Philip Trower, La Iglesia docta y la rebelión de los eruditos -2B
(Véanse en este blog las secciones anteriores: 1A, 1B, 1C, 1D y 2A).
EL MAZO DE LA CRÍTICA
En su forma más extrema, la aplicación del método crítico fue como la aplicación de un mazo sobre un pavimento de mármol. El texto bíblico fue partido en pedazos. Estos fragmentos de diferentes orígenes, se sostuvo entonces, habían sido ensamblados para diferentes propósitos (a menudo deshonestos), no en los tiempos previamente supuestos sino mucho más tarde, dándoles títulos y autores espurios e incorporándolos en escritos propios, por grupos anónimos de editores o individuos que fueron los autores reales de los libros tal como los tenemos ahora. Los fragmentos mismos habían sido escritos quién sabe cuándo, por quién sabe quién, pero mucho después de los eventos que se suponía que debían registrar. Para empezar, se admitió que los fragmentos podrían haberse basado en documentos anteriores ahora perdidos. Pero pronto prevaleció la opinión mucho más común de que las tradiciones preservadas en ellos habían sido transmitidas oralmente durante siglos, y que estos recuerdos transmitidos oralmente habían sido constantemente agregados y alterados a lo largo del camino para adaptarlos a las circunstancias y creencias del momento.
Inevitablemente, no sólo los críticos llegaron pronto a la conclusión de que la Biblia debía de ser en gran parte una obra de ficción, sino también muchas otras personas. Entre otras cosas, la mente humana acepta fácilmente (con o sin razón) la idea de que cuanto más tiempo transcurre entre un evento y el momento en que es puesto por escrito, es menos probable que se registre con precisión.
(Tal como fue practicado por la mayoría de los críticos, este modo de tratar a la Sagrada Escritura tenía, y todavía tiene, aspectos de un frívolo juego de salón académico. Las teorías y opiniones se recogieron y dejaron caer como pelotas de tenis y cambiaron de década en década. El método también se aplicaba a la literatura secular. Homero fue desarmado en esta época y la autoría de sus epopeyas se dispersó entre una multitud de poetas anónimos que cubrían varios siglos. Hoy las piezas están siendo re-ensambladas, y autoridades como el profesor Lesky de Viena se inclinan por un solo Homero. Las obras de Shakespeare y La Divina Comedia indudablemente habrían sido desmembradas de la misma manera, si se hubiera sabido menos de sus autores).
Primero se dio el tratamiento crítico completo al Antiguo Testamento, y luego al Nuevo. En el trabajo de pulverizar y reducir el Nuevo Testamento a fragmentos, se destruyó la fe en la Resurrección.
Dado que el darwinismo y la crítica bíblica se consideraban parte de la ciencia moderna, todas o la mayoría de las conclusiones que acabamos de esbozar fueron aceptadas por los modernistas como verdaderas. Las consecuencias fueron muy importantes. Las bases para creer en una Revelación sobrenatural de Dios, cumplida en Cristo, registrada en la Escritura y custodiada por la Iglesia, habían desaparecido.
Persuadida de esto, una parte abandonó la Iglesia. La mayoría se quedó atrás, en apariencia al menos, “en la Iglesia” y empezó a construir para sí un refugio religioso de mala calidad a partir de las ruinas.
El intento los condujo a formular los dos principios que ahora conocemos.
SIN CERTEZA ACERCA DE DIOS
Dado que no puede haber certeza acerca de lo que Dios ha revelado, la fuente del conocimiento religioso es la “experiencia” interior. (Los primeros modernistas se inclinaron por enfatizar la experiencia individual; los de hoy prefieren la experiencia comunitaria).
En segundo lugar, las doctrinas —o al menos aquellas que los modernistas encontraron “difíciles” o, como ahora se diría, “carentes de credibilidad"— no deberían ser consideradas como declaraciones de hechos, sino como en cierto sentido “simbólicas". Faltaba determinar exactamente lo que simbolizaban.
Hebert fue uno de los primeros en hacer la exigencia más o menos abiertamente. Leroy lo siguió con su famoso artículo Qu’est-ce-qu’un dogme [Qué es un dogma] en 1905.
Fue en torno a estos dos puntos que la batalla entre el modernismo y la Iglesia se libró entonces, y que ahora recrudece; los modernistas exigiendo que se les permita interpretar la doctrina simbólicamente (es decir, no creerla) y dar el primer lugar a la experiencia religiosa, y la Iglesia (aunque no todos los eclesiásticos) resistiendo. Aquí estaba y sigue estando el tema central.
