(226) Los sacramentales –6. Los exorcismos .2
–Permítame que le diga, y sin afán de ofender: parece usted bastante partidario de los exorcismos.
–Bueno, tenga usted en cuenta que yo, con perdón, soy católico, apostólico y romano.
Como ya vimos (225), Cristo fue asediado por el demonio y se manifestó en su vida pública como un potentísimo exorcista: «si yo expulso a los demonios por el Espíritu de Dios, es que ha llegado a vosotros el reino de Dios» (Mt 12,28). Lo mismo hicieron sus apóstoles, obedeciendo a su mandato. Y ese mismo combate con el Maligno lo comprobamos en la vida de los santos, es decir, en la historia de la Iglesia.
San Pedro apóstol (+67), primer Obispo de Roma, alerta a la comunidad cristiana, para que conozca en la fe desde el principio cuál va a ser realmente su combate.
«Estad vigilantes. Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, ronda buscando a quien devorar. Resistidle, firmes en la fe, sabiendo que vuestra comunidad fraternal en el mundo entero está pasando por los mismos sufrimientos» (1Pe 5,8-9).
San Ignacio de Antioquía (+107) integra en su vida espiritual cristiana la lucha contra el demonio en una continuidad perfecta con el Evangelio. Así se ve frecuentemente en sus escritos:
«Sólo hemos de esforzarnos en imitar al Señor, a fin de que no se vea entre vosotros huella alguna del diablo, sino que en toda castidad y templanza permanezcáis en Jesucristo corporal y espiritualmente» (Efesios X,3). «El que honra al obispo, es honrado por Dios. El que a ocultas del obispo hace algo, rinde culto al diablo» (Esmirniotas IX,1). «Por el amor que os tengo, hago de centinela vuestro, previendo y señalando las asechanzas del diablo» (Tralianos VIII,1). No impidáis mi martirio: «fuego y cruz, manadas de fieras, quebrantamiento de mis huesos, trituraciones de todo mi cuerpo, tormentos atroces del diablo, vengan sobre mí, a condición sólo de que yo alcance a Jesucristo» (Romanos V,3).
San Antonio Abad (+356) es conocido por nosotros a través de la Vida de Antonio escrita por el gran doctor de la Iglesia San Atanasio (+373), que pudo conocerla muy bien, al ser amigo de los monjes egipcios, con los que convivió durante alguno de sus exilios. Este libro tuvo gran importancia en la configuración primera de la espiritualidad monástica, que se atenía con inmensa reverencia a Antonio y a Atanasio. En la Vita Antonii queda muy claro que el combate por la perfección evangélica se libra no tanto contra el mundo y la carne, sino que es sobre todo una lucha a muerte contra el demonio.
Ya al inicio mismo de su vocación, Antonio se vió hostigado duramente por el diablo, empeñado en frustrarla (5-6): «éste fue el primer combate de Antonio contra el diablo, o mejor, el éxito del Salvador, que realizó esto en Antonio» (7,1). Adentrándose al poco tiempo cada vez más en las soledades del desierto, se recogió en unos sepulcros abandonados muy lejos de la ciudad. «Pero el enemigo no pudiendo soportar esto y temiendo que Antonio poco a poco convirtiera el desierto en la ciudad de la ascesis, se acercó una noche con una multitud de demoniois y le dieron tal paliza que, a causa de los dolores, cayó a tierra sin voz» (8,1). «No pudiendo permanecer en pie por los golpes recibidos de los demonios, oraba postrado y tras la oración decía: “Aquí estoy, soy Antonio. No huyo de vuestros golpes. Aunque me golpeéis más, nada me separará del amor de Cristo”» (9,2). Siguieron produciéndose las terribles impugnaciones diabólicas, de tal modo que cuando algunos le visitaban se quedaban aterrorizados al escuchar desde fuera los ruidos, golpes y gritos. Pero Antonio les decía: «Los demonios provocan tales visiones contra los temerosos. Vosotros haced la señal de la cruz, y marchad confiados. Dejad que ser burlen de sí mismos» (13,4-5). Nuevas luchas contra los demonios hubo de librar en su última ancianidad, venciendo siempre afirmándose en el Salvador: «marcháos inmediatamente, pues yo soy siervo de Cristo» (52,4; cf. 51-53).
