(708) Variaciones del poder del Demonio. –Edad Moderna, XVI. –Lutero
Lutero es quizá el impulsor principal de la destrucción del cristianismo en Occidente. Pero obedezcamos a Cristo, que nos mandó: «No juzguéis» (Mt 7,1). Su psicopatología fue tan grave, que no es posible discernir en su vida lo que pueda venir de ella o de una indecible soberbia asistida por el Demonio. O de ambas causas.
«Yo, el doctor Lutero, indigno evangelista de nuestro Señor Jesucristo, os aseguro que ni el Emperador romano […], ni el papa, ni los cardenales, ni los obispos, ni los santurrones, ni los príncipes, ni los caballeros podrán nada contra estos artículos, a pesar del mundo entero y de todos los diablos […] Soy yo quien lo afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en nombre del Espíritu Santo». «No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aun los ángeles. Quien no escuche mi doctrina no puede salvarse».
Si así nos hablara un teólogo ¿no dudaríamos de su salud mental?
Fechas de Lutero. Nace (1489), monje agustino (1505), doctor en universidad de Wittenberg (1512), 95 tesis contra doctrina de la Iglesia (1517), excomunión (1520), se casa con Catalina de Bora (1525), viven en antiguo monasterio agustino secularizado, y tienen seis hijos. Muere en 1546.
–La opinión que tenía de sus contradictores, como los profesores de la Facultad de París, una de las más valiosas de su tiempo, era ésta:
Es «la sinagoga condenada del diablo, la más abominable ramera intelectual que ha vivido bajo el sol». Y la de Lovaina no merecía mejor aprecio: son «asnos groseros, puercos malditos, panzas de blasfemias, cochinos epicúreos, herejes e idólatras, caldo maldito del infierno».
No es de extrañar que rechazara Lutero la invitación que le hizo Carlos V para que discutiera sus doctrinas con teólogos católicos en la dieta de Worms (1521). Lógico. ¿A quién puede interesarle discutir con cerdos endemoniados?… Su opinión era igualmente generosa con las mujeres alemanas: «marranas desvergonzadas»; o los campesinos y burgueses, «unos ebrios entregados a todos los vicios».
–«Yo no impugno las malas costumbres, sino las doctrinas». «Entre nosotros la vida es mala, como entre los papistas». Se equivocan los autores que atribuyen la rebelión de Lutero a su indignación por los pecados y miserias de la Iglesia, especialmente los de Roma. No, ciertamente. Él mismo negó tal suposición. «Yo no impugné las inmoralidades y abusos, sino la sustancia y la doctrina del Papado». «Entre nosotros –confesaba llanamente– la vida es mala, como entre los papistas; pero no los acusamos de inmoralidad, sino de errores doctrinales». Lo mismo pensaba Melanchton: «bellum est Lutero cum impiis dogmatis».
Eran las gravísimas herejías suyas, las que le hacían arremeter contra la Iglesia «herética» sin piedad. «Toda la Iglesia del papa es una iglesia de putas y hermafroditas». Y el Papa en concreto es «un loco furioso, un falsificador de la historia, un mentiroso, un blasfemo»… un cerdo, un burro (promovió Lutero la difusión de imágenes animalescas del Romano Pontífica… Y todos los actos pontificios están «sellados con la mierda del diablo, y escritos con los pedos del asno-papa».
En una sala del Vaticano hay ecuménicamente una estatua de Martín Lutero de color rojo.
–Algunos de sus graves errores
1–El pecado original causó una corrupción total de la naturaleza humana. No una herida, una debilidad, que la gracia del Cristo pueda salvar, como enseña la fe católica. En consecuencia, si está el hombre totalmente corrupto, «la razón es la grandísima puta del diablo, una puta comida por la sarna y la lepra». Y con igual ímpetu condena la voluntad, que evidentemente no es libre, aunque se haga la ilusión de que lo es (1525, De servo arbitrio). «Lo más seguro y religioso sería que el mismo término “libre arbitrio” desapareciera del lenguaje»… Destruye así toda la vida espiritual cristiana, el mérito, la ascética, los votos, la fidelidad a las mociones de la gracia, etc.
