(92) La ley de Cristo –XIII. las Constituciones Apostólicas. y 4
–¿Y estas Constituciones Apostólicas son con certeza del año 380?
–Los expertos dan esta fecha como bastante segura. Es el año en que se convocó el I Concilio de Constantinopla (381).
A través de las Constituciones Apostólicas seguimos contemplando a la Iglesia católica del siglo IV.
—Los ayunos
No hay ayunos, por supuesto, durante la cincuentena de la Pascua, pero al terminarla, «ayunad durante una semana, porque es justo alegrarse por el don de Dios y ayunar después un tiempo. Os prescribimos, por tanto, que después de esta semana de ayuno, ayunéis los miércoles y viernes de cada semana y entreguéis a los pobres el sobrante economizado por vuestros ayunos. En cambio, cada sábado y cada domingo llevad a cabo vuestras asambleas en el gozo. Será culpable de pecado el que ayunara el domingo, día de la resurrección, o en cualquier otra fiesta del Señor, porque estos días son días en lo que debéis estar alegres y no son días para llorar» (V,20,14.18-19).
—Vigilancia contra herejías y cismas
«Ante todo, obispos, guardáos de las herejías funestas, intolerables, impías: evitadlas como el fuego, que quema a los que se le acercan. Evitad también los cismas. No está permitido ni extraviarse en medio de las herejías impías, ni separarse por ambición de sus hermanos. Algunos que se arriesgaron a tales desvíos en el pasado no escaparon al castigo» (VI,1,1). Se citan aquí un buen número de ejemplos tomados de la Biblia.
«Por tanto, si Dios infligió en seguida el castigo a los que por ambición habían producido un cisma, con mucha mayor razón castigará a los instigadores de impías herejías. Pero vosotros, hermanos, enseñados por las Escrituras, guardáos de provocar disidencias, tanto si son doctrinales como si afectan a la unidad entre vosotros, porque los dirigentes de doctrinas impías son ejemplos de perdición.
«Y vosotros, los laicos, no frecuentéis a quienes son contrarios a los pensamientos divinos y no participéis en su impiedad, porque Dios dijo: “apartáos de este grupo de hombres, para no correr el riesgo de perecer juntamente con ellos” (Núm 16,21.26) (VI,4,1-3).
«No aceptéis los libros compuestos con nuestro nombre por los impíos», pues abundan los libros apócrifos, «libros perniciosos y contrarios a la verdad. Gentes malvadas han editado ahora tales libros, en los que impugnan la creación, el matrimonio, la providencia, la procreación, la Ley, los Profetas. Llevan la firma de algunos nombres bárbaros, nombres de ángeles, según ellos pretenden, pero en realidad son nombres de los demonios que los han inspirado. Huid de sus enseñanzas, para que no os veáis asociados al castigo de sus autores, que los han compuesto para engañar y perder a los fieles discípulos del Señor Jesús» (VI,16,1-4).
«Acoged a los penitentes, porque es la voluntad de Dios en Cristo (1Tes 5,18), instruid a los catecúmenos y bautizadlos. Pero a los herejes impíos, que se niegan a convertirse, separdlos y mantenedlos aparte de los fieles. Expulsadlos públicamente de la Iglesia de Dios, ordenad a los fieles que se alejen absolutamente de ellos, y prohibidles que comulguen y oren con ellos. Éstos son enemigos de la Iglesia, van contra ella, corrompen el rebaño y ensucian la heredad. Se creen sabios, pero están totalmente pervertidos».
«Son más impíos que los judíos y más ateos que los paganos. Blasfeman contra Dios, pisotean a su Hijo, se burlan de la doctrina del Espíritu, reniegan de la Palabra divina, destruyen la Iglesia de Dios, como zorros en una viña. Evitad, pues, comunicaros con ellos, y no os mezcléis con ellos, si queréis vivir en paz, porque no la hay para ellos, según el profeta: “no hay paz para los malvados, dice el Señor” (Is 57,21). Son lobos disimulados (Mt 7,15), y de momento son poco numerosos, pero con el tiempo, cuando se acerque el final, serán numerosos y mucho peores. Por eso dijo el Señor: “cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe en la tierra?” (Lc 18,8) (VI,18,1-9).
«Obispos y laicos, evitad, pues, a todos los herejes que desprecian la Ley y los Profetas. Odian al Dios todopoderoso y le desobedecen. No reconocen a Cristo como a Hijo de Dios, niegan su nacimiento según la carne, se mofan de su cruz, menosprecian su pasión y muerte, desconocen su resurrección, dejan sin sentido su nacimiento antes de los siglos. Algunos de ellos cometen aún otras impiedades, y se imaginan que el Señor es simplemente hombre» (VI,26,1-2).
