Philip Trower, La Iglesia docta y la rebelión de los eruditos -1A
Philip Trower, La Iglesia docta y la rebelión de los eruditos
TABLA DE CONTENIDOS
Capítulo I - El primer modernismo
Capítulo II - Las raíces de la incredulidad modernista
Capítulo III - El neo-modernismo: una plaga subterránea
Capítulo IV - El existencialismo: el intruso feo
Capítulo V - La esencia de la tragedia de nuestro presente
Conclusión - La nueva religión
Capítulo I. El primer modernismo
Uno percibe que muchos católicos reaccionan a los eventos en la Iglesia durante los últimos 15 años [1964-1979] como si una roca hubiera caído del cielo sin ningún lugar de donde caer, ni siquiera un jumbo jet que pasara.
¿Qué pudo haber causado tal explosión de ira, rebelión, herejía, apostasía y odio por todas las cosas católicas? Es como si el orden de la naturaleza se hubiera invertido: efectos sin causas; explosiones sin explosivos ni nadie que las encienda.
Debajo de estos sentimientos suele estar la creencia de que la vida católica antes del Concilio, dejando de lado las deficiencias habituales, estaba “en un estado bastante bueno". Cualquier defecto que pudiera haber existido ciertamente no era suficientemente serio como para explicar las calamidades y desórdenes posteriores.
Estoy seguro de que esta creencia es errónea y sólo aumenta la infelicidad y el desconcierto.
Volviendo a la época anterior al Concilio, creo que ahora podemos ver más claramente que lo que era posible antes los dos males principales. Una comprensión de ellos posiblemente ayudará a aclarar por qué se está produciendo una apostasía simultáneamente con un intento de movimiento de reforma.
Estos dos males, diría yo, fueron: una tremenda disminución de la vitalidad espiritual entre los fieles de todos los rangos, clérigos y laicos (es decir, nosotros mismos), enmascarada por una fachada grandiosa de práctica religiosa —no veo cómo la rebelión actual podría haber ocurrido si esto no fuera así; y la difusión de la herejía, o de ideas que tienden a la herejía, en un sector mucho más amplio del alto clero que lo que nadie se había dado cuenta.
Por alto clero no me refiero a cardenales y obispos, sino a teólogos, eruditos, pensadores y profesores en universidades e institutos de estudios superiores católicos: la intelectualidad católica, de hecho, en su nivel más alto. Es de este segundo factor que quiero hablar aquí.
¿Qué había estado sucediendo en este mundo del alto clero durante los últimos 100 años? ¿Por qué la mayor parte de esta muralla de Jerusalén se derrumbó tan trágicamente en montones de escombros cuando el mundo moderno marchó a su alrededor y tocó sus trompetas?
Sin embargo, ante todo unas pocas palabras de carácter general sobre el lugar del saber y la erudición en la Iglesia.
CAMINANDO POR UN CAMINO ESTRECHO
Cualquier católico que dedica sus talentos a exponer la fe o se empeña en un estudio que resultará en hacer que la Iglesia y sus enseñanzas se comprendan mejor está haciendo claramente una obra noble. Uno sólo tiene que recordar el inmenso bien logrado por los fieles católicos eruditos y teólogos para sentirse agradecido a Dios por sus dones, que hicieron posible sus libros, y a los hombres mismos por haber usado tan bien esos dones.
Si bien el trabajo principal de los académicos católicos de este tipo es explicar y defender la Revelación y todas las verdades que tienen que ver con ella, tienen un trabajo subordinado pero relacionado que también es muy importante: investigar las nuevas ideas que los hombres siempre están proponiendo, dentro y fuera de la Iglesia, a fin de separar lo verdadero de lo falso y ver cómo exactamente los elementos de verdad armonizan con la Revelación.
Ésta es probablemente la parte más difícil de su trabajo. El mundo de las ideas especulativas y las acumulaciones masivas de hechos es el lugar donde es más fácil tomar un camino equivocado y caer en un pozo, y con frecuencia ellos están investigando nuevos territorios.