2–Todo lo que sea «ley» en la vida cristiana es una falsificación del Evangelio, una judaización del cristianismo: leyes de una Regla religiosa, los mandamientos de la Iglesia, los votos hechos por propia voluntad, todo eso es falso y malo. «Cristo nos redimió de la maldición de la Ley» (Gál 3,13).
Esa frase se refiere a la Ley mosaica, la antigua. Pero Cristo nos dijo «El que recibe mis preceptos y los guarda, ése es el que me ama» (Jn 14,21-24)- Y la Iglesia, desde el principio (concilio de Jerusalén), siempre se ha dado leyes a sí misma. Melanchton, Calvino y otros seguidores de Lutero, no lo acompañaron en su anomía radical, como tampoco modernamente Barth.
3–Sola fides. La pura fe, y no las obras, es la que da al hombre la salvación de Cristo. No importa el bien o el mal obrado u omitido, sino la fe puesta en Cristo Salvador. Sola fides.
«Dios dará a cada uno según sus obras» (Rm 2,6-8). «Los que hayan obrado el bien resucitarán para la vida, y los que hayan obrado el mal, para la condenación» (Jn 5, 29; cf. Dn 12, 2).
4–Libre examen de la Biblia. No hay una interpretación única de sus pasajes, la que enseñe la Iglesia, sino que puede cada fiel o comunidad entenderlos según su conciencia.
Lutero destrozó la Biblia con el libre examen, porque, al enseñarlo, cambió la sagrada e infalible Palabra de Dios, en una variedad innumerable de palabras humanas, contradictorias entre sí. Eso es lo que hizo realmente el que, según dicen sus seguidores, devolvió la Biblia al pueblo cristiano ¡! de modo que volviera a vivir de la Palabra de Dios.
5–En los Sacramentos, niega a la Eucaristía su realidad de sacrificio, niega la transubstanciación, el sacerdocio ministerial del sacerdote ordenado, la sacramentalidad e indisolubilidad del matrimonio, el sacramento de la penitencia…
Los luteranos destruyen otras muy valiosas realidades de la fe. El culto y devoción a la Virgen y a los santos, la sucesión apostólica, la vida religiosa y sus votos, el valor de los sacrificios voluntariamente asumidos, la espiritualidad de reparación, el purgatorio, y otras doctrinas de Padres, santos Doctores, Concilios y Magisterio de la Iglesia.
Los 5 puntos que he señalado dejan claro que, aunque presumen de vivir de la Palabra divina, y no de las enseñanzas de la Iglesia, enseñan y viven en muchos temas graves, como hemos visto, en patente contrariedad con la Palabra de Dios enseñada en la Biblia.
–Falso modo de pensar
El pensamiento católico es unitivo, et et. – Une la Iglesia Católica razón y fe, entendiendo la teología como «ratio fide illustrata» (Vaticano I). Une la Biblia con la Tradición y el Magisterio apostólico (Vaticano II, Dei Verbum 10). Une la gracia y la voluntad humana, que obra el bien con la moción de la gracia. Et et.
El pensamiento luterano es esquizoide, vel vel. – Piensa que “la razón es la grandísima puta del diablo”, y concluye: sola fides. Estima que la conciencia del cristiano está por encima de Padres, Papas y Concilios, y dictamina la soledad del libre examen: sola Scriptura. Afirma que la voluntad del hombre no es libre, y que por tanto no son necesarias las buenas obras para la salvación, y declara: sola gratia.
–Malo con pobres y servicial con ricos
Duro con los pobres. Cuando los campesinos exigieron, primero por las buenas y luego por las malas, lo que estimaban sus derechos, escribe Lutero (1525):
«Al sedicioso hay que abatirlo, estrangularlo y matarlo privada o públicamente, pues nada hay más venenoso, perjudicial y diabólico que un promotor de sediciones, de igual manera que hay que matar a un perro rabioso, porque, si no acabas con él, acabará él contigo y con todo el país».
Muy suave con los poderosos príncipes alemanes, a fin de ganar su favor.