Antonio llegó a vencer al demonio en forma tan absoluta, que expulsaba demonios de los posesos con irresistible eficacia. En muchos casos su potencia exorcista se mostraba irresistible, y siempre con efectos perdurables: por ejemplo, una joven (48,1-3); un joven terriblemente humillado por el diablo, que le hacía comer sus propios excrementos (64,1-5); una endemoniada llevada a él por su madre: «hombre de Dios, mi hija es terriblemente atormentada por el demonio» (71,1-3). Por otra parte, el libro Vida de Antonio dedica varios capítulos a exponer las líneas ascéticas fundamentales de la lucha contra el demonio (21-43): oración, ayuno, fortaleza en Cristo, no temer, llegar a ser temible para el diablo, etc. Es un breve código ascético anti-diabólico que hasta hoy mantiene toda su vigencia. Los historiadores del monacato primitivo hacen notar que, una vez que innumerables monjes se apoderaron espiritualmente del desierto, disminuyeron muy notablemente las hostigaciones del diablo.
San Francisco de Asís (+1226), según refieren las crónicas primeras hagiográficas, en varias ocasiones mostró su poder en Cristo sobre los demonios, como en éstas que recuerdo aquí:
Vino el santo a la ciudad de Castello, «acudieron muchos ciudadanos, trayéndole una mujer largo tiempo endemoniada, y le rogaban humildemente que la remediase, porque alborotaba toda la comarca, ya con aullidos dolorosos, ya con crujidos crueles, ya con ladridos de perro. San Francisco se puso en oración, y luego hizo sobre ella la señal de la cruz, mandó al demonio que la dejara, e inmediatamente quedó sana de cuerpo y mente» (Florecillas, p.II, consideración IV).
«Llegó a la ciudad de Arezzo, devorada toda por lucha intestina, que amenazaba próxima catástrofe. Cobijado el hombre de Dios en una choza de las afueras de la ciudad, vió sobre el circuito de la misma a los demonios, que daban muestras de gran contento mientras azuzaban a sus habitantes a la lucha unos contra otros». Compadecido Francisco, envió a Fray Silvestro a que fuese a la puerta de la ciudad y expulsara a todos los demonios. «Se apresuró la piadosa sencillez a cumplir la obediencia, y alabando la presencia de Dios, gritó fuertemente ante la puerta: “De parte de Dios, y por mandato de nuestro Padre Francisco, marcháos, demonios todos, lejos de aquí”. Poco después se pacificó la ciudad y con gran tolerancia guardáronse mutuamente los derechos de la ciudadanía». Predicándoles después Francisco les dijo: «Dirijo la palabra a vosotros, no ha mucho cautivos del diablo y presos de los demonios, pero a quienes veo ahora libres de los mismos, por las súplicas de cierto pobrecillo» (Tomás de Celano, Vida segunda p.II, 108).
Santo Domingo de Guzmán (+1221), entendía bien que el combate principal de los cristianos, y muy especialmente de aquellos que más procuran la perfección evangélica, es contra el demonio. Traigo sólo un ejemplo.
«Estando en España, en el pueblo llamado Guadalajara, tentó el demonio a algunos de los frailes que le acompañaban para que se alejasen del bienaventurado varón; y ello no se ocultó al santo varón Domingo antes de que se realizase […] y lleno del espíritu de Dios, comprendió que era inminente sobre los frailes el grave trance de una tentación diabólica, y les refirió la terribe visión [que había tenido], exhortándolos a que resistieran valientemente al tentador, que no se apodera de nadie si no se le entrega uno espontáneamente». Poco tiempo después, a excepción de tres frailes, los otros «se apartaron de él por persuasión diabólica» […] Y el Padre santo no se indignó contra aquellos que le habían abandonado, sino que, movido a compasión, recurrió al punto al refugio de la oración; y aquellos que no había podido retener con amonestacines, los recobró con súplicas, porque poco después, como por instinto de la divina gracia, volvieron a él casi todos» (Pedro Ferrando, O.P. +1254?: Leyenda de Santo Domingo cp. XXIX).
