro argumento que: «las naturalezas intelectuales tienen mayor afinidad con el todo que las restantes naturalezas, porque cualquier substancia intelectual es de alguna manera todo, ya que con su entendimiento abarca la totalidad del ser, mientras que otra substancia cualquiera sólo tiene una participación individual del ser». Las criaturas materiales son meras partes de la totalidad de la creación. En cambio, los espíritus compensan el que también son una parte del todo, porque por su entendimiento y también su voluntad, poseen intelectiva y amorosamente toda la realidad.

Su condición de imagen de Dios se revela en su comportamiento con las cosas. «La substancia intelectual se sirve de todas ellas en orden a sí, bien para perfeccionar su entendimiento, puesto que en ellas busca la verdad, o bien para ejercitar su poder y desarrollar su ciencia, a la manera como el artífice traduce en la materia corpórea su concepción artística, o también para mantenimiento de su cuerpo, que está unido al alma intelectual, como vemos en los hombres»[2].

En el concilio Vaticano II, se declara que: «Las Sagradas Escrituras enseñan que el hombre ha sido creado «a imagen de Dios», con capacidad para conocer y amar a su Creador, y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible (Cf. Gen 1, 26) para gobernarla y usarla glorificando a Dios»[3].

Se explica que, por una parte, Dios ama al hombre por sí mismo, porque: «el Señor, cuando ruega al Padre que «todos sean uno, como nosotros también somos uno» (Jn 17, 21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás»[4]. Se hace referencia además al texto evangélico: «El que quiera salvar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará»[5].

Por otra, que: «creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos»[6].

Se comprende porque: «Creado el hombre a imagen de Dios, recibió el mandato de gobernar el mundo en justicia y santidad (Cf. Gen 1, 26-27; 9, 3; Sab, 3), sometiendo a sí la tierra y cuanto en ella se contiene y de orientar a Dios la propia persona y el universo entero, reconociendo a Dios como Creador de todo, de modo que con el sometimiento de todas las cosas al hombre sea admirable el nombre de Dios en el mundo (Cf. Sal 8, 7 y 10)»[7].

640. –Con alusión a este pasaje de Santo Tomás dedicado al gobierno divino de las criaturas racionales, se ha escrito recientemente: «En un capítulo admirable del Contra Gentiles, Sto. Tomás demuestra que la dignidad del hombre es tal, que se impone a Dios mismo. Esa dignidad exige una cierta «moral» por parte del Creador: Dios ha de cuidar del hombre, por ser hombre, a diferencia de los otros seres no-racionales que el ser humano gobierna, no por ser ellos lo que son, sino por ser partes en vista de todo el universo, es decir a fin de cuentas, en vista del hombre»[8]. ¿Es lo que se concluye en este capítulo?

–Para evitar incomprensiones, que puedan llevar a conclusiones indebidas y extrañas, advierte Santo Tomás al final del capítulo: « Al decir que la divina providencia ordena las substancias intelectuales por ellas, no entendemos que ellas mismas no estén ordenadas ulteriormente a Dios y a la perfección del universo. Así se dice que son gobernadas por ellas, y a las demás para ellas, porque los bienes que reciben de la divina providencia no se les dan para utilidad de otro; por el contrario, los que se dan a las demás ceden por disposición divina en utilidad de las intelectuales». Las criaturas intelectuales, por tanto, no son un fin para si mismas, porque están ordenadas a Dios y a contribuir a la perfección total de la creación, aunque las otras criaturas las tengan como fin. Ni mucho menos son un fin para Dios, que no debe nada a ninguna criatura.

Como es habitual en toda la obra, para confirmarlo, Santo Tomás cita los siguientes textos de la Escritura: «»No veas el sol y la luna y los demás astros del cielo, y cayendo en el error, adores y des culto a aquellas cosas que el Señor tu Dios creó para servicio de todas las gentes, que hay bajo el sol» (Dt 4, 19): «Todo fue puesto por ti debajo de sus pies: las ovejas y todas las vacas y las demás bestias del campo» (Sal 8, 8); y «Tú, Señor todopoderoso, castigas con lentitud y nos gobiernas con gran indulgencia» (Sab 12, 18)»[9].

