Lineamenta del Sínodo de la Familia -Respuestas a las preguntas 28-34
XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo
Respuestas a las preguntas de los Lineamenta
para la recepción y la profundización de la Relatio Synodi
Tercera parte – La confrontación: perspectivas pastorales (B)
28. ¿Cómo se proponen los caminos de preparación al matrimonio de manera de evidenciar la vocación y misión de la familia según la fe en Cristo? ¿Se llevan a cabo como oferta de una auténtica experiencia eclesial? ¿Cómo renovarlos y mejorarlos?
Por lo general, la catequesis prematrimonial es bastante pobre. Hay una gran desproporción entre la duración de la catequesis previa a la Primera Comunión (comúnmente tres años) o la Confirmación (comúnmente un año) y la catequesis prematrimonial (comúnmente de una a cinco reuniones). ¿Cómo mejorar esta situación? Éste es un problema difícil. Si todo continúa como hasta ahora, va a seguir ocurriendo que muchas parejas se casan por Iglesia sin la mínima preparación necesaria, con las consecuencias negativas que están a la vista. Si las cosas se hacen más estrictas, probablemente aumente la cantidad de bautizados en concubinato, con o sin matrimonio civil. De todos modos creemos que se debería elegir esta última opción. Para comenzar, se podría establecer que la catequesis prematrimonial tendrá una duración mínima de dos meses, salvo casos excepcionales.
29. ¿Cómo la catequesis de iniciación cristiana presenta la apertura a la vocación y misión de la familia? ¿Qué pasos son vistos como más urgentes? ¿Cómo proponer la relación entre bautismo, eucaristía y matrimonio? ¿De qué modo evidenciar el carácter de catecumenado y de mistagogia que los caminos de preparación al matrimonio asumen a menudo? ¿Cómo involucrar a la comunidad en esta preparación?
La catequesis de iniciación cristiana necesita una reforma general, no sólo en lo relativo al matrimonio y la familia. Dicha reforma, a nuestro juicio, debería abarcar principalmente los siguientes dos puntos: a) una mejor selección y formación de los catequistas, para que conozcan y se adhieran personalmente a toda la doctrina expuesta en el Catecismo de la Iglesia Católica y sepan no sólo enunciar sino también explicar, fundamentar y defender dicha doctrina; b) la elaboración y el uso de nuevos catecismos o materiales catequéticos plenamente conformes con el Catecismo de la Iglesia Católica, que presenten la doctrina católica de forma integral, sintética y adaptada a sus destinatarios, y tengan muy en cuenta la dimensión apologética que la catequesis requiere en la situación actual, en la que ya no se puede presuponer una fe católica firme en los catecúmenos.
Es fundamental que todos los catequistas lean, estudien, aprendan y utilicen continuamente el Catecismo de la Iglesia Católica y el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica (no sólo alguna de sus “adaptaciones”). En este sentido, nos parece que antes de ofrecer cursos de “Teología para Laicos” habría que ofrecer un curso de un año de “Catecismo para Adultos”.
En cuanto al tema del matrimonio y la familia en particular, es absolutamente imprescindible que la catequesis de iniciación cristiana vuelva a presentar de forma clara e íntegra el Sexto Mandamiento y la doctrina católica sobre el mismo.
En cuanto a la catequesis prematrimonial, debe incluir: a) por una parte, una presentación más o menos sintética (según las circunstancias) de toda la doctrina católica, para subsanar al menos parcialmente la frecuente pobreza de la formación cristiana de los novios; b) por otra parte, una presentación de los aspectos bíblicos, teológicos, morales y canónicos más relevantes acerca del matrimonio y la familia. En particular, se debe enseñar la doctrina de la encíclica Humanae Vitae. Si en la catequesis prematrimonial se enseña a los novios cuáles son los “mejores” anticonceptivos, entonces dicha catequesis ya ha fracasado radicalmente. El tema de la familia no es separable de la crisis de fe que afecta hoy día a la Iglesia en su conjunto.
No obstante, se debe evitar que el péndulo vaya hasta el otro extremo y se sustituyan las escasas y breves “charlas prematrimoniales” de hoy por una especie de licenciatura obligatoria en teología del matrimonio.
Sería conveniente elaborar manuales o materiales que sirvan como referencia para la catequesis prematrimonial renovada. Por lo dicho más arriba, esos manuales no deberían ser muy extensos y deberían tener un lenguaje comprensible para un lector de cultura media.
30. Tanto en la preparación como en el acompañamiento de los primeros años de vida matrimonial, ¿se valora adecuadamente la importante contribución de testimonio y de sostén que pueden dar familias, asociaciones y movimientos familiares? ¿Qué experiencias positivas se pueden referir en este campo?
Una parte importante de la cuestión aquí planteada se inscribe dentro de un asunto más general: el de la relación entre las asociaciones y los movimientos católicos con las diócesis y las parroquias. Se trata de un problema muy amplio y complejo, acerca del cual nos limitaremos a proponer que se promueva de ambas partes una actitud de mayor apertura y cooperación mutua. Los movimientos (especialmente) deben evitar la tentación de cerrarse en la práctica sobre sí mismos; y las diócesis y parroquias deben evitar la tentación de imponer una excesiva centralización y uniformidad pastoral.
