(724) Iglesias descristianizadas (8) por malas doctrinas (7). Schillebeeckx

 

 

Una imagen del libro Christian Cartoons (1922) muestra en caricatura la gran rebaja de la escalera modernista descendente, que lleva a la descristianización y apostasía: –Cristianismo – Biblia no infalible – Hombre no imagen de Dios – No milagros – No nacimiento virginal de Jesús – No divinidad de Jesús – No expiación – No resurrección – Agnosticismo – Ateísmo.

En los anteriores artículos he considerado los principales errores que numerosos teólogos difundieron en la Iglesia durante unos cincuenta años, para que 1º–conozcan bien los lectores los graves errores causantes de la brusca y profunda descristianización, que hoy afecta a no pocas Iglesias locales de Occidente, y 2º–para que conozcan bien la doctrina católica que ilumina y desvanece esas lamentables tinieblas:

(blog 718) Häring, (719) De Mello, Vidal, González de Cardedal, (720) Flecha, (721) Borobio, (722) Fernández Ramos y (723) Teilhard de Chardin.

Añado a esta serie el estudio de unos pocos Autores más.

 

–Schillebeeckx (1914-2009)

Dominico belga (Amberes), doctor en Teología, enseñó en Lovaina, y desde 1966 en la Universidad holandesa de Nimega. Fue asesor del Episcopado holandés en el Vaticano II, principal inspirador de Catecismo holandés y del Concilio Pastoral de Holanda. Es quizá el principal teólogo neo-modernista de la segunda mitad del siglo XX.

En este artículo quiero considerar el modernismo, llamado a veces progresismo, personificándolo en Edward Schillebeeckx y en su entorno holandés.El modernismo se configura ya plenamente en la segunda mitad del siglo XIX, como una síntesis de protestantismo liberal, Ilustración, positivismo, naturalismo, liberalismo, exégesis crítica, historicismo, evolucionismo (Tyrrel +1909, Loysy +1940, etc.).

El Beato Pío IX, en el Syllabus (1864), condena 65 proposiciones modernistas. Y San Pío X, en la encíclica Pascendi (1907, n. 38), afirma que el modernismo es «el conjunto de todas las herejías». Y lo enfrenta con el mayor empeño, como puede verse en el motu proprio Sacrorum Antistitum, conocido como Juramento antimodernista (1910).

 

–El Catecismo holandés. Al terminar el concilio Vaticano II, el Instituto Superior de Catequética de Nimega, bajo la inspiración principal de Schillebeeckx y con el imprimatur del cardenal Bernard Alfrink, publica el Nuevo Catecismo de Adultos (1966). Puede considerarse que el Catecismo holandés es el manual neo-modernista que más influyó en el pensamiento católico desviado de los decenios siguientes. El Catecismo fue denunciado a Roma por católicos holandeses  Pablo VI estableció para examinarlo una Comisión de Cardenales, que emitió una Declaración (15-X-1968), en la que se indicaba un gran número de correcciones y adiciones necesarias.

Los errores, ambigüedades y herejías señalados por la Comisión versaban sobre: –existencia de ángeles y demonios, –creación inmediata del alma, –pecado original, Adán y Eva, –poligenismo, –concepción virginal de Jesús, –virginidad perpetua de María, –satisfacción expiatoria ofrecida por Cristo en el sacrificio de la cruz, –perpetuidad del sacrificio en la Eucaristía, –real Presencia eucarística, –transubstanciación, –infalibilidad de la Iglesia, –sacerdocio ministerial y sacerdocio común, –autoridad en la Iglesia, –Primado romano, –conocimiento de la Trinidad, conciencia divina de Jesús, –bautismo, –sacramento de la penitencia, –milagros, –muerte y resurrección, –juicio y purgatorio, –universalidad de las leyes morales, –indisolubilidad del matrimonio, –regulación de los nacimientos, –pecados graves y leves, –estado matrimonial

(Nuevo Catecismo de Adultos, Herder, Barcelona 1969, 511 pgs.; el libro lleva encartado un Suplemento de 54 pgs. con las Enmiendas y adiciones al Catecismo holandés, redactadas según las indicaciones de la Comisión Cardenalicia). Estos mismos errores, ambigüedades y herejías siguieron afirmándose en el Concilio pastoral de Holanda (1967-1969).

