(641) Espiritualidad 19 – Sacerdotes santos: modos propios de la santidad sacerdotal
–Tengo entendido que los antiguos celebraban los Jueves una hora santa pidiendo por los sacerdotes.
–Los «antiguos», como usted dice, ponían más su confianza en esas reuniones con el Santísimo y otros actos semejantes. Ahora se llevan más «las reuniones» del clero a todos los niveles, a veces también con laicos, y la «renovación» frecuente de planes y de métodos pastorales. O quizá no sea así: vaya usted a saber. No hay metro para comparar situaciones de tiempos diferentes.
–Sacerdocio ministerial y sacerdocio común de los fieles se complementan
No rivalizan entre sí: cuanto más crezca uno, más disminuye el otro. No falta quien dice: «Si disminuye mucho el clero, ¡ésta es la hora de los laicos!»… Esa visión no sólo es falsa, es ridícula. Y contraria a la historia de la Iglesia, cuyos laicos han sido mejores cuando han tenido pastores más numerosos y santos. Y viceversa, cuánto más cristianas han sido las familias, más y mejores han sido los sacerdote y religiosos. Por otro lado, se trastorna y debilita a la Iglesia si, pretendiendo acrecentar en ella la unidad de las vocaciones y su fecundidad apostólica, los laicos son clericalizados, y los sacerdotes son secularizados en vida y ministerios. Pastor y rebaño se pierden entonces juntamente.
El Concilio Vaticano II, por el contrario, dio un gran impulso a la santidad propia del sacerdocio, pero promovió al mismo tiempo con toda fuerza la santidad del laicado, consciente de que una y otra se potencian mutuamente. Y señaló al mismo tiempo la distinción entre ellos.
«Es obligación de toda la Iglesia trabajar […] para establecer rectamente todo el orden temporal y ordenarlo hacia Dios por Jesucristo. Toca a los pastores manifestar claramente los principios sobre el fin de la creación y el uso del mundo y prestar los auxilios morales y espirituales para instaurar en Cristo el orden de las realidades temporales. Y es preciso que los seglares acepten como obligación propia instaurar el orden temporal y el actuar directamente y de forma concreta en dicho orden, dirigidos por la luz del Evangelio y la mente de la Iglesia, y movidos por la caridad cristiana» (Apostolicam actuositatem 7cd).
–La santidad sacerdotal no tiene como fundamento un vínculo natural con los feligreses
La santidad del laico eleva por el Espíritu de Cristo unas realidades entitativamente naturales –el matrimonio, el trabajo, la educación de los hijos, la acción social y política–, lo que le da una forma peculiar. Y también una expresividad propia: el conjunto de la vida laical debe ser significativa de Cristo, pero en sí mismas las acciones que constituyen la trama más frecuente de una vida seglar no son específicamente representativas de la santidad de Cristo: un cristiano ara un campo de un modo semejante a como ara un pagano.
Por supuesto, la espiritualidad laical implica acciones sobrenaturales, como la Eucaristía y los sacramentos. Y no excluye que un laico excepcionalmente pueda santificarse dedicándose a la predicación, a colaborar con la vida litúrgica y pastoral de su diócesis, si así lo quiere el Espíritu Santo en su providencia. Pero no es éste el modo específico de la santidad laical, pues «el carácter secular es propio y peculiar de los laicos» (LG 31b).
Estamos ante dos modalidades de la santidad diferentes. Pero es verdad al mismo tiempo que «una misma es [substancialmente] la santidad de los que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios» (Vat. II, LG 41a)
El sacramento del matrimonio, por ejemplo, purifica, eleva y santifica el amor de los padres por sus hijos. Y esa caridad sobrenatural, diariamente ejercitada, tiene sin duda una base natural de carne y sangre: el amor de los padres por las personas que por don de Dios han engendrado. La caridad pastoral de un sacerdote, por el contrario, tiene en sí misma un fundamento sobrenatural, pues parte y se mantiene por el amor del Buen Pastor por sus ovejas. Un párroco es destinado a una parroquia cuyos feligreses le son desconocidos y no tiene con ellos ningún vínculo natural propio. Puede ser cambiado a otra parroquia, donde seguirá re-presentando a su nuevos feligreses el amor de Dios hacia ellos.
–La santidad del sacerdote tiene una expresividad de Cristo más patente e inmediata
Veámoslo, por ejemplo, en la predicación del Evangelio.
