(709) Variaciones del poder del Demonio. -Edad Moderna, XVI. -San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola (1491-1556), fundador de la Compañía de Jesús (1534)

  

–En la edad Moderna se desarrolla una lucha cada vez más potente y universal entre la Iglesia Católica y los poderes del Demonio (ss. XVI-XIX). Es un tiempo histórico en el que Satanás y los suyos avanzan notablemente, y van acrecentando su poder en el mundo en más y más regiones y apoderándose de su vida social y cultural. Y en esos mismos siglos, la Iglesia recibe de Cristo luces y fuerzas formidables: en el concilio de Trento, en la reforma o fundación de grandes congregaciones religiosas, en la difusión misionera del Evangelio, inmensa, que reúne y forma para el Reino de Dios muchas naciones de la tierra.

Son tantos los institutos religiosos reformados o fundados en esos siglos que no intentaré citarlos, porque ad impossibilia nemo tenetur. Si le intentara, me dejaría muchos sin citar. Me limitaré, pues, a los Jesuitas, que fueron quizá la mayor fuerza espiritual y misionera de esos siglos.

 

–La Compañía de Jesús

San Ignacio de Loyola (1491-1556) y la Compañía de Jesús por él fundada (1534),fueron suscitados por Dios para combatir con la gracia del Salvador al Maligno, y para defender, purificar y difundir a la Santa Madre Iglesia Católica.

El acento combativo de los Jesuitas era muy fuerte y victorioso. No podía ser de otro modo. Cuando Lutero fue invitado por el emperador Carlos V, para discutir sus nuevas doctrinas con teólogos católicos en la dieta de Worms (1521), él no aceptó la invitación. Veía con realismo que era imposible que él llegara a algún acuerdo con teólogos que consideraba «cerdos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno». «No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».

Pero quizá el desencuentro tenga  otra razón importante. Los teólogos católicos sabían hasta cierto punto que era imposible una discusión fecunda con el teólogo Lutero, tanto por su adhesión ilimitada a sí mismo, como por la inmensa gravedad de sus numerosas herejías. Al afirmar la total corrupción del hombre, negaba en éste la libertad personal, la razón, la voluntad, la necesidad de las obras. Y a esas enormes negaciones de la fe añadía la eliminación de los sacramentos, de todos, menos de dos, bautismo y eucaristía (mal entendidos). Negaba también el culto a María y a los santos, el purgatorio, etc. Solo bajo un influjo muy fuerte del Demonio era posible negar tantas y tan grandes verdades de la fe. Los doctores católicos sospecharían con mucha razón  que no cabía con él un diá-logo intraeclesial positivo. Procedía simplemente la excomunión, que sólo podría evitarse con la firma de una libre y sincera retractación de una tan larga serie de herejías. Pero esto, él mismo lo había declarado absolutamente imposible.

Señalo de paso que el diálogo ecuménico, tal como hoy se produce con más frecuencia, no sería aprobado por San Ignacio… ni tampoco por Cristo o San Pablo, según ellos se expresan. Las normas que cito ahora las cumplían los apóstoles, pero no el ecumenismo actual.

Jesús envía a los apóstoles. «Si alguno no os recibe ni escucha vuestras palabras, al salir de su casa o de la ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies… Cuando os persigan en  una ciudad, huid a otra» (Mt 10,14.23). No les dice que perseveren donde no les reciben, hasta que en el lugar les crean. Y de quien se resiste a creerles dice: «Si desoye a la Iglesia, sea para ti como gentil o publicano» (Mt 18,17).

San Pablo cumplió siempre esa norma con los gentiles y con los cristianos desviados. Cuando en el Aerópago de Atenas, de gran prestigio intelectual, oyeron a Pablo,  «unos se echaron a reir, y otros dijeron: Ya te oiremos hablar en otra ocasión. Y así salió de en medio de ellos» (Hch 17,32-33). Solo unos poquitos creyeron, por milagro de Dios. Y el Apóstol ya nunca volvió a Atenas. La misma orden dió entre cristianos: «Algunos os perturban y pretenden pervertir el Evangelio de Cristo. Pero aunque nosotros o un ángel del cielo os anunciase otro evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema… Si alguno os predica otro evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema… El evangelio por mí predicado no es de hombres,… sino por revelación de Jesucristo» (Gal 1,7-13). «Con quien sea así, ni compartir la mesa» (1Cor 5,11). A Timoteo: «Tenías que transmitir a algunos la orden de que no enseñaran doctrinas diferentes… Si alguno enseña otra doctrina y no se aviene a las palabras sanas de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que es conforme a la piedad, es un orgulloso y un ignorante», etc. (1Tim 1,3; 6,3).

