(197) Descristianización -3. Católicos liberales mundanizados
(197) De Cristo o del mundo -XXXIX. Descristianización -3. Católicos liberales mundanizados
–Católicos mundanizados los hay actualmente a montones.
–Por esta vez, y me figuro que no sentará precedente, tiene usted toda la razón.
Aquellos cristianos que son cómplices del mundo son los más eficaces agentes de la descristianización. Quienes asedian una fortaleza buscan antes que nada la complicidad de los traidores que les abran sus puertas. Es un fenómeno histórico muchas veces repetido, y así es como se ha producido el combate del mundo moderno contra la Iglesia. En efecto, se debe principalmente a los católicos mundanos –liberales, modernistas, progresistas, etc.: círculos cuadrados– que «el yugo suave y la carga ligera» de Cristo Rey se haya finalmente retirado de los hombros de los pueblos cristianos, y que éstos se hayan visto aplastados por los horrores del naturalismo moderno, en cualquiera de sus espantosas derivaciones. En efecto, durante los siglos XIX y XX han sido normalmente los sinDios o estos cristianos cómplices suyos quienes –con toda naturalidad y como si ello viniera exigido por la paz y el bien común– han gobernado y gobiernan los pueblos cristianos, procurando con éxito creciente la ateización práctica de la sociedad.
Tesis e hipótesis. Es necesario hacer esta distinción muy importante. Entre los católicos mundanos habrá quienes acepten el naturalismo liberal o sus derivados prácticamente, como un mal menor que conviene tolerar (hipótesis). Pero también habrá otros que lo asuman teóricamente, reconociendo en él un bien que los cristianos deben propugnar (tesis) como verdadera causa evangélica.
Es lo que sucedió, concretamente, con el primer liberalismo en Francia. En un comienzo, bajo la guía del obispo Dupanloup (1802-1878), predomina el catolicismo liberal de conveniencia, que aún hoy mantienen, como hipótesis práctica y oportuna, algunos seguidores. Sin embargo, es el catolicismo liberal de convicción, el que desarrolla la tesis del abate Felicité de Lamennais (1782-1854), y es ésta la que se afirma históricamente más y más hasta ser hoy, al menos en las clases ilustradas, la actitud mayoritaria de los cristianos de Occidente. Este liberalismo católico de convicción es el que vincula el Evangelio a las modalidades concretas de las modernas libertades y a los diversos mesianismos seculares. Es el catolicismo ilustrado, al parecer más sabio que la Iglesia, la cual, según los católicos liberales, no entendiendo los signos de los tiempos, ya desde el magisterio de Gregorio XVI, condena pronto como «paridades blasfemas» esas identificaciones, o reducciones, de la salvación a ciertas causas temporales (1832, enc. Mirari vos 1832).
El catolicismo liberal y el catolicismo verdadero ven «el mundo» de muy diverso modo. El católico mundano, por ejemplo, el liberal lamennaisiano, exalta con entusiasmo el orden temporal, todo aquello que el hombre en cuanto criatura es capaz de hacer por sus fuerzas, como si todo eso, sin más, fuera básicamente «la causa de Cristo». Y al mismo tiempo, acercándose al pelagianismo, reduce a un segundo plano el orden sobrenatural, la necesidad absoluta de la gracia, lo que es don de Dios, la salvación por Cristo, el perdón de los pecados, la elevación a la filiación divina, el influjo benéfico necesario de la Iglesia, Mater et magistra de la humanidad. Es la típica inversión del catolicismo liberal.
–El catolicismo tradicional, el bíblico, ve el mundo como «generación mala y perversa», de la que hay que salvarse, y a la que hay que salvar por Cristo y por la Iglesia (cf. Hch 2,40; Rm 12,2; 2Cor 6, 14-18; Flp 2,15; 1Jn 2,15-16). Considera que el Espíritu divino es el único que da vida, mientras que la carne –y el mundo, que es su expresión social– es débil, y si se cierra en sí misma, no sirve para nada (cf. Jn 6,63; Mt 26,41). Es el talante del catolicismo genuino que, hacia el año 200, se expresaba en Clemente de Alejandría, quien en su obra el Pedagogo, ve en la Iglesia el pueblo «nuevo», el pueblo «joven» (I,14, 5; 19,4), contrapuesto a la «antigua locura», que caracteriza al mundo no-cristiano, viejo y gastado (I,20, 2).
–El catolicismo mundanizado es el polo opuesto: estima que precisamente el mundo. en su continuo desarrollo, es el principio de la renovación de la Iglesia. Y por eso se distancia cuidadosamente de la Iglesia siempre que ella entra en contraste irreconciliable con el mundo. De todos es conocida esa mentalidad y sus consecuencias, pues desde hace decenios es la actitud mayoritaria entre los cristianos descristianizados. Es, simplemente, la Apostasía de Occidente. El abate Lamennais terminó por abandonar la Iglesia, y ése es el fin de los que siguen su misma tesis, al menos si son sinceros y coherentes.
O la Iglesia es el principio fundamental de la renovación del mundo, o es el mundo el principio renovador de la Iglesia. El catolicismo tradicional, bíblico y verdadero, afirma lo primero, y el catolicismo mundanizado liberal lo segundo: son dos posiciones irreconciliables. Y el Vaticano II se pronuncia en esta cuestión, cuando afirma de modo contundente que «si autonomía de lo temporal quiere decir que la realidad creada es independiente de Dios y que los hombres pueden usarla sin referencia al Creador, no hay creyente alguno a quien se le escape la falsedad envuelta en tales palabras» (GS 36c). Pero el catolicismo mundano –liberal, socialista, liberacionista o lo que sea– piensa justamente lo contrario. Estima, con pleno acuerdo y aplauso de su amigo el mundo, que el mundo secular –el pensamiento y el arte, las instituciones y los modos del poder político, la enseñanza, todo– sólo puede alcanzar su mayoría de edad sacudiéndose el yugo de la Iglesia. Y simétricamente, estima que la Iglesia tanto más se renueva y se hace atrayente cuanto más se mundaniza, y por tanto, cuanto más se seculariza y más lastre suelta de tradición católica.
Sólo un ejemplo. El cristianismo mundanizado estima hoy que los Obispos deben asemejar sus modos de gobierno pastoral lo más posible a los usos democráticos vigentes –en Occidente, se entiende–. El cristianismo tradicional, por el contrario, estima que los Obispos, en todo, también en los modos de ejercitar su autoridad sagrada, no deben asimilarse a los políticos del mundo, sino que deben imitar fielmente y sin miedo alguno a Jesucristo, el Buen Pastor, a los apóstoles y a los pastores santos, que han sido canonizados y puestos para ejemplo perenne. En efecto, los Obispos antiguos que en tiempos de autoritarismo monárquico se asemejaban a los príncipes absolutos, se alejaban tanto del ideal evangélico como aquellos otros Obispos modernos que, en tiempos de democratismo igualitario se asemejan a los políticos permisivos y oportunistas, mucho más interesados en procurarse los votos que en procurar el bien común del pueblo. Unos y otros Pastores, al mundanizarse, falsifican lamentablemente la originalidad maravillosa de la verdadera autoridad pastoral, la entendida al modo evangélico. En un caso y en otro, el principio mundano, configurando una realidad cristiana, la desvirtúa y falsifica.
Es evidente que en ciertas cuestiones accidentales una cierta adaptación de las realidades cristianas a los modos variables de la vida del mundo secular puede ser benéfica y necesaria. Pero esa adaptación, en cuanto se refiere a aspectos más profundos, equivale simplemente a una descristianización del cristianismo. Y en esa clave, sin duda, ha de interpretarse la descristianización actual de las antiguas naciones cristianas. La sal pierde su sabor y ya no vale para nada. El fermento se masifica y pierde su fuerza para fermentar la masa.