—Los dos caminos
Las Constituciones, como lo había hecho ya la Didajé a fines del siglo I, describen el camino de la salvación y explican también por dónde lleva el de la condenación. Lo hace ampliamente, en una descripción minuciosa de la vida cristiana personal y comunitaria, de tal modo que suministran muchas informaciones detalladas de la vida espiritual y liturgica de aquel tiempo.
Ya dijo Moisés al pueblo de Israel: «“mirad, yo os pongo delante el camino de la vida y de la muerte” (Jer 21,8). “Elige la vida y vivirás” (Dt 30,19). Y nosotros, siguiendo a nuestro maestro Cristo, también debemos proclamar que hay dos caminos, uno es el de la vida y el otro es el de la muerte. Entre ellos no hay semejanza alguna, porque difieren en gran manera. Más aún, se encuentran totalmente separados entre sí» (VII,1,1-3).
—Bautismo: apotaxis y syntaxis
«Todos los hombres están llenos o bien del Espíritu Santo, o bien sea del espíritu impuro, y es imposible escapar del uno o del otro, a menos que se le contraríe. El Paráclito, en efecto, odia todo lo que es mentira, y el diablo, todo lo que es verdad (Hch 5,3; Jn 8,44). Pero todo aquel que haya sido verdaderamente bautizado, éste ha sido liberado del espíritu diabólico y confortado en el Espíritu Santo, que permanece en el que hace el bien, lo llena de sabiduría e inteligencia, impidiendo al espíritu maligno que se le acerque, y vigilando todas sus agresiones» (VI,27,4-5).
Por eso «al catecúmeno que va a ser bautizado se le enseña a renunciar al diablo [apotaxis] y a unirse a Cristo [syntaxis]. –“Renuncio a Satanás, a sus obras y cultos, a sus ángeles, a sus iniciativas y a todo cuanto a él se refiere. Y me adhiero a Cristo”» (VII,40,1; 41,1-3). Seguidamente, el neófito confiesa la fe católica.
El Credo que las Constituciones transcriben viene a ser, algo ampliado, el mismo de Nicea (325) y de Constantinopla (381), el mismo que la Iglesia confiesa hasta el día de hoy.
«Creo y soy bautizado en el único no-engendrado, el único Dios verdadero (Jn 17,3), omnipotente, Padre de Cristo, creador y autor de todas las cosas, de quien todo procede (1Cor 8,6). Y en Jesucristo, el Señor, su Hijo monógeno, el primogénito de todas las criaturas (Col 1,15), engendrado antes de los siglos por el amor del Padre, no creado, por quien todo fue hecho, en el cielo y en la tierra, lo visible y los invisible, que en los últimos días bajo del cielo y tomó carne, fue engendrado de la santa Virgen María, vivió santamente, según las leyes de Dios, su Padre, fue crucificado bajo Poncio Pilatos, murió por nosotros, resucitó de entre los muertos al tercer día después de su pasión, subió a los cielos, está sentado a la derecha del Padre, volverá con gloria al fin del mundo (Mt 24,30; 28,20) para juzgar a los vivos y a los muertos (2Tim 4,1), y su reino no tendrá fin (Lc 1,33). Soy también bautizado en el Espíritu Santo, en el Paráclito, que ha obrado en todos los santos desde el principio y que, luego, fue enviado igualmente a los apóstoles por el Padre, según la promesa de nuestro Salvador y Señor Jesucristo, y después los apóstoles comunicaron a todos los que creen en la santa Iglesia universal y apostólica. Creo en la resurrección de la carne, en el perdón de los pecados, en el reino de los cielos y en la vida del siglo futuro» (VII,41,4-8).
—La asamblea eucarística
Las Constituciones , en los libros VII y VIII, son el documento antiguo que nos da la descripción más plena de las celebraciones litúrgicas, concretamente de la Eucaristía. Destaco sólamente algunos detalles interesantes.
–El domingo. «El día de la resurrección del Señor, el domingo, reuníos con asiduidad, dad gracias a Dios y proclamad los beneficios que os ha concedido por Cristo, liberándoos de la ignorancia, el error y toda otra cautividad. De esta manera vuestro sacrificio [eucarístico] será irreprochable y agradable a Dios» (VII,30,1-2).
–El Gloria. La gran doxología que transcriben las Constituciones es el mismo Gloria que hoy, quince siglos después, un poco abreviado, se sigue rezando en la Iglesia (VII,47,1-3).
–La oración universal. El diácono manda retirarse a catecúmenos y bautizados sujetos a penitencia: «Salid penitentes». Y añade: «Todos los fieles, pongámonos de rodillas. Oremos a Dios por medio de Cristo». Pide seguidamente por la paz, la Iglesia de Dios, «por esta santa parroquia», por el Obispo y el clero, las vírgenes consagradas, los pobres y enfermos, los catecúmenos y neófitos, los encarcelados y exilados, los enemigos, la conversión de los que están fuera de la Iglesia, etc. Y termina: «Pongámonos de pie». La liturgia posterior al Vaticano II recuperó el santo rito de las preces universales (VIII,9,11; 10,1-22). No en cambio, al menos en el mismo grado, el aprecio antiguo por el gesto de arrodillarse.