Cuando, por ejemplo, el gran landgrave Felipe de Hessen, casado y con siete hijos, exigió la aprobación de un matrimonio adicional, obtuvo la licencia de Lutero y Melanchton. Este caso patente de poligamia, consumada en 1540, lo justificaron acudiendo al precedente de los antiguos Patriarcas judíos.
–El demonio y Lutero
El Demonio odia a la humanidad, la creación predilecta de Dios, y por eso mismo, por envidia, quiere destruirla, falseándola, revolviéndola con odios, guerras y mentiras, maleándola en todos los modos posibles, el matrimonio, la educación, la política, el arte, el orden político, todo. Pero su odio máximo se centra en la Iglesia, la única que, con la fuerza de Cristo Salvador, su Esposo, es capaz de resistirlo. Ella es la única que en Cristo tiene tanta verdad que es capaz de iluminar las tenebrosas oscuridades del Maligno, Padre de la mentira. Por eso, ninguna obra realizada en este mundo será tan ayudada por el Demonio y todos los suyos como aquella que luche contra la Iglesia. Y eso es precisamente lo que hizo Lutero. Parece, pues, obligado suponer que el Demonio se sirvió mucho de él. «Todo árbol malo da frutos malos… Por los frutos los conoceréis» (Mt 7,17-20).
Es fácil comprobar que la sagrada majestad de las verdades y leyes de la Iglesia, siempre obedientes a las leyes grabadas por Dios en la creación, y siempre fieles a las que dio Jesucristo, el Señor y Maestro, vino a relajarse allí donde se siguió el camino luterano. La alergia espiritual contra autoridades y leyes, que el liberalismo y otras filosofías afines fueron generalizando en las sociedades occidentales, alejándolas cada vez más del orden natural y más aún del cristianismo, tiene en Lutero un impulso primero y potentísimo, que influye en otros grandes fuerzas sociales distintas, y que conduce a la descristianización de las naciones de antigua filiación cristiana y a su corrupción. El derrumbe de gran parte del Cristianismo en las naciones de Occidente tiene sin duda al fondo el non serviam del Diablo.
El aborto, por ejemplo, viene a ser un derecho civil tan aceptado, que ya hay quienes pretenden que sea declarado como un derecho universal inviolable. Su Autor principal es el Demonio, mentiroso y homicida (Jn 8,43-44). En efecto, el aborto es mentira (el feto no es todavía un ser humano) y es homicida (puede matarse: millones de niños no nacidos son eliminados cada año).
Anticoncepción, lo mismo. Antinatalismo extremo, que llega a amenazar la persistencia de naciones… LGTBetc: 20 tipos de sexo, uniones homosexuales, transexuales, competiciones atléticas femeninas aplastadas por un hombre transexual, etc. Todo tipo de errores, hasta los más absurdos, se extienden, su promueven, se imponen –incluso con leyes y penas–, en naciones antes cristianas. Leyes «de progreso», que prohíben con severas penas maltratar a un perro, permiten abortar a un niño sin penalidad ninguna…
«El mundo entero (de Occidente) yace bajo el yugo del Maligno» (1Jn 5,19). El Demonio se ríe, viéndose hoy Príncipe del Mundo más ilustrado y poderoso, antes cristiano: «Esto marcha». Y es Lutero –con otras fuerzas afines – el que abrió la puerta, aunque sea un poco, a todos estos horrores, con su irracionalismo extremo (la razón, puta del diablo), negando la libertad de la voluntad, fomentando la anomía contra la ley y toda forma de autoridad; con su odio a la Iglesia y a su Misa…
El demonio se ríe, cuando ve caer arruinadas por la apostasía partes de la Iglesia Católica. Pero Lutero no se ríe, ni está contento.