San Vicente Ferrer (+1419), dominico, uno de los más grandes predicadores de la historia de la Iglesia, obró en vida muchos milagros, y con gran frecuencia manifestó el poder de Cristo en sus exorcismos.
«Para más autorizar la palabra de Dios, tenía por costumbre, acabado el sermón, a lanzar los demonios de los hombres endemoniados que le traían, para lo cual tuvo especial gracia, gratis data» (Justiniano Antist, O.P., Vida de S. Vicente Ferrer, p.I, c.6).
San Ignacio de Loyola (+1556) era sumamente consciente de que los grandes combates ascéticos y apostólicos en favor del Reino de Cristo se daban no tanto contra la carne y la sangre, sino contra los espíritus malignos, los demonios, contra el Príncipe de este mundo. Y en sus escritos hace referencia al diablo con gran frecuencia, expresando así su íntima y continua convicción. Multiplica los avisos, ayuda a reconocer la acción del demonio, describe minuciosamente cuáles son sus tácticas y sus engaños, señala los modos más eficaces para combatirle, etc. En sus escritos son cientos estas observaciones experimentales y enseñanzas doctrinales y espirituales, como para reunirlas en un libro de doscientas páginas.
El texto donde quizá mejor sintentiza su doctrina es el que hallamos en los Ejercicios espirituales (136-143), en la meditación de las dos banderas. Describe allí el campamento de Cristo en toda su grandeza, poder y belleza. A él contrapone el «otro campo en región de Babilonia, donde el Caudillo de los enemigos es Lucifer». Y enseña cómo el Enemigo «hace llamamiento de innumerables demonios y cómo los esparce a lo unos en tal ciudad y a los otros en otra, y así por todo el mundo, no dejando provincias, lugares, estados ni personas algunas en particular».
Santa Teresa de Jesús (+1582), con la oración, la cruz y el agua bendita, libró grandes batallas contra los demonios, que se le representaban a veces con horribles formas. Al principio se asustaba, pero pronto se afirmó en la fe de que los cristianos somos reyes en Cristo, y participamos de su señorío sobre toda criatura, también sobre los demonios.
«Si este Señor es poderoso, como veo que lo es y sé que lo es y que son sus esclavos los demonios –y de esto no hay que dudar, pues es de fe–, siendo yo sierva de este Señor y Rey ¿qué mal me pueden ellos hacer a mí?, ¿por qué no he de tener yo fortaleza para combatir contra todo el infierno? Tomaba una cruz en la mano y parecía darme Dios ánimo, que yo me veía otra en un breve tiempo, que no temiera meterme con ellos a brazos, que me parecía que con aquella cruz fácilmente los venciera a todos. Y así dije: “venid ahora todos, que siendo sierva del Señor quiero yo ver qué me podéis hacer”». Y en esta actitud desafiante, concluye: «No hay duda de que me parecía que me tenían miedo, porque yo quedé sosegada y tan sin temor de todos ellos que se me quitaron todos los miedos que solía tener hasta hoy; porque, aunque algunas veces les veía, no les he tenido más casi miedo, antes me parecía que ellos me lo tenían a mí. Me quedó un señorío contra ellos, bien dado por el Señor de todos, que no se me da más de ellos que de moscas. Me parecen tan cobardes que, en viendo que los tienen en poco, no les queda fuerza» (Vida 25,20-21).
Santa Teresa conoció bien la fuerza del agua bendita ante los demonios: «no hay cosa con que huyan más para no volver; de la cruz también huyen, mas vuelven. Debe ser grande la virtud del agua bendita; para mí es particular y muy conocida consolación que siente mi alma cuando la tomo». Y añade algo muy propio de ella: «considero yo qué gran cosa es todo lo que está ordenado por la Iglesia» (ib. 31,4; cf. 31,1-11).