*Los laicos, normalmente, se dedican a trabajos naturales –agrícolas, mecánicos, sanitarios, constructores, etc-–, que sobrenaturalizan por la intención, mucho más alta que los meros frutos económicos: «Ya comáis, ya bebáis, ya hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios» (1Cor 10,31). Puede un laico dedicarse por especial providencia de Dios a evangelizar. Pero lo normal es que lo haga según la exhortación de San Pedro: «Glorificad en vuestros corazones a Cristo Señor, y estad siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza a todo el que os la pidiere» (1Pe 3,15).
*Los sacerdotes, por el sacramento del Orden, son en cambio enviados a predicar el Evangelio «a todas las naciones» (Mt 28,19), sin esperar a que los paganos les llamen y les pidan razón de la esperanza cristiana. Ésta es la misión que el Señor les ha dado: «Proclama la palabra de Dios, insiste con oportunidad o sin ella» (2Tim 4,2);. Ellos glorifican al Señor no sólo de modo, digamos, implícito: «viendo vuestras buenas obras, glorifiquen al Padre, que está en los cielos» ( Mt 5,16), sino con obras y de palabra, pues para eso han sido enviados: «Para mí evangelizar es una necesidad. ¡Ay de mí, si no evangelizara!» (1Cor 9,16). Y por don de Cristo realizan lo más grande de su ministerio: «Haced esto en conmemoración mía» (Lc 22,19): la Eucaristía.
–La santidad sacerdotal ha de ser especial porque es vivir y obrar in persona Christi
Por el sacramento del Orden, el fiel cristiano llamado por Dios, ajustándose al modelo apostólico, «dejándolo todo» ( Lc 5,11; 18,28) –familia, tierra, casa, negocios civiles, libertad personal omnímoda, etc–, en obediencia a su Obispo, Sucesor de los Apóstoles, se dedica enteramente a las obras propias de Cristo: preside, ora e intercede, predica y enseña, bendice, corrige, guía, perdona los pecados, conforta y consuela, educa, alegra, ayuda a bien morir, y celebra diariamente con los fieles el sacrificio redentor de la Nueva Alianza. Y todo lo hace «por Cristo, con Él y en Él». Alter Christus.
Por eso «los sacerdotes están obligados de manera especial a alcanzar la perfección [evangélica], ya que consagrados de modo nuevo a Dios por la recepción del Orden, se convierten en instrumentos vivos de Cristo, Sacerdote eterno, para proseguir en el tiempo la obra admirable del que, con celeste eficacia, reintegró a todo el género humano» (PO 12a)… Cumpliendo fielmente su sagrado ministerio, «se afirman en la vida del espíritu, ya que por las mismas acciones de cada día, como por todo su ministerio, que ejercen unidos con el Obispo y los presbíteros, ellos mismos se ordenan a la perfección de vida» (12c).
San Pablo VI, al escribir la encíclica Sacerdotalis caelibatus (1967), afirma que el sacerdocio ministerial cristiano «solamente puede ser comprendido a la luz de la novedad de Cristo, Pontífice Sumo y Sacerdote eterno» (19). A los Apóstoles, los primeros sacerdotes, les fue concedido «dejarlo todo», familia, trabajo, lugar de vida, «adhiriéndose total y directamente al Señor y preocupados solamente de El y de sus cosas (1Cor 7,33-35). El celibato, concretamente, «por parte de los llamados por el Señor Jesús, [es asumido] con la intención de participar no sólo de su oficio sacerdotal, sino también de compartir con Él su mismo estado de vida» (23). Ese don es recibido por los Obispos, como Sucesores de los Apóstoles, y en la Iglesia católica latina también por los presbíteros, en cuanto «próvidos colaboradores del Orden episcopal» (Lunen gentium 28b).
–Algunas notas finales
*Exaltar el sacerdocio ministerial no rebaja, sino que engrandece el sacerdocio común de los fieles, como la historia ampliamente nos lo muestra. Ya traté de esta cuestión al final de mi anterior artículo (640).
*La santidad en sacerdotes y laicos es substancialmente la misma, pero difiere en el modo. La primera puede y debe ser más potente y patente, más expresiva de Cristo, más continua, más explícita en la comunicación de su Espíritu.
*Así como siempre la Iglesia ha enseñado que el sacerdocio implica una llamada más intensa a la santidad, como ya vimos, siempre ha entendido también que, en principio, un mismo pecado es más grave en el sacerdote que en el laico. No exagera la tradición de los Padres, recogida en Trento, cuando afirma que pecados que en otros serían leves, han de considerarse en ellos intolerables: «levia autem delicta, quae in ipsis maxima essent, effugiant» (Sesión 22, Decret. de reforma, cp.1).
Que un laico, por ejemplo, haga su trabajo motivado fundamentalmente por el deseo de enriquecerse está mal, pero a veces más que un pecado es simplemente inmadurez, falta de crecimiento en la vida de la caridad. Pero que un sacerdote predique, celebre la Eucaristía y los sacramentos, motivado fundamentalmente por el deseo de elevar su situación económica es simplemente un sacrilegio.