–Lutero, espantado de su propia obra
Los resultados de la predicación de Lutero fueron devastadores en la religiosidad del pueblo y en otros aspectos civiles. Y él mismo lo reconoce. «Desde que la tiranía del papa ha terminado para nosotros, todos desprecian la doctrina pura y saludable. No tenemos ya aspecto de hombres, sino de verdaderos brutos, una especie bestial». De sus seguidores afirmaba que «son siete veces peores que antes. Después de predicar nuestra doctrina, los hombres se entregaron al robo, a la impostura, a la crápula, a la embriaguez y a toda clase de vicios. Expulsamos un demonio [el papado] y vinieron siete peores». Cabe comentar: «Por sus frutos los conoceréis».
A Zwinglio le escribe espantado: «Le asusta a uno ver cómo donde en un tiempo todo era tranquilidad e imperaba la paz, ahora hay dondequiera sectas y facciones: una abominación que inspira lástima […] Me veo obligado a confesarlo: mi doctrina ha producido muchos escándalos. Sí; no lo puedo negar; estas cosas frecuentemente me aterran». Y aún preveía desastres mayores. Un día le confiaba a su amigo Melanchton: «¿Cuántos maestros distintos surgirán en el siglo próximo? La confusión llegará al colmo»… Así fue. Y así ha sido en progresión acelerada, hasta llegar a la gran apostasía actual de las antiguas naciones católicas.
–Oremos por Lutero
En algunas de sus declaraciones dice Lutero tales barbaridades que hace dudar de su normalidad psicológica.
«Yo, el doctor Lutero… Ni Papa, ni cardenales y obispos… ni príncipes… podrán nada contra estos artículos [los 95 de Wittenberg], ni el mundo entero y todos los diablos… Soy yo quien los afirmo, yo, el doctor Martín Lutero, hablando en el nombre del Espíritu Santo… No admito que mi doctrina pueda juzgarla nadie, ni aún los ángeles. Quien no escuche mi doctrina, no puede salvarse».
De cualquier teólogo que nos hablara así pensaríamos que su salud psíquica estaba gravemente dañada. Y así lo han indicado varios estudiosos, como Erik Erikson. (+Rasgos psicopatológicos de Martín Lutero, Mikel Haranburu Oiharbide y otros).
Pero por otra parte, algunos escritos suyos expresan sinceramente un amor inmenso a Cristo, Salvador por gracia. Y también hay textos suyos conmovedores sobre la Virgen María… Por eso, la misericordia de Dios y esas dos indicaciones, nos permiten suponer la posibilidad de la salvación de Lutero. Si en un instante anterior a la muerte Dios le da la gracia de orar: «Jesús misericordioso, perdona mis muchos y grandes pecados, y dame por tu pura gracia la salvación eterna. Cristo, ten piedad», seguro que recibe la salvación eterna. Y al orar por Lutero, recordemos que las oraciones de petición al Señor siempre llegan a tiempo.
Oremos por tantos católicos protestantizados, que se afirman en la primacía de la conciencia sobre Concilios, Encíclicas y Doctores católicos; que desprecian las leyes de la Iglesia, como el precepto dominical; que no van a Misa ni se confiesan, que se han casado por segunda vez, viviendo su esposa, y que van a comulgar, porque ahora se puede; que no creen que sus obras realizadas en este mundo vayan a tener unas consecuencias de salvación o de condenación eternas. (Hasta ahí podíamos llegar)… Que, etc.
Oremos con aún mayor empeño por aquellos prelados católicos Excelentes o Eminentes, nombrados por Roma, que no llaman a conversión, que predican la misericordia divina, pero no la necesidad de las obras buenas; que nunca hablan del final de salvación o condenación, ni mencionan palabras como purgatorio, sacerdocio ministerial, sacrificio litúrgico, Órdenes sagradas, votos religiosos, grave pecado de la anticoncepción persistente, respeto y amor por la Trdición… Y que afirman muy seguros: «la teología moral católica, especialmente sobre el sexo, ha de ser cambiada»; necesitamos «una teología nueva», creíble para el mundo moderno; más aún, aspiramos valientemente a «una Iglesia nueva»…
Oremos, oremos, oremos.
Bien ciertos en la fe de que «los poderes del infierno no prevalecerán sobre la Iglesia» (Mt 16,19), vivamos «alegres en la esperanza» (Rm 12,12)
José María Iraburu, sacerdote
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