Muchos católicos han ido asumido el naturalismo liberal, en aceleración creciente, hasta nuestros días. Y como consecuencia de esta mentalidad del catolicismo naturalista y modernista, gran parte del pueblo cristiano ha caído en la apostasía, muchas veces sin advertirlo, pues «quien pretende ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios» (Sant 4,4).
Los católicos mundanos son hoy mayoría en Occidente y aceptan ya las tesis del naturalismo laicista no como hipótesis, por conveniencia o por prudencia, sino como tesis, esto es, por convicción. Este proceso se da en unos y otros en grados y modos muy diversos. Pero puede decirse, en síntesis, que los cristianos mundanos han interiorizado los principios liberales que la Iglesia ha condenado tan largamente.
Según ellos, los cristianos, dejándose de actitudes militantes o huidizas ante el mundo, deben reconciliarse con él, adaptándose en mentalidad y costumbres. Así, la Constitución política debe prescindir de Dios –aun en el caso de que la gran mayoría del pueblo sea creyente–, y el Estado no ha de tener otro fundamento que el hombre, sea éste el partido omnisciente, sea la voluntad mayoritaria, abandonada a sí misma o, lo que es mucho más común, manipulada por unos pocos. Esto es, sin duda alguna, lo más conveniente para «la paz». Y para el bien común de la sociedad lo bueno es que las leyes, en vez de apoyarse en Dios y en la ley natural, procedan simplemente de la mayoría de los votos –legalizar lo que está en la calle, o lo que se finge que está en ella– o de la decisión del partido infalible. A primera vista, puede parecer que tal planteamiento simplifica enormemente las cosas; pero en realidad lleva a las naciones a una ruina desoladora.
Así pues, la mayoría de los cristianos se ha sumado a la empresa de edificar un mundo sin referencia alguna a Dios, deponiendo toda resistencia. A su juicio, al menos en todo lo referente a la vida social y política, es mejor así. Más aún, es algo necesario, al menos si se quiere que los cristianos, deponiendo los nefastos enfrentamientos pasados con el mundo, influyan de verdad en el mundo. Y aún es más necesario, concretamente, si quieren evitar de una vez por todas «el odio del mundo», que les viene siguiendo desde la Cruz del Calvario (Jn 15,18-21). No debe, pues, la Iglesia procurar que Cristo reine sobre las sociedades, porque sólo conseguiría con esa pretensión enfrentarse con el mundo y hacerse odiosa, merecedora de persecución. Edificar el mundo sobre Dios no trae sino alienaciones del mundo visible, o divisiones, guerras y sufrimientos. En cambio, construir el orden mundano sobre el hombre, sobre la razón, sobre los valores humanitarios universales, eso es lo único que asegura la paz y el bien común de los pueblos. La historia, la realidad de los hechos, demuestran ampliamente lo contrario; pero no importa.
Fuera del Magisterio apostólico o de algunas voces integristas, en los últimos decenios apenas se alzan ya autores católicos que denuncien los errores y los horrores del naturalismo liberal, en cualquiera de sus diversas formas, pues éste, aplicándose en forma generalizada, de tal modo ha invadido la mayoría de las mentes, que es considerado como un fenómeno histórico irreversible… Así se presentaba el marxismo, como una renovación del mundo social sin posible vuelta atrás. Que en paz descanse.
Por el contrario, Juan XXIII, en la encíclica Mater et magistra, de 1961, enseña que «la insensatez más caracterizada de nuestra época consiste en el intento de establecer un orden temporal sólido y provechoso sin apoyarlo en su fundamento indispensable o, lo que es lo mismo, prescindiendo de Dios, y querer exaltar la grandeza del hombre, cegando la fuente de la que brota y se alimenta, esto es, obstaculizando y, si fuera posible, aniquilando la tendencia innata del alma hacia Dios» (217). Y en 1965 el Cardenal Jean Daniélou afirmaba en su libro L’oraison, problème politique (Fayard, París), que la religiosidad pertenece a la naturaleza humana, de tal modo que construir la ciudad política sin Dios es algo contra naturam, algo que necesariamente tiene que producir efectos espantosos. En esa ciudad irán creciendo no hombres, sino monstruos. Y da otro aviso grave: «A nuestro juicio, son hoy demasiados los cristianos que aceptan la yuxtaposición de una religión personal y de una sociedad laica. Tal concepción es ruinosa para la sociedad y para la religión» (7). De todo esto he hablado ya ampliamente en este blog, en la serie Católicos y política (95-125).
La apostasía de gran parte del pueblo cristiano se ha producido ante todo en términos de mundanización, a la que se ha llegado en buena parte a causa del semipelagianismo, generalizado entre los católicos en los últimos siglos. Ya traté de esta cuestión (195). En la época primera de los mártires, y también durante el milenio medieval, la verdadera doctrina de la gracia era la más común entre los cristianos, la doctrina de San Pablo, San Agustín, Santo Tomás. Pero a partir del 1600, más o menos, un voluntarismo semipelagiano, con variantes teóricas diferentes,ha ido siempre creciendo hasta nuestros días. Lorenzo Cappelletti, en un artículo sobre la Concordia de Molina (1589), escribía: «esta doctrina, que tras atravesar cuatrocientos años parece predominar hoy en los católicos, era entonces considerada [cuando se propuso por vez primera] tanto por la escuela agustiniana como por la tomista (es decir, por todos), inusitada y contraria a la tradición» (30 Días, nº 80, 1994).
Ahora bien, si se piensa que la introducción del Reino en el mundo se hace en parte por la fuerza de Dios y en parte por la fuerza del hombre, los cristianos, lógicamente, procurarán evitar por todos los medios el martirio, es decir, procurarán evitar –no sólo en la práctica, sino incluso en el pensamiento– todas aquellas actitudes ante el mundo que pudieran debilitar o suprimir su parte humana activa por marginación o desprestigio social, cárcel o muerte. Y por este camino tan razonable, que elimina de la vida cristiana su dimensión martirial, se va llegando, casi insensiblemente, a silencios y complicidades con el mundo cada vez mayores. Cesa entonces la evangelización de las personas y de los pueblos, cesa la cristianización de la cultura y de las instituciones y leyes políticas. (¡Así actúan quienes, en la estela del Vaticano II, decían estar empeñados en impregnar de Evangelio todas las realidades temporales!… ) Y cae el pueblo cristiano en la apostasía.
Se ha consumado en nuestro tiempo la apostasía de las naciones cristianas ricas de Occidente. El Renacimiento, aunque admira la antigüedad pagana y da comienzo al menosprecio sistemático del pasado cristiano, aún acepta la Iglesia de Cristo. La Reforma protestante rechaza la Iglesia, pero admite a Cristo. La Ilustración rechaza la Iglesia y Cristo, pero dice creer en el Dios del deísmo, que no interviene para nada en la historia del mundo. El Liberalismo que le sigue, y sus hijos liberales y socialistas, marxistas o nazis, no cree en la Iglesia, ni en Cristo, ni en Dios; sólo en el hombre. Finalmente, la Apostasía actual no cree ya ni en la Iglesia ni en Cristo, ni en Dios ni en el hombre.
Queda un Resto de fieles, recogido por Dios en ciertas Arcas, que logran flotar en medio del Diluvio universal.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
42 comentarios
Uno de ellos me aseguró que como teníamos un título universitario éramos la élite de la sociedad. Frase que me pareció un tanto fantasmagórica, por no decir una fantasmada, y poco evangélica.
