(479) Evangelización de América –22. El gran desarrollo urbanístico y poblacional
–¿Y cómo los españoles, siendo tan pocos, pudieron realizar un desarrollo tan grande y rápido?
–Porque todo –descubrir y conquistar, construir y poblar– todo lo hicieron juntamente indios y españoles.
Para conocer de verdad la evangelización de América es necesario reconocer los valores cívicos, culturales y sociales que allí se realizaron a la luz de Cristo. O dicho en forma negativa: quienes denigran, a veces en forma total, la civilización cristiana que España implantó en América con la admirable colaboración de los indios, se ciegan para apreciar debidamente la calidad de aquella evangelización.
Esa denigración hispanófoba y anticatólica, autora permanente de la leyenda negra, ha sido y es impusada por el protestantismo, las naciones rivales de España, la Ilustración, el liberalismo, algunos partidarios del criollismo independentista –no todos–, la teología de la liberación, el indigenismo nacionalista y el mundo anticristiano en general. Esa colección de grandes mentiras sólo puede ser vencida por la exposición verdadera de los hechos históricos.
Expondré esos hechos apoyándome en buena parte en el reciente libro de María Elvira Roca Barea, Himperiofobia y Leyenda negra. Roma, Rusia, Estados Unidos y el Imperio español (Siruela, Madrid 2017, 481 pgs). Citaré la obra con la inicial de Roca y el número de la página: p. ej., (R-293).
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–Las regiones americanas nunca fueron «colonias», sino partes integrantes de la Corona de Castilla
Esta verdad, muchas veces afirmada y demostrada por los mejores historiadores hispanistas, españoles o extranjeros, es necesario reconocerla para conocer la evangelización de América. Roca Barea cita en esto a Philip W. Powell:
«El concepto básico del Imperio español no fue lo que nosotros llamamos hoy día “colonial”. Más bien puede calificarse como el de varios reinos [hispanos] de ultramar oficialmente equiparados en su categoría y dependencia de la Corona con los similares de la Madre Patria […] En general, la Corona no intentó imponer en América algo extraño o inferior a lo que regía en la península» (El árbol del odio, Porrúa, Madrid 1972; R-294). Los mexicanos de la Nueva España, p. ej., eran tan españoles como los andaluces o los catalanes, fueran indios americanos o españoles emigrados al Nuevo Mundo.
No es fácil comprender cómo algunos historiadores extranjeros o incluso españoles sigan empleando el lenguaje y la ideología colonial (colonia-metrópoli) tratando de la España americana de los siglos XVI-XVII y XVIII. En los estatutos de la Cofradía de la Sma. Resurrección (Roma, 1580), recordémoslo como ejemplo, se establecía:
«Siendo esta cofradía propia de la Nación española es necesario que el que tuviere de ser admitido a ella sea español y no de otra nación: la qual qualidad de ser español se entienda tener por el dicho effeto tanto el que fuere de la Corona de Castilla como de la de Aragon y del Reyno de Portugal y de las islas de Mallorca Menorca Cerdeña e islas y tierra firme de entrambas Indias sin ninguna distinción de edad ni de sexo ni de estado» (R-296).
–La fundación de poblaciones, prioridad permanente
España fue enviada por Dios a América, mediante Roma, para formar un Mundo Nuevo cristiano. Ahora bien, para que el Evangelio pudiera llegar a muchos indios, dándoles un marco de vida cristiano, para establecer la catequesis, el domingo y la semana, iglesias, escuelas y hospitales, para erradicar la poligamia, las guerras continuas, las costumbres obscenas, crueles, brutales, lo primero de todo era establecer asentamientos, poblaciones y ciudades, espacios favorables de vida en común que dieran a españoles y a indios un orden social, normas cívicas y religiosas, mantenidas por la autoridad de españoles indios y peninsulares. Y eso es lo que España procuró y realizó desde el prinicipo en los reinos de ultramar.