San Antonio María Claret (+1870), fundador de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María (claretianos), como otros grandes predicadores populares, manifestó el poder divino de Cristo Salvador no solamente con la palabra, sino también con los actos de exorcismo. Él mismo refiere en su Autobiografía la fórmula de exorcismo que empleaba:
«Satanás con todos tus secuaces: como Ministro que soy, aunque indigno, de Jesucristo y de María Santísima, te mando que te marches de aquí y te vayas a tu lugar. Te lo mando en nombre del Padre +, que nos ha criado, en nombre del Hijo +, que nos ha redimido de tu tiranía, y en nombre del Espíritu Santo +, que nos ha consolado y santificado. Amén.
«Te lo mando también en nombre de María Santísima, Virgen y Madre de Dios vivo +, que te ha machacado la cabeza.
«Vete, Satanás; vete, soberbio y envidioso; nunca jamás impidas la conversión y salvación de las almas» (n. 273).
Sin embargo, en el capítulo IX de ese mismo libro trata De la curación de energúmenos y de las muchas ficciones que hay entre los que se dicen posesos (183-191). Al describir sus primeras misiones en Cataluña, se muestra muy reticente ante las posesiones diabólicas muchas veces falsas, haciendo notar también, por otra parte, que su condición de misionero itinerante era difícilmente compatible con el servicio de exorcista, que suele exigir largo tiempo y dedicación.
«Viendo yo que muchísimos [de los que se presentaban o le eran llevados como posesos] no tenían tales demonios y, por otra parte, al ver que me hacían perder mucho tiempo, que lo necesitaba para oír confesiones de los que se habían convertido por la predicación, me dije: “Más necesario es que saques los demonios de las almas que están en pecado mortal que no de los cuerpos, si es que éstos los tienen”» (n. 184).
San Juan María Vianney (+1859), en un descuido, se le escapó una confidencia al responder a un feligrés muy amigo que le preguntó cuántos conversiones habría más o menos cada año en la parroquia. «Más de setecientas», le respondió. ¡Dos conversiones al día, y de «peces gordos», como él decía! ¡Y conversiones que perduraban!… Se comprende que los demonios odiaban indeciblemente a aquel hombre que, con la fuerza del Salvador, les arrancaba tantos hombres cautivos tanto en el confesonario como también por los exorcismos, mostrando en ambos ministerios una potencia espiritual irresistible (A. Trochu, El Cura de Ars, p.I, cp. XI).
El Santo Cura apenas dormía, y en ese poco tiempo reservado al descanso, durante unos treinta y cinco años (1824-1858), sufrió con gran frecuencia los furiosos ataques de los demonios: horas de insomnio y de espantosos combates, aullidos, golpes en el cuerpo, muebles volcados o rotos, portazos, ruidos atronadores, insultos… El escándalo nocturno que causaban los diablos en la residencia del Cura ocasionaron que algún feligrés de buena voluntad se ofreciera a pasar la noche en la casa. Pero pronto, aterrorizado, suspendió la experiencia, para no volver nunca más. No describo estos ataques porque los que se dieron contra el santo Padre Pío eran muy semejantes, como en seguida veremos. El santo Cura, según dejó escrito un sacerdote amigo suyo, una vez le dijo: «Uno se habitúa a todo, amigo. El diablo y yo somos casi compañeros».
«Conforme envejecía el Cura de Ars, las obsesiones diabólicas iban disminuyendo en número y en intensidad. El espíritu del mal, que no pudo desalentar aquella alma heroica, acabó por desalentarse él mismo. Poco a poco fue dejando la lucha, o mejor dicho, Dios quiso que una existencia tan hermosa, tan pura, aparentemente tan tranquila, pero en el fondo tan afligida, se extinguuiese en medio de una profunda paz» (ib.).
El santo Padre Pío de Pietrelcina (+1968), durante muchos años, estuvo encerrado incontables horas cada día en el confesonario, a semejanza del Cura de Ars. Y por haber liberado de la cautividad del Maligno con la fuerza del Salvador a innumerables penitentes, era muy especialmente odiado y combatido por los demonios. A los sufrimientos que padecía el P. Pío causados por su estigmatización, que duró cincuenta años, por la celebración agónica de la santa Misa, por la compasión hacia los pecadores, por las persecuciones contra su persona y sus obras, se añadían normalmnete los ataques de los demonios.
