Las dos multitudes de la Semana Santa

La del Domingo de Ramos y la del Viernes Santo

Daniel Iglesias Grèzes

A lo largo de mi vida he escuchado decir en muchas homilías de Semana Santa, predicadas incluso por muy buenos sacerdotes, que la misma multitud que aclamó a Jesús en su entrada triunfal en Jerusalén, pocos días después, exigió a gritos a Poncio Pilato la crucifixión del mismo Jesús.

Como una medida de lo generalizada que está esa afirmación, ofrezco la siguiente prueba. Una búsqueda en Internet me dio como primer resultado el siguiente texto generado por la Inteligencia Artificial de Google (los destaques en negrita son míos):

“La contradicción entre la multitud que aclama a Jesús en el Domingo de Ramos y la que luego pide su crucifixión el Viernes Santo es un tema central de la Semana Santa. Esta contradicción refleja la complejidad del viaje de Jesús y el contraste entre su entrada triunfal a Jerusalén y su posterior sufrimiento y muerte. 

El Domingo de Ramos:

  • Conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, donde la multitud lo aclamó como rey, extendiendo ramas de palma y gritando “Hosanna".
  • Esta entrada representa el reconocimiento de Jesús como el Mesías, el rey que llega para traer salvación.
  • Sin embargo, esta misma multitud, que inicialmente lo aclamó, pronto lo rechazará y pedirá su muerte. 

El Viernes Santo:

  • El Viernes Santo marca el día de la crucifixión de Jesús, el punto culminante de su Pasión.
  • La multitud que lo aclamó en el Domingo de Ramos ahora pide su muerte, un contraste que revela la complejidad de la fe y la naturaleza humana.
  • Este contraste enfatiza la paradoja de la misión de Jesús: un rey que vino a servir y a morir por la salvación del mundo.”

(Búsqueda en Google con base en las palabras Multitud que aclama Ramos multitud que pide crucifixión Viernes, 18/04/2025 [Viernes Santo]).

A continuación, reproduciré también una parte de los textos que aparecen como resultados de esa misma búsqueda en Internet en el segundo y el tercer lugar respectivamente (de nuevo los destaques en negrita son míos).

“El Domingo de Ramos la multitud recibe exultante de alegría a su Rey, cantando hosannas, entonando aleluyas y alfombrando su paso con hojas de palma. Pero la misma multitud que lo aclama el Domingo de Ramos, es la misma multitud que pedirá desaforadamente a gritos su crucifixión; los mismos habitantes de Jerusalén que el Domingo de Ramos lo aclaman, son los que lo crucificarán y blasfemarán en el Monte Calvario, el Viernes Santo; los mismos que le tienden palmas a su paso, son los que lo colmarán de trompadas, puñetazos, bofetadas, patadas, empujones, salivazos. Si el Domingo se alegran por su Mesías y se acuerdan de las maravillas que obró por ellos, el Viernes habrán olvidado todo bien y la benedicencia será reemplazada por la maledicencia y el recuerdo de los milagros será olvidado por completo, como si todos sufrieran una repentina amnesia colectiva.”

(https://adoremosalcordero.blogspot.com/2025/04/domingo-de-ramos-en-la-pasion-del-senor.html).

“El Domingo de Ramos no solo conmemora la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, sino que también inicia la semana más solemne del cristianismo, conocida como la Semana Santa. Este día marca el comienzo del viaje hacia la Pasión de Cristo, es decir, su sufrimiento y muerte en la cruz. Aunque la multitud aclamó a Jesús como rey, pronto esa misma multitud sería la que lo rechazaría y pediría su crucifixión, un contraste que resalta el carácter paradójico de la misión de Jesús: un rey que vino a sufrir por la salvación del mundo.”

(https://www.infobae.com/sociedad/2025/04/12/la-historia-del-domingo-de-ramos-la-fecha-en-que-se-conmemora-el-ingreso-triunfal-de-jesus-a-jerusalen-y-da-inicio-a-semana-santa/).