Continuaban así los españoles en América, con experiencia, el impulso fundador que en la reconquista de España, sujeta a los invasores árabes del Islam, había conducido a la conquista final del reino de Granada en 1492, año del descubrimiento del Nuevo Mundo. Conquistar y poblar.
–La fundación de ciudades, concretamente, se realizó con extremo cuidado y orden
Muy al principio tuvo gran influjo la Organización urbana ovandina, en 1502, establecida por el gobernador de La Española, fray Nicolás de Ovando, y desarrollada más tarde por Alonso de Ojeda –personajes que ya conocemos–. Desde 1535, se siguió también el modelo mendoza, impulsado por Antonio de Mendoza, virrey de México. Y partiendo de estas experiencias, en 1573 se decretó el Plan de Ordenamiento Urbano de las Indias, aprobado por el Consejo de Indias.
El Plan exigía que la nueva fundación fuera precedida de estudios sobre la condición de la tierra, las aguas, los vientos y temperaturas, así como su funcionalidad estratégica y comercial. Disponía la elección local de alcaldes, cabildos, corregidores, audiencias, oficios y artesanías principales. Favorecía el mestizaje. Y planificaba con especial cuidado la disposición de plazas, edificios y calles. El plano de la nueva población se trazaba a cordel, partiendo de una plaza central –la plaza de Armas, presente todavía en muchas ciudades hispanas de América–., en la que estaba el templo principal, el cabildo y otros edificios importantes. Desde la plaza se trazaban líneas rectas en las cuatro orientaciones (N, S, E, O), con manzanas cuadradas (cuadras) o rectangulares. Iglesia y hospital, escuelas y comercios, talleres, viviendas, amplios parques y jardines, todo debía desarrollarse con orden y concierto.
–Innumerables ciudades y poblaciones en la América hispana
Ya en el siglo XVI nacen numerosas ciudades hispanoamericanas, que pueden a veces contarse entre las más bellas del mundo. El turismo así lo reconoce con su voto internacional. Como también reconoce que en ellas, el casco antiguo, el barrio antiguo de estilo mal llamado «colonial» –es el estilo hispano-indiano–, procedente de los siglos XVI y XVII, forma la parte más atrayente de la ciudad. Y gracias a Dios suele estar cuidado y restaurado como prioridad indudable.
Recordemos los nombres ilustres de las ciudades hispanoamericanas más antiguas. La lista la he juntado yo como he podido, es decir, malamente. Faltarán unas y sobrarán otras. Algunas –como México, Tlaxcala, Cuzco– fueron refundaciones. Pero valga el listado que sigue para dar una idea de lo que fue el formidable desarrollo de la América hispana en el siglo XVI, cuando la España peninsular apenas llegaba a los 7 millones de habitantes. Fue un desarrollo urbano y poblacional tan grande como quizá nunca se ha producido en el mundo ni antes ni después.
Santo Domingo, La Española 1496. –Puerto Rico, San Juan 1508. –Panamá: Nombre de Dios, 1510; Panamá 1519. –Cuba, Baracoa 1511; Trinidad, 1514, Camagüey 1514, Santiago 1515, La Habana 1519; –Venezuela, Cumaná 1515, Coro 1527, Caracas 1558. –México, Vera Cruz 1519; Tlaxcala 1520, México 1521, Puebla de los Ángeles 1531, Querétaro 1531, Oaxaca 1532, Morelia 1541, Guanajuato 1546, Durango 1563, Aguascalientes 1578, San Luis 1596. –Nicaragua, Granada 1524. –Colombia, Santa Marta 1525, Cartagena de Indias 1533; Cali 1536; Pasto 1537; Santa Fe de Bogotá 1538. –Perú, Cuzco 1530, Piura 1532; Lima 1535, Ayacucho 1540. –Ecuador, Quito 1534, Guayaquil 1534. –Chile, Santiago 1541, La Imperial 1551. –Bolivia, Sucre 1538, Potosí 1545. –Argentina, Buenos Aires 1536, Santiago del Estero 1553; Córdoba 1573, Salta 1582. –Honduras, Tegucigalpa 1578. Son todas ciudades existentes hoy; algunas, como Buenos Aires o México, con más de 20 millones de habitantes. Como es obvio, a esta lista de ciudades habría que añadir los nombres de muchos cientos de poblaciones menores. Este enorme desarrollo urbanístico y poblacional continuó ampliamente en el XVII y XVIII.