 

Pronto la Iglesia, la Santa Sede, reafirmó la fe católica ante agresión tan fuerte, que por otra parte coincidía más o menos en diversos países del Occidente rico, con otros muchos sínodos y asambleas, publicaciones y movimientos. Ante esa oleada heterodoxa, la Iglesia reafirma la fe católica, principalmente con el Credo del Pueblo de Dios (1968), en el que Pablo VI reafirma prácticamente todas las verdades de fe negadas o puestas en dudas por el neo-modernismo del momento. Sobre todo, errores, herejías, contra la fe en Cristo (arrianismo) y a la necesidad de la gracia (pelagianismo).

Recordaré aquí únicamente la Declaración Mysterium Filii Dei (1972), Congregación para la Doctrina de la Fe). En ella la Iglesia, entre otros errores graves, describe y condena el neo-arrianismo, originado en el siglo IV, que en ese tiempo va invadiendo más y más el campo católico progresista.

«Recientes errores  acerca de la fe en el Hijo de Dios hecho hombre. –A esta fe en el Hijo de Dios hecho hombre [reafirmada en los nn. 1-2 de la declaración] se oponen frontalmente las opiniones de quienes afirman que no se nos ha revelado ni enseñado que el Hijo de Dios subsistía desde toda la eternidad en el misterio de la Divinidad, distinto del Padre y del Espíritu Santo. Igualmente se han de rechazar aquellas opiniones según las cuales ha de suprimirse la noción de la unidad de persona en Jesucristo, engendrado por el Padre según la naturaleza divina desde toda la eternidad, y en el tiempo, según la naturaleza humana, de María Virgen. Y finalmente ha de rechazarse la afirmación según la cual la humanidad de Jesús existiría no asumida en la persona eterna del Hijo de Dios, sino más bien en sí misma como persona humana. Por lo que el misterio de Jesucristo consistiría en que Dios se revela haciéndose presente de un modo supremo en la persona humana de Jesús.

«Quienes así piensan, permanecen lejos de la verdadera fe en Cristo, aunque afirmen que en Jesús tiene lugar una presencia singular de Dios, de modo que sea él mismo la cumbre suprema y última de la Revelación divina. Y tampoco permanecen en la fe verdadera cuando añaden que Jesús puede decirse Dios, porque en su persona humana, como ellos dicen, Dios está presente de modo sumo».

«Quienes así piensan» eran y son muchísimos entre los católicos, pues los difusores de esos graves errores habían ocupado durante decenios, en la Iglesia de los países ricos de Occidente, las cátedras más importantes en Seminarios y Facultades de Teología. Todos ellos, por supuesto, promovidos o mantenidos en su docencia por sus Obispos respectivos. El cherchez la femme podría traducirse aquí por el cherchez l’Évêque ou le Cardinal. El profesor Schillebeeckx no hubiera sido nada sin la protección sucesiva de los Cardenales Alfrink (+1987) y Willebrands (+1087).

 

–La Congregación de la Doctrina de la Fe intervino en cuatro ocasiones acerca de la producción teológica del profesor Schillebeeckx.

1ª.–Coloquio de la Congregación con el P. Schillebeeckx (13/14-XII-1979). Convocado el profesor a Roma, mantuvo un coloquio clarificador con tres teólogos (Descamps, Patfoort, O. P. y Galot, S. J.). El diario La Croix (18-XII-1979) informó que las mayores dificultades se produjeron en referencia a las definiciones cristológicas del Concilio de Calcedonia.

Según el P. Schillebeeckx: «las palabras están hoy cargadas de unas significaciones diferentes de las que tenían en el siglo V. Para ser fiel, hace falta encontrar otra formulación». «El P. Galot, en el coloquio, mantuvo que en el último libro del P. Schillebeeckx no había encontrado la afirmación de la divinidad de Cristo». Un pequeño olvido.