Releamos los Evangelios para tratar de ver si esta identificación de las dos multitudes está justificada o no. Cada uno de los dos episodios relevantes está tratado en los cuatro Evangelios. La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén está narrada en Mateo 21,1-11, Marcos 11,1-11, Lucas 19,28-40 y Juan 12,12-19. La interacción entre Pilato y la multitud que pide la muerte de Jesús está contenida dentro de las siguientes perícopas: Mateo 27,11-26, Marcos 15,1-15, Lucas 23,13-25 y Juan 18,28-19,16.

En primer lugar, veamos quiénes son, según los Evangelios, los que aclaman a Jesús en su entrada mesiánica en Jerusalén.

Mateo habla simplemente de “la gente”. Obviamente, no se refiere a toda la gente, sino a una multitud en particular: “La gente, muy numerosa, extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las tendían por el camino. Y la gente que iba delante y detrás de él gritaba (…) Y al entrar él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió. ‘¿Quién es éste?’ decían. Y la gente decía: ‘Éste es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea’.” (Mateo 21,8-11). Es decir, hubo una conmoción generalizada en la ciudad: algunos (muchos) aclamaron a Jesús y otros (probablemente muchos más) no lo conocían.

Sobre este asunto, Marcos no aporta más información que Mateo: “Muchos extendieron sus mantos por el camino; otros, follaje cortado de los campos. Los que iban delante y los que le seguían, gritaban…” (Marcos 11,8-9).

En cambio, Lucas aporta una precisión decisiva. Fueron los discípulos de Jesús quienes lo aclamaron en el primer Domingo de Ramos: “toda la multitud de los discípulos, llenos de alegría, se pusieron a alabar a Dios a grandes voces, por todos los milagros que habían visto. Decían…” (Lucas 19,37-38). Enseguida Lucas narra un breve episodio que sólo está en el tercer Evangelio: “Algunos de los fariseos, que estaban entre la gente, le dijeron: ‘Maestro, reprende a tus discípulos.’ Respondió: ‘Os digo que si éstos callan gritarán las piedras’.” (Lucas 19,39-40). Es decir que había allí, naturalmente, dos multitudes: la de los discípulos que aclamaban a Jesús y la de los espectadores, que incluía también a algunos opositores a Jesús, como los fariseos.

El relato de Juan corrobora y completa la información de Lucas, precisando que el grupo que aclamó a Jesús incluyó a muchos testigos de la resurrección de Lázaro, ocurrida pocos días antes: “Al día siguiente, al enterarse la numerosa muchedumbre que había llegado para la fiesta de que Jesús se dirigía a Jerusalén, tomaron ramas de palmera y salieron a su encuentro gritando (…) La gente que estaba con él cuando llamó a Lázaro de la tumba y le resucitó de entre los muertos, daba testimonio. Por eso también salió la gente a su encuentro, porque habían oído que él había realizado aquella señal.” (Juan 12,12-13.17-18). Además, Juan presenta una reacción de los fariseos parecida a la presentada por Lucas: “Entonces los fariseos se dijeron entre sí: ‘¿Veis cómo no adelantáis nada?, todo el mundo se ha ido tras él” (Juan 12,19). Obviamente, aquí “todo el mundo” es una expresión hiperbólica, que designa a mucha gente: los discípulos de Jesús propiamente dichos y quienes se sentían atraídos por Él y estaban bien dispuestos a escucharlo.

En segundo lugar, veamos quiénes son, según los Evangelios, los que reclaman a Pilato la condena a muerte de Jesús.

Mateo dice: “Cada Fiesta, el procurador solía conceder al pueblo la libertad de un preso, el que quisieran (…) Y cuando ellos estaban reunidos, les dijo Pilato (…) Pero los sumos sacerdotes y los ancianos lograron persuadir a la gente que pidiese la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús (…) Y todo el pueblo respondió: ‘¡Su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!’” (Mateo 27,15.17.20.25). Obviamente, también las expresiones “el pueblo” y “todo el pueblo” son hiperbólicas. Se trataba solamente de la porción del pueblo reunida en ese lugar y ese momento en particular.

