Un nuevo proyecto de ley de eutanasia en Uruguay

Otra embestida de la cultura de la muerte

Daniel Iglesias Grèzes

La historia se repite

El 11/03/2020, cuando aún no se había cumplido siquiera un mes de la 49ª Legislatura, cinco Diputados del Partido Colorado presentaron un proyecto de ley sobre eutanasia y suicidio médicamente asistido. Su Artículo 1° decía lo siguiente: “Está exento de responsabilidad el médico que, actuando de conformidad con las disposiciones de la presente ley y a solicitud expresa de una persona mayor de edad, psíquicamente apta, enferma de una patología terminal, irreversible e incurable o afligida por sufrimientos insoportables, le da muerte o la ayuda a darse muerte.”

Ése fue el primero de los tres proyectos de ley de eutanasia presentados durante la pasada legislatura. El segundo proyecto fue presentado por varios legisladores del Frente Amplio; y el tercero, una especie de fusión de los dos primeros, fue presentado por quince Diputados: siete del Frente Amplio, siete del Partido Colorado y uno del Partido Independiente. Este tercer proyecto fue aprobado por la Cámara de Diputados en 2022 pero naufragó en la Cámara de Senadores, por lo que fue archivado.

El 14/03/2025, cuando aún no se había cumplido siquiera un mes de la 50ª Legislatura, 35 Diputados (32 del Frente Amplio, dos del Partido Colorado y uno del Partido Independiente) presentaron un nuevo proyecto de ley de eutanasia. La legalización de la eutanasia no fue propuesta por ningún partido político ni en la campaña electoral de 2019 ni en la de 2024. Una vez más, los Diputados en cuestión esperaron hasta unas pocas semanas después de asumir sus bancas para presentar una propuesta que les habría restado muchos votos en las elecciones nacionales. Se ha reiterado pues un grave abuso de la democracia representativa.

Seis aspectos del nuevo proyecto de ley de eutanasia

1. El nuevo proyecto de ley se refiere sólo a la eutanasia, no incluyendo el suicidio asistido. A pesar de ello, la exposición de motivos califica a Suiza, donde el suicidio asistido ha sido legalizado y la eutanasia sigue estando prohibida, como “la pionera en habilitar determinados procedimientos para garantizar el proceso de morir a las personas". Hoy Suiza es receptora de un “turismo suicida": ciudadanos de distintos países viajan a Suiza para recibir allí el “servicio” del suicidio asistido.

2. El Artículo 2° del nuevo proyecto establece que tiene derecho a la eutanasia “toda persona mayor de edad, psíquicamente apta, que padezca una o más patologías o condiciones de salud crónicas, incurables e irreversibles que menoscaben gravemente su calidad de vida, causándole sufrimientos que le resulten insoportables". Por lo tanto, no se exige que la persona sea un enfermo terminal; además, los “sufrimientos insoportables” requeridos tienen un carácter subjetivo, lo cual se reconoce en la exposición de motivos.

3. El Artículo 6° del nuevo proyecto dispone que “todas las instituciones que forman parte del Sistema Nacional Integrado de Salud deben poner a disposición de sus usuarios los servicios necesarios” para la eutanasia. Estos servicios serían financiados por nuestros impuestos, nos guste o no nos guste.

4. El Artículo 7° del nuevo proyecto establece el derecho a la objeción de conciencia del médico y los demás integrantes del equipo asistencial y agrega que “en tal caso la institución de asistencia médica determinará quién o quiénes deban sustituir a el o a los objetores, garantizando siempre la prestación del servicio". El “servicio” siempre debe continuar…

5. El Artículo 9° del nuevo proyecto deroga el Artículo 46 de la Ley N° 19.286 de fecha 25/09/2014, es decir el artículo del Código de Ética Médica que establece que la eutanasia es “contraria a la ética de la profesión médica". Ese Código fue aprobado oportunamente por un plebiscito de los médicos.

6. El Artículo 11 del nuevo proyecto dispone que “a todos los efectos, la muerte por eutanasia será considerada como muerte natural". ¡Como si administrar una inyección letal fuera algo natural!