2ª. –Carta al P. Schillebeeckxen relación con alguno de sus escritos en materia de Cristología (20-XI-1980Doc. Cath. 78, 1981,667-670). En una larga carta del Prefecto de la Congregación, Card. Franjo Seper, y en Nota anexa, informa de las Clarificaciones, precisiones y rectificaciones hechas por el P. Schillebeeckx:

Él ha «concedido» que «el teólogo cuando se dedica a una investigación exegética o histórica, no puede pretender sinceramente que haya que abandonar las afirmaciones de la fe de la Iglesia», concretamente Calcedonia. «A diferencia de cuanto había hecho en sus obras… no ha eludido el reconocimiento explícito de la divinidad de Jesús… ha reconocido la preexistencia de la Persona divina del Hijo y una «identificación hipostática» del Hijo de Dios con «el modo de ser personalmente humano» de Jesús». «Ha declarado que en la relación de Jesús con el Padre está implicada para Él la conciencia de ser el Hijo único». «Ha declarado que él «cree, en virtud del Magisterio de la Iglesia que se ha expresado sobre este punto», en el nacimiento virginal de Jesús». «Ha reconocido que «el sacrificio de Jesús es expiación por nuestros pecados»». «Ha declarado que «para él está claro que Jesús quiso fundar la Iglesia»». Se añaden en la Carta algunas rectificaciones y puntualizaciones del P. Schillebeeckx sobre el título «Hijo de Dios», sobre la institución de la Eucaristía, y sobre la tumba vacía y la resurrección.

Y también se señalan los límites de los resultados obtenidos y las ambigüedades que subsisten, concretamente en cuanto a la concepción virginal de María, la relación entre resurrección y apariciones, y las reticencias en cuanto al uso del término «unión hipostática». «El lector se encontrará traído y llevado entre estos dos sentidos: persona humana, no persona humana».

3ª. –Carta al P. Schillebeeckx (AAS 77, 1985, 994-997). En ella el cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación, trata del libro El ministerio en la Iglesia. En este libro señalaba su Autor que para recibir el poder de celebrar la Eucaristía válida y lícitamente había una vía «ordinaria», la del sacramento del orden, y otra «extraordinaria», la transmitida por la comunidad local cristiana. Esta posibilidad es excluida por el Card. Prefecto:

«Estos “ministros extraordinarios” reciben, según Ud. dice, por el simple hecho de «su llamada por la comunidad y de su institución en y por la comunidad», una real “competencia” que les permite hacer “en suma, según las circunstancias, todo lo que es necesario a la vida comunitaria de una Iglesia de Dios”, y esa competencia no es puramente un “permiso” (de orden canónico), sino un “poder sacramental”. Reciben ellos el “sacramentum ordinis”, que les es transmitido entonces “de una manera extraordinaria”, sin inserción en la sucesión apostólica en el sentido técnico de esta expresión…» El Cardenal Ratzinger, por el contrario, le recuerda que sobre esta cuestión «la Congregación para la Doctrina de la Fe se ha pronunciado de forma autorizada en su Carta Sacerdotium Ministeriale (6-VIII-1983)», y ha declarado que excluye «la vía extraordinaria que piensa Ud. que es posible proponer. De ahí resulta que no estamos ante una “cuestión libre”, y que la “última palabra” ya ha sido dicha».

El Cardenal Prefecto termina su carta indicando al P. Schillebeeckx que, dado su prestigio y el hecho de que la obra ha tenido gran difusión en diversas lenguas, «se ha hecho indispensable que Ud. mismo reconozca públicamente la enseñanza de la Iglesia, y la necesidad de recurrir a otras vías que aquellas que Ud. preconiza para resolver los problemas» de las comunidades cristianas sin sacerdote. «En consecuencia, la Congregación le pide que haga conocer en el tiempo acordado (30 días útiles después de la recepción de esta carta) que Ud. se adhiere a la enseñanza de la Carta Sacerdotium Ministeriale, reconociendo así que la última responsabilidad en materia de fe y práctica sacramental recae en el magisterio». La petición cayó en el vacío. No tengo noticia de que hiciera públicamente retractación en esas cuestiones.