641. –¿En la Escritura queda también corroborada el nivel de dignidad del hombre?

–En el Salmo 8, uno de cuyos versículos cita Santo Tomás, se dice: «1. Para el fin, en la fiesta de los tabernáculos, Salmo de David. // 2 ¿Señor, Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!. Tú magnificencia se eleva sobre los cielos // 3. De la boca de los niños y de los que maman ha brotado una perfecta alabanza contra tus enemigos, para destruir al enemigo y al rebelde. // 4. He de contemplar el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas, que has creado. // 5. ¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él, el hijo del hombre para que lo visites? // 6. Lo hiciste un poco menor que los ángeles; lo has coronado de gloria y honor. // 7. Le diste el señorío sobre las obras de tus manos. // 8. Todo lo sometiste bajo sus pies: las ovejas y todas las vacas y hasta las bestias del campo, // 9. Las aves del cielo, los peces del mar, que recorren los senderos del mar. // 10. Señor Dios nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!».

Al final de su vida, Santo Tomás comentó el Salterio, aunque sólo pudo llegar al salmo 54. Sobre su glosa al Salmo 8, el tomista Abelardo Lobato, al explicarla, advierte que según su autor: «hay que considerar dos partes en el salmo (…). En la primera, el hombre, lleno de estupor y admiración ante la obra de Dios, reconoce y alaba su poder; en la segunda descubre la bondad de Dios que tiene una especial inclinación al hombre y le ha dado un puesto de privilegio en el mundo»[10].

642. –¿Cómo se explica la grandeza de Dios en el salmo?

–En el comentario al salmo 8, para explicar la expresión: «¡qué admirable es tu nombre!», indica Santo Tomás que: «Por dos motivos una causa es admirable: o bien porque es totalmente desconocida, o porque no produce un efecto que la manifieste perfectamente. Lo primero no se da en Dios, porque produce el efecto «Las cosas invisibles de Dios se hacen manifiestas por las visibles» (Rm 1, 20). Produce el efecto, pero de tal modo que no manifiesta perfectamente la causa, y por eso resulta admirable»[11].

Ante la patente obra de Dios, es posible una doble actitud. «Que es algo manifiesto lo prueba, porque una cosa es manifiesta cuando la conocen todos, aún los simples, como si se tratara de un conocimiento natural». Sin embargo: «Hay dos clases de hombres en el modo de comportarse ante el instinto natural y recto, como son los simples o sencillos y los sabios. Que los sabios conozcan a Dios, esto no es una gran cosa, pero sí lo es que lo conozcan los simples. Entre los que se dicen sabios hay algunos que pervierten el instinto natural, y éstos rechazan el conocimiento de Dios»[12].

Por esto se lee en otro salmo: »No supieron», es decir, no quisieron saber, «ni entendieron, andan en tinieblas» (Sal 81, 5); y en libro de Job: «Dijeron a Dios, apártate de nosotros, no queremos la ciencia de tus caminos» (Jb 22, 17)».

Sin embargo, nota Santo Tomás: «Dios hace que por los otros, es decir por los sencillos, que siguen el instinto natural, sean confundidos los que pervierten ese instinto natural. Por los «niños» se designan los sencillos. Así se lee: «como niños recién nacidos, sin hipocresía ni engaño» (1P 2, 2), (…) tú que interiormente los inclinas a esto (…) y «Para que haciendo el bien hagáis enmudecer la ignorancia de los hombres imprudentes» (1P, 2, 15). Esto es lo que hizo Cristo, pues, en Mt 21, 16, se dice que Cristo respondió de los niños de los hebreos, que de sus palabras era la alabanza perfecta, ya que alababan por instinto del Espíritu Santo: y eso parecía que actuaban puerilmente».

Indica seguidamente que: «Esto acontece cuando los sencillos reconocen a Dios, y los otros pervierten las inclinaciones de su instinto natural, de modo que no conozcan a Dios». Parece seguirse de todo ello que estos pretendidos sabios no sólo «pervierten» su propio «instinto natural», sino que intentan hacer lo mismo con los que no son como ellos, con los «niños», con todos los «sencillos». Los siglos posteriores han confirmado que tal tentativa se da y en aumento, por medio de todos los ámbitos culturales.

