(713) Variaciones del poder del Demonio. –Edad Moderna, s. XIX. Beato Pío IX

 

Introducción

La gran persecución que la Revolución Francesa (1789-1799) desencadenó contra la Iglesia, se prolongó a lo largo del siglo XIX, y en la segunda mitad del siglo, atacó especialmente contra la Santa Sede Romana. Dios providente y misericordioso suscitó para este tiempo tres Papas sabios y valientes, que con Su gracia supieron resistir la tormenta diabólica desde la firme Roca de la Sede de Pedro. Los tres pontificados guiaron fielmente a la Santa Iglesia en la transición del siglo XIX al siglo XX: Pio IX durante treinta y dos años (1846-78), León XIII veinticinco (1878-1903) y Pío X once (1903-14). Entre los tres, 68 años, y su obra larga y coherente influyó benéficamente en sus sucesores.

Puede hoy hacernos mucho bien recordar el «buen combate de la fe» que libró cada uno de ellos (2Tim 4,2.7). Conviene conocer lo que estos tres Sucesores de Pedro diagnosticaron de los males de su tiempo y cómo los combatieron con la fuerza de la gracia divina. Y también conviene conocer bien lo que los Papas de nuestro tiempo han diagnosticado de los males de nuestra época, así como su acción frente a ellos. Eso es lo que, Dios mediante, intentaré hacer en tres artículos dedicados a los tres Pontífices romanos citados.

Fueron Papas acentuadamente proféticos, que diagnosticaron y combatieron con gran profundidad los males y las estrategias del Príncipe de este mundo. Y que al mismo tiempo pronosticaron las grandes desviaciones a las que se podría llegar, si no eran suficientemente vencidos los errores que ellos estaban combatiendo. Considerándolos hoy, comprobamos que ellos previeron «con horror» y alertaron como posibles las males doctrinales y morales que hoy se extienden pacíficamente en tantas Iglesias locales, y que no llegan a ser reconocidos y combatidos con el empeño suficiente y los modos proporcionados.

Vamos con el primero de los tres Papas. 

 

–Beato Pio IX (1792-1878; papa 1846-1878)

Giovannni Maria Mastai Ferreti, nacido en Senigallia de una familia de la pequeña nobleza: sacerdote (1819), obispo (1832) cardenal (1840) y finalmente Papa (1846-1878), vivió su pontificado 31 años, el más largo de la Iglesia, después del de San Pedro. En los primeros años de su pontificado hubo de vivir el final de la autoridad temporal de los Papas sobre los Estados pontificios –Lacio, Las Marcas, Umbría y Emilia-Romaña–, que duró desde el año 756 hasta el 1870.

En los dos primeros años de su pontificado, Pío expresó su temperamento generoso y reformista. Pero las violencias previas y consiguientes a la proclamación de la República Romana por los nacionalistas de Giuseppe Mazzini (1848) –profanación de iglesias, abusos gubernativos, incautación de bienes eclesiásticos, etc.– lo decidieron a huir a Gaeta –entre Roma y Nápoles–, protegido por los ejércitos de Francia, Nápoles y España. Allí permaneció hasta 1850, fecha en la que regresó a Roma.           

Máxima importancia tuvieron en su pontificado, en un plano puramente religioso, la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción (1854); la realización del Concilio Vaticano I (1869-70), que declaró la infalibilidad papal;y siempre, a lo largo de si duradero Pontificado, la proclamación y defensa de la fe católica, frente a las agresivas doctrinas modernas, que fuerzas bien organizadas –especialmente la Masonería– pretendían imponer para destrucción de la Iglesia. Entre los muchos documentos que publicó, recuerdo ahora la muy temprana encíclica Qui pluribus (1846) y la encíclica Quanta cura (1864), que se dio con un anexo notable, el Syllabus (Listado recopilatorio de los principales errores de nuestro tiempo).

 

1846 –Qui pluribus, encíclica

(3). Errores e insidias de estos tiempos.

«Sabemos, Venerables Hermanos, que en los tiempos calamitosos que vivimos, hombres unidos en perversa sociedad e imbuidos de malsana doctrina, cerrando sus oídos a la verdad, han desencadenado una guerra cruel y temible contra todo lo católico, han esparcido y diseminado entre el pueblo toda clase de errores, brotados de la falsedad y de las tinieblas [alusión al Demonio].

«Nos horroriza y nos duele en el alma considerar los monstruosos errores y los artificios varios que inventan para dañar; las insidias y maquinaciones con que estos enemigos de la luz, estos artífices astutos de la mentira, se empeñan en apagar toda piedad, justicia y honestidad; en corromper las costumbres; en conculcar los derechos divinos y humanos; en perturbar la Religión católica y la sociedad civil, hasta, si pudieran, arrancarlos de raíz».