La eutanasia desde el punto de vista cristiano

El nuevo proyecto de ley de eutanasia ha iniciado en nuestro país una nueva batalla de la guerra cultural que, en nuestra civilización occidental, enfrenta a las dos principales antropologías: la cristiana y la liberal-individualista. De la diferencia irreconciliable entre el cristianismo y el liberalismo individualista surge el actual conflicto sobre el derecho humano a la vida y los derechos de la familia. Consideremos el tema desde ambas perspectivas, en ese orden.

La antropología cristiana sostiene que no somos meros animales, productos azarosos de una evolución ciega, venidos de la nada y destinados a la nada. Somos seres creados a imagen y semejanza de Dios, y estamos destinados a ser hijos de Dios en Cristo, partícipes de la naturaleza divina. El ser humano es un ser individual y social a la vez. Ninguno de nosotros vive sólo para sí ni ninguno muere sólo para sí. La vida es un grandioso don de Dios y tiene un valor trascendente, que no se puede medir por el aporte de cada uno al PBI ni por su “huella de carbono". Hemos sido creados por amor y para el amor; y el amor cristiano no es un simple sentimiento. Es querer de un modo firme y perseverante el bien de las personas amadas; implica servirlas, perdonarlas y sacrificarse por ellas. Hay una solidaridad que nos une a todos tanto en el bien como en el mal: en cierto modo, el que se eleva, eleva consigo a la humanidad entera, y el que se rebaja, rebaja consigo a la humanidad entera. Como escribió el poeta inglés John Donne: “Ningún hombre es una isla".

De la antropología cristiana se deduce que “el quinto mandamiento1 prohíbe, como gravemente contrarios a la ley moral: el homicidio directo y voluntario…; el aborto directo…; la eutanasia directa, que consiste en poner término, con una acción o una omisión de lo necesario, a la vida de las personas discapacitadas, gravemente enfermas o próximas a la muerte; el suicidio y la cooperación voluntaria al mismo, en cuanto es una ofensa grave al justo amor de Dios, de sí mismo y del prójimo2

A menudo se desestima la condena cristiana de la eutanasia diciendo que está fundada sólo en un dogma de fe, no en la razón, por lo que no tiene valor en el ámbito político. Sin embargo, no es así. Todo el edificio de la moral cristiana descansa sobre un doble fundamento, puesto que contiene una filosofía moral, elaborada a la luz de la sola razón natural, y una teología moral, elaborada a la luz de la razón natural iluminada por la Revelación divina. Existe una fundamentación filosófica de la moral cristiana que no se basa en ningún dogma de fe.

Procuraré presentar de un modo sumamente breve los fundamentos filosóficos de la moral cristiana en general y de la condena cristiana de la eutanasia en particular.

La moral cristiana sólo puede ser comprendida y defendida con base en tres conceptos fundamentales: la naturaleza humana (lo que el ser humano es), el fin último del hombre (lo que el ser humano está llamado a ser) y la ley moral: el camino que el ser humano debe recorrer para llegar a ser lo que está llamado a ser a partir de lo que es.

El ser humano es una unidad sustancial de cuerpo material y alma espiritual e inmortal y está llamado a la comunión perfecta de amor con Dios, su Creador. Para ello debe amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo. Todo esto implica que hay un orden moral objetivo: los actos humanos compatibles con el fin último del hombre son buenos y los incompatibles con dicho fin son malos. El amor cristiano no es un mero sentimiento romántico sino la voluntad de hacer el bien, que se manifiesta en actos moralmente buenos.

La filosofía moral permite fundamentar el rechazo a la eutanasia en dos silogismos concatenados: a) siempre se debe hacer el bien y evitar el mal; he aquí que matar a un ser humano inocente (homicidio) es intrínsecamente malo; ergo, nunca se debe cometer un homicidio; b) nunca se debe cometer un homicidio; he aquí que la eutanasia es un homicidio; ergo, nunca se debe cometer una eutanasia.