Estas normas son ignoradas por el ecumenismo actual. Aunque en algunos casos sí conviene «con mansedumbre corregir a los adversarios, por si Dios les concede el arrepentimiento y reconocer la verdad y vuelven en sí, escapando del lazo del Diablo, a cuya voluntad están sujetos» (2Tim 2,25-26).

 

–La meditación ignaciana de «las dos banderas»

Selecciono y extracto algunos números de los Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola, que nos expresan bien cómo entendía, fiel a la Biblia y a la Tradición, la vida espiritual, las conquistas misioneras para Cristo Rey y concretamente el combate entre la Iglesia y Satanás, según veremos ahora.

[136] El cuarto día, meditación de «las dos banderas», una de Cristo, sumo capitán y Señor nuestro; la otra de Lucifer, mortal enemigo de nuestra humana naturaleza.

[137] 1º. La historia: Cristo llama y quiere a todos debajo de su bandera, y Lucifer, al contrario, debajo de la suya.  [138] 2º. Composición el lugar; será aquí ver un gran campo de toda aquella región de Jerusalén, adonde el sumo capitán general de los buenos es Cristo nuestro Señor; otro campo en región de Babilonia, donde el caudillo de los enemigos es Lucifer. [139] 3º. Pedir conocimiento de los engaños del mal caudillo y ayuda para de ellos me guardar, y conocimiento de la vida verdadera que muestra el sumo y verdadero capitán, y gracia para le imitar.

 [140] 1º punto. El primer puncto es imaginar al Caudillo de todos los enemigos en aquel gran campo de Babilonia, como en una grande cátedra de fuego y humo, en figura horrible y espantosa. [141] 2º punto: considerar cómo hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a los unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados, ni personas algunas en particular. [142] 3º punto: considerar el sermón que les hace, y cómo los amonesta para echar redes y cadenas; que primero hayan de tentar de codicia de riquezas, para que más fácilmente vengan a vano honor del mundo, y después a crecida soberbia; de manera que el primer escalón sea de riquezas; el 2º de honor; el 3º de soberbia. Y de estos tres escalones induce a todos los otros vicios.

 [143] Así por el contrario, imaginar el sumo y verdadero capitán, que es Cristo nuestro Señor.  [144] 1º punto: considerar cómo Cristo nuestro Señor se pone en un gran campo de aquella región de Jerusalén en lugar humilde, hermoso y gracioso. [145] El 2º: considerar cómo el Señor de todo el mundo escoge tantas personas, apóstoles, discípulos, etc., y los envía por todo el mundo, esparciendo su sagrada doctrina por todos estados y condiciones de personas.  [146]. El 3º: considerar el sermón que Cristo nuestro Señor hace a todos sus siervos y amigos, que a tal jornada envía, encomendándoles que a todos quieran ayudar en traerlos, primero a suma pobreza espiritual, y si su divina majestad fuere servida y los quisiere elegir, no menos a la pobreza actual; 2º, a deseo de oprobrios y menosprecios, porque de estas dos cosas se sigue la humildad; de manera que sean tres escalones: el primero, pobreza contra riqueza; el 2º, oprobrio o menosprecio contra el honor mundano; el 3º, humildad contra la soberbia. Y de estos tres escalones induzcan a todas las otras virtudes.  