*La santidad del presbítero ha de poseer una cierta precocidad, una maduración más temprana, que le permita, una vez recibido el orden sagrado, representar a Cristo y ejercer dignamente sus oficios. Por eso exige la Iglesia que la santidad del sacerdotes madure más rápidamente que en los laicos. Y para conseguirlo dispone en los Seminarios un buen número de años previos a la Ordenación.
Muchas veces, recibiendo el sacramento del Orden, a los 25 o 35 años, es constituido un joven cristiano como aquel que «hace sacramentalmente presente a Cristo [sic], Salvador de todo el hombre, entre los hermanos, no sólo en su vida personal, sino también social» (Sínodo episcopal 1971, I,4). Asume, pues, el nuevo sacerdote ser enviado a una comunidad cristiana –una parroquia, por ejemplo– como pastor, maestro, santificador, modelo y guía. Con la especial confortación sacramental del Orden, los presbíteros asumen en medio de la Iglesia el «ministerio de la reconciliación» (2Cor 5,18), el «glorioso ministerio del Espíritu» (ib. 3,8), y son constituidos como «ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios» (1Cor 4,1), sacramentalmente capacitados por Dios para hablar, obrar, decidir y conducir al pueblo cristiano in persona Christi…
Si falta en el sacerdote esa madurez en el Espíritu, si carece de una cierta facilidad habitual para recibir y cumplir esas gracias ministeriales, es inmediato el grave riesgo de que no realice los actos debidos, o los demore y minimice, o los cumpla mal, en formas degradadas o con intenciones desviadas.
*Lo propio de los padres es dar vida a sus hijos, alimentándola después y acrecentándola por la educación. Por eso es «paternal» el ministerio sacerdotal, porque todo él se orienta a la «comunicación de la vida eterna», por la Palabra de vida, por el Pan de vida. Recordemos lo de San Pablo a los corintios: «Aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, no tenéis muchos padres, pues quien os engendró en Cristo por el Evangelio fui yo» (1Cor 4,15). Pues bien, engendrar y acrecentar en Cristo no es obra de niños ni de espiritualmente inmaduros, sino que es función propia de hombres adultos en el Espíritu Santo.
San Pablo escribía a los corintios recordando la visita que les hizo: «Hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, no os di comida porque aún no la admitíais. Y ni aun ahora la admitís, porque todavía sois carnales. Si hay entre vosotros envidia y discordias ¿no prueba esto que sois carnales y que vivís a lo humano? (1Cor 3,1-3).
La descristianización de una comunidad cristiana –parroquia, diócesis– comienza por la falta de santidad en los sacerdotes. «Les daré adolescentes por príncipes, y serán gobernados por muchachos» (Is 3,4)… ¡Ay de nosotros, sacerdotes, si no somos santos! Y ay de nuestro pueblo cristiano.
¡Danos, Señor, sacerdotes santos!
José María Iraburu, sacerdote
12 comentarios
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JMI.-Las cristianas consagradas al Señor, dejándolo todo, con votos incluso recibidos litúrgicamente por la Iglesia, están también llamadas a una especial santidad.
Pero todo esto habrá que confrontarlo con la realidad que nos rodea, y a mi personalmente me resulta muy difícil no caer en juicios, aunque mas bien pretendo que no sean mas que opiniones discutibles.
Decir que el sacerdote representa a Cristo sacramentalmente supone mucho y muchas cosas (no solamente presidir el culto, la oficina parroquial y algo de coordinación de grupos).
La mayoria son buena gente, bien intencionados, lo principal del ministerio lo llevan con bastante dignidad, no son del todo inaccesibles..........aunque esa entrega radical y total, ese desvivirse por los demás, de ir a los alejados, a las periferias; como que más bien poco; no son consumistas y ostentosos, pero tampoco se desentienden del money del todo, ni mucho menos.
Esa es mi visión general del clero, pero es una visión muy simple y poco matizada, es verdad.
En fin, a los laicos también se nos podía decir infinidad de cosas, claro que sí. No se trata de poner verde a nadie, simplemente de tener una visión crítica y ecuánime.
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JMI.-En esta breve serie sobre los sacerdotes, y concretamente en este artículo, yo me ha limitado a transmitir la doctrina y la exhortación tradicional de la Iglesia y de tantos santos y doctores.
Yo tengo entendido, padre Iraburu, que hay unas cuantas y cuantos "modernos" de a pie que, hoy por hoy, ofrecen horas de oración, de adoración, sus comuniones diarias, su trabajo en la vida ordinaria...en fin, sus pequeñas vidas, y todo el bien que puedan hacer en ellas, por la santificación de los sacerdotes.