Y cuando se me ocurrió tocar el tema del aborto,-éramos todos médicos-, pegaron un respingo y me cortaron enseguida diciéndome que de este tema ni se hablaba. Creo que al menos todavía no habían perdido del todo su conciencia, aunque seguían viviendo de dicho partido político.
A uno de ellos, más tarde, le envié un e-mail con la frase evangélica de qué nos sirve ganar el mundo si al final perdemos el alma.
Nos hemos olvidado la vieja y verdadera frase de que hay que vivir en el mundo, pero no con el mundo. Y así nos va.
El vivir haciendo la voluntad de Dios y bajo el manto de la Sma Virgen María, Madre de Dios, da una tranquilidad, una esperanza, y un consuelo que ni las tribulaciones de este mundo ni la misma muerte pueden arrebatar. "Mi yugo es suave y mi carga ligera".
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JMI.-Esos pensamientos no vienen de la carne y la sangre, sino que "vienen de arriba, del Padre de las luces, de quien procede todo don y toda dádiva perfecta" (Stgo 1).
Y estas palabras que usted dice, si la digo yo, es que me esperarían para recibirme a palos, y no me refiero a los enemigos de la Iglesia, sino a los cristianos mundanizados, que por respetos humanos, llegan a traicionar a Cristo y no querer reconocerlo.
Pero mi alivio es cuando leo estas verdades, que es la realidad del Espíritu Santo para nuestra educación y mejor conocimiento de lo que nos enseña Cristo y la Iglesia Católica.
Muchas gracia por estas enseñanzas tan necesaria, pues nos ayuda de dos manera, a corregir nuestros errores, o confirmar el camino que ya hemos comenzado para vivir de acuerdo a los intereses de Cristo que son muy distintos a los nuestros.
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JMI.-Sólo la verdad es verdadera.
Y sólo hay una verdad. Mentiras las hay a miles.
Paqué le cuento.
No creo que el antropocentrismo sea un punto de vista aceptable para un cristiano. Si creemos que Dios debe ser el centro de nuestra vida, es imposible no creer que debe ser el centro de la vida de la sociedad y de su Historia.
Ahora bien, ¿debemos hacer todo lo que esté en nuestra mano para exaltar a Dios y entronizarlo como centro de las sociedades humanas? ¿Debemos imponer el respeto a Dios a toda costa, como razonan los musulmanes -sin entrar a valorar lo que ellos creen erroneamente que es "respetar a Dios"-? Creo que debemos hacer no todo, sino solo todo lo que sea lícito -desde un punto de vista moral y no legal- para devolver a Dios al lugar que le correspondería sin duda en un mundo rectamente organizado-. Eso pasa por la corrección de mucho de lo andado desde el Renacimiento. Pero no de todo, y me parece que en esto debe hacerse hincapié.
No creo que la exaltación de Dios, y la reposición de Cristo en el lugar que nunca debería haber abandonado sea la oficilidad de la religión católica, por poner un ejemplo. Mucho menos la limitación de la libertad religiosa de los creyentes de falsas confesiones o de los sin Dios -que también son sujetos de esa libertad-. No le acuso a usted de defender esto, porque no se si lo hace (aunque no pocos tradicionalistas filolefebvrianos si que defienden ideas como éstas, que a mi, personalmente me revuelven el estómago), pero cuando termine con sus artículos acerca de la moderna apostasía de Occidente ex-cristiano estaría bien que dedicase otra serie de artículos a apuntar al modo en que su señoría cree que los católicos que deseamos ser buenos hijos de la Iglesia hemos de tratar de resolver esta situación.
Un abrazo a usted, padre, así como a todos los hermanos.
NO HAY MÁS DIOS QUE JESÚS
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JMI.-Al final de mi artículo, si pincha ud. en el Índice, podrá ver en él la serie que dediqué a CATOLICOS Y POLÍTICA (95-125). Y como se detalla el contenido de cada artículo, podrá ver ud. el tratamiento relativamente amplio que ya he dado a los temas por los que ud. se interesa y me sugiere que escriba.
Cordial saludo en Cristo.
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JMI.-¿El liberalismo, p. ej., que proclama el "derecho" al aborto o la igualdad jurídica del matrimonio y de la unión-gay es del XIX?
Es una iniciativa que se promovía durante muchas décadas por los mismos pontífices (muchos son los documentos al respecto), para luego pasar al olvido. Todo el mundo no tiene por qué involucrarse en la AC, pero a muchos no le vendría mal. (Aunque luego tendríamos los mismos problemas: ¿qué es lo que se enseña y defiende?)
En general en la actualidad parece que se ha optado por no ir declaradamente como cristianos. No siempre uno tiene que ir declarando que es cristiano, pero ahora parece como si se estuviera escondiendo tal hecho.
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JMI.-Es típico del cristiano liberal mundanizado esconder en la acción pública su condición. En parte por evitar persecución, pero otras veces porque está de acuerdo con lo que se está haciendo en el mundo socio-político.
¿El liberalismo que establece que la norma básica para la convivencia es el respeto de la libertad y la dignidad humanas (lo que incluye a los no nacidos; sí, hay liberales que creemos eso)?
¿El liberalismo que cree que el Estado no debería meterse a legislar en cuestiones del ámbito privado como es el matrimonio (lo que es y lo que no es)?
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JMI.-Le recomiendo volver a leer mis artículos recientes sobre el liberalismo. No ha entendido ud. nada. Quienes reconocen hoy el "derecho" al aborto o a la unión gay, con los mismos derechos del matrimonio ¿qué son, si no son liberales: zoroastristas, hermanos del libre espíritu, archimonianos de la estricta observancia? Son liberales, y me da lo mismo que sean conservadores o socialistas o comunistas. Coinciden todos en el principio liberal: que la libertad humana es soberana, y que no está sujeta ni a Dios ni al orden natural. Luego, entre sí, pueden ser muy diferentes unos de otros, y luchar entre ellos en política, y a veces en guerras.
Mirando el Índice, sobre todo si se asoma a la serie CATOLICOS Y POLÍTICA (95-125), podrá hallar desarrollos más amplios.
No, no tienen nada de liberales. Liberales fueron Constant, Tocqueville, Lord Acton, Lincoln, Bastiat, William Wilberforce (el que consiguió la abolición de la esclavitud en la Inglaterra Lo esencial en el liberalismo es el reconocimiento de los derechos inalienables de la persona: empezando por el derecho a la vida, el más importante de ellos.
liberal del XIX, antes que en cualquier otro país), Montalembert, Martínez de la Rosa, Cánovas del Castillo, Friedrich Hayek, Milton Friedman, Ludwig von Mises ... Ninguno de ellos defendió el aborto (y se removerían en sus tumbas si oyesen hablar de "matrimonio homosexual").
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JMI.-Ya dije que el término LIBERALISMO, como todas las palabras importantes, admite muchas acepciones. Y que yo lo entendía según ha sido entendido y condenado por el Magisterio apostólico de la Iglesia. Y he dado montón de citas sobre el tema: liberalismo es aquella filosofía que entiende la libertad humana como soberana, sin sujeción a las leyes de Dios, ni del orden natural, ni menos aún de la tradición. Y ese "principio liberal" evidentemente, también según el Magisterio apostólico, está actuando en liberales, conservadores, comunistas, nazistas, partidos únicos infalibles, dictaduras personales absolutas, etc. y por influjo occidental, maoistas, pol-potistas, etc. etc. etc.