El relato de Marcos es muy similar al de Mateo: “Subió la gente y se puso a pedir lo que les solía conceder (…) Pero los sumos sacerdotes incitaron a la gente a que dijeran que les soltase más bien a Barrabás (…) La gente volvió a gritar: ‘¡Crucifícalo!’ (…) Pero ellos gritaron con más fuerza (…) Pilato, entonces, queriendo complacer a la gente…” También aquí “la gente” designa a una multitud en particular. Nada nos autoriza a identificar esta multitud con la del Domingo de Ramos.

En este punto, Lucas concuerda con Mateo y Marcos, refiriéndose a “toda la muchedumbre” (Lucas 23,18). También él se refiere a la muchedumbre reunida en ese lugar y momento en particular.

Sobre esta cuestión es Juan el que aporta información decisiva. “Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: ‘¡Crucifícalo, crucifícalo!’ Les dice Pilato: ‘Tomadlo vosotros y crucificadlo, porque yo ningún delito encuentro en él.’ Los judíos le replicaron (…) Desde entonces Pilato trataba de librarlo. Pero los judíos gritaron (…) Dice Pilato a los judíos (…) Ellos gritaron (…) Les dice Pilato: (…) Replicaron los sumos sacerdotes…” (Juan 19,6-7.12.14-15). Es decir que aquí la multitud que pide la crucifixión de Jesús está integrada básicamente por los sumos sacerdotes y los guardias del Templo de Jerusalén, subordinados a los primeros. La expresión “los judíos” no designa aquí a todo el pueblo de Israel, sino concretamente a las autoridades religiosas judías que rechazaron y odiaron a Jesús.

En resumen, se trata de dos multitudes distintas: la multitud de los discípulos que aclama a Jesús y la multitud de las autoridades religiosas y sus esbirros que exige la muerte de Jesús. Desde el punto de vista literal e histórico, la identificación de ambas multitudes es falsa, y hasta absurda y calumniosa. No obstante, se puede dar a esa identificación un sentido espiritual. También los discípulos de Cristo, miembros de la primera multitud, somos pecadores, y cuando pecamos integramos la segunda multitud. Ahora bien, conviene distinguir cuidadosamente esta interpretación simbólica de lo que de hecho ocurrió en aquella primera Semana Santa.


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4 comentarios

  
Carmen L
Gracias por esta precisión de quien lee los evangelios con detenimiento, como ha hecho Ud., por lo general somos todos muy aburguesados, que nos quedamos en la superficie sin analizar, sin ir más allá.
Esta confusión, entre discípulos y apóstoles, además de los testigos de la resurrección de Lázaro, que lo aclaman (y quienes se les quisieran unir), y los fariseos y sus partidarios que ya buscaban cazarlo en alguna palabra (cuantas celadas / trampas, son desactivadas en los evangelios). Hay uno solo, siempre, tratando de dividir.
18/04/25 4:07 PM
  
Tamayo
Y sin embargo, todavía a día de hoy incluso teólogos supuestamente bien formados siguen defendiendo la teoría del pueblo deicida basándose en la errónea interpretación de las dos multitudes, condenada en el documento Nostra Aetate del Vaticano II.
18/04/25 6:54 PM
  
Juan Antonio
El libro de Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret que trata de esta cuestión (el segundo) abunda en esto también, no son los mismos. Paz y bien.
18/04/25 7:18 PM
  
Adriana
Muy de acuerdo con el artículo, hace poco escuché la reflexión al domingo de ramos, hecha por Mauricio Pérez, es un diácono mexicano radicado en USA, Seatle. En su análisis, el decía que había que tener en cuenta que el pueblo había celebrado la Pascua, y por eso mucho estaban en casa durmiendo, pues es una gran cena, tarde en la noche que les coge el amanecer. Entonces no era todo el pueblo. A muchos la noticia los cogió estando en casa, hasta con susto al enterarse de la condena. También explicaba que ha influenciado mucho la estética de las películas sobre la vida de Cristo, en que sale una muchedumbre de extras, y uno se imagina a todo el pueblo, pero eso no fue tan así, como se explica aquí.
18/04/25 8:10 PM

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