El primer gran error de los verdes
La prohibición del DDT puede haber causado millones de muertes.
El número de los seres humanos que han vivido y muerto a lo largo de toda la historia es del orden de los 100.000 millones. La mayoría de ellos murieron debido a enfermedades infecciosas: malaria, tuberculosis, viruela, etc. La malaria, una enfermedad transmitida por mosquitos, ha matado a miles de millones de personas. Es probable que sea la principal causa de muerte de la historia y aun que haya matado a alrededor de la mitad de las personas que vivieron sobre la Tierra.
Los primeros europeos que vinieron a América trajeron consigo varias enfermedades infecciosas, incluso la malaria, obviamente sin tener conciencia de ello. La falta de defensas contra esas enfermedades en el sistema inmunológico de los indígenas de América fue (por muy lejos) la causa principal de su gran disminución demográfica durante los siglos XVI y XVII. No fue un genocidio.
Los incas y los jesuitas del Perú descubrieron la utilidad terapéutica de la quinina contra la malaria. Los jesuitas introdujeron la quinina en Europa, por lo que esa sustancia fue conocida como “corteza jesuita” y al principio fue resistida en las naciones protestantes, donde muchos la consideraron un instrumento del demonio. Sin embargo, hacia 1900 Holanda (a través de su colonia de Java) llegó casi a monopolizar la producción de quinina. Durante la Segunda Guerra Mundial Alemania invadió Holanda y Japón se apoderó de Java, lo que privó a los Aliados de su principal proveedor de quinina. Se volvió urgente la búsqueda de otras medidas contra la malaria.
En 1939 el químico suizo Paul Hermann Müller descubrió que el dicloro difenil tricloroetano (DDT) era muy eficiente como insecticida, y podía ser utilizado para el control de la malaria y otras enfermedades transmitidas por insectos. Por este descubrimiento Müller ganó el Premio Nobel de Medicina en 1948.
El primer gran usuario del DDT fue el Ejército de los Estados Unidos. En el teatro de operaciones del Pacífico a menudo la malaria dejaba más soldados estadounidenses fuera de combate que los enemigos japoneses. En 1943 el Ejército comenzó a emplear masivamente el DDT contra la malaria. Hacia el final de la guerra las tasas de contagio se habían reducido mucho.
Enseguida el uso del DDT contra la malaria se generalizó, alcanzando un éxito espectacular. La malaria fue erradicada en Europa y Norteamérica y disminuyó mucho en otros lugares. Por ejemplo, Sri Lanka: en 1946, cuando se introdujo el DDT, se registraron más de 2.000.000 de casos de malaria; gracias al DDT los casos disminuyeron hasta sólo 17 en 1963.
En 1962 la estadounidense Rachel Carson dio un enorme impulso al incipiente movimiento ambientalista por medio de su libro Primavera silenciosa. En ese best-seller internacional Carson denunció el DDT como una sustancia cancerígena, peligrosa para la salud humana, la vida silvestre y el medio ambiente. No había (ni hay) evidencias científicas para sustentar esa tesis, salvo un estudio que demostraba que el DDT causa un adelgazamiento de las cáscaras de huevo del águila calva. Carson se basó más bien en lo que hoy se llama “el principio de precaución", que podría enunciarse así: ante un posible peligro de contaminación, aunque sea incierto, más vale tomar precauciones. Este principio sólo es válido si se sopesan bien las ventajas y desventajas de las precauciones. Carson no lo hizo, pues no tuvo en cuenta el rol del DDT en el combate contra la malaria. Ésta había desaparecido de los Estados Unidos, pero seguía afectando a millones de personas, principalmente en el Tercer Mundo.
El revuelo causado por Primavera silenciosa condujo a la prohibición del DDT en Estados Unidos en 1972 y luego a medidas similares en casi todo el mundo: se prohibió o restringió el uso del DDT como pesticida agrícola y se dispuso o aconsejó su sustitución en la lucha contra la malaria. A raíz de estas medidas y de la resistencia al DDT que desarrollaron los insectos1, la epidemia de malaria volvió a recrudecer en países subdesarrollados. Por ejemplo, en Sri Lanka hubo más de 500.000 casos de malaria en 1987.
Un ecologista célebre ha escrito: “Nuestro consumo de café es unas 50 veces más carcinógeno que nuestro consumo de DDT antes de que fuera prohibido… y más de 66 veces más carcinógeno que el consumo del pesticida más peligroso del presente2.” En otras palabras, el riesgo del DDT para la salud humana es bajísimo. Más aún, desde los años ‘50 se conocía la inocuidad del DDT. Uno podría tomar una cucharada de esa sustancia y no le haría daño.
El DDT sigue siendo nuestra arma más poderosa contra la malaria. La fuerte caída del uso del DDT después de 1972 fue la primera política desastrosa inspirada por el ecologismo radical3. De no ser por esa caída, a la fecha probablemente la malaria habría sido casi erradicada en todo el mundo; pero en cambio sigue causando muchas muertes. Actualmente la malaria mata a unas 400.000 personas por año, en gran parte niños menores de 5 años en el África subsahariana.
Daniel Iglesias Grèzes
1) Los ecologistas suelen atribuir este aumento de casos principalmente al segundo factor citado, pero el factor principal fue el primero.
2) Bjorn Lomborg, El ecologista escéptico, Parte V, Cap. 22; mi traducción.
3) No descarto que en la movida contra el DDT haya influido también el deseo de los malthusianos de la Administración Nixon de detener el crecimiento demográfico en el Tercer Mundo.