Los que han considerado constitucional y perfectamente legal la unión homosexual parten todos de este "liberalismo" radical, sean de un partido o de otro, y en este sentido tienen la misma sangre, aunque entre unos y otros haya grandes diferencias a la hora de organizar la economía, proteger a los ricos o perseguirlos, dar más juego libre a la iniciativa privada o sujetarlo todo más al Estado, etc.
Se equivoca ud. cuando dice que "Lo esencial en el liberalismo es el reconocimiento de los derechos inalienables de la persona: empezando por el derecho a la vida, el más importante de ellos". Ese reconocimiento es netamente cristiano, y sólamente se da hoy en la Iglesia. Ya me dirá ud. si no en qué partido político de Occidente se asume hoy el anti-abortismo como principio absoluto. Y de paso ya me dirá ud. en qué países no ha llegado a ser legalizado el aborto por influjo de los liberales: en los poquísimos países donde no se ha aceptado, en ninguno ha sido por influjo liberal, todo lo contrario, sino por exigencia de católicos, evangélicos a veces, islamistas, etc.: jamás por influjo de liberales).
La descristianización parece imparable, a los ojos del mundo somos algo así como una especie en extinción. Que Dios nos mantenga en esas Arcas.
Puede que nos engañemos creyendo que aún vivimos en una civilización cristiana.
Los Obispos antiguos que en tiempos de autoritarismo monárquico se asemejaban a los príncipes absolutos, se alejaban tanto del ideal evangélico como aquellos otros Obispos modernos que, en tiempos de democratismo igualitario se asemejan a los políticos permisivos y oportunistas, mucho más interesados en procurarse los votos que en procurar el bien común del pueblo.
Históricamente, quienes lucharon (en el siglo XIX) por el reconocimiento constitucional de derechos tales como la libertad religiosa, la libertad de expresión, de asociación, de empresa, de pensamiento ... fueron los liberales (desgraciadamente, contra la resistencia de la Iglesia, entre otras).
Los que luchan -en la actualidad- por la protección del derecho a la vida del no nacido son, en efecto, en su mayoría cristianos ... liberales (ya que, además del derecho a la vida, defienden la libertad religiosa y de expresión, la igualdad ante la ley, la no discriminación racial o sexual, y demás principios que el liberalismo introdujo en la Historia [aunque yo creo que, efectivamente, tenían raíces cristianas ... pero el hecho es que la Iglesia luchó contra tales derechos en cierto momento de su historia]).
(Mi primer comentario se desestructuró de un modo extraño -frases mezcladas; parece ser un fallo técnico).
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JMI.-La Iglesia se opuso históricamente a configurar las libertades sociales a las que ud. alude en el modo en que estaban planteadas todas ellas a la luz del "liberalismo", entendiendo por tal lo que ya he repetido muchas veces en este blog y en este mismo artículo.
La lucha contra el Estado-Leviatán moderno (sea liberal o socialista o comunista), que regula todo lo que es regulable, en un intervencionismo de la política aplastante de las personas y de las asociaciones privadas, no la dan los liberales modernos, la da la Iglesia. Lea ud., si le parece, en este blog mis artículos de (103) y (104), donde muestro y demuestro que el intervencionismo político viene a ser semejante en Estados socialistas y en Estados liberales.
Si pusieran cuidado en conocerse....acabarían por ser humildes....y su humildad les sacaría de su pobreza mediante las Gracias que ésta les procuraría.
Hazte rico, confesando que eres pobre de Solemnidad.
¿ A quién volveré yo los ojos, sino al pobre de Espíritu y al humilde de corazón".(Is. LXVI ,29
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JMI.-El Rosario. También el santo rezo del Rosario es muy recomendable.
Pues España, por ejemplo, donde el aborto fue legalizado por el PSOE, que no tiene nada de liberal. En la mayoría de los países, el aborto ha sido legalizado por partidos de izquierda. Liberalismo se opone a socialismo.
Reconozco que el término "liberalismo" es ambiguo, y cada uno tiende a interpretarlo a su antojo. Yo creo que una definición sensata es la que identifica al liberalismo con la defensa de los derechos fundamentales "de primera generación" (derechos "negativos": derecho a que a uno NO le hagan ciertas cosas: matarle, confiscarle su propiedad, obligarle a creer esto o lo otro, impedirle expresar sus ideas ...). Históricamente, eso es lo que aportó el liberalismo a la sociedad occidental, sobre todo en el siglo XIX. Esas libertades incluyen la libertad económica y el derecho de propiedad: los liberales quieren un Estado pequeño, poco invasivo, que mantenga una presión fiscal lo más baja posible y no le quito al ciudadano el fruto de su trabajo (con el pretexto de "redistribuir"). Por ese lado vienen las diferencias con la izquierda (socialdemócrata o comunista).
No veo qué haya de incompatible con el cristianismo en estas ideas, la verdad.
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JMI.-Lo siento, pero tendrá ud. que permitirme usar el término "liberalismo" como a mí me parezca oportuno, al menos en mi blog. Y me parece oportuno emplearlo (como ya lo he dicho una 27 veces) en el sentido que le da el Magisterio de la Iglesia. Y el Magisterio entiende que el principio decisivo del liberalismo es entender la libertad humana como soberana, no sujeta a Dios y al orden natural.
Y en este sentido el socialismo se atiene al principio liberal, y legaliza, p.ej., el "matrimonio" homosexual. Y el aborto. Y un partido como en España el Partido Popular, con ocho años de Gobierno Aznar, y un Gobierno actual con mayoría absoluta, es también de sangre liberal. Evidentemente. Y hará un aborto un poco más suavecito, pero se seguirán matando niños no nacidos en número semejante a los del aborto socialista. Y teniendo el PP mayoría actual podría sacar adelante una ley nueva negativa de la unión-gay, pero prefiere no jugársela, y ya dijo que acataría el dictamen del Constitucional, que ya se conocía cuál iba a ser: la que ha sido.
El liberalismo se opone al socialismo, dice ud. Se opone en los campos secundarios, los modos de organizar la economía (cada vez, por otra parte, más coincidentes en unos y otros), de intervenir un poco menos en la vida de ciudadanos y asociaciones privadas (pero interviene también ¡muchísimo!), etc. Pero en los principios fundamentales de la vida política son hermanos, tienen el mismo espíritu, coinciden al 100 por 100. Los dos son absolutamente fieles a los principios centrales del liberalismo.
Pero es que no veo qué tenía de malo la forma en que el liberalismo planteaba estas libertades. Por ejemplo, planteaba la libertad de cultos de la única forma en que puede ser planteada: derecho de cualquier persona a practicar su religión [sea la católica, sea otra], dentro de los límites del orden público. Planteaban la libertad de expresión en la única forma en que puede ser planteada: derecho a defender públicamente las ideas que se quiera (siempre que no se incurra en calumnia, difamación, etc.). Sin censura previa.
Lo cierto es que la Iglesia se opuso a todo esto en el XIX, para terminar aceptándolo en el XX. Yo creo que fue una evolución razonable y positiva, coherente con lo esencial del cristianismo. La fe no puede ser impuesta mediante la coacción estatal, sino mediante la predicación libre y el ejemplo vital. Así lo formuló el liberal Emilio Castelar hacia 1860 y tantos: "No resolvemos la cuestión con decir que el catolicismo es la verdad. Aun admitido y proclamado esto, queda una segunda cuestión: ¿hay derecho a imponer por la fuerza una religión verdadera? Omar [el Islam] dice sí; Cristo dice que no. [...] Las religiones no se mantienen por los fiscales, ni por la vara de los cabos de presidio, ni por las bayonetas de todos los ejércitos del mundo: se mantienen por el asentimiento de las conciencias, por la fe de los corazones".