 [147] Sigue un coloquio, una oración de petición a nuestra Señora, al Hijo divino y al Padre celestial

 

–La Constituciones de la Compañía de Jesús son siempre aplicaciones del Nuevo Testamento

Es lo que, con mayor o menor fortuna, han hecho siempre los Fundadores católicos. La Regla primitiva de San Francisco de Asís, por ejemplo, viene a ser una antología de textos evangéllicos. Y por ahí va San Ignacio:

+Ad maiorem Dei gloriam. «Buscad lo primero el Reino de Dios» (Mt 6,33). «Ya comáis, ya bebais, ya… hacedlo todo para gloria de Dios» (1Cor 10,31)´

+Las dos banderas. «No he venido para traer paz, sino espada» (Mt 10,34-36).

+Hay que elegir bandera. «El que no está conmigo, está contra mí» (12,30).

Etc.

Por el contrario, hoy ciertos falsificadores de la Iglesia Católica, entre ellos algunos Excelentisimos o incluso Eminentisimos, exigen públicamente una «nueva teología», sobre todo en materias sexuales, «un nuevo ecumenismo», «un enérgico cambio en la organización del poder en la Iglesia», «una desmitificación de la Jerarquía eclesiástica», etc. en fin, «una nueva Iglesia». –Y lo dicen muy serios, sin que les dé la risa–. Pero por supuesto, nunca fundamentan sus exigencias en Biblia, Tradición o Magisterio apostólico (Vat. II, Dei Verbum 10). Pero toda doctrina o cambio contrario a esa tríada sagrada. no viene del Espíritu Santo sino del Padre de la mentira.

Sin embargo, a ellos les basta con escuchar al «Espíritu» –fórmula que usan con frecuencia–, a cuya asistencia atribuyen el vuelo de las áureas abejas que salen del panal creativo de sus mentes privilegiadas… Los cristianos heréticos acogen y difunden esas macanadas. Los medio de comunicación del mundolas apoyan. Y unos y otros son generosamente premiados por el Demonio.

 

–Hay que elegir bandera, o Cristo o Satanás

Jesús dijo: “Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro» (Mt 6,24). No hay posibilidad de actitudes medias. O un hombre vive obedeciendo la autoridad benéfica de Dios –expresada en Biblia, Tradición y Magiaterio, o niega esa obediencia, y bajo el influjo del Diablo, malvive según su razón y voluntad.

Palabra de Cristo Salvador: «El que no está conmigo, está contra mí» (Mt 12,30).  «Yo he vencido al mundo» (Jn 16,33). «Si el mundo os odia, sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo os amaría como cosa suya; pero como no sois del mundo, sino que yo os he elegido sacándoos del mundo, por eso el mundo os odia» (Jn 15,18-19).

La joven Compañía de Jesús (1537), con la fuerza del Espíritu Santo, que la promovió y asistió, llevó adelante un servicio a la Iglesia que ha de ser calificado de sobrehumano: en vocaciones, misiones, mártires, teólogos, Colegios y Universidades, combate contra los herejes, gran ayuda en el concilio de Trento, influjo benéfico en otras congregaciones religiosas, etc.

También otras grandes familias religiosas llevaron la fe y la caridad de la Iglesia a muchos ámbitos de las naciones cristianas y en las misiones, que fueron especialmente fecundas en el siglo XIX. Avanzaba Cristo y su Reino, y retrocedía el Demonio y el suyo.

Hago una aplicación de lo dicho a la situación presente de la Iglesia.

 

–La apostasía actual expresa las graduales victorias del Demonio y las derrotas de la Iglesia, que se dio por vencida sin combate. Recordaré algunos casos –no todos principales, pero sí especialmente gráficos–, de los que ya soy testigo desde mi ordenación sacerdotal (1963) hasta hoy.

 

*La Misa dominical.

Muchas Parroquias, Diócesis e Iglesias locales, han pasado en algo más de 50 años de 95% a 10 o 5% de asistentes. ¿Cuál es la causa? Hay  muchas. Pero la principal es que se apagó en grado muy notable la predicación y catequesis del amor a Dios, y que por eso se ignora que hemos sido creados, ya como hombres y más como cristianos, para amar y alabar, glorificar y agradecer a Dios de todo corazón. Para eso hemos sido creados.