Sin embargo, como igualmente comenta Santo Tomás, la elección divina por la sencillez: «también ha acontecido en los apóstoles, que eran hombres sin letras y sencillos (Cf. Hch 4, 13); «sencillo como palomas» (Mt 10, 16), y «como ovejas en medio de los lobos» (Mt 10, 16). Y destruyeron a todos los enemigos de Cristo. «Eligio Dios la necedad del mundo para confundir a los sabios, y eligió Dios la flaqueza del mundo para confundir a los fuertes» (1Co 1, 27)»[13].

643. –¿Qué es lo que manifiesta y muestra la grandeza de Dios al hombre de manera natural?

–Al decirse en el salmo «he de contemplar el cielo», según Santo Tomás «da razón de esta manifestación». Explica a continuación que: «Dice Tulio Cicerón en el libro De la naturaleza de los dioses, y también lo dice Aristóteles, si bien no se encuentra en los libros que nos han llegado, que cualquier hombre que entrara en un palacio, y lo encontrara bien arreglado, no puede ser tan necio que no llegue a percibir que ha sido fabricado por alguien. Nosotros entramos en el mundo, y no vemos cómo ha sido hecho; pero por lo mismo que lo encontramos muy bien ordenado, tenemos que percibir que ha sido hecho por cuerpos celestes»[14].

En el lugar citado, escribe Cicerón: «Dice Aristóteles, en Sobre la filosofía (diálogo hoy perdido) con gran brillantez que si hubiese seres que siempre hubieran vivido debajo de la tierra, en mansiones confortables y bien iluminadas, decoradas con estatuas y pinturas y provistas de todos los lujos de que gozan las personas consideradas sumamente felices, y que, aun cuando nunca hubieran salido por encima del suelo hubieran sabido por relaciones y por referencias de oído que existían ciertas divinidades o poderes divinos: si luego, en cierto momento, las mandíbulas de la tierra se abrieran y dichos seres pudieran escapar de su mansión oculta y salir a las regiones que nosotros habitamos, en cuanto ellos tuvieran de repente la visión de la tierra, los mares y el firmamento, y llegaran a tener conocimiento de las nubes enormes y los vientos poderosos, y contemplaran el sol, y se dieran cuenta no sólo de su tamaño y belleza sino también de su potencia al ser causa del día difundiendo su luz por todo el cielo, y una vez la noche hubiera oscurecido toda la tierra, vieran ellos entonces todo el firmamento moteado y adornado de estrellas, las fases cambiantes de la luz de la luna, unas veces creciente y otras decreciente, las salidas y puestas de todos estos astros, sus órbitas fijas e inmutables a través de toda la eternidad: cuando ellos vieran todas estas cosas, sin duda pensarían que los dioses existen y que todas estas obras magníficas eran suyos»[15].

Sobre este texto, en su exposición a este comentario de Santo Tomás, escribe Abelardo Lobato que: «es como una versión al revés del mito de la caverna. Aristóteles describe la situación de un hombre que tiene la suerte de entrar en un palacio construido con todas las condiciones para que sus moradores puedan tener cuanto deseen y todo ello hecho con magnificencia, en su grandeza, proporción, estilo y detalles. El hombre que lo visita, al quedar admirado de la perfección que tiene el palacio, aunque ignore quién lo ha fabricado, está seguro que alguien lo ha hecho y se interroga por su autor. Algo así ocurre al hombre en el mundo (…) El hombre de Aristóteles no se sitúa ante las sombras de la caverna de Platón, sino ante la realidad de los cuerpos y las maravillas del mundo»[16].

644. –Comenta también Lobato, en este lugar, que: «Todos entramos en el mundo sin saber quién lo ha hecho. Al verlo tan bien ordenado tenemos que pensar que hay una inteligencia que lo ha dispuesto en este orden admirable que nosotros no somos capaces de hacer. Esto se hace patente de modo especial en los cuerpos celestes, cuya disposición, cursos, distancias, regularidad, requieren una inteligencia ordenadora»[17]. ¿Todos llegan a esta conclusión?         