Estamos todos bajo la misma bandera, la bandera de Cristo Rey. Si tenemos sacerdotes santos, ganaremos más almas para el Señor. Si no, esas mismas almas -u otras- serán arrebatadas por el enemigo... para toda la Eternidad. Así que recuerden siempre las palabras de San Vicente de Paul a esos hijos predilectos del Señor, los sacerdotes, que estén atravesando especiales dificultades en su ministerio: "En nombre de Dios, sea usted valiente y no se rinda: se trata de la Gloria de Dios, de la salvación de quizá un millón de almas y la santificación suya".
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JMI.-Oremos, oremos, oremos. Unos por otros.
Bendición +
¿ Cual es el grave problema ?, pues las Familias católicas están decreciendo en número, y sustituyendose por otras formas de convivencia. Y la primera evangelizadora que inspira las vocaciones sacerdotales y afianza el católicismo es la Familia.
"La mies es mucha y los obreros pocos". Hay mucho por hacer en este mundo para extender el Reino de Cristo, como rezamos en el Padrenuestro, "venga su Reino" entre nosotros. Un drama en nuestro tiempo es el descenso de vocaciones sacerdotales. Hay un pais donde el dinero condiciona a que sean aceptados o no los fieles y ello es un escandalo, y la obediencia se debilita. Necesitamos santos imposibles " de donde el Espiritu santo disponga con su gracia ".
Cristo necesita de nuestra colaboración. La Iglesia - decía - Benedicto XVI - no crece gracias al proselitismo, sino que crece por atracción, por testimonio, y también se necesita mucha santidad entre los laicos y su testimonio. El testimonio es urgente, pero de todos, pues todos somos Iglesia. Incluso, Santa Teresa del Niño Jesús, fue nombrada Patrona de las Misiones.
Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles " una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo" (CIC can. 208; cf. LG 32).
Porque hay en la Iglesia diversidad de ministerios, pero unidad de misión. A los apóstoles y sus sucesores les confirió Cristo la función de enseñar, santificar y gobernar en su propio nombre y autoridad. " Pero también los laicos, partícipes de la función sacerdotal, profética y real de Cristo, cumplen en la Iglesia y en el mundo la parte que les corresponde en la misión de todo el Pueblo de Dios" (AA 2). En fin, "en esos dos grupos, jerarquía y laicos, hay fieles que por la profesión de los consejos evangélicos (...) se consagran a Dios y contribuyen a la misión salvífica de la Iglesia según la manera peculiar que les es propia" .
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JMI.- Ánimo. Oremos, oremos, oremos.
Bendición +
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JMI.-Puede reclamar en juicio eclesiástico, si reciben su denuncia. Puede allanarse a la dimisión que le han impuesto. Puede hacer muchas cosas diversas y cada una de ellas de diversos modos. No puedo responder preguntas como ésta. Lo siento.
El asumir la responsibilidad del pecado es el punto de partida para que el Señor pueda perdonar el pecado.
Creo que es un tema que no conocemos bién. Se dice Dios te bendiga, cuando se quiere reconocer que alguien dice o hace algo bueno.
Se bendice una casa o se pide una bendición para un viaje, como protección ante los malos espiritus.
También el exorcismo es una bendición, en ese caso para expulsar al demonio.
Como también que no es lo mismo bendecir a una persona que bendecir una unión ilegal, entiendo que todas las personas pueden ser bendicidas, idependientemente del estado de su alma. Esto creo no está muy claro.
Seria bueno esclarecer este tema, y también quién puede dar los distintos tipos de bendiciones.
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JMI.-Al final de mis post, siempre va el Indice de post publicados. Entre en él y verá que de bendiciones y exorcismos se trata en los artículos 221-227. En el 222 concretamente de las Bendiciones.
Bendición +
Dada la grave situación que está viviendo la Iglesia Católica en relación con el quasi cisma de los obispos alemanes y en especial con la carta del Cardenal Ladaria a los obispos estadounidenses le rogaría nos pudiese iluminar con su sabio criterio y discernimiento como en el pasado nos alumbraba con sus advertencias en “Reforma o apostasía”
Estamos rezando y confiamos en Dios providente pero sentimos que muchos católicos andan perdidos como ovejas sin pastores auténticos y valientes.
Afectuosamente ruego sus valoraciones, consejo y bendición.
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JMI.-InfoCatólica, en noticias, opinión, blogs, irá respondiendo como acostumbra, dando fe y esperanza, según vayan evolucionando las cosas en Alemania.
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JMI.-Así es. Exactamente.
Bendición +
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