Un católico no practicante me decía: «Dejé la Misa, sí. ¿Pero qué saco yo de ir a Misa el domingo?». Ni conoce ni vive el primer y mayor mandamiento de la Ley de Dios. No es cristiano. Ni siquiera es humano… «Alardeando de sabios, se hicieron necios, y trocaron la gloria de Dios incorruptible» por la de las criaturas corruptibles (Rm 1,23). Dan culto al cuerpo, a la riqueza… o a la cabeza de un toro muerto.

Principio y fundamento. [Ejercicios Espirituales, 23]. «El hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios nuestro Señor y, mediante esto, salvar su ánima; y las otras cosas sobre la haz de la tierra son criadas para el hombre, y para que le ayuden en la prosecución del fin para que es criado. De donde se sigue, que el hombre tanto ha de usar dellas, quanto le ayudan para su fin, y tanto debe quitarse dellas, quanto para ello le impiden».

Sin la predicación del amor a Dios y de la gloria y gratitud que le debemos, no hay quien vaya a la Misa dominical, ni viva nada de la vida cristiana. «El justo vive de la fe», «la fe es por la predicación, y la predicación por la Palabra de Cristo» (Rm 1,17; 10,17). Cada persona, cada parroquia, cada Iglesia local se juega la vida –la vida eterna– en recuperar o no el conocimiento y vida de este grandioso Primer mandamiento.

 

*El impudor

Para tratar con brevedad del impudor, que tantas facetas tiene, lo trato aquí en el 1. vestir, 2. de la mujer, y 3. en su forma más extrema: en el bikini, que roza la desnudez total, y que es contraria al sentir de Adán y Eva y a la voluntad de Dios, «que los vistió», como en seguida veremos.

Se inició el bikini hacia el año 1950, y ya en 1965 –optimismo tras la II Guerra Mundial, prosperidad relativa, mayo 1968 de París, triunfalismo postconciliar: «he aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,5)– había logrado el Demonio una implantación social considerable. Obviamente contraria a la voluntad del Creador.

Antes del pecado, Adán y Eva iban desnudos (Gén 2,25), pero, después del pecado instigado en ellos por el Demonio, sintieron vergüenza de su desnudez, y se improvisaron una precaria vestimenta (3,7), que el Señor convirtió en vestido: «Yavé Dios les hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles, y Dios los vistió» (3,21). La Iglesia, ateniéndose a este pudor «natural» primero –de Adán y Eva pecadores– y «sobrenatural» en seguida, al ser establecida por el Creador, mantuvo el pudor durante 19 siglos. Y por las misiones lo transmitió a casi todos aquellos lugares del mundo que no lo conocían todavía.

Las Iglesias católicas locales, después de resistir un tiempo breve la nueva y mala moda, en esos años 60-70 fueron arriando la bandera de combate, y acabarib cediendo a la presión del mundo, la carne y el Diablo. Se dieron por vencidas sin combatir apenas esa degradación, con otras más conexas. Donde yo estaba, en Chile, que yo recuerde, sólo un arzobispo dió una guerra frontal contra la moda perversa. Pero no recibió el apoyo suficiente de sus hermanos Pastores, más bien la contra pasiva. En esas condiciones, el pueblo cristiano, ante una tentación bien fuerte del mundo, la carne y el Diablo, el impudor, quedó inerme. Solo un Resto del Señor, asistida por el Espíritu Santo, resistió y resiste.

Cuando en esos años primeros del ataque (hacia 1965) algunos contemplamos ese claudicación patente de la Iglesia local –sin ser profetas, ni hijos de profetas–, profetizamos: «En pocos años casi todas las mujeres católicas vestirán el bikini. Sólo algunas mártires se resistirán». Previmos lógicamente, era obvio, que si le Iglesia no promovía con fuerza y perseverancia la verdad contra la mentira, arriando la bandera de Cristo, necesariamente se alzaría victoriosa la del Demonio. Y así ha sido hasta hoy.