–Advierte Santo Tomás, después de citar este argumento de Aristóteles, que: «Ha habido quienes caen en el error de atribuir a la necesidad de la materia la causa de cuanto existe; y por eso dicen que todas las cosas han sido hechas por el calor y el frío, lo seco y lo húmedo, porque así se combinaron los elementos».

Sin embargo, añade: «esto, que en otras cosas podría tener cierta apariencia, no puede acontecer en los cuerpos celestes; porque no se puede adscribir a la necesidad de la materia, que haya tanta distancia de éste a aquél, y que en un tiempo determinado lleve a cabo su curso. Esto no puede ser explicado sino por una causa inteligente. Y por ello la Escritura cuando quiere manifestar la potencia divina, nos conduce a la contemplación de los cielos»[18].

Se lee en ella, por ejemplo, la siguiente exhortación: ««Levantad a lo alto vuestros ojos y mirad a quien ha creado estas cosas» (Is 40, 26), y, por eso dice el salmo: «he de contemplar el cielo, obra de tus dedos». Dice «obra de tus dedos» porque lo que hacemos con los dedos lo hacemos atentamente y distintamente». En cambio: «cuando alguien quiere levantar lo que es pesado, arrima el hombro, pero cuando se trata lo que es ligero aplica los dedos». Por ello: «y lo que se considera de los cuerpos celestes, no se explica sino por una causa inteligente»[19].

Santo Tomás, como nota Lobato: «esta convencido que en la palabra de Dios nada hay superfluo. Todo tiene un sentido. La hermenéutica tiene que presentar todo lo posible en las palabras para captar el misterio que Dios revela. Por eso agudiza su ingenio para hacer la propia glosa»[20]. Ha observado que: «los dedos de la mano manifiestan la habilidad del hombre, cuando realiza las artes, cose, teje, borda, toca instrumentos. Pues el salmo dice que los cielos, la luna y las estrellas son obra de los dedos de Dios. Son dedos omnipotentes, dedos de una mano de artista consumado que domina las posibilidades de la materia que usa. Por ello es admirable Dios en sus obras. El autor de una obra no sólo es anterior, sino también superior a la obra que hace, la excede. Dios es más que su obra, por ello es magnífico, admirable, glorioso, digno de alabanza»[21].

645. –En su comentario al Salmo 8, el Aquinate distingue dos partes, la dedicada a manifestar la magnificencia divina, ya examinada, y la que empieza con la pregunta «¿Qué es el hombre?»[22]. Explica que: «El salmista ha admirado la excelencia de la majestad divina, y ahora conmemora dos beneficios divinamente conferidos a los hombres, y luego concluye con la alabanza a Dios: «Señor Dios nuestro», ¿Cuáles son estos beneficios?

–Para revelar estos dos tipos de beneficios–«beneficios naturales», o en cuanto que afectan a su naturaleza», y «beneficios gratuitos» o en cuanto que no le afectan directamente–, indica Santo Tomás que el salmista: «Primero, muestra la clemencia de Dios hacia los hombres, por comparación con las realidades que están por encima de los hombres. Segundo, por comparación con el primer hombre: «lo has coronado de gloria y esplendor». Tercero, por comparación con las cosas que están por debajo del hombre: «le has dado el señorío».

Los «beneficios naturales» se revelan en lo primero, en lo que está por encima del hombre en la escala de los entes, porque: «por encima del hombre hay una doble naturaleza, a saber la divina y la angélica. Por ello, pone en primer lugar los beneficios en relación Dios, y en segundo lugar en comparación con los ángeles: «lo hiciste un poco menor que los ángeles».

646. –¿Cuáles son los beneficios divinos que recibe la naturaleza humana?

En relación con los «beneficios naturales» recibidos de Dios, se indican dos: «el cuidado especial que Dios tiene del hombre» y «la singular familiaridad: «el hijo del hombre». Sobre ambos observa Santo Tomás: «Es admirable que alguien grande se acerque con especial familiaridad a otro que es pequeño; y por eso en primer lugar el salmista recuerda la pequeñez del hombre, por su misma condición: «¿qué es el hombre», una cosa tan pequeña?».