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JMI.-"No veo qué tenía de malo la forma en que el liberalismo planteaba estas libertades".
Quizá alcance a verlo si lee ud. el Sílabo (1864) del Bto. Pío X, o el decreto Lamentabili (1907) y la enc. Pascendi (1907) de San Pío X. Muy especialmente le recomiendo la enc. Libertas de León XIII (1888). Ésos y otros documentos de la época le ayudarán a ver la diferencia profunda de concepciones respecto de la libertad entre la Iglesia y, por ejemplo, la masonería, tal como ésta impulsaba esas libertades.
La Iglesia, concretamente las encíclicas anti-liberales, no combatían la libertad contra los liberales que la propugnaban. Todo lo contrario. La Iglesia impugnaba unas libertades que, como predijo tantas veces, al desvincularse de Dios y del orden natural, acabarían en la cautividad de los hombres y sociedades bajo el yugo totalitario de los Estados modernos, sean de modo liberal, marxista, nazi o el que sea.
Yendo más al fondo. La Revelación bíblica, Israel-Iglesia, "inventan" (=descubren, conocen) la libertad del ser humano en medio de pueblos primitivos que la ignoran (el individuo "es" la comunidad tribal), como también en un mundo greco-romano que en gran medida ignora la libertad en su sentido más fuerte, el bíblico-cristiano, y que vive mucho más bajo el yugo fatalista del destino inexorable de los dioses o demonios. La Iglesia defiende la libertad contra el luteranismo, que la negaba radicalmente (De servo arbitrio). En los Reinos cristianos (se entiende, en general) los reyes juraban los fueros de las regiones y se atenían a los acuerdos de las Cortes, muy diferentes del Absolutismo Monárquico, que vino con la Ilustración y los ministros masónicos liberales.
La Iglesia en el siglo XX fue sin duda la fuerza más potente contra el Imperio Comunista, contra el Reich nazi, y hasta el momento presente contra el Estado-Leviatán moderno, intervencionista-totalitario, sea de corte socialista o liberal. Y en el mundo actual de la filosofía y de la psicología, dominado por los determinismos de uno u otro tipo, puede decirse que apenas se halla viva la idea fuerte de la libertad personal, que se mantiene en la Iglesia.
El Syllabus es de Pío IX (no de Pío X), como sabe. Y lo conozco muy bien. Es un documento que, en efecto, condena a los liberales que "no temen fomentar aquella errónea opinión sumamente funesta a la Iglesia católica y a la salud de las almas llamada delirio por Nuestro Predecesor Gregorio XVI de gloriosa memoria (en la misma Encíclica Mirari), a saber: «que la libertad de conciencia y cultos es un derecho propio de todo hombre, derecho que debe ser proclamado y asegurado por la ley en toda sociedad bien constituida".
Pero es que este anatema de Pío IX nunca he sabido cómo cuadrarlo con esta declaración del Concilio Vaticano II: "Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros" (Dignitatis Humanae, 2).
Yo creo que Vaticano II rectificó a Pío IX. Para bien. Nadie ha podido convencerme de que un texto no contradiga al otro. "Cuando uno entra en la iglesia, debe quitarse el sombrero, pero no la cabeza" (Chesterton).
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JMI.-Cuando cito el Sílabo del Bto. Pío X (1864), y cito luego dos documentos más de San Pío X (1907), ya puede ud. comprender que es un mero "lapsus calami". Sí, por supuesto, el documento es del Bto. Pío IX.
Siento cortar aquí nuestra discusión, pero no tengo tiempo para entrar a afirmar la "continuidad" de la doctrina de la Iglesia sobre la libertad o sobre otros temas. Puede ud. mantener la convicción de que hay una "ruptura" entre el Sílabo y la Dignitatis Humanae); ésa es también la convicción de progresistas y lefebvristaso, como ya sabe. O puede ud. afirmar, como lo hace Benedicto XVI y lo hago yo, la "continuidad" del Magisterio apostólico, sabiendo aplicar una hermenéutica que entienda cada documento en las coordenadas históricas en las que se produjo. Pero el análisis de tema tan interesante y complejo llevaría un tiempo, esfuerzo y trabajo que yo no puedo invertir aquí.
Un cordial saludo en Cristo.
P.d.-En la Fund. GRATIS DATE ( www.gratisdate.org ) publicamos hace unos meses el libro Tradición y Magisterio vivo de la Iglesia, del Obispo brasileño Mons. Rifan. Ahí puede hallar ud. una buena argumentación sobre la "continuidad" de la doctrina de la Iglesia, concretamente en lo referente a la libertad religiosa.
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JMI.-Ya.
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JMI.-Tenga la certeza de que las mayores burradas históricas se han hecho y se hacen por aquellos que piensan que la liberetad humana es soberana, y no tiene por qué sujetarse a las ley divina ni al orden natural.
Es muy distinto cometer crímenes contra los principios de la verdad que se profesan, o cometerlos como consecuencia lógica de los principios falsos en lo que se cree. En este segundo caso, los crímenes irán siempre a más.
Tras la lectura de muchas encíclicas he cambiado de opinión. Los artículos de JMI me ayudaron mucho a entenderlo todo.
PLANTEAMIENTO FILOSOFICO: Locke,Kant / Rousseau,Marx / Aristóteles,Tomás de Aquino.
VALOR FUNDAMENTAL: Libertad / Igualdad / Persona.
Surgido históricamente como una reacción frente al absolutismo moderno, no se trata de negar la gran importancia todavía hoy de algunos de los valores del liberalismo clásico, sobre todo frente a la degradación del hombre en los Estados totalitarios (comunistas y fascistas). Pero aún así la persona humana parece quedar en un vacío, con todo y la idea kantiana de la libertad "interna" que,adecuadamente protegida en el campo jurídico, permitiría al hombre llevar a cabo por sí sólo su propia emancipación.
Típico de la teoría liberal en todas sus variantes es el convencimiento permanente de que no es necesario preguntarse por la "esencia del hombre", ni es necesario romperse la cabeza sobre el "contenido del bien común". Y ello porque, en definitiva, existen unas reglas de conducta o de procedimiento (sean las del laissez faire, la economía de mercado libre o social, la sociedad abierta, la solución regulada de los conflictos, etc.), que imponen de manera automática por completo el mejor estado de cosas posible o la justicia social.
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JMI.-No estamos discutiendo acerca de personas, sino sobre doctrinas. Tampoco hablamos de acciones históricas transitorias. No hablamos, p. ej., de Hyrosima, Nagasaki, Hamburgo, Dresde... con cientos y cientos de miles de muertes en unas horas. Estamos hablando de doctrinas: de un principio liberal, concretamente, que prescindiendo de Dios y del orden natural, lleva a crímenes estables, que configuran y construyen con leyes una civilización que destroza la familia, facilitando su ruptura, que legaliza y financia la fornicación adolescente, la anticoncepción y el aborto (la matanza continua de los inocentes, millones y millones: la causa mayor de mortandad entre los seres humanos), que controla la educación en una ingeniería social continua, mediante el dominio bancario de los medios de comunicación, que puede llevar a la cárcel a un profesor o deponerlo de su oficio si estima que el matrimonio homosexual no es matrimonio y va contra la naturaleza, si etc. etc. De eso estamos hablando.
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JMI.-Muy bueno, Gonzalo, lo del bendito sacristán.