 Algunos historiadores especializados en los primeros siglos de la Iglesia, afirman que el pudor de las cristianas fue uno de los factores más eficaces de la evangelización: producía en no pocos una revelación fascinante. Y al paso del tiempo, la pérdida del pudor en las mujeres cristianas ha sido una gran fuente de pecados (cf. Mt 5,28), viniendo a ser, con otras causas –modas, cine, televisión, internet, pornografía, revistas, playas– de la embrutecedora idolatría del cuerpo y del sexo, que hoy predomina en el Occidente postcristiano, es decir, apóstata…

Cristo dice por San Pablo:  «Presentad vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, grato a Dios. Éste es vuestro culto espiritual. Y no os ajustéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (Rm 12,1-2).

*La anticoncepción

Otro gran pecado devaluado dn esos mismos años 65: la anticoncepción, procurada con relativa eficacia por medios físicos o químicos, había logrado en poco tiempo una implantación social generalizada. La formidable encíclica de Pablo VI, Humanae Vitae (1968), reprobó ese vicio, falsificador del matrimonio –«procread y multiplicaos, y henchid la tierra» (Gen 1,28). Y promovió la regulación de la natalidad, cuando fuere necesario, por los lícitos medios naturales, que también habían logrado una notable eficacia. Pero muchas Iglesias locales y nacionales, hicieron caso omiso de estas normas y consejos tan preciosos que en esa formidable Encíclica se habían declarado para el bien de la vida cristiana, e incluso para toda la Humanidad.

Muchos fueron los teólogos moralistas –entre ellos el venerado y premiado Bernard Häring (+1998)– que condenaron la Humanae Vitae, con el acuerdo más o menos claro o la omisión –muy clara– de algunas Conferencias Episcopales. La tolerancia con estas gravísimas mentiras, correodora del matrimonio, no fueron ni son sancionadas eficazmente por la Jerarquía católica. Y con todo esto, en el paso de poco tiempo, en un tema de tan gran importancia, con nocturnidad y alevosía, la bandera de Cristo se arrió, y la del Demonio se alzó victoriosa.

Si en una Iglesia local prevalece la anticoncepción (no hijos –no castidad conyugal –no sacerdotes –no parroquias –no vocaciones religiosas –no misiones…), camina hacia su extinción. Por eso, cuando vemos que se hace, por ejemplo, una campaña vocacional, que no se apoya en otra campaña pro-vida, ruertemente contra la anticoncepción, es prudente pensar que tal campaña vocacional  resultará algo tan vano como un globo que se pincha con un alfiler,y que desaparece sin dejar huella. Promover los Seminarios, sin combatir las causas que los están acabando, es una promoción necesariamente ineficaz.

* * *

El mismo proceso derrotista, en muchas cuestiones graves, se viene dando hace decenios en no pocas Iglesias locales de Occidente, pasito a paso, hasta llegar necesariamente a grandes flujos anuales de apostasías. Si no se convierten, afirmando verdades y combatiendo mentiras, irán necesariamente hacia la extinción.

En tales Iglesias pueden hoy hablar y obrar impunemente contra la fe de la Iglesia «católicos» progres, Obispos y Cardenales, teólogos, políticos que votan aborto, adúlteros y divorciados recasados comulgantes, Colegios y Universidades favorables a LGBTIQ+, adictos a la Fraternidad Universal no-en-Cristo, etc. Toda esa miseria queda impune.

Cada vez que la Iglesia claudica en la predicación y defensa de una verdad católica, arría en ella la bandera de Cristo. Y no queda el palo vacío, no: el Demonio levanta al punto en él la bandera de la mentira.

* * *

A Cristo, ascendido a la derecha del Padre, «le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra» (Mt 28,18). Oremos y obremos con paz y segura esperanza.

 

José María Iraburu, sacerdote

 

Post post 1.–Uno: Me dicen que se va a celebrar el año que viene el Jubileo del Año Santo de 2025.¿A qué se dedicará? –Otro. Tratará de los países pobres, el aumento de la natalidad, la acogida de los emigrantes y el respeto a la Creación…

Post post 2.El sacerdote y profesor paraguayo P. Julio Fernández Techera, S.J. publica en InfoCatólica una descripción de la situación actual de la Compañía de Jesús, y la historia que la llevó al precario estado presente. Ad usum nostrorum (o sobre cómo veo a la Compañía de Jesús al comenzar el tercer milenio.

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