4ª. –Notificación al P. Schillebeeckx (15-IX-1986AAS 79, 1987, 221-223). Comienza el documento, firmado por el cardenal Ratzinger, recordando que en dos obras sobre el ministerio en la Iglesia el P. Schillebeeckx, en 1979 y 1980, «estimaba haber establecido la “posibilidad dogmática” de un “ministro extraordinario” de la Eucaristía», enfrentándose así abiertamente con la doctrina de la Iglesia ya expresada.

«Es preciso comprobar con pena que el Autor continúa concibiendo y presentando la apostolicidad de la Iglesia de tal manera que la sucesión apostólica por la ordenación sacramental representa un don no esencial para el ejercicio del ministerio, y consiguientemente para la colación del poder de consagrar la Eucaristía, oponiéndose así a la doctrina de la Iglesia». Concluye, pues, la Congregación que esta tesis sobre el ministerio «permanece en desacuerdo con la enseñanza de la Iglesia sobre temas importantes. Su misión en relación a los fieles le impone el deber de hacer pública la determinación» de esta Notificación. La petición volvió a caer en el vacío.

 

–La «Misa» holandesa, por el contrario, siguiendo la doctrina de Schillebeeckx sobre la Eucaristía válida y lícitamente celebrada por un laico, en la ausencia inevitable del sacerdote, se fue aplicando más y más en Holanda y otros países afines. Cuando tenía 93 años, el teólogo feliz pudo comprobar la multiplicación progresiva de estas «Misas» inválidas, ilícitas y sacrílegas.

En un artículo sobre la situación de la Iglesia en Holanda informaba Sandro Magister (3-X-2007):

«Los dominicos, con el consenso de los provinciales de la orden… distribuyeron en todas las 1.300 parroquias católicas un opúsculo de 38 páginas, titulado Kerk en Ambt, Iglesia y ministerio, en el que se afirma que, a falta de un sacerdote, puede celebrar la Eucaristía una persona elegida por la comunidad: sea hombre o mujer, homo o heterosexual, casado o célibe”. Conviene que esta persona y la comunidad pronuncien juntos las palabras de la consagración, como también conviene que el Obispo confirme a esas personas elegidas. Pero si así no fuera, “sepan que ellas de todos modos están habilitadas para celebrar una real y genuina eucaristía cada vez que se reúnen en oración y comparten el pan y el vino”».

 

Schillebeeckx, sin que le hicieran efecto las Notificaciones de Roma, publicó hasta su muerte muchas obras, que como el Catecismo Holandés, fueron inmediatamente traducidas a diferentes lenguas. Su fama era muy grande. La enciclopedia Wikipedia lo presenta como «el mejor teólogo católico sin duda del siglo XX», expresando una opinión no infrecuente en su tiempo, que aún se mantiene viva en algunos.

Las editoriales españolas, y por supuesto las librerías religiosas, incluidas muchas de las diocesanas, y no pocos profesores y catedráticos, difundieron sus obras en cuanto las publicaba. Entre sus obras publicadas podríamos destacar –Cristo, sacramento del encuentro con Dios, 1959. –Revelación y Teología, 1964. –Dios, futuro del hombre, 1958-1969. –Interpretación de la fe, 1972. –Jesús, la historias de un Viviente, 1974. –Cristo y los cristianos, 1977. –El ministerio eclesial: responsables de la comunidad cristiana, 1980. –Los hombres relato de Dios, 1989. –Soy un teólogo feliz, 1994.

Dios lo tenga en su gloria.

Y a todos nos guarde Dios en la luz de la verdad.

 

José María Iraburu, sacerdote   

 

Índice de Reforma o Apostasía 

 

 

Los comentarios están cerrados para esta publicación.