Procuraremos obedecer su buena intención.
Abrazo.
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JMI.-Tenga la certeza de que las mayores burradas históricas se han hecho y se hacen por aquellos que piensan que la liberetad humana es soberana, y no tiene por qué sujetarse a la ley divina ni al orden natural.
Es muy distinto cometer crímenes o pecar por omisión contra los principios de la verdad que se profesan, o cometerlos como consecuencia lógica de los principios falsos en lo que se cree. En este segundo caso, los crímenes serán mayores e irán siempre a más.
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Ese es el problema CCCP. Se pueden defender todo tipo de horrendas ideas, desde el matrimonio sodomita hasta el derecho a matar bebés, o asesinar o marginar a guardias civiles o judíos.
Lo que no entiendes de los textos papales es que Dios no concede ningún derecho a defender el Mal, es algo que ni siquiera Dios en su interior puede concebir porque es horripilante a su esencia.
El mal no tiene derecho alguno, defenderlo tampoco... y que se pueda imponer por mayoría menos todavía.
Te cuesta verlo porque ya tu mismo estás infectado de ese naturalismo/liberalismo inconcebible en ningún cristiano bien formado.
Te parece un "bien" el que se pueda defender cualquier idea - tanto da si es buena u horripilante- dentro de un orden. Has divinizado la democracia, la "libertad de expresión", de religión etc.
Pero algo malvado u horripilante ya es un desorden inaceptable desde su principio. Aceptarlo solo puede llegar a pudrir todo lo que toque.
Dios da la libertad como derecho exclusivamente para hacer y buscar el bien y la verdad. La mentira, el error, lo malo no tienen ningún derecho.
Como mucho se toleran algunos para salvaguardar bienes mayores (la paz civil, la dignidad humana del malo etc). Así se ha concebido siempre en la cristiandad.
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CCCP
Esas palabras que parecen tan fáciles, en verdad encierran cada una conceptos complejos. Es muy complejo de entender.
Como te dice el Papa, es mejor leerlas a la Luz de la Tradición, hermenéutica de la continudad se llama. Porque nada ha cambiado en el depósito de la Fe.
Es lo que hago yo, como lo de "antes" se entiende a la primera.... :-))
Este aporte me ha parecido muy valioso para ser tenido en cuenta en el ambiente cultural católico, porque arroja luz sobre la maraña de conceptos confusos que nos propina el mundo. El Liberalismo en sentido lato es la matriz adonde se vacían desde el capitalismo salvaje hasta el comunismo más planificado, desde la democracia más permisiva hasta la dictadura más asfixiante de las varias que han asolado al mundo últimamente.
`Para poder entender el valioso aporte del Padre me parece que mejor será olvidarse de lo que el mundo entiende por "liberal", a saber el liberalismo propiamente dicho, íntimamente asociado a la democracia y al capitalismo. Ésa es sólo una de las variantes del Liberalismo en sentido amplio. El nazismo, el comunismo, el socialismo y todas las doctrinas y sistemas que nieguen el debido respeto y primacía a Dios, a la Naturaleza y a la Tradición, son esencialmente liberales.
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JMI.-Estimado Ricardo,
en realidad no hay propiamente un "valioso aporte del P. Iraburu", pues la idea a la que se refiere está enseñada en las grandes encíclicas del Magisterio apostólico en muchas ocasiones.
Por ejemplo, León XIII, en la enc. Libertas, sobre la libertad y el liberalismo (1888), describiendo su principio más radical dice (nº 12) que "cuando el hombre se persuade de que no tiene sobre sí superior alguno, la conclusión inmediata es colocar la causa eficiente de la comunidad civil y política no en un principio exterior o superior al hombre, sino en la libre voluntad de cada uno; derivar el poder político de la multitud como de fuente primera (...). De aquí el número como fuerza decisiva y la mayoría como creadora exclusiva del derecho y del deber (...)
"Armada la multitud con la idea de su propia soberanía, fácilmente degenera en la anarquía y en la revolución, y suprimidos los frenos del deber y de la conciencia, no queda más que la fuerza; la fuerza, que es radicalmente incapaz para dominar por sí solas las pasiones desatadas de las multitudes. Tenemos pruebas convincentes de todas estas consecuencias en la diaria lucha contra los socialistas y revolucionarios, que desde hace ya mucho tiempo se esfuerzan por sacudir los mismos cimientos del Estado.
25. "La perversión mayor de la libertad, que constituye al mismo tiempo la especie peor de liberalismo, consiste en rechazar por completo la suprema autoridad de Dios y rehusarle toda obediencia, tanto en la vida pública como en la vida privada y doméstica" (nº25).
Una vez arraigado ese principio central del liberalismo, de él pueden salir, y de hecho han salido, todas las formas aberrantes de la vida social y política: conservadores liberales, marxismo comunista, socialismo laicista, nazismo, dictaduras personales o de partido único, etc. Todas muy distintas entre sí, incluso a veces enfrentadas a muerte; pero originadas y fundamentadas todas en un mismo principio.
¡Cuánto bien pueden hacer las grandes encíclicas de doctrina política de la Iglesia a tantos católicos que, sin saberlo, han asimilado el principio radical del liberalismo! Conociéndolas, comprenden bien toda la historia de los últimos siglos. ¡Y entienden el presente!
Le agradezco de todas formas su importantísimo trabajo de divulgación y la forma amena, clara y hasta "contundente" que emplea para dilucidar cuestiones intrincadas o habitualmente muy manoseadas.
Es muy importante que en el "pequeño rebaño" hablemos como habla la Iglesia, que utilicemos la semántica católica y no la mundana. Porque también en cuestiones políticas o sociales las enseñanzas de la Iglesia son "locura" para el mundo. A partir de "Libertas" y encíclicas similares, no ha de haber término más retorcido, bastardeado y desfigurado que "libertad" y "liberalismo". Ésa es la estrategia del mundo para neutralizar el mensaje católico. No le hagamos el juego, vayamos a las fuentes y no quedaremos confundidos.
Esto lo ha visto, certeramente, nuestro Santo Padre Benedicto XVI en carta a Marcello Pera, cuando sostiene que "usted analiza la esencia del liberalismo a partir de sus fundamentos, mostrando que en la esencia del liberalismo se encuentra el enraizamiento en la imagen cristiana de Dios: su relación con Dios, de quien el hombre es imagen y de quien hemos recibido el don de la libertad."
Paralelamente, este sentir de auténtico liberalismo, de amor a la libertad, también lo palpó el Beato Juan Pablo II. Así lo interpreta con profundidad, el formidable pensador y sacerdote Richard John Neuhaus en "El liberalismo de Juan Pablo II"
http://www.cepchile.cl/dms/archivo_3738_1931/r101_neuhaus_liberalismo
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JMI.-Vea lo que dice el comentarista anterior, Ricardo de Argentina.
Benedicto XVI insiste en la necesidad de emplear siempre una hermenéutica de continuidad en la interpretación de los documentos magisteriales de la Iglesia. Lo que él dice al Sr. Marcello Pera habrá que entenderlo de modo que no contradiga en absoluto lo que enseñan unánimemente sobre "el liberalismo" las grandes encíclicas anteriores de la Iglesia. Las que he citado yo abundamente.
Es impensable que Benedicto XVI diga "lo contrario" a lo que han enseñado muchos Papas en doctrina unánime. Hablará del "liberalismo" en una acepción distinta de las muchas que la palabra tiene, concretamente distinta de la acepción que usaban los Papa.
Ser católico liberal es ser un círculo-cuadrado.
