Philip Trower, El alboroto y la verdad -Prefacio
El alboroto y la verdad
Las raíces históricas de la crisis moderna en la Iglesia Católica
por Philip Trower
Edición original: Philip Trower, Turmoil & Truth: The Historical Roots of the Modern Crisis in the Catholic Church, Family Publications, Oxford, 2003.
Family Publications ha cesado su actividad comercial. Los derechos de autor volvieron al autor Philip Trower, quien dio permiso para que el libro fuera colocado en el sitio web Christendom Awake
Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/turmoil&truth.htm
Copyright © Philip Trower 2003, 2011, 2014, 2017, 2018.
Traducida al español y editada en 2023 por Daniel Iglesias Grèzes
con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.
Nota del Editor: Procuré minimizar el trabajo de edición. Añadí aclaraciones breves entre corchetes en algunos lugares.
PREFACIO
Mi intención original al escribir este libro fue cubrir toda la historia de la reforma y la rebelión en la Iglesia Católica en los tiempos modernos desde sus inicios en el siglo XIX hasta el presente, con el Concilio Vaticano II como pieza central. Pero cuanto más profundizaba en el tema, más claro se hacía que los comienzos de la historia eran la parte más importante y necesitaban un libro para ellos solos. Como siempre ocurre con los grandes acontecimientos históricos, todo lo que tuvo lugar en el Concilio o ha sucedido desde entonces había estado en preparación durante mucho tiempo. Así que la mayor parte del libro trata sobre acontecimientos anteriores al Concilio. Es a partir del estudio de estos, creo, que más hay que aprender.
Dado que he tratado de hacer el libro lo más inteligible posible para lectores de todo tipo, pido a los lectores católicos bien informados que me tengan paciencia si a veces explico en detalle cosas que ellos dan por sentadas.
La mayor parte de lo que tengo que decir trata sobre condiciones y eventos en lo que llamamos “Occidente", con lo que me refiero a Europa Occidental, América del Norte, Australia y Nueva Zelanda, los países de cultura europea inundados de riqueza desde la Segunda Guerra Mundial. Esto no debe interpretarse en el sentido de que la Iglesia en otros lugares es considerada de poca importancia. Pero es en “Occidente", como se acaba de definir, donde encontramos las raíces de la mayoría de las iniciativas y aberraciones que consideraremos.
Finalmente, unas pocas palabras sobre ese tema difícil, la herejía. Digo “difícil” porque, aunque es un término técnico, ahora tiene, debido a conflictos religiosos e ideológicos pasados, un sonido casi exclusivamente abusivo [insultante]. Sin embargo, describe un hecho que debe tenerse en cuenta al considerar cualquier trastorno en la Iglesia Católica como el que está ocurriendo hoy. Al abstenernos de usar la palabra o usar alternativas que suenan más suaves, como lo he hecho mayormente, no alteramos el hecho.
En principio, todo el que cree en una revelación divina acepta el hecho o la posibilidad de la herejía: cualquier cosa que afirme ser parte de la revelación o la fe verdadera, pero de alguna manera la contradiga o distorsione o sea una adición no autorizada a ella. Para otros cristianos, muchas creencias católicas son, en el sentido técnico, herejías. La palabra no tiene significado excepto en referencia a una revelación divina, real o supuesta. Su uso para describir desviaciones de las opiniones de maestros puramente humanos como Marx, Darwin y Freud es un mal uso del lenguaje y el equivalente a tratarlos como dioses. Todo conocimiento procedente únicamente de los hombres sólo puede pretender serlo sobre la base de la evidencia o la lógica.
Casi lo mismo se puede decir sobre el “dogma". Si ha habido una revelación, el dogma —una formulación sucinta e inmutable de algún aspecto de lo que ha sido revelado— es algo del todo razonable, y en verdad necesario; así como el intento de dar a opiniones humanas el estatus de dogmas es irrazonable o francamente tonto.
Otro punto: aunque otros cristianos creen ciertas cosas que, a juicio de la Iglesia Católica, son objetivamente herejías, la Iglesia reconoce que es posible que ellos lo hagan de buena fe, ya que no creen en una Iglesia que enseña con autoridad. Para los católicos es diferente. Habiendo conocido y aceptado una vez las afirmaciones y enseñanzas de la Iglesia en su totalidad, es imposible para ellos rechazar una o más de ellas sin culpa. Un católico, si lo es verdaderamente, no puede caer en la herejía sin culpa.
Por último, una palabra sobre los católicos que adoptan o promueven herejías, y sobre por qué los católicos plenamente creyentes están obligados, no solo a seguir amándolos, sino también, por amor, a oponerse a ellos. No oponerse a ellos equivaldría a decir que la revelación de Dios es un asunto opinable, que no se encuentra completamente en la doctrina de la Iglesia Católica, o que al transmitirla la Iglesia se ha equivocado en algunas partes.
Estas pueden ser opiniones aceptables para cualquier otra persona, pero ninguna puede ser una posición sostenible para un católico, ya que lo contrario —Dios ha hecho una revelación que puede ser conocida con certeza y la Iglesia es su guardiana e intérprete— es el corazón mismo de nuestra religión. Amar, como saben incluso las familias más unidas, nunca ha excluido resistir o pronunciarse sobre lo que uno cree que está muy mal. Lo que cuenta es el espíritu con el que se hace [la resistencia o crítica].
En cierto sentido, el único tema de este libro es la revelación de Dios: los esfuerzos de sus guardianes para hacerla fructificar en el presente, y sus vicisitudes a manos de hombres que creen que, a fin de que ella sobreviva, debe ser alterada. (CONTINUARÁ).
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4 comentarios
Un gran abrazo.
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DIG: ¡Muchas gracias, Juan!
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