(Continúa mi comentario de un discurso de Richard Dawkins, darwinista ortodoxo y propagandista del ateísmo. Reproduzco las palabras de Dawkins en letra itálica).
“Suficiente para el Génesis. Pasemos a los profetas. El cometa Halley retornará ineluctablemente en el año 2062. Las profecías tanto bíblicas como délficas no aspiran a semejante exactitud; los astrólogos y nostradámicos no osarían cometer por sí mismos estos pronósticos factuales, sino más bien camuflar su charlatanería con el manto ahumado de la ambigüedad. Cuando aparecían los cometas en el pasado, eran usualmente tomados por portentos de desastres. La astrología ha jugado un papel importante en varias tradiciones religiosas, incluido el hinduismo. Los tres reyes magos que mencionara antes se dice que fueron guiados a Jesús por una estrella. Podríamos preguntar a los niños por cuál ruta física se imaginan que la alegada influencia estelar puede viajar de manera que pueda influir en los asuntos humanos.
Yo me tomo la astrología muy en serio por cierto. Pienso que es profundamente perniciosa porque mina nuestra racionalidad, por lo que me gustaría ver campañas en su contra.”
Coincido con Dawkins en su condena a la astrología. La magia y la superstición son formas degeneradas de la religión, que la Iglesia Católica rechaza con energía. Pero es absurdo identificar a los profetas bíblicos con los adivinos de las religiones paganas. La función del profeta bíblico no es adivinar el futuro, sino transmitir la Palabra de Dios.
“Cuando la clase de religión se vuelva hacia la ética, no creo que la ciencia tuviera mucho que decir, por lo que la reemplazaría por la filosofía moral racional. ¿Piensan los niños que existen normas absolutas del bien y del mal? Si es así, ¿de dónde provienen? Pueden construir buenos principios de lo que es correcto o equivocado, como “haz como quisieras que te hicieran” o “el mayor bien para el mayor número” (lo que fuera que ello quiera significar). Es una pregunta recompensadora, cualquiera que sea su moral particular, el preguntar a un evolucionista de dónde proviene la moral, por qué vías el cerebro humano ha ganado su tendencia a tener ética y moral, a sentir lo bueno y lo malo.
¿Debemos valorar la vida humana por encima de otras vidas? ¿Existe una rígida pared en torno a la especie homo sapiens, o debemos hablar sobre si existen otras especies que merecen nuestras humanísticas simpatías? Debemos, por ejemplo, seguir los postulados de los partidarios del derecho a la vida que, totalmente preocupados por el valor de la vida humana, valoran la vida de un feto humano con las facultades de un gusano por sobre la vida de un ser pensante y con sentimientos como un chimpancé? ¿Cuál es la base del muro que hemos erigido en torno a nuestra especie, incluso alrededor de una pequeña pieza de tejido fetal? ¿Cuándo, en nuestro origen evolutivo desde nuestro ancestro común con los chimpancés, se erigió súbitamente este muro?”
Dawkins pretende sustituir la moral basada en la religión por una “filosofía moral racional”. La Iglesia Católica afirma la existencia de una ley moral natural que es cognoscible por medio de la luz natural de la razón, pero a la vez sostiene que Dios reveló también verdades naturales (por ejemplo las normas morales del Decálogo) a fin de que todos los hombres pudieran conocerlas con facilidad, con certeza y sin mezcla de error. Por lo tanto la fe, a la vez que ilumina el fundamento de la ley moral, permite profundizar su conocimiento.
Por otra parte, las preguntas que plantea Dawkins y la tendencia general de su pensamiento llevan a sospechar que su filosofía moral tendría serias dificultades para establecer normas morales absolutas. Por ejemplo, la pregunta de Dawkins sobre el derecho a la vida encierra afirmaciones inaceptables:
• Un feto humano no tiene las facultades de un gusano, sino las facultades de un ser humano en una etapa incipiente de su desarrollo, que incluyen potencialmente todas las facultades desarrolladas de un hombre adulto normal.