- La "Reforma", que no reforma nada.
- La "Contrarreforma", que es una verdadera reforma.
- Los "Liberales" que imponen su concepto de libertad.
- Los "Progresistas" y "Modernistas" que convierten en retrógados y obsoletos a todo el que no piensa como ellos...
- Las "Repúblicas Democráticas", que de democráticas apenas tienen el nombre...
Al final, todo el que lee un texto tiene que entender a qué se refiere cada término por el contexto del propio texto. Es lo que el otro día me pasó con "carne": hablando con un vetariano descubrí que su significado no es para nada unívoco: a veces se refiere a todo el cuerpo (este cuerpo carnal), a veces "a lo blando", a veces sólo a los músculos; a veces excluye a los animales acuáticos (no comer carne los viernes de Cuaresma; elegir entre carne y pescado en un restaurante... o según el dictamen del médico), etc.
Y veo que eso pasa aquí con "liberalismo": a pesar de las aclaraciones del autor, alguno se empeña en emplear el término "a su modo propio". Y así, ni conseguirá entender al autor, ni explicar de modo claro sus propias ideas. En el fondo, discutir el significado de los términos es un trabajo agotador e inútil.
¡Enhorabuena por el artículo, Padre!
Si luego salgo a decir que creo que ser marxista y ser cristiano al mismo tiempo es una cosa posible, entonces ya tengo otro problema:
O no tengo idea de lo que es el marxismo,
o no tengo idea de lo que es el cristianismo,
o soy un inimputable.
Es como dice el Padre: el Catomarxismo -o el Catoliberalismo hablando en términos más generales- no puede existir. Igual que los círculos cuadrados, no pueden existir.
En la práctica, la inmensa mayoría de tales especímenes piensan y actúan como perfectos liberales.
Aunque vayan a Misa y se declaren más papistas que el Papa.
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JMI.-Ya he dicho muchas veces que "liberal" tiene muchas acepciones, tiene significaciones nobles y otras inadmisibles para los cristianos. Cuando BenedictoXVI emplea el término con elogio, es que lo usa en uno de sus sentidos buenos y nobles. No en el sentido, más frecuente, en que se usa en las encíclicas católicas liberales, como la Libertas de León, "sobre la libertad y el liberalismo", con la que Benedicto XVI coincidirá en forma absoluta.
Vuelve entonces a hacer la misma pregunta, sobre cómo reconocer lo que es justo. Y allí
el Papa sorprende con una tesis histórica que unifica gran parte de la historia del derecho
occidental: “...los teólogos cristianos se sumaron a un movimiento filosófico y jurídico que
se había formado en el siglo II a. C. En la primera mitad del siglo segundo precristiano, se
produjo un encuentro entre el derecho natural social desarrollado por los filósofos estoicos
y notorios maestros del derecho romano (Cf. W. Waldstein, "Ins Herz geschrieben. Das
Naturrecht als Fundament einer menschlichen Gesellschaft" (Augsburg 2010, 11ss; 31-
61). De este contacto, nació la cultura jurídica occidental, que ha sido y sigue siendo de
una importancia determinante para la cultura jurídica de la humanidad. A partir de este
vínculo precristiano entre derecho y filosofía inicia el camino que lleva, a través de la Edad
Media cristiana, al desarrollo jurídico del Iluminismo, hasta la Declaración de los derechos
humanos y hasta nuestra Ley Fundamental Alemana, con la que nuestro pueblo reconoció
en 1949 "los inviolables e inalienables derechos del hombre como fundamento de toda
comunidad humana, de la paz y de la justicia en el mundo”. Obsérvese algo fundamental:
para el Papa no hay contradicción, sino evolución, entre el derecho romano, la Edad
Media y el desarrollo jurídico de la Ilustración. Algo casi idéntico a la tesis de Hayek en el
cap. 11 de “Los fundamentos de la Libertad”3.
Pero sorprenderá a muchos, también, la sana secularización que Benedicto XVI
supone en ese proceso. Muchos filósofos actuales contraponen a un derecho natural
religioso, solamente proveniente de una arbitraria voluntad de Dios, con el ordenamiento
jurídico secular de la sociedad. Contrariamente, Benedicto XVI sostiene que
“...Contrariamente a otras grandes religiones, el cristianismo nunca ha impuesto al Estado
y a la sociedad un derecho revelado, un ordenamiento jurídico derivado de una
revelación. En cambio, se ha referido a la naturaleza y a la razón como verdaderas
fuentes del derecho, se ha referido a la armonía entre razón objetiva y subjetiva, una
armonía que, sin embargo, presupone que ambas esferas estén fundadas en la razón
creadora de Dios”. Este párrafo es ininteligible para gran parte de la cultura neokantiana y
neopositivista actual. Los pensadores cristiano-católicos nunca han pensado que lo bueno
es tal porque Dios lo ordena de modo arbitrario, sino que lo bueno se basa en la
naturaleza de las cosas creada por Dios, siendo el modelo de este pensamiento, por
supuesto, Santo Tomás de Aquino. Esto es, podemos encontrar en los fundamentos del
derecho una naturaleza humana que puede ser reconocida por todos los seres humanos
–como en los terribles momentos del nazismo- y al mismo tiempo ello presupone una
armonía razón-fe, porque esa naturaleza humana está creada por Dios y, por ende, se
inscribe en la tradición judeo-cristiana. A esto volverá Benedicto al final de su discurso.
Pero si es “cristiano”, ¿cómo puede ser “sanamente secular”, cómo puede darse en
una sana laicidad abierta a todos los pueblos? Benedicto XVI ya había explicado este
tema cuando habló de la razón pública cristiana4, una razón que tomando sus temas del
Cristianismo, es razón humana y, por ende, capaz de comunicarse con todos sin cortar
con su propia identidad. Por eso la cultura Europea es una cultura cristiana y a la vez
secular, que abre a la sana laicidad pero no al laicismo, al reconocimiento de los derechos
del hombre fundados en Dios –como en la declaración de la independencia
norteamericana- y por ello mismo abiertos a todos en un ámbito de libertad. Por ello así
termina este, nunca mejor dicho, magistral discurso del magisterio de Benedicto XVI: “...A
este punto, debería venir en nuestra ayuda el patrimonio cultural de Europa. Sobre la
base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el
concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la
ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el
reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta. Estos
conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla
como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría
de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y
Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y
el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de
Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la
dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del
derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”.
Gracias, Benedicto, por este discurso histórico.
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JMI.-Por supuesto que el pensamiento de la Iglesia, teniendo en la Biblia, en Jerusalén, su fuente principal, recibe también luces de Atenas y de Roma, luces que son purificadas y más iluminadas desde la Biblia. Pero el pensamiento actual ha roto con Jeruslén, con Atenas y con Roma. Predomina, como Benedicto XVI ha señalado en varias ocasiones, el relativismo, que es un modo de agnosticismo, no solo religioso, también filosófico; un irracionalismo que, p. ej., justifica el aborto (homicidio) o la igualación jurídica del matrimonio y la unión-gay, realidades obviamente diferentes, que no pueden recibir justamente un trato jurídico idéntico.
Predomina igualmente un liberalismo que, reconociendo la soberanía absoluta de la libertad humana, quitándole toda vinculación a Dios y al orden natural, la destroza, haciéndola fuente de enormes males. Y da igual que sea una libertad personal (tiranía absoluta), o una libertad de partido único (comunista, nazi, castrista), o una libertad de fuerza mayoritaria (democracia liberal), manipulada siempre por una minoría económica y política. Es en todo caso una libertad liberticida y homicida, creadora de caos, diabólica. ES así.