Traduciendo esto al lenguaje de los derechos humanos, podríamos decir lo siguiente. Los derechos humanos auténticos son los que tienen como contrapartida los deberes humanos de los demás. Pablo tiene derecho a la vida porque todos los demás tenemos el deber de respetar y salvaguardar su vida, lo que implica, entre otras cosas, que no debemos matarlo salvo en un caso de legítima defensa. Pues bien, los derechos humanos naturales son inalienables e incondicionales. Que Pablo sea un enfermo terminal que sufre mucho no le quita su derecho a la vida. Lo que debemos hacer con Pablo no es matarlo sino aliviar su sufrimiento y acompañar con paciencia y cariño su última etapa en esta vida.

En resumen: El derecho a la vida es intrínseco a la persona humana y por ende es irrenunciable. Dado que todos tenemos siempre el deber moral de proteger la vida humana, nadie tiene derecho a pedir que lo maten. Los cuidados paliativos evitan que los enfermos tengan sufrimientos insoportables; pero, en última instancia, morir sufriendo no es indigno. Por ejemplo, la muerte de Cristo en la Cruz fue atroz, pero no supuso ninguna indignidad para Sí mismo. En cambio, el homicidio sí es indigno; y la eutanasia es un homicidio.

La eutanasia desde el punto de vista liberal

Según la doctrina liberal, cada individuo humano tiene una autonomía moral absoluta y el Estado ha de respetar esa autonomía, manteniéndose neutro sobre la cuestión del bien y del mal. La democracia liberal concede la soberanía absoluta a la comunidad humana. Al no reconocer ésta a Dios ni a su ley, los derechos humanos quedan privados de su fundamento absoluto y todos quedamos sometidos a la dictadura de las mayorías. La ley positiva sustituye a la ley moral natural.

El núcleo esencial del liberalismo es la absolutización de la libertad. El liberal clásico piensa que él tiene derecho a realizar todos sus deseos mientras no dañe de un modo directo y simplista a otros y que el Estado no tiene por qué entrometerse en su vida económica o social. Así él justifica, por ejemplo, su “derecho” a alquilar un cuerpo humano como objeto sexual (prostitución) o a alquilar un vientre femenino para que geste un hijo ajeno (maternidad subrogada). Prolongando esa línea de pensamiento, se llega a otras consecuencias terribles como éstas: A) “Si mi cuerpo es mío y con él hago todo lo que quiero, puedo vender un litro de mi sangre o un riñón al mejor postor". Pero la propiedad, aunque es un derecho natural, no es un derecho absoluto. No tengo derecho a vender mi sangre ni uno de mis riñones. B) “Si cada uno arma el tipo de familia que se le antoja y el Estado debe tratarlas a todas por igual para no incurrir en discriminación, entonces se debe dar reconocimiento legal no sólo a todas las parejas, sino también a todos los tríos y cuartetos, y se debe equiparar los derechos de todos esos grupos a los del matrimonio.” Pero esos tríos y cuartetos no son un bien social que el Estado deba proteger.

La concepción liberal de la libertad es falsa y absurda. Si existiera un derecho a la eutanasia y al suicidio, también existiría un derecho a ser esclavo, a ser víctima de agresión sexual o de canibalismo, etc. Además, si puedo pedir que me maten para evitar un sufrimiento, también puedo pedir que me maten para conseguir algún bien, porque no tener ese bien me hace sufrir; o sea, puedo vender mi vida, mi libertad, mis derechos, etc. Esta concepción inhumana de la libertad se manifiesta por ejemplo en el fenómeno del alquiler de vientres, que es la compraventa de un hijo.

En otras palabras, el error más profundo del liberalismo es hacer un ídolo de la libertad de elección. La libertad no es un fin en sí mismo, sino un medio para hacer el bien. Cuando un hombre elige casarse con una mujer, renuncia a su libertad de casarse con cualquier otra mujer, pero no por eso pierde su libertad, sino que la realiza. Si no fuera así, y la libertad de elección fuera el valor supremo, nos convendría no elegir ningún plato del menú, para no perder la posibilidad de optar por otro plato. Así pronto moriríamos de hambre. Además, no es posible no elegir entre hacer algo o no hacer nada. Tertium non datur: entre el ser y el no ser no hay una tercera posibilidad.

