(15) El adulterio –y II
–Leí el post anterior y el caso Pavarotti me vale, pero el caso Martini no, porque es aislado.
–¿Aislado? Sus declaraciones recibieron muchos apoyos. Según los directores de Vida nueva y de Religión digital, por ejemplo, representan el pensamiento de una gran parte de la Iglesia. Y es verdad.
Adulterio-perverso y adulterio-mal-remedio. En el post precedente cité yo intencionadamente dos casos muy especialmente escandalosos: el adulterio de Pavarotti, que termina en la apoteosis catedralicia de Módena, y las increíbles declaraciones de un Cardenal partidario de que la Iglesia cambie su doctrina y su modo de tratar a los cristianos «divorciados que han vuelto a contraer matrimonio» (sic). Lo hice para mostrar hasta qué punto el horror al adulterio ha ido derivando a una tolerancia próxima a la complicidad.
Es importante afirmar, sin embargo, que muchos cristianos que caen en situaciones estables de adulterio no lo cometen por una maldad semejante a la de Enrique VIII, Pavarotti y esas estrellas de cine que escandalizan al mundo con una serie interminable de adulterios –vuelven de hecho a la poligamia, a una poligamia sucesiva–, sino que incurren en él unas veces porque, habiendo abandonado la vida cristiana de oración y sacramentos, no han podido guardar vivo el amor conyugal en caridad y abnegación, perdón y cruz; otras veces, porque se han permitido fugas afectivas que han llevado más allá de lo que se quería en un principio; otras, por una compasión falsa, aparentemente caritativa, que trae paz y alegría, también aparentes, donde antes era todo guerra y tristeza; otras, por seguir atendiendo a los hijos habidos; etc. Son siempre adulterios-mal-remedio, en los que el remedio es mucho peor que la enfermedad.
Pues bien, no es posible describir la gama de variantes posibles entre el adulterio-perverso y el adulterio-mal-remedio. Pero en todo caso, el substantivo adulterio se da en ambos casos y en las mil situaciones intermedias posibles, es decir, se da siempre que después de la separación del matrimonio, se afirma una nueva unión estable. Entonces, la voluntad del hombre se enfrenta con la voluntad de Dios y prevalece establemente sobre ésta. El cristiano se autoriza a vivir en una situación objetivamente contraria a la voluntad de Dios. El adulterio, pues, es un pecado muy grave.
Y como todos los pecados, no es simplemente la realización de un acto éticamente malo. No. La esencia de todo pecado, también la del adulterio, está en el rechazo de Dios. Cuando David comete adulterio con Betsabé, el profeta Natán le dice: «¿cómo, menospreciando a Yavé, has hecho lo que es malo a sus ojos?». Y confiesa David: «He pecado contra Yavé» (2Sam 11-12); «contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces» (Sal 50,6).
La misericordia de Cristo con los pecadores se revela frecuentemente en los Evangelios, hasta el punto que sus adversarios le acusaban por ello: «éste acoge a los pecadores» (Lc 15,2). Hay, concretamente, un gran amor misericordioso en el encuentro de Jesús con la samaritana adúltera: «cinco maridos tuviste, y el que ahora tienes no es tu marido» (Jn 4,18). Y hay también Cristo una gran bondad misericordiosa cuando todos, ateniéndose con gusto a la ley de Moisés, se disponen a apedrear a aquella mujer sorprendida en adulterio ocasional. Él la defiende y le da su perdón (Jn 8,1-11).
Pero la misericordia de Cristo es perfecta: perdona el pecado, pero no deja al pecador cautivo de él, sino que lo libera por su gracia. No solo perdona el pecado, que es muerte, sino que da nueva vida, resucita al pecador. Nuestro Salvador no se limita a acoger con bondad a los pecadores, sino que les llama a conversión, y por la fuerza de su gracia les da arrepentimiento, perdón y propósito de abandonar su pecado: «vete y no peques más» (8,11).
Un falso amor a Dios lleva a tolerar o aprobar el adulterio. Disociar amor a Dios y cumplimiento de sus mandatos es hoy una herejía relativamente frecuente entre los católicos. No pocos de ellos piensan, siguiendo a Lutero, que en el Evangelio de Cristo impera solamente la caridad, el amor, pero no la ley de Dios, y mucho menos la ley eclesiástica, ya que una espiritualidad de cumplimiento de leyes vendría a ser una judaización del cristianismo. Por el contrario, la misma Biblia muestra claramente la falsedad de esa doctrina.
Los libros más antiguos de la Biblia dicen ya que los fieles de Dios son «aquellos que le aman y guardan sus mandatos» (Deut 7,9). Es ésta una fórmula clásica, que se repite en muchos libros de la sagrada Escritura. El hombre solamente logra su salvación amando al Señor con todo el corazón y obedeciendo sus mandatos. Y así como el amor al Señor ha de ser total, con todas las fuerzas del alma, sobre todas las cosas, sin límites, así ha de ser la obediencia a Él, total y sin límites. Llegado el caso, el cristiano ha de ser «obediente hasta la muerte, y muerte de cruz» (Flp 2,8). Jesús entiende de este modo su propia muerte, y quiere que se contemple su Cruz como la epifanía simultánea de un amor y de una obediencia al Padre que no tienen límites: «conviene que el mundo conozca que yo amo al Padre, y que, según el mandato que me ha dado el Padre, así hago. Levantáos, vámonos de aquí» (Jn 14,31). Y del Cenáculo van a Getsemaní y a la Cruz.