Creo que el primero de los escollos es la inclinación de los expertos a enamorarse de sus temas. Para el estudiante católico del budismo, el budismo y los budistas comienzan a ocupar un lugar destacado en su corazón; lo mismo le ocurrirá al estudiante de la Edad de Piedra o del marxismo. (El arqueólogo Sir Leonard Cottrell, hablando sobre esta debilidad, comenta con buen humor que había conocido a asiriólogos que encontraban hermosos incluso a los antiguos asirios como se muestran en sus bajorrelieves). Cuando esto sucede, “mi tema” se convierte en el interés que da entusiasmo a la vida, y la fe se ve como un suplemento aburrido. Las consecuencias son especialmente dañinas si el erudito es un sacerdote. También habrá una ambición a hacer que “mi tema” y la fe se parezcan lo más posible.
Del mismo modo, el aprendizaje en sí mismo o la vida intelectual puede convertirse en el gran amor —una especie de religión alternativa y superior— y el compañero intelectual, incluso si es ateo, parece espiritualmente más cercano que el cuerpo principal de los fieles.
Es extraño, cuando uno lo considera, que a los católicos no se les enseñe a pensar más en lo que podría llamarse la Iglesia Docta, y que no existan órdenes especiales de contemplativos para rezar y hacer penitencia por su bienestar, dado que su trabajo es tan necesario y sus miembros ocupan lo que, en lo que respecta a la fe, es uno de los puestos más expuestos en la Iglesia. Son como hombres en un puesto de observación que está continuamente bajo un intenso fuego de artillería. A medida que estudian libros nuevos y publicaciones eruditas, ellos viven bajo un bombardeo de tentaciones de un tipo que la mayoría de los fieles nunca experimenta.
“Oh, qué idea tan brillante. ¿Pero qué pasa con la doctrina de la gracia? Quizás debería orar antes de seguir leyendo. No. No tengo tiempo. Es más importante continuar con mi trabajo. Laborare est orare [Trabajar es orar]. La Iglesia podría estar equivocada; esto nunca ha sido definido. ¿Cómo un obispo tonto podría entender ideas tan complicadas?”
El peligro principal no es tanto que ellos tomarán un camino equivocado —cualquiera puede cometer errores— sino que, habiéndolo tomado, insistirán en seguir adelante a pesar de las advertencias.
(ESTE CAPÍTULO CONTINUARÁ).
Traducido al español por Daniel Iglesias Grèzes con autorización de Mark Alder, responsable del sitio Christendom Awake.
Fuente: http://www.christendom-awake.org/pages/trower/church-learned/church-learned-chap-1.htm (versión del 05/03/2019).
Copyright © Estate of Philip Trower 1979, 2019.
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4 comentarios
EN EFECTO. Desde que se sustituyó a Dios por el hombre como objetivo de la fé, y se quiso hacer de la practica religiosa una macro-ONG, las Iglesias se vaciaron porque daba igual ir a misa que colaborar con la ONG de nuestra predileccion. De ahí a abandonar el interés por "el Dios a quien no vemos", y orientar nuestros esfuerzos hacia "el hombre al que vemos", fué todo uno.
Teologos y sacerdotes no dudaron en traicionar sus votos de fidelidad a los valores de la Iglesia y universidades, colegios, parroquias etc, hicieron el resto, abrazazando ideologias que de forma engañosa, creian favorecer al hombre (en particular a los pobres) sin querer darse cuenta que la mayor pobreza y desgracia que sufren los humanos es el distanciamento con su Creador.
No hay inocentes, hay tontos que no ven las repercusiones de sus actos y se limitan a culpar a los fieles de la apostasia que, ahora, nos asusta. La solucion no es otra que regresar y dar prioridad Cristo y su Evangelio que todo lo puede.
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