Una vez que, bajo el impacto del darwinismo y la crítica bíblica, se adoptaron las dos posiciones mencionadas más arriba, el modernismo estuvo en esencia allí. Otros aspectos del pensamiento moderno proporcionaron simplemente material de apoyo.
Sin embargo, debemos mirar estos otros temas, que no carecen de importancia. Ellos hicieron que este templo de creencias en vías de desvanecerse pareciera más estable.
LA FILOSOFÍA CONTEMPORÁNEA
Entre las filosofías en boga en los últimos 200 años, podemos ver tres tendencias claras: primero, un rechazo generalizado de la metafísica; luego, un sesgo creciente contra la idea de algo fijo y estable en la naturaleza, una preferencia por verla como un estado de cambio y flujo universal; finalmente, en la búsqueda del sentido de la vida y de la naturaleza de la realidad, un enfoque de la atención en el hombre y en lo que sucede dentro de él en lugar de fuera de él, acompañado de una degradación general de los poderes de su mente y de una correspondiente potenciación de su voluntad, sus instintos y sus pasiones.
El rechazo de la metafísica consistió en esto. Cuando miramos el mundo exterior a nosotros, se dijo, y pensamos que podemos detectar la presencia del diseño, de la ley de causa y efecto, o de la existencia en las cosas individuales de un principio informante o naturaleza que nos permite captar lo que ellas son esencialmente y agruparlas en clases y tipos, nos engañamos. Estas ideas que inferimos de lo que vemos no se corresponden con nada real fuera de nosotros. Son patrones impuestos a lo que vemos por nuestras mentes. Los fenómenos que nos presentan nuestros sentidos permanecen esencialmente incognoscibles.
Kant (fallecido en 1804), construyendo sobre las ideas de Locke, Berkeley y Hume, fue el principal filósofo responsable de hacer esta sorprendente adición al stock del error y la falta de sabiduría humana. Entre las conclusiones que se pueden sacar de ella, una era ineludible. Si el orden aparente en la naturaleza es puesto allí por nuestras mentes, nos equivocamos al pensar que nos demuestra la existencia de Dios.
Aunque era luterano, Kant contradijo lo que San Pablo había dicho claramente a la gente de Listra (sin mencionar mucho que se dice en otras partes de la Biblia); es decir, que Dios y Sus propósitos pueden ser conocidos por Sus obras. Kant estaba socavando los cimientos de la religión natural. Sus teorías sobre la mente (o más bien sobre su insuficiencia) también animaron a los hombres a juzgar las cuestiones filosóficas y religiosas por sus sentimientos.
La segunda tendencia, el amor por el flujo y el cambio —que en este siglo [XX] ha alcanzado las proporciones de una enfermedad mental internacional— tuvo una variedad de causas. Darwin no fue el único culpable, aunque le dio un fuerte empujón hacia adelante. Entre estas causas podemos aislar el mayor conocimiento de la historia y la biología, porque ambas se refieren al cambio en forma de crecimiento y decadencia, y al mayor conocimiento de otras civilizaciones, que sugirió la idea de que si las costumbres varían, todo lo demás puede ser una cuestión de gustos y opiniones, y por lo tanto mutable. Aunque de alguna manera todo avanza, el universo se desarrolla sin responder a ningún diseño preexistente, ni a ninguna ley absoluta. Todo es posible.
Por la tercera tendencia —la degradación de la mente—, podemos, si nos place, culpar a Descartes. Sus ideas, que habían reinado durante un siglo y medio desde su muerte en 1650, parecían haber convertido a los hombres en mentes y nada más —mentes dentro de máquinas— y no mentes como la tuya y la mía, sino mentes estrictamente lógicas y matemáticas; claras, frías y desinteresadas. Después de un siglo y medio de deleitarse con esta visión de sí mismo, el hombre europeo se hartó de ella. La degradación de la mente, o de esa parte que se dedica al pensamiento especulativo y usa ideas abstractas, y la exaltación de la vida apasionada e instintiva, fueron parte de la revuelta romántica contra la imagen cartesiana del hombre. Conducido por los pensadores de su elección, el hombre europeo comenzó a divertirse en grande con el pensamiento de que él era un “hombre completo” —con cuerpo e instintos igualmente importantes que la mente o el alma. Eventualmente, él se divertirá en grande con el pensamiento de que él es principalmente sólo un cuerpo.
(CONTINUARÁ).
Copyright © Estate of Philip Trower 1979, 2019.
Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/church-learned/church-learned-chap-2.htm (versión del 05/03/2019).
Traducido al español por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.
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