“El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los habitantes de la tierra de sombras de muerte resplandeció una luz. Multiplicaste el pueblo, hiciste grande su alegría; se regocijan delante de Ti con la alegría del tiempo de la siega; como los que saltan de gozo cuando reparten los despojos. Porque el yugo que pesaba sobre ellos, y la vara que hería sus hombros, y el bastón de su exactor, Tú los hiciste pedazos, como en el día de Madián. Pues todo zapato que el guerrero lleva en la batalla, y el manto revolcado en sangre, serán quemados y hechos pasto del fuego. Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, que lleva el imperio sobre sus hombros. Se llamará Maravilloso Consejero, Dios poderoso, Padre de la eternidad, Príncipe de la paz. Se dilatará su imperio, y de la paz no habrá fin. Se sentará sobre el trono de David y sobre su reino, para establecerlo y consolidarlo mediante el juicio y la justicia, desde ahora para siempre jamás. El celo de Yahvé de los ejércitos hará esto.” (Isaías 9,1-6).
“Dios, infinitamente perfecto y bienaventurado en Sí mismo, en un designio de pura bondad ha creado libremente al hombre para hacerlo partícipe de su vida bienaventurada. En la plenitud de los tiempos, Dios Padre envió a su Hijo como Redentor y Salvador de los hombres caídos en el pecado, convocándolos en su Iglesia, y haciéndolos hijos suyos de adopción por obra del Espíritu Santo y herederos de su eterna bienaventuranza.” (Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1).
Que en esta Navidad el Logos de Dios hecho carne para nuestra salvación nos conceda experimentar la alegría de ser hijos de Dios y nos llene de Su gracia, que hace nuevas todas las cosas.
¡Feliz y Santa Navidad para todos y cada uno de ustedes! ¡Y feliz Año Nuevo!
Daniel Iglesias Grèzes