«Los que aman a Dios» y «los que guardan sus mandatos» son los mismos, ya que no es posible amar al Señor sin obedecerle. Notemos, por otra parte, que nuestro Señor Jesucristo afirma su majestad divina al aplicarse a sí mismo esa fórmula tradicional sagrada. Así dice en la última Cena: «si me amáis, guardaréis mis mandamientos» (Jn 14,15), y «si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor» (15,10). Por tanto, volviendo a nuestro tema, los cristianos que viven establemente en adulterio deben reconocer a la luz de la fe que no pueden amar fielmente a Cristo si no cumplen sus mandatos: «vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15,14). Si unos cristianos se resisten a hacer lo que Cristo manda, ¿a dónde irán entonces, si ni siquiera pueden unirse a Cristo en la Eucaristía? «Si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros» (Jn 6,53). ¿O es que piensan que el hombre puede salvarse a sí mismo, separado de Cristo? El hombre se salva haciéndose amigo de Cristo y cumpliendo con su gracia sus mandatos. Él es el único Salvador de los hombres.
Un falso amor al prójimo lleva también a tolerar o aprobar el adulterio, al menos en ciertos casos concretos en que parece «la mejor solución» o siquiera «el remedio menos malo». «Viéndoles ahora tan felices, después de haberles visto sufrir tanto, ¿cómo arruinaremos su paz aplicándoles sin piedad el yugo de la ley?». Una vez más es la Palabra divina la que revela la verdad de todas las cosas.
1.– «Mi yugo es suave y mi carga ligera» (Mt 11,30). Todo el que declare insufrible y aplastante el yugo de los mandatos de Cristo es un blasfemo. No ha llegado a la fe o ya la perdió, pues la fe afirma todo lo contrario, y así lo expresa en la oración: Señor, «guíame por la senda de tus mandatos, porque ella es mi gozo» (Sal 118,35; salmo 118 entero). El verdadero creyente sabe que perdiendo su vida, la gana, y guardándola, la pierde (Lc 9,23-24).
2.– Amor a Dios y amor al prójimo se exigen y verifican mutuamente. Así como no cualquier amor a Dios es verdadero –puede ser orgullo, puritanismo, manía, egoísmo, miedo morboso al mundo, soberbia, vanidad y tantas otras cosas–, también no cualquier amor a nuestros hermanos es genuino y verdadero –puede ser interés, falsa compasión, deseo de ser apreciado por los otros y de conservar gratificaciones sensibles, etc.–. Solo es plenamente verdadero aquel amor que busca el bien temporal y eterno de la persona amada.
La inseparabilidad de esos dos amores nos viene enseñada por San Juan, el gran maestro de la caridad. El amor al prójimo verifica el amor a Dios: «si alguno dijere: amo a Dios, pero aborrece a su hermano, miente… Quien ama a Dios ame también a su hermano» (1Juan 4,20-21). Y el amor a Dios, con obediencia a sus mandatos, verifica el amor al prójimo: «conocemos que amamos a los hijos de Dios en que amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos» (5,2).
¿Y por qué estas verdades sobre el matrimonio, el divorcio y el adulterio no se predican con más frecuencia y claridad? Por miedo a la Cruz. El Apóstol lo tenía muy claro: «si aún buscase agradar a los hombres, no sería siervo [fiel] de Cristo» (Gál 1,10; cf. 1 Cor 10,33; 2Cor 12,15; 1Tes 2,4).
Juan el Bautista y Cristo sufren la muerte por predicar la verdad del matrimonio. El primer martirio evangélico, el que sufre San Juan Bautista, se produce justamente porque el profeta reprueba en público el adulterio del rey Herodes: «no te es lícito tener la mujer de tu hermano» (Mc 4,18). Y también Cristo es odiado por predicar ese mismo Evangelio. Los rabinos, expedidores de libelos de repudio, odian a Jesús, entre otros motivos, porque prohibe los divorcios, afirmando que son contrarios a la ley de Dios. Cuando unos fariseos le preguntan a Jesús «para tentarle si es lícito repudiar a la mujer por cualquier causa» (Mt 19,3), están tratando ciertamente de hacerlo odioso ante el pueblo por su doctrina santa sobre el matrimonio indisoluble. Son ellos principalmente los que le llevan a la Cruz. Liberar al pueblo cristiano del divorcio y del adulterio a Cristo le cuesta la vida, lo paga con su sangre. Pero vengamos a nuestro tiempo.
El horror a la cruz, unido a la pérdida del temor de Dios, es lo que permite a los cristianos adúlteros permanecer en su pecado; y es también la causa principal del silencio aprobatorio de tantos sacerdotes y laicos. Es evidente que hoy la impugnación del adulterio es una predicación martirial, como lo fue en tiempos del Bautista y de Cristo. Es hoy una predicación suicida, martirial, aquella que puede traernos el distanciamiento o incluso quizá el odio de los hombres, en ocasiones de aquellos que nos son más queridos: los familiares y amigos. Es una predicación terrible, que puede ocasionar para siempre dolorosas separaciones. «No penséis que yo he venido a poner paz, sino espada. Porque he venido a separa al hombre de su padre», etc. (Mt 10,34-38). Está claro: nada hay en este mundo tan peligroso como afirmar la verdad y negar el error. Pero ésa es justamente la predicación del Bautista, de Cristo, de Esteban, de Pablo. Y ésa es la predicación de la Iglesia, que, por ejemplo, en el caso de Enrique VIII, por ser fiel a la palabra de Cristo, perdió el gran reino de Inglaterra.