El padre Emilio de Marte contaba que en una ocasión, estando lleno el convento, le pusieron una cama en la misma celda del P. Pío. «Una noche me desperté presa de enorme sobresalto, debido a un ruido ensordecedor. No sé qué fue lo que ocurrió, porque, aterrorizado, me envolví lo mejor que pude entre las mantas. Oía que sollozaba el padre Pío y que decía: “¡Madonna mía!… ¡Virgen María, ayúdame!”. Oía también carcajadas horribles y ruidos de hierros que se retorcían y que caían por tierra y de cadenas que se arrastraban por el suelo.
«Recuerdo que a la mañana siguiente, a la luz de la candela, pude ver los hierros que sostenían las cortinas y que rodeaban la cama del padre Pío totalmente retorcidos y extendidos por el suelo, y que el pobre padre Pío tenía un ojo horriblemente hinchado y el rostro también muy golpeado». Tuvo que venir el herrero y arreglarlo todo. Muchos días más tarde aceptó dar alguna explicación: «¿Queréis saber por qué el diablo me proporcionó tan soberana paliza aquella noche? Pues por defender, como padre espiritual que soy, a uno de vosotros». El padre Pío supo que un hijo espiritual estaba sufriendo una tentación muy fuerte, y por la oración del rosario acudió a la Virgen en su ayuda. «Después que N.N. superó la tentación y se durmió tranquilamente, el peso de la batalla lo debí llevar yo. Fui apaleado terriblemente por el enemigo, pero, al fin, triunfamos rotundamente en la batalla» (Leandro Sáez de Ocariz, Pío de Pietrelcina cp.8).
Hoy son muchos los autores católicos que, haciendo suyo el pensamiento de los protestantes liberales, estiman que las posesiones diabólicas son falsas; son simplemente enfermedades. Pagola, por ejemplo, siguiendo su táctica habitual, afirma primero que Jesús no solamente curaba enfermos, sino que «se acercaba también a los poseídos y los liberaba de los espíritus malignos. Nadie lo pone en duda». Pero añade a continuación, negando lo afirmado:
«En general, [hoy] los exegetas tienden a ver en la “posesión diabólica” una enfermedad. Se trataría de casos de epilepsia, histeria, esquizofrenia o “estados alterados de conciencia” en los que el individuo proyecta de manera dramática hacia un personaje maligno las represiones y conflictos que desgarran su mundo interior. Sin duda es legítimo pensar hoy así, pero lo que vivían aquellos campesinos de Galilea tiene poco que ver con este modelo de “proyección” de conflictos sobre otro personaje» (Jesús, aproximación histórica, PPC 2007, 4ª ed.: 169, y 10ª ed.: 179). Jesús «practicó exorcismos liberando de su mal a personas consideradas en aquella cultura como poseídas por espíritus malignos» (ib. 4ª ed.: 474, y 10ª ed.: 502).
Antes he recordado la fe católica de la Iglesia, directamente fundamentada en las enseñanzas del Evangelio, y expresada en formas unánimes por los grandes santos y Doctores de la Iglesia, Pedro, Ignacio de Antioquía, Antonio abad, Atanasio, Francisco de Asís, Domingo de Guzmán, Vicente de Ferrer, Ignacio de Loyola, Teresa de Jesús, Antonio María Claret, Juan María Vianney, Pío de Pietrelcina y tantos otros. Sí, ciertamente, ésta es la fe de la Iglesia. Todos ellos creen que el hombre, por el pecado, queda «bajo el poder del diablo» (Trento Dz 1511), de tal modo que, «con gran frecuencia, los hombres, engañados por el Maligno, se envilecieron» (Vaticano II, Lumen gentium 16). Todos ellos, empezando por Cristo, afirman la existencia de los demonios y su permanente combate contra la humanidad. Todos creen que realmente Jesús en los exorcismos evangélicos expulsa realmente del hombre a los demonios que lo poseen.
No tuvo Jesús, el Verbo encarnado, un Pagola que le abriera los ojos, para hacerle ver que los posesos diabólicos eran simplemente enfermos; más aún, para persuadirle de que, en su propio tiempo, los saduceos tenían en esto la razón, pues «negaban la existencia de ángeles y espíritus» (Hch 23,8). Hemos de reconocer que Jesús, nacido y criado en Belén y Nazaret, era un hombre de pueblo, un primitivo, que pensaba de los endemoniados como «los campesinos de Galilea».