Pío IX reafirma en esta encíclica primera y programática las condenas contra el racionalismo, el fideísmo y el liberalismo político, considerado éste como una forma de indiferencia religiosa. La Iglesia es la primera que condena al comunismo, afirmando en su contra la doctrina social que profesa la Iglesia Católica.

(9) …«la nefanda doctrina del comunismo, contraria al derecho natural, que, una vez admitida, echa por tierra los derechos de todos, la propiedad, la misma sociedad humana»…

En esta encíclica Qui pluribus alerta Pío IX de los horrores que el comunismo podría causar, y que efectivamente produjo  –sobre todo a partir de 1917, en la Unión Soviética comunista–, persiguiendo a muerte el cristianismo, y causando en su negra historia más de cien millones de muertos… La Iglesia continuó su combate contra el comunismo en la encíclica Cuanta Cura (1864). Y prosiguieron en el mimo empeño sus sucesores, también Pío X en la encíclica Pascendi (1907), aunque especialmente dirigida contra el modernismo, y Pío XI en la Mit Brennender Sorge (1937). Et alii.

(10)  Los efectos perniciosos

«Por toda esta combinación de errores y licencias desenfrenadas en el pensar, hablar y escribir, quedan relajadas las costumbres, despreciada la santísima religión de Cristo, atacada la majestad del Culto divino, vejada la potestad de esta Sede Apostólica, combatida y reducida a torpe servidumbre la autoridad de la Iglesia, conculcados los derechos de los Obispos, violada la santidad del matrimonio, socavado el régimen de toda potestad [autoridad de padres, gobernantes, maestros, profesores, jueces, etc], y todos los demás males que nos vemos obligados a llorar, Venerables Hermanos, con común llanto, referentes ya a la Iglesia, ya al Estado».

 

1864 –Cuanta cura, encíclica

«¡Con cuánto cuidado y vigilancia pastoral [Venerables Hermanos] cumplieron los Romanos Pontífices, Nuestros Predecesores, el oficio que les había confiado el mismo Cristo Señor en la persona de San Pedro… la tarea de alimentar a los corderos y ovejas! Nunca dejaron… de educarlos con sana doctrina y de sacarlos de los pastos venenosos… Por eso, los mencionados Predecesores Nuestros con fuerza apostólica resistieron continuamente las nefastas maquinaciones de hombres inicuos que… prometiendo libertad, siendo ellos, como son, esclavos de la corrupción, han intentado con sus opiniones falsas y pésimos escritos transformar los fundamentos de la Religión católica y de la sociedad civil, acabar con toda virtud y justicia, depravar los corazones y los entendimientos, apartar de la recta disciplina moral a las personas incautas, y muy especialmente a la inexperta juventud, corromperla miserablemente, hacer porque caiga en los lazos del error, y arrancarla por último del seno de la Iglesia católica».

El papa Pío IX, en este documento y en muchos otros, acentúa con gran fuerza que la predicación de la fe católica tiene la primacía absoluta entre los deberes de los sucesores de Pedro. Su ministerio primero es ciertamente la predicación del Evangelio. Su cuidado principal ha de ser suscitar y mantener en la unidad de la fe católica a toda la Iglesia, vigilando con extremo cuidado para que el error, la herejía, la confusión, el relativismo, el indiferentismo, los criterios mundanos, puedan deteriorar o destruir esa fe y la vida que de ella fluye.

 

–El Syllabus (1864)

A partir del libre examen luterano de la dicha «Reforma» protestante (XVI), queda una parte de Occidente envenenado por un antropocentrismo naturalista, que abre puertas al Siglo de las Luces (XVII), la Masonería (1717), la Ilustración (XVIII), el Liberalismo naturalista (XIX) y también a los hijos derivados del liberalismo, el socialismo y el comunismo. Son todos grandes movimientos ideológicos, que coinciden en el intento de eliminar en las naciones todo influjo de Dios, del derecho natural por Él creado, de la tradición cristiana, de la Iglesia Católica, que consideran incompatibles con el mundo moderno.

Cada una de esas fuentes del Padre de la Mentira fue objeto en su tiempo de fuertes documentos reprobatorios de la Iglesia. Pero en el siglo XIX era tal su número y su agresión organizada, que se vio la necesidad de enumerar y refutar en su conjunto todos esos movimientos nefastos, mostrando cómo todos ellos participan de un mismo espíritu diabólico. Así lo hicieron el papa Gregorio XVI en la encíclica Mirari vos (1832) y Pio IX en la encíclica Cuanta Cura. Ésta, en su anexo el Syllabus (1864), da un listado de 80 proposiciones, todas ellas fundamentadas en la secularización completa de las naciones, la sujeción de la Iglesia a las autoridades civiles del Mundo moderno. Cito ahora sólo algunos  números más determinantes de ese documento.