¿Por qué Juan el Bautista osaba decir en público al rey Herodes, «no te es lícito tener la mujer de tu hermano»? ¿No sabía que podía costarle la cabeza? Lo sabía perfectamente. Pero quería dar a Herodes la palabra de Dios que le llevara a conversión, y que alejara del pueblo el escándalo de tan gran pecado. Y entonces, ¿qué impulsaba esa denuncia suicida del Bautista, el odio o el amor? Indudablemente, el amor. Tanto amaba el Bautista al rey y al pueblo que quiso darles vida diciéndoles la verdad, bien consciente de que proclamarla iba a ser muerte para él. ¿Puede haber un amor más grande a los hermanos?
Juan Pablo II, sin temor a la Cruz, porque ama de verdad a los hombres, se atreve a decirles la verdad. En la encíclica Familiaris consortio, de 1981, afirma que el divorcio, seguido de una nueva unión, es hoy «una plaga que, como otras, invade cada vez más ampliamente incluso los ambientes católicos» (84).
Al final de su gran encíclica sobre el matrimonio, trata de sus falsificaciones actuales: matrimonios a prueba, uniones de hecho, matrimonios civiles, divorciados que se casan de nuevo, etc. (79-84). Reafirma la norma de la Iglesia de «no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos mismos los que impiden que se les admita, ya que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía» (84). Prohibe a todo sacerdote efectuar «cualquier tipo de ceremonias para los divorciados que vuelven a casarse». Encarece que tanto el pastor como la comunidad cristiana oren por quienes viven conyugalmente en situaciones irregulares, les acojan y les asistan en todo lo que puedan. Y finalmente, llama insistentemente a conversión, concretamente a los que viven en adulterio, pues la Iglesia está firmemente convencida de que «pueden obtener de Dios la gracia de la conversión y de la salvación, si perseveran en la oración, en la penitencia y en la caridad».
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
32 comentarios
Le explico por qué he eliminado su comentario, transcribiendo una respuesta de (14), que di a Aquilifer (14-7-2009, 19,34hs)
"Una miaja cauteloso sí que procuro ser al escribir mis post. Pero no por miedo personal, sino procurando el mayor bien de los lectores, y no dañarles, sobre todo a “los pequeños”.
"Ya comprende usted que los temas de mi blog son sumamente vidriosos. A un eclesiástico, como el Card. Martini, que pública y gravemente ofende a la Iglesia en sus escritos, alabados por toda la progresía católica, le contra-digo claramente, citando sus palabras, con todas mis fuerzas de argumentación. Pero si el Sr. Arzobispo de Módena, del que no se han oído nunca comportamientos anti-Iglesia como los antes aludidos, se equivoca en algo –a mi entender–, como en los funerales de Pavarotti, señalo la maldad del acto, pero mantengo un respeto por su persona, de la que me cuido incluso de dar el nombre.
"En estos discernimientos prudenciales unas veces acertaré y otras no. Pida usted al Señor que me ayude siempre, y a la Virgen, bajo cuyo amparo vivo".
Javier,
en mi blog REFORMAS O APOSTASÍA se indican con frecuencia graves errores doctrinales y abusos disciplinares frecuentes en la Iglesia. Si los lectores, con su mejor voluntad, según van leyendo, van acusando nominalmente de esos errores y abusos a tal Obispo, al Cardenal cual, a Don Fulano de Tal, párroco de Tal Sitio, llegamos en este blog a donde no conviene. Pide al Señor que "modere" el blog según una prudencia no carnal, sino la del Espíritu Santo.
Y gracias.
Tengo varias dudas, no sobre la doctrina sino sobre cómo aplicarla en situaciones concretas:
¿qué hemos de hacer con amigos que viven en adulerio? Evidentemente, no podemos aprobar su conducta, y deben saber que no la aprobamos. Pero, una vez notorio nuestro reproche, ¿cómo tratarles? Seguir con la amistad puede que dé la impresión de que en el fondo aceptamos su situación (no vamos a estar todos los días diciendo lo que hacen mal). Pero romper la amistad también puede suponer que dejen de tener contacto con personas que intentan vivir la fe, y desconectados de todo ambiente católico acabarán viviendo más alejados todavía de la Iglesia.
Los caminos del Señor son inescrutables. Me separé hace 17 años, tras abandonar la fe que me había sostenido. El proceso fue sencillo: Todo empezó con una acto de soberbia- que por el poco espacio de este lugar, no puedo explicar- dejé de creer en la divinidad de Jesús y en consecuencia en la Iglesia Un tiempo después esculpí mi propio dios. Finalmente me convertí en un agnóstico y en este estado de mi pobre espíritu me "arme de valor" para plantear el divorcio.
De espaldas a Cristo, mi promiscuidad fue profusa, hasta rebosó todo mi ser y sentí hastío de mi vida, por lo que comencé a tener "relaciones estables" es decir, adulterios monógamos. Tuve una hija a la que he atendido y atiendo como padre, de una de esas relaciones estables adúlteras, o si prefieren , pareja de hecho. Pero tras esa relación vinieron otras, en resumen unas cuantas más. Curiosamente tras un tiempo con cada nueva mujer, era yo siempre el que rompía la relación, para poco más tarde tratar de comenzar otra nueva. Algo o Alguien había dentro de mi, que hacía que tomase la iniciativa de la ruptura. Algo emergía desde el fondo de mi alma con cada nueva relación que transformaba el enamoramiento apasionado en una fruta amarga.
Así anduve durante unos 14 años, de los 17 que hace ya que me separé.