• Un chimpancé no es un ser pensante y con sentimientos, a menos que el pensamiento y los sentimientos sean definidos de una forma suficientemente rastrera como para incluir en una misma bolsa a personas y animales.
Estas preguntas de Dawkins suscitan serias dudas sobre su pretendido “humanismo". En el fondo, ese “humanismo” no es más que un “animalismo”.
“Bien, moviéndonos de las morales a la escatología, sabemos por la segunda ley de la termodinámica que toda complejidad, toda vida, toda risa, toda pena, está condenada al final a la fría nada. Ellos, y nosotros, no somos sino rizos temporales del resbalón universal hacia los abismos de la uniformidad.”
Observo que también en esta introducción a su escatología “científica”, el autor se desliza subrepticiamente desde un principio científico válido hasta un cientificismo ilegítimo. El hecho de que las leyes naturales aparenten condenar al universo material a una “muerte total” no autoriza a la ciencia a negar que la persona humana, que no es sólo materia, esté llamada a un destino trascendente.
“Sabemos que el universo se expande y que probablemente se expanda por siempre. También es posible que se contraiga nuevamente. Sabemos que sea lo que sea que le pase al universo, nuestro sol nos engullirá dentro de unos 60 millones de centurias.
El mismísimo tiempo empezó en un determinado momento, y el tiempo terminará en un cierto momento, o puede que no. El tiempo puede terminar localmente en unas implosiones locales llamadas agujeros negros. Las leyes del universo parecen ser las mismas en todo lugar del mismo. ¿Por qué? ¿Cambiarán las leyes en estas implosiones? Para ser verdaderamente especulativos, ¿podrá el tiempo emerger nuevamente bajo un conjunto diferente de leyes?; ¿con otras constantes físicas? Incluso se ha sugerido que puedan existir otros universos, unos totalmente aislados de los otros, por lo que para uno de ellos, los otros no existen. ¿Existirán selecciones darwinianas entre tales universos?”
Éste es otro recurso desesperado del ateísmo actual. Hoy se conoce un fascinante conjunto de hechos que ha dado en llamarse “principio antrópico”. Esencialmente, éste consiste en que el universo está construido con base en unas cuantas constantes físicas (la constante de la gravitación universal, la carga del electrón, la constante de Planck, la constante de Boltzmann, etc.) tan finamente ajustadas entre sí que una variación pequeñísima en cualquiera de ellas haría imposible el magnífico orden del cosmos y, por supuesto, la vida en la Tierra. El “principio antrópico” es un fortísimo indicio de que el universo es el fruto de un diseño inteligente.
Para eludir esta conclusión, pensadores ateos como Dawkins suponen gratuitamente que existen infinitos universos y que nuestro universo es sólo uno de ellos, uno donde, por pura casualidad, se ha dado una sintonía finísima de las constantes físicas fundamentales, que permite en definitiva la existencia del ser humano.
“La ciencia puede entonces dar una buena cuenta de sí misma en la educación religiosa, pero no sería suficiente. Creo que la familiaridad con la Biblia es importante para cualquiera que pretenda entender las alusiones que aparecen en la literatura inglesa. La Biblia dispone de 58 páginas en el Diccionario Oxford de Citas. Sólo Shakespeare tiene más. Pienso que no tener ninguna educación bíblica en esta situación sería desafortunado. Los niños desean leer la literatura inglesa y entender la procedencia de muchas frases como “toda carne es pasto", “la carrera no es para el ligero", “llorar en el desierto", “cosechar ciclones", “ciego en Gaza", “confortadores de Job” o “la viuda negra".”
A esto se reduciría la educación religiosa en un mundo cientificista: al estudio de una “reliquia del pasado”, sin la cual no se podría comprender las culturas de etapas “menos avanzadas” de la evolución del hombre. (Continuará).