Estamos, pues, ahora obligados inevitablemente a discernir a quién damos el crédito de la fe: si al triple testimonio único de la Biblia, la Tradición y el Magisterio, o a las diversas gnosis actuales que, oponiéndose a la única verdad de esas tres fuentes, tratan de persuadir a los hombres, con la ayuda del diablo, de que las ideologías que ellos propugnan nos hacen recuperar al «verdadero Jesús», ocultado y falsificado tanto tiempo por la Iglesia, y de que así nos dan acceso al «verdadero cristianismo», el del Evangelio (en cuya historicidad, por supuesto, ellos no creen). Piensan además estos autores que «su evangelio» es mucho más atractivo para el hombre moderno que el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Lo cual es cierto si se refieren sobre todo al hombre moderno apóstata.
Piénsenlo ustedes bien, porque en ello se juegan la vida: si se quedan con la única Iglesia de Cristo o con estos falsos profetas, cuyos escritos, difundidos en innumerables ediciones, se ofrecen en la mayoría de las librerías católicas, incluso diocesanas.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
20 comentarios
Un abrazo en Cristo Rey.
Toda la vida intentando ser más modernos y progresistas que nadie y lo único que han conseguido es retroceder dos mil años hasta convertirse en los ricos y poderosos saduceos, que recibieron una clara calificación de Cristo: “Estáis equivocados, porque no sabéis ni de las Escrituras ni del poder de Dios".
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JMI.-Así es, Bruno: progresamos, retrocediendo veinte siglos.
Y enfrentándonos contra Cristo.
Mc 12,24: "Estáis equivocados"...
¿A qué cree que se debe esta ausencia de "grandes señales" del diablo actualmente? ¿Es quizá que ya no le resulta necesario hacer este tipo de intervenciones?? Tan mal estamos que el propio demonio ya no se preocupa ni se interesa en hacer grandes demostraciones de su fuerza y de su poder??
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JMI.-Lo de que no hay constancia hoy de terribles experiencias de ataques demoníacos no parece exacto, porque las que describen exorcistas fidedignos actuales en sus libros son semejantes a los ataques sufridos por el Cura de Ars o el P.Pío. De personas muy santas, como Marthe Robin (+1981), se dice que, estando paralítica en su cama desde hace muchos decenios, apareció muerta fuera de la cama como si en la noche, estando sola, hubiera tenido un terrible combate último contra el Maligno. Es la fundadora de les Foyers de Charité, Obra muy valiosa y bastante difundida.
Hay un libro, "Retrato de Marta Robin", de Jean Guitton
que se consigue en Internet en pdf
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JMI.-Gracias.
estamos siendo atacados por el enemigo y necesitamos de mucha oracion para poder derrotar el enemigo jesus nos dio sus armas la cruz el agua bendita y su sangre preciosicima taN OLVIDADA Y PROFANADA EN ESTOS MOMENTOS DE CRISIS
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JMI.-Efesios 6,10ss. El Señor nos dio "la armadura de Dios", potentísima. Y Él mismo es nuestra roca y nuestro escudo.
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"¿Cuáles son hoy las más grandes necesidades de la Iglesia?. No os sorprenda como simplista, o incluso como supersticiosa o irreal nuestra respuesta: una de las mayores necesidades es la defensa de ese mal, que llamamos el Demonio." [...]
"El mal no es solo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y temerosa. Se apartan del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica los que rehúsan reconocer su existencia; o los que lo consideran un principio autónomo, que no tiene, como todas las criaturas, su origen en Dios; o bien los que lo explican como una pseudorealidad, una personificación conceptual y fantástica de las causas desconocidas de nuestros males."
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Fuente: www.vatican.va/holy_father/paul_vi/audiences/1972/documents/hf_p-vi_aud_19721115_it.html
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JMI.-Ese texto de Pablo VI (15-XI-1972) lo cité en este blog al final del artículo (16) de 19-07-2009:
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/16-el-demonio-i
Y algunos otros del Magisterio también en el (17) de 22-07-2009:
http://infocatolica.com/blog/reforma.php/17-el-demonio-ii-1
Es evidente que quien niega la existencia del demonio y/o su acción maléfica sobre los hombres abandona la fe católica.