En el año 2006 intenté comenzar una relación, con una mujer muy hermosa y bastante más joven que yo y que entregándome su amistad, me negó rotundamente, tanto la afectividad de amante, como toda expresión sexual, explicándome que era católica. ¡Vaya, si lo era! pues como amigos sí éramos y nos llamábamos cada noche, me encontré con la sorpresa que casi siempre la interrumpía rezando el rosario. Fue la primera vez que oí hablar de Radio María, pues ella rezaba acompañada de su radio. Su testimonio, seguramente que inconsciente por su parte, me hizo meditar bastante y fue el comienzo de mi vuelta a casa, aunque fue lento.
Pero como mi hermosa amiga católica “a machaca martillo", me negaba ese tipo de afectividad que yo requería, comencé unos meses más tarde, una nueva relación estable de adulterio.
Pero Dios había salido a mi encuentro de nuevo a través de aquella amiga, y esta vez el Señor no estaba dispuesto a dejarse vencer y peleaba con guantes de hierro hiriéndome con su amor.
La crisis me dejó sin trabajo, mi negocio se derrumbó y la escasez inundó mi vida. Seguía con mi nueva relación, pero empecé a ir cada domingo a la Eucaristía; a orar; leía, más bien devoraba, de nuevo la Biblia, escuchaba en la radio cualquier voz que saciara mi hambre. El Espítu Santo conducía mi vida, y depertaba en mi un olfato e instinto que hacía que oliera y rechazará cualquier doctrina con resabios de herejía y toda clases de edulcorantes para evitar la amargura de la cruz De todo esto poco decía a mi relación, pues era casi agnóstica. Llegó la Pascua del 2008 y no quise perderme nada. Luego la Pascua del 2009 y mamé de su fuente y sorbí hasta la última gota del grifo que manaba la sabiduría.
Un domingo, durante la Misa vespertina, no pude contener las lágrimas, pues le decía a Cristo "¡Seño cuánto daría por comer tu Cuerpo de nuevo! ¡ todo lo daría, mi vida, mis bienes, lo que quieras por tu amor! Ya hacía tiempo que no pedía por mis necesidades económicas a pesar que no me quedaba casi dinero ni para comer, tan sólo deseaba que Ël me invadiera y viviera en mi. Al acabar la Misa, me dirigí a la sacristía y por primera vez en los dos años que acudía a aquella iglesia, me dirigí al sacerdote, le saludé y le pedí confesión. Quedamos para la semana siguiente. Entre tanto llegaba la celebración del Sacramento escribí e imprimí toda mi vida de pecado durante los casi 17 años, sin dejar nada y con ella escrita, con un enorme dolor por mis pecados, y con absoluta resolución de cambiar mi vida entera acudí al encuentro tan deseado y leí lo escrito. El sacerdote no se puso ni la estola - me entristecí un poco, pero nada dije- Me dio la impresión que no consideraba demasiado grave mi adulterio, pero eso no me amilanó, pues yo sabía la enorme gravedad de mis actos y no me había “caído del caballo” para ser tibio. Sí puedes imaginar la alegría que sentí al recibir la absolución- én cuya fórmula, se esmeró el sacerdote todo haya que decirlo y doy gracias por él-, muchísimo mayor fue al recibir de nuevo el Cuerpo de Cristo.Fue como mi primera comunión , pero con toda mi razón y entendimiento y deseo.
Está conversión gracias a Cristo y su gracia suponía romper mi relación estable adultera.,lo dijera quien lo dijera y aunque fuese hasta el mimo obispo quien no le diera importancia, pues el evangelio es claro, el y la iglesia desde siempre, también. Yo lo sabía y aunque resultaba lo hice. Ahora tengo el firme propósito de pedir perdón a mi esposa y si quiere, serle fiel el resto de mi vida, pero si no quiere otorgarme su confianza - pues está en su derecho, luego de mi larga traición- tengo el firme propósito de permanecer casto, sin relaciones sexuales el resto de mis días. Cualquier cosa es liviana. Todo, antes de no comer el Cuerpo y Beber la Sangre de la Salvación.
José Ramón
Este pecado tan extendido y aceptado, incluso ensalzado, parte de una valoración mínima del matrimonio, de la castidad vivida en él, de la minusvaloración de la virginidad pre-matrimonial y sobre todo de la falta de adhesión a la Gracia. Un ejemplo adicional a los que usted pone es el caso de un deportista muy nombrado en estos días que recientemente se ha casado con una mujer con la que lleva viviendo varios años y con la que tiene algún hijo. Todo el mundo está muy contento con su boda, de blanco la novia, por supuesto.
El matrimonio se ha convertido en un acontecimiento social y así es mostrado incluso desde muchas sedes parroquiales en las que la formación a los jóvenes aún por casar no se fomenta de manera adecuada. La doctrina de la Humanae Vitae no se difunde y nos escandalizamos ante las declaraciones de Benedicto XVI en Africa. Mi hija mayor (17) ha tenido que escuchar en su colegio de 'presuntos' religiosos que bueno, que todo vale en determinadas circunstancias.
Si no valoramos la virginidad pre-matrimonial, si no valoramos la Gracia que se nos da con el sacramento del matrimonio y si no estamos muy pegados al Señor, el ejercicio de la fidelidad es en realidad un ejercicio de soberbia en la que creemos que no nos va a afectar toda la vorágine carnal que nos circunda. Cada día, y no es un farol, le pido al Señor me conceda el don de la castidad y fidelidad con mi esposa porque si el Señor no me lo concede tarde o temprano tendré un problema.