La antropología liberal lleva a reconocer un absurdo derecho al suicidio o al homicidio querido por la víctima, para evitar un sufrimiento que se concibe falsamente como carente de todo significado humano. Empero el suicidio no es un derecho, sino un mal radical que debe ser combatido con energía; un mal que daña seriamente también a otras personas, sobre todo en los órdenes psicológico y espiritual. Nuestro deber hacia los sufrientes es brindarles cuidados paliativos, acompañarlos y reconfortarlos, no matarlos ni ayudarlos a matarse. Sufrir no es indigno del hombre; suicidarse sí.

Los liberales suelen pensar que la condena cristiana de la eutanasia revela “un déficit de compasión y empatía para acompañar a las personas, ayudarlas a una vida más amable y también aliviarlas en los padecimientos3.” Esta idea se basa en una visión subjetivista de la moral, que tiende a convertir los deseos en derechos. Un hombre enfermo desea dejar de sufrir; por ende, tiene derecho a hacerlo casi de cualquier manera, por ejemplo, haciendo que lo maten o lo ayuden a suicidarse. El problema de la moral subjetivista es que no tiene ningún fundamento objetivo, por lo que en última instancia el empeño moral se reduce a obtener el poder suficiente para imponer la voluntad propia a los demás.

Algunas consideraciones políticas

En 2022 un artículo de prensa informó que el Partido Nacional (PN) estaba considerando poner dos condiciones a la discusión del proyecto de ley de eutanasia en el Parlamento: que se aprobara primero la ley de cuidados paliativos y que se cambiara dicho proyecto de ley de modo que el Artículo 46 del Código de Ética Médica no fuera derogado por ley sino mediante un plebiscito médico. Además, el mismo artículo informó que varios legisladores del PN estaban elaborando un nuevo proyecto de ley de eutanasia “que recogerá las ’cinco grandes objeciones’ que les merece a los nacionalistas el texto que está hoy a consideración de la Cámara. (…) Consideran imprescindible incluir en el texto la condición de [enfermedad] ‘terminal’. Los nacionalistas objetan además la falta de un comité previo de garantías para los profesionales4 [médicos]".

Posteriormente la ley de cuidados paliativos fue aprobada como Ley N° 20.179 de fecha 08/08/2023. Empero, esa ley aún no ha sido reglamentada, pese a que el grupo de trabajo creado a esos efectos presentó a las autoridades del Ministerio de Salud Pública el borrador final del decreto correspondiente el día 08/02/2024.

Opino lo siguiente: A) El derecho humano a la vida es un valor no negociable, por lo que el rechazo del proyecto de ley de eutanasia debe ser incondicional. La eutanasia merece ser rechazada absolutamente, con o sin reglamentación de la ley de cuidados paliativos, con o sin plebiscito médico, con mayores o menores “garantías” para los médicos. B) Cualquier legalización de la eutanasia, incluso una limitada a los enfermos terminales, es condenable.

Debemos esforzarnos por evitar una falsa moderación, que nos haría “avanzar” sólo un poco más lentamente por el camino de la reingeniería social anticristiana impulsada por liberales y socialistas. Un ejemplo de esa falsa moderación podría ser el intento de despenalizar la eutanasia, en vez de legalizarla. A mi juicio el proyecto de ley presentado por el Senador colorado Pedro Bordaberry con fecha 15/02/2025 (el mismo día del inicio de la 50ª Legislatura) para modificar el artículo 37 del Código Penal va en esa línea de despenalización.

Notas

1) No matarás.

2) Catecismo de la Iglesia Católica - Compendio, n. 470.

3) Claudio Fantini, El Papa no condena, pero tampoco acepta (El País, Montevideo, 11/04/2024).

4) Eutanasia: blancos preparan otro proyecto y colorados alegan “chicanas” (El Observador, Montevideo, 20/08/2022).


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