"Jesús quiere misericordia y no sacrificios.
¡No hay que andar condenando a todos!"........
Ojo, piadosísimo sacerdote de Jesucristo, de tan laaaargos artículos (interminables en realidad): Misericordioso, cortito y preciso el Papa, ah?. Bueno, por algo es Papa,no?
Atentamente
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JMI.-Me llama la atención la cantidad de veces que el Papa Francisco ha hablado del demonio, señalando sus acciones maléficas contra los hombres de hoy.
-¿Cómo podemos saber cuando una persona se encuentra poseída y cuando se encuentra en un caso de esquizofrenia, ataques de epilepsia, trastorno de conversión, personalidad múltiple...?
-Una cosa que nunca entiendo y que en ocasiones me hace flaquear en la fé... Si Dios es omnipotente e infinitamente bueno, ¿por qué no derrota al demonio? ¿Por qué sigue habiendo dolor y sufrimiento? Hay muchas cosas, como las posesiones, que es realmente me cuesta comprender que permita.
Sé que son temas amplios, pero me parecería interesante que diese bibliografía fiable al respecto ya que lo que he leído no me parece que esté muy de acuerdo con el magisterio de la Iglesia.
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JMI.-En el próximo artículo hablo de los exorcismos y de las señales principales de la posesión diabólica. La segunda pregunta no puede ser respondida en pocas palabras, como tiene que ser en una sección de comentarios: y con muchas palabras, tampoco del todo: pertenece al misterio de Dios, hasta qué punto promueve el bien, y hasta qué límite permite el mal. Desde luego, Él quiso, en medio de una Creación inmensa de obediencia necesaria (no-libre), un mundo angélico y humano dotado de libertad. De libertad real, con todas sus consecuencias.
Padre, muy preocupantes las palabras del exorcista padre Amorth en el sentido de que incluso cardenales han dejado de creer en el demonio.
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JMI.-Ad primum. Los exorcismos se realizan con una enorme "misericordia" y paciencia hacia los posesos, para liberarlos del terrible dominio del diablo. El ministerio de exorcista es durísimo.
Ad secundum. La parábola del trigo y de la cizaña que crecen juntos.
Se cumple a rajatabla. Siempre.
A mí me parece que la difusión que se ha dado de determinados sucesos y dichos presuntamente ocurridos durante Exorcismos, no le ha hecho ningún bien a la Iglesia. Debería ser esta una información tremendamente reservada, y creo que el Ritual así lo establece. Pero luego venimos a enterarnos de que en cierto exorcismo anduvo "en la vuelta" hasta el propio Judas Iscariote, y de ciertas novedades que los demonios han dicho "bajo obediencia"... en fin. Es confidencial, o no lo es. De otra forma, mejor hacer el exorcismo en el programa de Iker Jiménez (él estaría encantado ;-)) )
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JMI.-Seguro que habrá habido algunas informaciones indebidas de exorcismos concretos. Lamentablemente. Pero yo creo que en casi todos los casos se guarda una discreción admirable. Total. Como está mandado y como debe ser.
En las revelaciones privadas al sacerdote Ottavio Michelini, uno de los temas que más aparecen en el de la lucha de Satanás contra el hombre y los medios que tenemos para ganar la tremenda guerra. Muy interesantes de leer.
Padre, cómo me río con el inicio de los posts
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JMI.-Yo también.
Bendición +
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JMI.-Las enfermedades son enfermedades, y las posesiones diabólicas on posesiones diabólicas. Seguro.
No hay procedimientos para captar voces de personas que han abandonado ya el mundo.
En estas cosas al menos, ya se ve que no tiene Ud. como Madre y Maestra a la Iglesia de Cristo. Será mucho mejor que se deje enseñar por Ella, que enseña lo que Jesús enseña.
-Así existe un limitado dios de oscuridad y de muerte que mora en el limitado tiempo o Universo, fuera del infinito Espacio. Cuya misión es que este Universo, su morada, sea cual la del infinito Dios es.