Y el problema del adulterio vaya o no con divorcio asociado (segundo gran problema) tiene el efecto dominó en los hijos y en los jóvenes que contemplan tan lamentable espectáculo. ¿Qué percepción tendrán del matrimonio si el hogar en el que viven se rompe? El día que quieran formar una familia tienen muchas probabilidades de repetir y aumentar el error, si es que llegan a formar una familia.
Que el Señor nos conceda portar su Luz en este gran acontecimiento que es el matrimonio y nos conceda trabajar duro por ello en los jóvenes.
Vengo de celebrar la Misa, y la he ofrecido en acción de gracias por lo que el Señor ha hecho en usted, y para pedirle que consume la obra de su gracia en una re-unión perfecta con su esposa y familia. Si Él así lo quiere. La narración de su aventura personal de pecado y de gracia, Dios quiera, ha de hacer mucho bien a muchas personas. El Señor ha hecho en mí maravillas. Donde abundó el pecado, sobre-abundó la gracia. El que ha sido perdonado de más pecados, más ha de amar al Señor. Todo lo puedo en Aquel que me conforta. Deo gratias! Deo gratias! Deo gratias!
el tema que toca es muy importante e interesante. Tengo preparado precisamente un post sobre ese tema: cuál debe ser la actitud del cristiano, de la comunidad cristiana, hacia los pecadores públicos (adúlteros o lo que sean). Adelanto aquí unas notas:
1.- La norma de Cristo sobre “los hermanos” (los cristianos) pecadores públicos (adúlteros o lo que sean), que se resisten a la corrección y siguen pertinaces en su pecado es muy severa, buscando por supuesto el bien del pecador (“sea para ti como gentil o publicano”, Mt 18,15-17). Es la misma que ordenaron los Apóstoles a sus comunidades: “no le recibáis en casa ni le saludéis” (2Jn 9-11); “con ésos ni comer” (1Cor 5,9-11; cf. Tit 3,10-11). Vea, por favor, estas citas enteras en su texto. Y en la mayor parte de la historia de la Iglesia es la que ha prevalecido en los Concilios que han tocado el tema. Era aplicable cuando la gran mayoría de la comunidad cristiana se mantenía “practicante” y unida.
2.- Actualmente, cuando la gran mayoría de la comunidad cristiana está formada de pecadores públicos (p. ej., gente que hace años no va a Misa), no parece aplicable la norma (“para eso tendríais que saliros de este mundo”, 1Cor 5,10).
3.- Creo que debemos regirnos, pues, por la caridad, pero por la caridad que se rige en su ejercicio concreto por la virtud sobrenatural de la prudencia y por el don de consejo del Espíritu Santo. La prudencia busca los medios mejores para conseguir el fin pretendido: en este caso, la salvación del pecador (adúltero o lo que sea). Unas veces aconsejará el trato, otros poner una cierta distancia, al menos en algunas cosas (p. ej., asistencia a bodas civiles), otros así/asá. No hay norma fija de obrar, pues, en esto. Ha de buscarse, conociendo personas y circunstancias, “lo mejor para el bien temporal y eterno” del otro. Eso sí, cuando la prudencia aconseje mantener el trato, incluso asiduo, con el pecador público, aconsejará también llamarle a conversión (no todos los días, claro, im-prudentemente), y evitar (p. ej., en los hijos) que no se entienda esa familiaridad amistosa como aprobación de la situación de pecado.
4.- Y siempre, PEDIR, PEDIR, PEDIR a Dios luz para hacer lo que Él sabe que es mejor para el otro y para nosotros.
Por favor, no deje de comentar es su próximo post, si lo considera oportuno, la actitud hacia los propios padres divorciados y vueltos a casar. Es un tema delicado, especialmente cuando hay hijos (nietos), que no entienden todavía que no es normal tener 8 abuelos en lugar de 4.
Verdaderamente esto es una desgracia social. Que Dios nos ayude.
pida por este cura pecador. Gracias por su gratitud.
Mire lo que le he contestado a Fernando, hoy 9,53 hs.
Bendición + JMI
me figuro que te refieres al trato conveniente con los pecadores públicos (adúlteros o lo que sean). Pero tardará un poco (algo de suspense no viene mal), ya que en esta fase voy exponiendo VERDADES SILENCIADAS, luego vendrá otra de errores doctrinales y abusos disciplinares, más tarde sobre las sanciones que la Iglesia en su historia ha aplicado para atajar errores y abusos... y por ahí más o menos es cuando vendrá lo de excomunión, trato con pecadores públicos, etc. Y aún más después movimientos históricos de Reforma en Concilios, personas, movimientos religiosos y laicales.
No me fallen y permanezcan atentos a la pantalla. JMI
Permaneceremos " atentos a la pantalla " y mientras tanto, con lo que ya tenemos a imprimir, releer y repartir . Gracias
P. Iraburu: !Qué emoción le echa a este blog, que tanto me gusta! Ya les he pasado algunos enlaces a personas amigas y creo que también les vienen bien y varias ya me han dicho que les gusta. Espero que hagan una cadena de esas que hay por la Red, pero de sentido común, y sus palabras toquen a algún alma y se convierta.
Eso sí, creo que sus artículos sólo son provechosos para los católicos. Me explico: la aproximación a los temas que trata sólo convencerán a los ya creyentes y es posible que ahuyenten a los agnósticos o alejados.
Quizás debería poner una advertencia al comienzo de sus artículos.