Queda confirmado en los siguientes textos de la Escritura: ««El hombre nacido de mujer» (Job 14, 1) y «el hombre un gusano, el hijo del hombre, un gusanillo» (Job 25, 6). Luego por su origen, que es también vil. «¿Quién puede hacer limpio al que ha sido concebido de semen inmundo?» (Jb 14, 4). «¿No me exprimiste como leche?» (Jb 10, 10)»[23].

Con ello, como ha notado Lobato, se revela la clemencia de Dios, porque: «Ante esa grandeza infinita, el hombre es bien poca cosa, un ser diminuto que apenas ocupa un punto en la infinidad del espacio, y se hace presente un solo instante en la carrera incesante y fatal del tiempo. Lo admirable ahora es que a pesar de esa desproporción entre el hombre y mundo, Dios presta particular atención al hombre en el mundo, tiene cuidado especial de él, no le deja abandonado. Esta actitud de parte de Dios hacia el hombre revela otra dimensión de lo divino, pero no aparece en la contemplación del mundo su clemencia, su filantropía». Se responde así a la pregunta sobre el hombre, porque: «El hombre es un don de Dios, un milagro de su clemencia bondadosa»[24].

647. –¿En que se muestra el cuidado y la familiaridad de Dios con el hombre?        

–Según el salmo, explica Santo Tomás, el hombre: «así como es, tan pequeño, tan vil, dice que le hace dos cosas, a saber: que se acuerda de él, y que lo visita. Lo primero pertenece al cuidado, lo segundo a la familiaridad especial. Este modo de expresarse se puede entender así como si un artífice que ha hecho cosas muy notables, y entre algunas de ellas ha colocado una cosa pequeña, a saber una aguja, y al hacer la aguja ha manifestado su pericia. Pero si en la disposición de sus obras se ocupa de esta aguja sería muy de admirar, y por ello dice: «¿Qué es el hombre?» que te acuerdas de él entre las grandes criaturas»[25]. Así, se dice en la Escritura: ««No digas, me esconderé d0el Señor ¿qué soy yo en medio de todos?» (Ecle 16, 16). Porque a causa de la pequeñez, Dios no se olvida de ti»[26].

Podría objetarse: «¿Pero qué tiene esto de grande? Dios tiene cuidado de todos». Se lee en la Escritura: ««Que no hay más Dios que tú, que tiene cuidado de todos» (Sb 12 13)». Se puede responder que ciertamente: «Hay que decir que tiene cuidado especial del hombre, de modo que en el juicio se premien sus actos». A diferencia de las otras criaturas por estos cuidados especiales y a pesar de su miseria, que recibe, será juzgado y puede ser premiado. Se dice así en la Escritura: »Y te dignas abrir tus ojos sobre uno como éste y el citas a juicio contigo» (Jb 14, 39)».

De acuerdo con el mismo versículo, afirma Santo Tomás que Dios: «no sólo tiene cuidado del hombre sino también familiaridad con él, y esto es lo que dice, en el salmo: «porque lo visitas». Se explica, porque: «Sólo la naturaleza racional es capaz de Dios, conociendo y amando. Pues en cuanto Dios se hace presente en nosotros por el amor y el conocimiento nos visita»[27]. No es extraño que se lea en la Escritura: «tu visita guardó mi espíritu»[28].

Se puede, por tanto, concluir: «queda bien probado que es grande la clemencia de Dios en la relación que Dios tiene con el hombre»[29]. Por ello, en su exposición, escribe Lobato: «La relación del hombre con Dios es originaria, religante, y se despliega en dos órdenes: el de la naturaleza y el de la gracia. En ambos resplandece la clemencia divina que ha colmado de dones al hombre. En el orden natural el salmo indica dos acciones privilegiadas de Dios para con el hombre y no con el mundo (…) Dios cuida del hombre y viene a visitarlo»[30].

648. –¿Qué se infiere, en cuanto a los «beneficios naturales» de su comparación con los ángeles?