-Y el Demonio, falso dios del universo, sabiendo que le queda poco tiempo de poder y dominio; sin que el hombre pueda hacer cosa contraria, se ha apoderado de toda autoridad en la Tierra.
-Hasta pronto muy pronto dónde y cuándo y cómo, Dios, dejando libre de hacer y obrar a sus Profetas. Éste, dos en uno, gobiernen este Planeta con vara de hierro.
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JMI.-El demonio, obviamente, no se ha apoderado de toda autoridad en la Tierra.
Hace varias semanas el Papa Francisco bendiciendo a los enfermos en la Plaza de San Pedro, topó con uno. Se discutió el asunto en los medios, quienes investigaron el asunto, pues era 'amarillista' la noticia.
Era un mexicano de Michoacán de unos 42 años, llevado por un sacerdote. A las horas fue presentado ante el P Amorth, reconocido exorcista, que terminó el procedimiento. Aunque momentáneamente hubo algo de 'escándalo', muy poco se habló del asunto. Así es la Iglesia de reservada en estos asuntos.
RP JMI, qué completos, que no laaargos, artículos los suyos. Si alguien quiere superficialmente 'empaparse' de lo que usted nos comparte de conocimientos y experiencia; apenas sus blogs y no varios libros enteros en cada uno de los temas que expone.
Ansío su siguiente exposición, pues temo que dos personas conocidas, pudieran estar poseídas. Una muy allegada y querida, mientras la otra ya está lejos.
Pido a Dios siga apoyándolo a Ud y a sus colegas de IC, para que nos iluminen a todos los seguidores de buena voluntad.
No saben el bien que me han hecho.
Sta Ma de Guadalupe, reina de México. Ruega por nosotros.
"Jesús quiere misericordia y no sacrificios". Me van a perdonar, pero esta frase carece de sentido...¿qué tendrá que ver una cosa con la otra".
La frase misericordia quiero que no sacrificios sí tiene mucho sentido. Es de Nuestro Señor Jesucristo. (Mt 12, 5-8).
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JMI.-Sí, todas las frases de Cristo son plenas de verdad y de sentido. Pero evidentemente pueden usarse en un sentido equivocado. Los exorcismos son actos de la inmensa misericordia de Cristo, Salvador de los hombres.
Los exorcismos requieren misericordia, y sacrificio, usted páter lo ha dicho: "El ministerio de exorcista es durísimo".
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JMI.-Así es. Misericordia Y sacrificio.
Nuestro Señor Jesucristo nos da ejemplo máximo de los dos.
Su sacrificio es la manifestación máxima de su misericordia.
En una ocasión el demonio que siempre está para que nos santifiquemos, es decir, cuando le evitamos, cuando no sucumbamos ante sus tentaciones, que nos puede ensuciar, y no queremos, no puede hacer gran cosa contra nosotros. Puede una temporada infundirnos miedo, terror, que no nos deja dormir por las noches, con ruidos extraños. Acudimos inmediatamente a la oración, a la Santísima Virgen María, entonces el tentador no puede hacernos daño, pero lo hará por otros medios, nos engañará para que tengamos cierto interés por lo que pone en la televisión, oír la radio, ¡ojo!, que también nos puede llevar a una curiosidad mal sana, viendo lo que hay en Internet. "Oye, José Luis, mira a ese sitio a ver que te parece", en ese sitio, o en aquellos otros son portales del infierno, que si el alma piensa; "no voy a caer", le demonio le hace caer, y puede entrar en esa persona. La tentación está para que no seamos vencidos, sino que con la Gracia de Dios podamos superarla. Y el demonio no entrará en nosotros.
Sería interesante conocer más sobre este pasaje del Evangelio de San Lucas, y prevenirnos para que el demonio no nos tome como su juguete.
Como bien dice el P. José María Iraburu que el demonio no se ha apoderado de toda la tierra, a lo que añado, que tampoco pueda hacerlo con ninguno de nosotros. Y es por esto, que en los escritos doctrinales que escribe, vamos aprendiendo lo que nos ayuda a dar gloria a Dios, a ser mejores cristianos, no mundanos.
+Que Dios le bendiga+
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