El P. Iraburu nos trasmite el Evangelio, y el Evangelio es universal, hay que predicarlo "a toda criatura", así lo mandó Cristo. Es luz verdadera y vivificante para los creyentes, los agnósticos y los ateos, para animistas, budistas y confucianos. Algo así como la luz del sol, que es buena para todas y cada una de las plantas y de los animales de la tierra. El mismo Dios que nos da por su palabra el Evangelio (en este caso por el P. Iraburu), obra al mismo tiempo en el corazón de los lectores, y luego está el misterio de la respuesta de cada persona bajo la acción de la gracia divina.
Y en cuanto al testimonio de conversión de José Ramón... qué se puede decir, sino que habla por sí solo.
Les doy las gracias, no por lo que mi insignificante testimonio signifique, sobremanera al compararlo con la eterna paciencia e infinito amor de Cristo, al que no soy digno de recibir, sino porque con sus comentarios, me han hecho sentirme acogido en la Ecclesia Dei. Y les aseguro que por esa emoción de dicha que me regalan, sin yo merecerlo, me siento profundamente agradecido y en deuda con ustedes.
Además, respondiendo particularmente a P. Petrus Paulus, quisiera decirle : que si usted considera que mi testimonio puede servir a la Gloria de Cristo, ayudando a tantas personas extraviadas de la verdad , estaría dispuesto a hacer lo necesario para agradecer la Gracia que el Señor me ha regalado. Pues ciertamente he conocido personas que estando en mi misma situación de pecado, anhelaban profundamente que alguien rasgara el oscuro velo de sus tálamos de vergonzosos deleites, para que irrumpiera la Luz. En cuanto a los medios económicos, no debemos preocuparnos, pues Dios provee para que se realice su voluntad, pues a la sazón, algo de eso recibí como enseñanza durante la reciente travesía de la crisis económica que Él permitió para mi bien. Más me preocupa, sin embargo, la cuestión de la composición literaria, cuestión en que agradecería su ayuda y sus sabios consejos y si es el deseo del Señor que escriba.
Lo único importante es hacerlo todo para su alabanza, como el salmista nos dice “ que mi ser viva para alabarte y que tus disposiciones me ayuden” y que cualquier cosa que hiciese,- escribir, gritar, e incluso el humilde silencio- esté exenta de toda soberbia y vanidad ¿ Pues cuantas veces tras la aparente virtud, esta la soberbia? Con un acto de soberbia comenzó mi caída y los posteriores adulterios fueron una consecuencia esperable. Por la soberbia de Sodoma, llegaron a los actos contra natura, y en fin, así cayeron nuestros primeros Padres. Con todo esto, trato de comunicarle que su idea me agrada, pero que sea la voluntad del Señor, la que con claridad diga si quiere que le sirva en el testimonio escrito o el silencio obediente. Para saberlo lo único que se me ocurre es orar : “hágase tu voluntad”. La que sea, pues a todo estoy dispuesto por ti, Jesús mío. Tal vez su consejo, pueda ser el medio que Él use para discernir con mayor claridad.
No sé si es correcto dar por este medio mi e-mail. En cualquier caso autorizo al blogger a transmitírselo a usted, o biense lo escribiría en un próximo comentario, si usted así me lo hace saber por otro suyo.
Gracias a todos por el sentimiento de acogida que me han hecho sentir ¿ qué cosa mejor que saldarlo con una deseo bien "castizo" y caído en desuso? :¡ Dios se lo pague!
José Ramón González
cuente desde ya con mis pobres oraciones y comuniones desde la Argentina para que llegue a buen fin la reconciliaciòn con su esposa. Creo que esta comunión en la Verdad que nos une "virtualmente", además de permitirnos gozar intelectualmente, debe llevarnos también a aumentar en nosotros los afectos espirituales propios de la Comunión de los Santos, y a que sobre todo, recemos unos por otros... Una vez decíamos con nuestro pater Iraburu que Internet puede sin duda ser una "catacumba" que Dios nos regale entre tantas turbulencias que vivimos. No se imagina la alegría que me ha dado el leer su testimonio! Apoyo de corazón la proopuesta del p. Pablo. Son necesarias estas obras, seguramente que para mayor gloria de Dios y bien de las almas!
le envío por e-mail dirección y nombre de quien podría ayudarle a hacer su escrito. Y difundirlo.
Si Dios quiere concederle la gracia de escribir tantas gracias de Él recibidas, eso puede hacer mucho bien, sin duda: si Dios quiere. Oremos. Cordial saludo en Cristo + JMI
En el matrimonio, cada uno debe tener en cuenta este objetivo último y ayudar al cónyuge a lo mismo.
Y también si uno cree que tiene que ayudar a una persona o a un grupo, tener el objetivo del máximo bien de la persona o de todos los componentes del grupo.
Lo anterior, por supuesto, siempre preferiblemente dentro del objetivo mayor, más global, que abarque a toda la humanidad, con lo cual incluso nos dirá si estamos o no en el sitio acertado, etc., aunque por supuesto, el que comienza a vivir el amor de verdad con una persona individual, ya llega al amor universal; no, por supuesto, si ese supuesto amor no pasa de un interés superficial por la persona.