–Después de la relación del hombre con Dios, el salmo: «se ocupa del hombre en comparación con los ángeles, con los cuales tiene el hombre cierto parentesco. «Lo hiciste poco menor que los ángeles» (v. 6). En los ángeles se encuentra la imagen de Dios por la simple intuición de la verdad, sin inquisición, en el hombre en cambio por medio del discurso, y por eso en el hombre sólo un poquito». Esta distancia con el ángel, en la gloria, se reducirá. Cierto que: «el hombre está sometido a la corrupción, pero también solo un poquito, porque llegará un tiempo en la patria en que el hombre lo conozca todo sin discurso, y llegará a ser incorruptible según el cuerpo «porque es preciso que lo corruptible se vista de incorrupción» (1 Co 15, 53)».

649. –Además de los «beneficios naturales» del cuidado especial y la familiaridad, que ha otorgado Dios al hombre, se ha dicho que hay beneficios, que son «gratuitos» en cuanto que no se vinculan su naturaleza ¿En dónde se revelan los beneficios gratuitos?

–Explica Santo Tomás, en segundo lugar, que el salmista: «a continuación muestra la clemencia de Dios para con el hombre por comparación con el mismo hombre, cuando dice «lo has coronado de gloria y honor» (v. 6). Ser coronado es reinar. Dios hizo al hombre como rey de las cosas inferiores y eso es la gloria, es decir la claridad de la divina imagen: y ésta es una cierta corona del hombre. Se lee, sobre ello, en la Escritura: «El varón es imagen y gloria de Dios (1 Cor 11, 7); y «Has impreso en nosotros la luz de tu rostro, Señor (Sal 4, 7)»[31].

Sobre este pasaje escribe Lobato: «En la naturaleza del hombre hay un doble elemento esencial, cuerpo y alma. Por el cuerpo todo hombre tiene una relación al primer hombre, del cual todos los hombres proceden, y dice relación de dependencia a todos los otros hombres de los cuales desciende, porque de ellos ha recibido el ser, la vida y la cultura (…) El alma del hombre, por su índole espiritual no procede de otro hombre, no depende de ningún ser humano, ni en su origen, ni en su actividad peculiar, ni en su destino. Todo ello procede de Dios, del creador que la ha sacado de la nada mediante su omnipotencia. Este origen por creación directa de Dios, el dominio que tiene de sí mismo, el tener vida imperecedera dan al hombre un rango y una dignidad especial»[32].

En cuanto al honor, añade Santo Tomás: «Es honrado aquel que no se somete a otro. Pues el hombre no está sometido a ninguna criatura natural y corporal, en cuanto al alma, ni en su origen, ni en su desarrollo; no en su origen, porque no está producida por la criatura, y actúa libremente; y no perece con el cuerpo; y en esto consiste el honor del hombre, y, por ello, se dice también en la Escritura: «y no sojuzgaron honor de las almas santas, porque Dios creó el hombre para la inmortalidad» (Sab 2, 22); y «El hombre que estaba en el esplendor no entendió» (Sal 48, 21)»[33].

650. –¿Hay también un segundo «beneficio gratuito»?

–Además del «beneficio gratuito» de reinar en todo lo que está en los grados inferiores a él en la escala de los entes, Dios le dio el dominio sobre ello. Explica Santo Tomás que el salmista: «A continuación cuando dice: «Le has dado el señorío» (v. 7), pone la clemencia de Dios hacia el hombre en comparación con las cosas que están bajo el hombre, porque quiso que el hombre tuviese dominio sobre estas cosas inferiores. Y acerca de esto indica tres cosas; primero pone el dominio, segundo la facultad de dominar, tercero el número de los súbditos, cuando dice «ovejas y vacas» (v. 8)»[34].

Respecto a lo primero: «afirma por tanto: desde que el hombre es rey le diste el dominio «sobre las obras de tus manos» (v. 7) . Se afirma asimismo en la Escritura: «para que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, y las bestias de toda la tierra, y los reptiles que se mueven en la tierra» (Gn 1, 26)».