–El Padrenuestro. El que ya ha sido bautizado, renacido del agua y el Espíritu, habiendo recibido la filiación divina, «rezará de pie inmediatamente la oración que nos enseñó el Señor (Mt 6,9). Debe rezar vuelto hacia Oriente» (VII,45,1-2). El Padrenuestro ha de rezarse «tres veces al día» (VII,24,2; cf. Didajé VIII,3), tradición recuperada en la reforma litúrgica postconciliar, que dispone rezarlo en Misa, Laudes y Vísperas.
–La comunión bajo las dos especies. «El obispo dará la oblación, diciendo: “el cuerpo de Cristo”, y el que la recibe responde: “Amén”. El diácono sostendrá el cáliz y al presentarlo dirá: “la sangre de Cristo”, y el que bebe del cáliz dirá: “Amén”» (VIII,13,15).
–La paz. «El obispo saludará a la asamblea diciendo: “La paz de Dios esté con todos vosotros”. Y el diácono: “Saludáos unos a otros con el ósculo santo” (1Cor 16,20; Rm 16,16). Se besarán los clérigos con el obispo, los laicos hombres entre sí, y las mujeres entre ellas» (VIII,11,8-9).
–Orden en la asamblea. Los fieles, cada uno según su condición, tiene su lugar propio en el templo. Por ejemplo, «los niños estarán cerca del ambón, y uno de los diáconos los vigilará para que no estorben» (VIII,11,10). La comunión eucarística se realiza también siguiendo un orden establecido, vigilado por los diáconos (VIII,13,14). Las Constituciones insisten en la necesidad de guardar un orden pacífico y armonioso en la asamblea, «porque es hermoso y grato a Dios honrar a cada uno según su dignidad, puesto que la Iglesia no es una escuela de desorden, sino de disciplina» (VIII,31,1; cf. 1Cor 13).
—Ora et labora
Las oraciones de cada día. Las Constitutiones vienen a reiterar lo que, según ya vimos, venía dispuesto a comienzos del siglo III en la Traditio apostolica, y dan a cada hora un sentido semejante: «Orad por la mañana, a la hora de tercia, a la de sexta, a la de nona, al anochecer y al canto del gallo» (VIII,34,1-12).
Los días de trabajo. «Yo, Pablo, y yo, Pedro, prescribimos cuanto sigue. Los criados trabajarán cinco días, pero el sábado y el domingo acudirán a la iglesia para la enseñanza de la fe. El sabbat tiene su funamento en la creación, y el domingo en la resurrección» (VIII,33,1-2). Vemos aquí que el fin de semana (week end) no es un invento moderno. Ya en el s. IV lo inculcaba la Iglesia.
José María Iraburu, sacerdote
Índice de Reforma o apostasía
9 comentarios
La injusticia es señal de que hemos errado el camino, nos auto discriminamos, porque elegimos lo que conduce a la muerte, muchas veces por falta de carteles que digan la verdad, no para condenar sino para iluminar.
A las plantas cuando no dan fruto, no se las arranca, sino que se las poda.
Que bueno es renunciar a nosotros mismo para obrar en nombre del Señor, y así nuestro nombre sea heredero en el reino. Un abrazo.
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JMI.-Reforma o apostasía. Está claro.
Y me alegra ver que, a pesar de las diversas circunstancias de nuestro predecesores en la fe, seguimos teniendo tantas cosas en común.
¡Que gran don es la Iglesia! ¡Y que responsabilidad de ser fieles tenemos sus hijos!
¡Qué bueno es el Señor y qué gran regalo vivir en la Iglesia!
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JMI.- La cantidad de cosas que se aprenden leyendo este blog... No le cuento.
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JMI.- Gracias por tu gratitud, Luis.
Las distinciones entre catecúmenos, bautizados, penitentes y cristianos adultos debería recuperarse.
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JMI.- Las formas concretas no son recuperables normalmente, tal cual, pero el espíritu sí, que se configura históricamente en formas que son un desarrollo homogéneo de formas primeras. Pero sí, hay que recuperar mucho de la vida de la Iglesia más próxima históricamente a los Apóstoles, y a Jesús.
Me estremece ciertamente ser madre de familia y no haber cumplido con mis hijos mayores y con los menores tengo el techo que pone la apostasía de mi marido para favorecer el desarrollo de su vida espiritual.
¡Que Dios nos ayude!
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JMI.-No sé contestarlo, porque no he estudiado el tema.
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