Dentro de este objetivo último más generoso, claro que pueden estar incluidos objetivos concretos y objetivos intermedios, pero es importante ante cualquier labor u objetivo concreto o intermedio, tener claro el objetivo mayor. Esto no interfiere con la auténtica resolución, por ejemplo, de cualquier asunto temporal, material o concreto, sino que, por el contrario, ayuda, en la mayor medida, globalmente hablando, a su resolución. Es importante tener siempre clara la jerarquía de objetivos; y esto evitará, el desviarnos del objetivo fundamental, para conseguir resultados, incluso aunque nos parezcan buenos; si anteponemos esta consecución de resultados, a un bien mayor y más universal, nos estaremos equivocando y guiando por intereses personales, por una intención poco depurada, lo cual nos llevaría a querer ver resultados (ya sea por asirnos a lo visible, por vanidad personal, por no querer la cruz que supone el no tener los resultados lo suficientemente controlados al estilo humano, y, en definitiva, por no fiarse del efecto cierto del bien, de la palabra de Dios), cuando, por el contrario, si uno actúa bien de verdad, tiene que estar dispuesto a dejar de controlar todo aquello que no depende de uno; por supuesto que no hay inconveniente en ver los resultados, y tenerlos en cuenta pero siempre evaluándolos desde la generosidad, desde Dios; por supuesto, hay un aprendizaje en todo, pero nunca decidiendo según los propios intereses.
La utilidad de esto se puede ver en cualquier ejemplo; así por ejemplo si se está haciendo una labor concreta, como darle la papilla a un niño, si se tiene claro el objetivo de su educación como persona, que está por encima de que tome la papilla, y el respaldo de objetivos mayores, se la dará de la mejor forma la papilla, y se podrá responder de la mejor forma a cualquier eventualidad que surja. Por el contrario, si uno agota su objetivo en la papilla, podría ocurrir que efectivamente lograse dársela, pero le causase en ello un daño mayor, o que no le ocasionase todo el bien posible, o que no pudiese dársela por no poder hacer frente a una pequeña contrariedad que surgiera.
Un comentario a José Ramón González: refiriéndote a tu esposa, refieres “... si quiere, serle fiel el resto de mi vida, ...”. Creo que para hacer tu parte del compromiso, para serle tú fiel, no necesitas pedirle permiso, sino que estás en la obligación, por el sacramento del matrimonio, a quererla, pase lo que pase, te acepte o no; otra cosa, es que, por supuesto, no puedas obligarla a nada que ella no quiera, pero para hacer tú lo que tienes que hacer no tienes que pedir permiso a nadie, ni en este asunto, ni en ninguno. El objetivo no es sólo lograr su confianza, ni siquiera reanudar la convivencia, sino que el objetivo es quererla, lo cual es distinto, y seguro que, con ello, ella verás que realmente la quieres, y, lo que es más importante, le ocasionará el efecto correspondiente.
En relación con las relaciones prematrimoniales hay un problema que cada vez se extiende más, el de los jóvenes que se van a vivir con su novia y al cabo de unos años se casan o bien se separan sin que tengan que cargar con los inconvenientes del divorcio. ¿Puede aportarnos luz sobre este tema?
Su pregunta tiene una contestación muy clara. Le recuerdo el Catecismo:
2350. "Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia" (vea, por favor el número, entero).
2353. "La fornicación es la unión carnal entre un hombre y una mujer fuera del matrimonio" (vea nº entero).
No se puede vivir en pecado, alejados de Dios, estableciéndose en una situación contraria a su voluntad. Es matarse espiritualmente.
Todos los que hayan leído su mensaje estarán ya, y yo también, pidiendo al Señor para que le dé luz y fuerza para cumplir su voluntad, lo único bueno para Ud. y para todos: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según Su voluntad".
Es cosa cierta que vivir en adulterio habitual es pecado grave ante Dios, que pone en peligro la salvación eterna de Ud. y de su pareja, y también, indirectamente, la salvación de sus hijitos, que van a crecer en el marco de una situación familiar pecaminosa.
La gracia de Dios les concederá conciencia y fuerza para separarse, para "divorciarse", saliendo de una situación mala que no deben proseguir. Los modos concretos de hacerlo, con quién vivirán los niños, cómo la otra parte podrá seguir en alguna medida su relación con ellos, los arreglos económicos, etc. todo esto deberá consultarlo con alguien de buen criterio, explicándole bien concretamente su situación personal y sus circunstancias.
Nos quedamos pidiendo por Ud., por Uds.
Bendición + JMIraburu
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JMI.-Sólo la verdad podrá hacerles libres.
Y nosotros, como Cristo, estamos en el mundo para dar testimonio de la verdad.
Bueno, quisiera poner mi granito de arena para dar un poquito de luz a este tema que es tan importante, me hacen llorar algunos comentarios que se han puesto aquí, pues los comprendo perfectamente, y me hace rezar por los que están sufriendo esto de alguna manera.
Gracias al padre Jose María por su esfuerzo en cumplir la voluntad de Dios, que repercute en nosotros para acercarnos mas a Él. En realidad me empecé a interesar por usted desde que leí su libro de "los hechos de los apóstoles de América"
Siempre he tenido la vocación de tener una familia y cuando me llego la edad me case con una novia la primera y única pues pensaba que con una era suficiente, con ella tuve dos hijas, pero no es bueno pensar inconscientemente que todo el mundo es como debe de ser, pues no era ni mucho menos la mujer que debería, por la gracia de Dios ese matrimonio era nulo por lo que después de unos años me quedé en paro soltero con dos hijas muy pequeñas y con mucho sufrimiento encima.
en el esfuerzo de contribuir a la alimentación, ya que no pude vivir con ellas de ninguna forma, pues conseguí un trabajo fijo que me permitió enviarles dinero pero que no pude tener ningún trato con ellas. Con el paso del tiempo, sin haber podido cumplir mis obligaciones como padre, excepto lo económico, conocí a una chica muy joven, con la que me casé y tuve una hija, esta si he podido de alguna forma educar. después de 13 años de feliz casado, como todo iba muy bien, al menos eso pensaba yo, le pedí a Dios que me diera mas amor, pues yo se que Dios es amor y el amor que le tengamos se lo transmitimos a los demás.