31. La pastoral de acompañamiento de las parejas en los primeros años de vida familiar –se observó en el debate sinodal– necesita un ulterior desarrollo. ¿Cuáles son las iniciativas más significativas ya realizadas? ¿Qué aspectos hay que incrementar a nivel parroquial, a nivel diocesano o en el ámbito de asociaciones y movimientos?
Opinamos que habría que tratar de fortalecer los grupos de matrimonios (de parroquias, asociaciones o movimientos), los retiros o encuentros matrimoniales y otras iniciativas o actividades semejantes, dentro de la perspectiva de una renovación profunda de toda la pastoral eclesial con las notas principales que hemos procurado delinear hasta aquí: superación de la crisis de fe y de la secularización interna en la Iglesia, firme promoción y defensa de la ortodoxia doctrinal, nuevo ardor misionero, práctica de una apologética renovada y de un diálogo evangelizador, fuerte énfasis en la santidad como objetivo principal de toda la pastoral eclesial y en el recurso frecuente y adecuado a los medios tradicionales de santificación (oración, sacramentos, lectura de la Biblia, penitencia, obras de misericordia, dirección espiritual, etc.).
32. ¿Qué criterios para un correcto discernimiento pastoral de las situaciones individuales son considerados a la luz de la enseñanza de la Iglesia, para la cual los elementos constitutivos del matrimonio son unidad, indisolubilidad y apertura a la procreación?
Los principales criterios de discernimiento pastoral de las distintas situaciones de las parejas deben ser precisamente esos “elementos constitutivos del matrimonio” (o bienes y exigencias fundamentales del amor conyugal): unidad, indisolubilidad, apertura a la procreación y (agregamos) fidelidad y sacramento. Si alguno de los primeros cuatro elementos falta en el mutuo consentimiento no hay matrimonio, ni natural ni sacramental; pero además se debe tener en cuenta que el matrimonio entre bautizados no puede ser sino sacramental. De lo contrario las parejas están en situación objetiva de pecado. En estas parejas puede haber o no haber buena disposición para escuchar el anuncio de la doctrina católica sobre el matrimonio. Si la hay, el anuncio, con la ayuda de la gracia, puede dar fruto o no. Siempre está presente el libre albedrío del ser humano. Pero el anuncio del Evangelio a toda criatura es la primera y más esencial misión de la Iglesia.
33. ¿La comunidad cristiana es capaz de involucrarse pastoralmente en estas situaciones? ¿Cómo ayuda a discernir estos elementos positivos y aquellos negativos de la vida de personas unidas en matrimonios civiles de manera de orientarlas y sostenerlas en el camino de crecimiento y de conversión hacia el sacramento del matrimonio? ¿Cómo ayudar a quienes conviven a decidirse por el matrimonio?
Podemos ayudar a las personas que conviven fuera del matrimonio ante todo de dos formas: a) anunciándoles el Evangelio de Cristo en su integridad, incluyendo la doctrina sobre la pecaminosidad grave de las relaciones sexuales extramatrimoniales; b) recurriendo a la oración y la fuerza que le es propia, pues sólo Dios, a quien pedimos la conversión de los pecadores, puede mover los corazones para que libremente se abran al anuncio del Evangelio. También tenemos la posibilidad del ayuno y otras mortificaciones (activas y pasivas) voluntariamente asumidas por la conversión de los pecadores en general, y en particular para que regularicen su situación los que conviven irregularmente. Se puede realizar jornadas eclesiales de oración y ayuno con tal finalidad. En ellas se podría incluir un acto penitencial por nuestras propias infidelidades para con la doctrina de la Iglesia, porque sin duda éstas son una de las causas principales de la actual crisis matrimonial y familiar. Y sobre todo se debe impulsar el esfuerzo por mantenerse uno mismo en estado de gracia, sin lo cual no se puede ser un instrumento apto para trabajar por la salvación de las almas según la voluntad de Dios.
En cuanto al discernimiento de elementos positivos y negativos y el sostén en el camino de conversión, obviamente el cambio ha de ser de lo negativo a lo positivo. Se debe presentar la grandeza del matrimonio en toda su amplitud. Esto implica necesariamente mostrar a las personas en cuestión las coincidencias y discrepancias de su situación concreta con el modelo normativo del matrimonio cristiano (que no es un mero “ideal”).
En cuanto a la acogida y el acompañamiento a las personas en situaciones irregulares, se debe evitar el grave error de pretender que enseguida pasen a celebrar la Eucaristía y a comulgar. Más bien deberían integrarse en un espacio pre-sacramental, análogo a los de los antiguos catecúmenos o penitentes. En este caso se deberá enfrentar valerosamente las previsibles acusaciones de “discriminación” entre quienes van a la Iglesia.
34. En particular, ¿qué respuestas dar a las problemáticas planteadas por la permanencia de las formas tradicionales de matrimonio por etapas o arreglado entre familias?
El matrimonio arreglado entre familias, mientras no implique la imposición de una pareja contraria a la voluntad del interesado, no produce la nulidad del matrimonio. Esa forma tradicional de matrimonio, comparada con lo que suele ocurrir hoy día en las sociedades occidentales, parece bastante menos mala. De todos modos, corresponde que la evaluación más exacta de esa práctica la hagan quienes la conocen de cerca.
El matrimonio por etapas, si implica convivencia marital antes del consentimiento matrimonial propiamente dicho, es contrario a la doctrina católica. Obviamente, esta otra forma tradicional de matrimonio no debe usarse como excusa para proponer algo similar en Occidente.
Centro Cultural Católico “Fe y Razón”
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