En cuanto a lo segundo: «Este dominio le compete por la razón, porque supera a todos los animales y por ello al decir «gloria y honor» (v. 6), añade «le diste el señorío» (v. 7), es decir le has dado el dominio. Pero advierte que dice que el hombre tiene autoridad sobre las obras de las «manos», no de los dedos, porque no son sutiles, como los cielos, que son obra de los dedos. El hombre no puede someter los cielos bajo su dominio; y por ello le manifiesta a continuación la facultad de dominar. Dijo: «todo lo sometiste» (v. 8), para que gobierne y domine según su beneplácito».

Precisa a continuación que: «Esto se indica en Gn 2, 20, donde Dios llevó todos los animales delante de Adán. Y esta sujeción fue plena antes del pecado; pero ahora algunos se resisten por la pena del pecado».

Por último: «en tercer lugar, cuando dice «ovejas y vacas» (v. 8) enumera las cosas que están bajo su dominio; y pone las cosas animadas, de modo que se entienda que están comprendidas también las plantas. Entre los animales algunos están sometidos según todo su género, a saber los animales mansos y los domésticos por su naturaleza, a saber las ovejas y las vacas. Esto lo dice en femenino, al decir «todas» (v. 8) , porque los rebaños se hacen sobre todo de vacas y de ovejas. Hay otros que no se le someten según todo su género; y de éstos dice «hasta las bestias del campo» (v. 8), es decir los jabalíes, los ciervos y semejantes, otros son los que vuelan, es decir las aves, y otros son los que nadan, como los peces»[35].

Finaliza Santo Tomás su exposición al Salmo 8 con el siguiente comentario: «Como Dios es admirable por la eminencia de su majestad, también lo es por su clemencia, y por ello concluye con la exclamación admiradora: «Señor, Dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre!» (v. 10). Es de notar que este salmo es circular, porque tiene el mismo verso al principio y al final»[36].

651. –En el capítulo siguiente de la Suma contra los gentiles, el Aquinate cita el versículo «¿Qué es el hombre para que tú te acuerdes de él, el hijo del hombre para que lo visites? (Sal 8, v. 5)». Comenta: «las Sagradas Escrituras, aunque todo está sometido a la divina providencia, atribuyen, no obstante, a la misma un especial cuidado del hombre»[37]. ¿Cómo lo prueba?

–Este pasaje y otros, como el siguiente, citado también por Santo Tomás: «»Acaso tiene Dios cuidado de los bueyes?»[38], se dicen: «porque Dios tiene cuidado de los actos humanos no sólo en cuanto que pertenecen a la especie, sino también en cuanto que son personales».

Se explica, porque según lo dicho, en el capítulo anterior: «la criatura racional es gobernada por ella misma», y, en cambio, «el individuo que es gobernado según la especie no es gobernado por sí mismo». Por consiguiente: «únicamente las criaturas racionales reciben de Dios la dirección de sus actos no sólo en provecho de la especie, sino en provecho del individuo».

También se puede probar, si se tiene en cuenta que: «la providencia divina se extiende a todo lo singular, hasta lo más mínimo». Además: «en la criatura racional vemos muchas acciones para las cuales no basta con la inclinación de la especie; y prueba de ello es que no son iguales en todos, sino que varían según los individuos. Es preciso, pues, que la criatura racional sea dirigida en sus actos no sólo en atención a la especie sino también al individuo».

En definitiva, desde la constitución del hombre de cuerpo y alma espiritual se comprende perfectamente, porque: «Los actos personales de la criatura racional son propiamente aquellos que proceden del alma racional (…) Luego, los actos de la criatura racional son dirigidos por la divina providencia no sólo en cuanto que son actos propios de la especie, sino también en cuanto que son actos personales»[39].

 

Eudaldo Forment

 


[1] Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, III, c. 111.

[2] Ibíd., III, c. 112.

[3] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, I, 12.

[4] Ibíd., II, c. 24.

[5] Lc 17, 33.

[6] Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, I, 12-

[7] Ibíd., III, 34.

[8] JEAN-LOUIS BRUGUÉS, O.P., «El espíritu de Sto. Tomás hoy en día», Conferencia, ICUSTA, Universidad Católica Santa Teresa de Jesús, 2017, 21 pp., p. 19.