Al poco mi mujer se va a vivir con otro y se lleva a mi hija, me pone demanda de separación, como aquel que la trataba mal. Como no entendía nada de lo que estaba pasando y después de estar llorando todos los días por la mañana, por la tarde y por la noche, ante un cuadro de la Divina Misericordia o de la Virgen de los que tengo en casa, encontrando en una Biblia que tengo en casa abierta lo siguiente " El Señor hace justicia a los agrabiados" con esto le pedí por la salvación de mi mujer, esa es la justicia que quiero, pues dentro del mal que te puedan hacer unos y otros el mayor mal es pensar que se condene. Ella retiró la demanda de separación, me pidió perdón pero siguió viviendo con "asmodeo" con lo que puede repercutir en nuestra hija que tenia 14 años y en ella pues creo que cuanto mas te vayas alejando de Dios mas difícil resulta luego volver. Intenté separarme legalmente, pues pensaba que era lo que tenía que hacer pero siempre me dejo llevar por Dios y creo que Él, no lo ha querido, pues contra todo pronostico el abogado no siguió para delante con el caso. Ahora rezo todos los días por los adulteros de los cuales conozco muchos y es un mal que ha traído la democracia a España.
Como yo le di a mi mujer la promesa de serle fiel hasta la muerte, no justifica el comportamiento de los demás para cumplir el mio.
Con todo esto una de mis dos hijas mayores sufrió un accidente de coche muy grave, aunque gracias a Dios no parase que vaya a tener secuelas graves, pero a mi me ha impactado ya que si hubiera muerto lo mas probable es que se hubiera condenado,pues está metida en cosa de la New age que es otro mal enorme que introdujo Satanás, por lo que me puse a escribirle todo lo que le tendría que haber enseñado mientras crecía y no me han dejado, ahora es casi un libro, por lo que os pido oraciones para terminar bien mis escritos, por la salvación de mi mujer y mis hijas, yo rezo por todos y por Martha, que tiene una cruz bastante complicada, pero como dice Santa Teresa, en la cruz esta la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo. Animo! Martha.
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JMI.-Ya ve usted, por experiencia, que "la verdad nos hace libres" de los errores que nos traen cautivos en el pecado (diablo, mundo, carne). "El justo vive de la fe". Señor, danos luz para conocer la verdad y la fuerza necesaria para vivir en ella.
Oremos, oremos, oremos unos por otros.
Y demos gracias a Dios siempre y en todo lugar y circunstancia.
Un hermano mio lleva hasta el día de hoy una vida manifiestamente en adulterio. No solo ha vivido abiertamente en pecados graves sino que ha sido capaz de romper un matrimonio y llevar a la casa de mis padres, católicos practicantes, a su novia que aun convive con su marido legal en la misma casa. Cuando esto empecé a sospecharlo ( la relación adultera) puse en aviso a mis padres y les dije que si ellos consentían que ellos ( mi hermano y la chica) se vieran en su casa (de mis padres) consintiéndolo con su silencio se hacían cómplices de ese pecado. El amor a Jesus y a mi hermano me hizo tomar un gesto serio y radical y mi padre , por ese miedo a la cruz, se volvió contra mi y me vociferó diabólicamente. A mi me dolió esta reacción de mi padre pero mucho mas el silencio y hasta las invitaciones que mi pobre madre seguía haciendo a esta muchacha para que no dejara de venir a casa. Tenían miedo a quedar mal y a las reacciones agresivas de mi hermano pero no a Dios. Yo evito ir a casa de mis padres cuando intuyo que ella va a venir y si esta no doy muestras de cariño y aceptación, de esta forma ella se siente incomoda y viene menos, al menos cuando yo estoy. Por supuesto no dejo de avisarles que esta mal consentir que se vean en su casa.
No la rechazo a ella como persona, pues la saludo con educación, simplemente demuestro desinterés por esa relación equivocada. Luego rezo por ellos, por que el Señor rompa pronto lo que es para ellos ocasión de condenacion. Estas posturas radicales me traen no poca cruz de desprecios y criticas, juicios de ser una fanática , una papista, y lindezas parecidas, y aunque al principio me ocasionaba mucho dolor los desprecios, juicios y vacíos , hoy soy mas fuerte porque Dios libero mi corazón de respeto y afectos humanos. Hoy prefiero vivir abandonada de todos que ser echada fuera por no haber hablado a los hombres de Cristo. Sea este testimonio para sola gloria de Dios que es el artífice de todo bien en mi . Lo cuento por si a alguien le sirve y sin olvidar que sin su Gracia yo seria peor que todos los pecadores juntos.
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JMI.-Guárdanos, Padre, entre tus elegidos.
Libres de la oscuridad de cualquier error,
guárdanos en el esplendor de la verdad, que es Cristo.
Gracias a la claridad de su exposición, hoy tengo la certeza de que es así, como lo dice la Palabra de Dios y como tantos sacerdotes y laicos “católicos” rehusan reconocer. Es La Verdad de Nuestro Señor que nos hace libres de la esclavitud del pecado. Dios lo bendiga siempre Padre! Gracias por cuidar del rebaño que El Señor le confía con fidelidad y amor sacrificial.
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Gracias por su gratitud.
Bendición + JMI
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