En cuanto a "la sana laicidad" le recomiendo en mi blog (106): no tiene existencia en la historia, sólamente existe como ideal doctrinal en algunos. El pecado original que afecta a toda la humanidad la hace imposible.
En esto, me temo, se aparta del pensamiento del papa y del Concilio Vaticano II, en efecto toda su argumentación, en aquello que subraya y en aquello que omite, se aparta bastante del diagnóstico de Benedicto XVI. Y ojo, que no digo que nada de lo que diga usted sea contrario a la sana doctrina, ni tampoco nada de lo que diga el papa, es cuestión de diagnóstico general, de visión, de ideología de fondo, de tantas cosas...
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JMI.-Que no, Pedro, que no. Lee bien leído mi (106) y verás que, de hecho, al menos en el Occidente que conocemos, no hay Estado laico que no sea laicista. Un Estado que prescinde de Dios (ni mencionarlo), que legaliza y financia el aborto (casi todos los Estados), etc. ¿vive un "sano laicismo"?.
Vamosanda.
Como ideal, para hablar de él, estupendo. Como hecho, inexistente.
Lleva el comentarista Javiergo insistiendo desde hace un tiempo en que el lema con que -y no solo en este blog- suelo poner término a mis intervenciones ("NO HAY MÁS DIOS QUE JESÚS") es un lema desacertado, por cuanto pone un poco en solfa el concepto de la Trinidad al modo en que lo entiende nuestra Iglesia. Yo he seguido utilizándolo porque no me cuadraban las razones de este hombre, y porque ningún articulista me había reconvenido hasta el momento presente.
El caso es que las reconvenciones de Javiergo persisten -muy educadamente, cariñosa y respetuosamente, todo sea dicho-, y su persistencia me obliga a preguntarme si no estaré incurriendo en un error. A usted apelo en mi ignorancia. Ni siquiera es necesario que me explique las razones por las que dictamine -si tiene a bien hacerlo- una cosa u otra. Me conformo con un "es correcto" o un "no es correcto", y a lo que diga usted ajustaré de en adelante mi conducta (nada más lejos de mi que atreverme a obcecarme en el uso de un lema que pudiera ser contrario a la doctrina de nuestra Santa Madre Iglesia). También le ruego que, en caso de que mi lema le parezca desacertado, me indique si este otro le parece aceptable ("NO HAY MÁS DIOS QUE EL DE JESÚS").
Un abrazo en Cristo a usted y a los hermanos.
PD: Lamento poder hacerle perder el tiempo con esta cuestión, no directamente relacionada con el tema que tratamos, y le pido perdón por adelantado si es el caso, pero confío en su criterio y además la cuestión me la ha planteado Javiergo en los comentarios al presente artículo. En fin, que no se me ocurría otro foro en el que plantearla.
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JMI.-
No hay más Dios que el de Jesús, es lema indudablemente verdadero.
No hay más Dios que Jesús, es lema que puede entenderse en sentido verdadero, y puede entenderse en sentido falso. Es ambiguo.
No por nada, sino porque expresa mejor que el otro lo que deseo transmitir, que no es solo la veracidad y unicidad de Dios, sino además la indudable condición divina que a Jesús le atribuímos de siempre desde nuestra fe, y todo ello de un modo que parafrasee lo más literalmente posible a la blasfema "sahada" o profesión de fe de los musulmanes.
El otro lema, pese a ser indudablemente correcto, no pone énfasis en lo que a mi me gustaría resaltar, porque lo de "No hay más Dios que el de Jesús" es tan correcto como decir "No hay más Dios que el de Abraham/Israel/Moisés/David/Elías/Isaías/Juan Bautista/etc." Vamos, que no remarca apenas nada respecto de la figura del propio Jesús.
Reitero mis disculpas. Un abrazo.
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JMI.-Yo recomiendo el lenguaje claro y preciso.
Y desaconsejo el ambiguo
(Copiado:) El Concilio Vaticano II (1962-1965) fue malinterpretado de una forma descomunal en los años posteriores a su conclusión. Confusión que aún dura hoy día. No fue ni es extraño oír, incluso por parte de teólogos de la Iglesia Católica, que dicho Concilio significó un auténtica revolución en el sentido de que la Iglesia, después de siglos y siglos de absurda confrontación con el mundo, por fin había decidido dedicar una mirada de comprensión hacia el mismo; mundo que ya no sería visto como un enemigo para los cristianos, como una fuente de pecados, sino como un "elemento" positivo. Nada más lejos de la realidad. Cierto es que el Concilio Vaticano II intentó renovar su relación con el mundo; pero siempre lo hizo desde una profunda unidad con la revelación contenida en las Sagradas Escriutras y con toda la tradición eclesiástica anterior, desde los Apóstoles y Santos Padres, pasando por las obras de los grandes santos, hasta los documentos elaborados por el Magisterio de la Iglesia. Así, el Concilio Vaticano II siguió considerando al mundo, a pesar de haber sido creado por Dios y contener aspectos por ello completamente loables, como un enemigo del hombre a causa de la introducción del pecado, que había corrompido la obra del Creador. Baste el siguiente fragmento de la Consitución Pastoral Gaudium et Spes del citado Concilio para corroborar que lo que decimos es así:
GS37: Por ello, la Iglesia de Cristo, confiando en el designio del Creador, a la vez que reconoce que el progreso puede servir a la verdadera felicidad humana, no puede dejar de hacer oír la voz del Apóstol cuando dice: No queráis vivir conforme a este mundo (Rom 12,2); es decir, conforme a aquel espíritu de vanidad y de malicia que transforma en instrumento de pecado la actividad humana, ordenada al servicio de Dios y de los hombres.
A la hora de saber cómo es posible superar tan deplorable miseria, la norma cristiana es que hay que purificar por la cruz y la resurrección de Cristo y encauzar por caminos de perfección todas las actividades humanas, las cuales, a causa de la soberbia y el egoísmo, corren diario peligro.
ejemplo......La Iglesia, a través de sus organizaciones benéficas , está haciendo una labor inmensa ayudando a la personas afectadas en esta crisis , pero las Iglesias cada vez se vacían más...y esto no me encaja.
No se hace ver que la ayuda recibida (aportada por muchas personas, se hace por Amor a JESUCRISTO )
¿Cuantas....de las personas beneficiadas de estas ayudas, corresponden haciendo ellas a su vez obras caritativas por los demás? ......si cada uno de ellos dedicaran 1 o 2 horas al día a voluntariado...ayudando a ancianos, enfermos,haciendo labor humanitarias, aunque sea ayudando en las parroquias, conventos, colegios, catequizando, acompañando.....devolviendo ese Amor que se ha tenido con ellos......la sociedad daría un vuelco,.... dando tanto ejemplo y haciendo tanto bien.
En esta sociedad lo que se da gratuitamente....no se valora...al revés se toma como una obligación de los demás.
Imagínense.......la labor que se realizaría.
En una Iglesia cercana....se amontonaba mucha gente para recibir alimentos.....se las hacía pasa al interior ( en una sala, el la que había un crucifijo) y se repartían las ayudas......algunas de ellas no querían pasar allí....¿ y saben por qué?....porque estaba el crucifijo y el sacerdote obrando excelentemente y con valentía les dijo.....nosotros hacemos todo esto por ÉL, OSEA QUE SI USTEDES A TRAVÉS DE Él no quieren recibir alimentos.....SALGAN DE AQUÍ INMEDIATAMENTE.
No sé si Se me ha entendido Padre Iraburu.
Saludos
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