 

Syllabus complectens praecipuos nostrae aetatis errores

Indice de los principales errores de nuestro siglo, ya notados en las Alocuciones Consistoriales y otras Letras Apostólicas de Nuestro Santísimo Padre Pío IX.

[En las proposiciones que selecciono el texto va a veces en extracto, pero lo reproducido siempre es textual. Y omito las referencias a los documentos de Pío IX que sustentan cada número].

§ I. PANTEÍSMO, NATURALISMO Y RACIONALISMO ABSOLUTO

I. No existe ningún Ser divino [Numen divinum], supremo, sapientísimo, providentísimo, distinto de este universo, y Dios no es más que la naturaleza misma de las cosas, sujeto por lo tanto a mudanzas. Dios realmente se hace en el hombre y en el mundo, y todas las cosas son Dios, y tienen la misma idéntica sustancia que Dios. Y Dios es una sola y misma cosa con el mundo. De aquí que sean también una sola y misma cosa el espíritu y la materia, la necesidad y la libertad, lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto.

II. Dios no ejerce ninguna manera de acción sobre los hombres ni sobre el mundo.

III. La razón humana es el único juez de lo verdadero y de lo falso, del bien y del mal, con absoluta independencia de Dios…

IV. Todas las verdades religiosas dimanan de la fuerza nativa de la razón humana…

VI. La fe de Cristo se opone a la humana razón; y la revelación divina no solamente no aprovecha nada, sino que también daña a la perfección del hombre.

 VII. Las profecías y los milagros expuestos y narrados en la Sagrada Escritura son ficciones poéticas, y los misterios de la fe cristiana son resultado de investigaciones filosóficas. En los libros del antiguo y del nuevo Testamento se encierran mitos; y el mismo Jesucristo es una invención de esta especie.

§ II. RACIONALISMO MODERADO

  IX. Todos los dogmas de la religión cristiana sin distinción alguna son objeto del saber natural, o sea de la filosofía, y la razón humana… 

  XII. Los decretos de la Sede apostólica y de las Congregaciones romanas impiden el libre progreso de la ciencia.

  XIII. El método y los principios con que los antiguos doctores escolásticos cultivaron la Teología, no están de ningún modo en armonía con las necesidades de nuestros tiempos ni con el progreso de las ciencias.

  § III. INDIFERENTISMO. LATITUDINARISMO

  XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.

§ IV. SOCIALISMO, COMUNISMO, SOCIEDADES SECRETAS, SOCIEDADES BÍBLICAS, SOCIEDADES CLÉRICO-LIBERALES

Tales pestilencias han sido muchas veces y con gravísimas sentencias reprobadas en la Encíclica Qui pluribus, 9 de noviembre de 1846; en la Alocución Quibus quantisque, 20 de abril de 1849; en la encíclica Noscitis et Nobiscum, 8 de diciembre de 1849; en la alocución Singulari quadam, 9 de diciembre de 1854; en la encíclica Quanto conficiamur maerore, 10 de agosto de 1863.

 § V. ERRORES ACERCA DE LA IGLESIA Y DE SUS DERECHOS

  XIX. La Iglesia no es una verdadera y perfecta sociedad, completamente libre, ni está provista de sus propios y constantes derechos…

  XX. La potestad eclesiástica no debe ejercer su autoridad sin la venia y consentimiento del gobierno civil.

  XXVI. La Iglesia no tiene derecho nativo legítimo de adquirir y poseer.

  XXVIII. No es lícito a los Obispos, sin licencia del Gobierno, ni siquiera promulgar las Letras apostólicas.

  XXXIII. No pertenece únicamente a la potestad de jurisdicción eclesiástica dirigir en virtud de un derecho propio y nativo la enseñanza de la Teología.

  XXXVII. Pueden ser instituidas Iglesias nacionales no sujetas a la autoridad del Romano Pontífice, y enteramente separadas.

§ VI. ERRORES TOCANTES A LA SOCIEDAD CIVIL CONSIDERADA EN SÍ MISMA Y EN SUS RELACIONES CON LA IGLESIA

  XXXIX. El Estado, como origen y fuente de todos los derechos, goza de un derecho completamente ilimitado.

  XL. La doctrina de la Iglesia católica es contraria al bien y a los intereses de la sociedad humana.

  XLIV. La autoridad civil puede intervenir en las cosas que tocan a la Religión, costumbres y régimen espiritual; y así puede juzgar de las instrucciones que los Pastores de la Iglesia suelen dar para dirigir las conciencias, según lo pide su mismo cargo, y puede asimismo hacer reglamentos para la administración de los sacramentos, y sobre las disposiciones necesarias para recibirlos.