¿Y cómo los españoles, siendo tan pocos, pudieron construir en un siglo tantas ciudades? Todas ellas fueron edificadas por los españoles y los indios. Como también las conquistas fueron siempre realizadas por los españoles y los indios. Conquistando, edificando y poblando juntos, los españoles y los indios formaron el grandioso mundo de Hispano-américa.
–Las ciudades en la América no-hispana fueron muy pocas y menos antiguas
En Brasil se inician las ciudades más tarde, en el XVII (San Luis, 1612; Belem, 1616). Y lo mismo en la América del Norte anglosajona, cuyo primer asentamiento –sólo un fuerte en su principio– fue Jamestown, Virginia 1607. También del XVII son Boston 1630, Annapolis 1649, Filadelfia 1682. Otras ciudades, también antiguas, fueron fundadas por españoles (San Agustín 1565, Miami 1567, Santa Fe 1598, San Antonio 1718, Los Ángeles 1769, San Diego 1769). Estaban situadas en el norte de México, en la amplia zona que los Estados Unidos sustrajeron a la nación mexicana en vergonzosos acuerdos.
–Por qué la enorme diferencia poblacional en el Sur y el Norte de América
El Imperio español entendió su acción en América como una evangelización del Nuevo Mundo, es decir, como una ampliación de sí mismo, dispuesta por Dios providente. Y esa convicción es la que causó en las Indias un formidable desarrollo urbanístico y poblacional. Desde el principio los Reyes Católicos impulsaron ese fin con sus leyes: en la prohibición de la esclavitud en la real cédula de 1500, ya antes exigida por la Reina Isabel en 1495; en la plena legitimación de los matrimonios mixtos, establecida en la cédula real de 1514, que procuraba favorecer la evangelización, evitar la cohabitación fornicaria, y fundir a los cónyuges en la unidad hispano-indiana, consolidando así el crecimiento demográfico mestizo. Ésas y tantas otras leyes y ordenanzas procuraron ese mismo fin..
Por el contrario, «cuando los ingleses llegaron a América simplemente no supieron qué hacer» (R-345). Se dedicaron a trabajar aisladamente las propiedades conseguidas –tierras, ganados, cultivos–, a defenderlas de bandidos y cuatreros, y a expulsar o eliminar a los indios, que ellos consideraban incapaces de asimilar la civilización y el cristianismo. «En el Norte se exterminó a los indios, no por racismo sino porque era imposible hacer otra cosa, ya que para trabajar no servían [!]» (R-337). Comparar los planteamientos fundamentales de España en América con los vigentes en la América del Norte es como comparar un potente automóvil con un triciclo infantil. Sigue explicando María Elvira Roca:
«Los españoles llegaron a América en 1492, y en cincuenta años habían conquistado más de 15 millones de kilómetros cuadrados. Los prófugos del Mayflower arribaron a la costa en 1620, y ciento cincuenta años después, el territorio que habían podido controlar era aproximadamente como España. No es esta flaca expansión la que se debe comparar con el Imperio español, sino la que tuvo lugar desde 1783, fecha de la independencia de Estados Unidos, que en sesenta años multiplica por ocho su superficie con la compra de Luisiana, la incorporación de Florida, la compra de Alaska y la anexión de territorio mexicano por el tratado de Guadalupe Hidalgo. En uno y otro caso, el español y el estadouniense, el procedimiento de expansión es la replicación de sí mismo, no la creación de una colonia, como son los casos de Inglaterra, Francia u Holanda» (R-344).
Señor, «danos tu luz y tu verdad» (Sal 42,3).
En esto y en todo.
José María Iraburu, sacerdote
Bibliografía de la serie Evangelización de América
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