[9] Santo Tomás de Aquino, Suma contra los gentiles, III, c. 112.

[10] Abelardo Lobato, «La antropología del salmo 8», en «La antropología esencial de Santo Tomás», en ÍDEM (Ed.), El pensamiento de Santo Tomás de Aquino para el hombre de hoy. Valencia, Edicep, 1994-2003, 3 vv., v. I, pp. 31-71, p. 58.

[11] Santo Tomás de Aquino, Lectura de los Salmos de David,  Sal. 8, (Trad. De A. Lobato), en «La antropología del salmo 8», op. cit., pp. 64-71, v. 1, p. 66.

[12] Ibíd., v. 2, pp. 66-67.

[13] Ibíd., v. 2, p. 67.

[14] Ibid.,  v. 3, p. 67.

[15] Cicerón, Sobre la naturaleza de los dioses, II, c. 37, 95.

[16] Abelardo Lobato, «La antropología del salmo 8», op. cit., «Grandeza de Dios, dignidad del hombre», pp. 57-64,  p. 59.

[17] Ibíd. Añade Lobato que el salmo: «invita al hombre a mirar los cielos para contemplar la gloria de Dios y ver al Dios invisible en la bóveda celeste, el cielo “de luces adornado”» (Ibíd.).

[18] Santo Tomás de Aquino, Lectura de los Salmos de David,  Sal. 8, v. 3, p. 68.

[19] Ibíd., v. 3, pp. 67-68.

[20] Abelardo Lobato, «Grandeza de Dios, dignidad del hombre», op. cit., pp. 59-60.

[21] Ibíd., p. 60.

[22] Salm 8, 5.

[23] Santo Tomás de AqUINO, Lectura de los Salmos de David, Sal. 8, v. 4, p. 68.

[24] Abelardo Lobato, «Grandeza de Dios, dignidad del hombre», op.cit., p. 60.

[25] Santo Tomás de AqUINO, Lectura de los Salmos de David,  Sal. 8, v. 4, p. 68.

[26] Ibíd., v. 4, pp. 68-69.

[27] Ibíd.., v. 4, p. 69.

[28] Jb 10, 12.

[29] Santo Tomás de Aquino, Lectura de los Salmos de David, Sal. 8,  v.4, p. 69.

[30] Abelardo Lobato, «Grandeza de Dios, dignidad del hombre», op.cit., p. 61.

[31] Santo Tomás de Aquino, Lectura de los Salmos de David,  Sal. 8, v. 5, p. 69.

[32] Abelardo Lobato, «Grandeza de Dios, dignidad del hombre», op.cit., p. 62.

[33] Santo Tomás de Aquino, Lectura de los Salmos de David,  Sal. 8, v. 5, p. 69.

[34] Ibíd., v. 5, pp. 69-70.

[35] Ibíd.., v. 5, p. 70.

[36] Ibíd., v. 5, p. 71.

[37] ÍDEM, Suma contra los gentiles, III, c. 113.

[38] 1 Co 9, 9.

[39] ÍDEM, Suma contra los gentiles, III, c. 113.

2 comentarios

  
alex nava
Muy estimado Sr. Eudaldo , muchas gracias por éste bellísimo artículo . Me ha servido muy bien para entender mejor el asuntode la dignidad de la persona humana.Que Dios Nuestro Señor le pague .
02/05/19 5:52 PM
  
amauta
Parece ser que en la pregunta 645 falta algo de texto y hay algún error de transcripción. Muchas gracias.


E.F.: Mis disculpas. Solucionado. Muchísimas gracias.
03/05/19 10:51 PM

Dejar un comentario



No se aceptan los comentarios ajenos al tema, sin sentido, repetidos o que contengan publicidad o spam. Tampoco comentarios insultantes, blasfemos o que inciten a la violencia, discriminación o a cualesquiera otros actos contrarios a la legislación española, así como aquéllos que contengan ataques o insultos a los otros comentaristas, a los bloggers o al Director.

Los comentarios no reflejan la opinión de InfoCatólica, sino la de los comentaristas. InfoCatólica se reserva el derecho a eliminar los comentarios que considere que no se ajusten a estas normas.