  XLVI. Aun en los mismos seminarios del clero depende de la autoridad civil el orden de los estudios.

  XLIX. La autoridad civil puede impedir a los Obispos y a los pueblos fieles la libre y mutua comunicación con el Romano Pontífice.

  LI. Más aún, el Gobierno laical tiene el derecho de deponer a los Obispos del ejercicio del ministerio pastoral, y no está obligado a obedecer al Romano Pontífice en las cosas tocantes a la institución de los Obispados y de los Obispos.

  LIV. Los Reyes y los Príncipes no sólo están exentos de la jurisdicción de la Iglesia, sino que también son superiores a la Iglesia en dirimir las cuestiones de jurisdicción.

§ VII. ERRORES ACERCA DE LA MORAL NATURAL Y CRISTIANA

  LVI. Las leyes de las costumbres no necesitan de la sanción divina, y de ningún modo es preciso que las leyes humanas se conformen con el derecho natural, o reciban de Dios su fuerza de obligar.

  LX. La autoridad no es otra cosa que la suma del número y de las fuerzas materiales.

§ VIII. ERRORES SOBRE EL MATRIMONIO CRISTIANO

  LXV. No se puede en ninguna manera sufrir que se diga que Cristo haya elevado el matrimonio a la dignidad de sacramento.

  LXVI. El sacramento del matrimonio no es sino una cosa accesoria al contrato y separable de este, y el mismo sacramento consiste en la sola bendición nupcial.

  LXVII. El vínculo del matrimonio no es indisoluble por derecho natural, y en varios casos puede sancionarse por la autoridad civil el divorcio propiamente dicho.

  LXXIV. Las causas matrimoniales y los esponsales por su naturaleza pertenecen al fuero civil.

§ X. ERRORES RELATIVOS AL LIBERALISMO DE NUESTROS DÍAS

  LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo.

  LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.

 

La masonería

En 1848 ya era sabido que la masonería internacional –iniciada en Londres, 1717–, en especial la italiana, era la fuerza principal entre los movimientos que perseguían el pontificado del Papa y la Iglesia Católica en general, y que pretendían terminar con los Estados Pontificios, es decir, con el poder temporal del Papa. Lo que consiguió en 1860. Pio IX no aceptó ningún arreglo con el nuevo Estado italiano.

En ese tiempo, la gran adversidad de la masonería y sus asociados contra el Papa y la Iglesia Católica, no tenía una motivación exclusivamente política, sino netamente antirreligiosa. Ya vimos en la Qui Pluribus (1846, n.3), cómo Pío IX denuncia con horror la acción de «hombres unidos en perversa sociedad… que han desencadenado una guerra cruel y temible contra todo lo católico… Estos artífices astutos de la mentira, se empeñan en apagar toda piedad, justicia y honestidad, en corromper las costumbres, en conculcar los derechos divinos y humanos, en perturbar la religión católica y la sociedad civil, hasta, si pudieran, arrancarlos de raíz».

Pero «el Señor reina eternamente» (Sal 145,10), y Él hace que «todas las cosas colaboren al bien de los que aman a Dios» (Rm 8,28), «también los pecados» (etiam peccata), precisa San Agustín. Pasado un tiempo, la reducción del Papa en la Ciudad del Vaticano, con una independencia internacional reconocida, liberó la Sede de Pedro de compromisos y tratados políticos, acuerdos difíciles y alianzas de guerra, y resultó a fin de cuentas un favor de la Providencia divina.

* * *

–Causa de Beatificación de Pío IX

Fue iniciada por San Pío X, y una vez declarado Venerable por Juan Pablo II en 1985, comprobado un milagro, el mismo Papa celebró la beatificación de Pío IX en el año 2000. Revisado su sepulcro en esta ocasión, se verificó que su cuerpo se mantenía incorrupto, según ya se había observado en 1881, tres años después de su muerte. Como se dijo en esta última comprobación,

…los restos del Beato Pío IX manifiestan a «un hombre dotado de una gran humanidad y de una impresionante dignidad, hecha aún más significativa por la serenidad del rostro intacto en la majestad silenciosa de la muerte» (Mons. Carlo Liberati, L’Osservatore Romano, 9-IV-2000).

 

José María Iraburu, sacerdote

 

Post-post. –Dios mediante, cuando termine la exposición de estos tres Papas, Pío IX, León XIII y Pío X, escribiré un artículo sobre lo que el Pontificado Romano de estos años –tan largo y coherente– puede decirnos acerca de la situación de la Iglesia en la que vivimos en los últimos decenios.

 

 Índice de Reforma o Apostasía

 

 

Los comentarios están cerrados para esta publicación.