Lineamenta del Sínodo de la Familia -Respuestas a las preguntas 17-22
XIV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo
Respuestas a las preguntas de los Lineamenta
para la recepción y la profundización de la Relatio Synodi
Segunda parte –La mirada en Cristo: el Evangelio de la familia ( C)
Preguntas y respuestas
17. ¿Cuáles son las iniciativas para hacer comprender el valor del matrimonio indisoluble y fecundo como camino de plena realización personal? (cf. n. 21).
A lo ya dicho en nuestra respuesta a la pregunta anterior, agregamos aquí que sería muy positivo difundir los testimonios de matrimonios que han logrado vivir de un modo ejemplar (o incluso heroico) los desafíos del matrimonio cristiano; en otras palabras, los matrimonios santos, pero no sólo los canonizados.
18. ¿Cómo proponer la familia como lugar, único en muchos aspectos, para realizar la alegría de los seres humanos?
Recordando la doctrina católica sobre la vocación universal a la santidad y sobre la vocación al matrimonio como camino particular dentro de esa vocación universal (camino particular, pero al que la gran mayoría de los cristianos son llamados); y también la doctrina católica sobre el matrimonio como sacramento al servicio de la comunión y de la misión. Todo esto ha de situarse en el contexto de una sólida presentación de toda la doctrina católica y de un serio empeño personal y comunitario por comprenderla y vivirla con fidelidad.
19. El Concilio Vaticano II expresó su aprecio por el matrimonio natural, renovando una antigua tradición eclesial. ¿En qué medida las pastorales diocesanas saben valorizar también esta sabiduría de los pueblos, como algo fundamental para la cultura y la sociedad común? (cf. n. 22).
Nos parece bastante problemática la conexión que la pregunta establece entre “el matrimonio natural” (el matrimonio acorde con la naturaleza humana, es decir el matrimonio monogámico, fiel, indisoluble y abierto a la transmisión de la vida) y la “sabiduría de los pueblos”, puesto que en las culturas de los pueblos no cristianos con frecuencia prevalecieron y prevalecen diversas desviaciones graves con respecto al matrimonio natural (por ejemplo: la poligamia, el repudio, etc.).
Por otra parte, no tenemos conocimiento de que el Concilio Vaticano II haya aportado algún cambio con respecto a la doctrina católica tradicional sobre el matrimonio natural, salvo el punto ya discutido de la no explicitación del orden jerárquico entre los dos fines esenciales del matrimonio, punto que interpretamos según la “hermenéutica de la continuidad”.
En Uruguay, exceptuando a las religiones minoritarias, el único matrimonio que hay aparte del matrimonio sacramental es el matrimonio civil, que en la práctica está bastante dejado de lado por las nuevas generaciones, que a menudo prefieren simplemente “juntarse” (a modo de “unión libre” o concubinato). Subrayamos que el matrimonio civil, además de la ya tradicional tara del divorcio, sufre ahora aberraciones nuevas, tales como el “matrimonio igualitario” (o sea, el “matrimonio homosexual”). Por lo tanto, sería falsa la simple identificación entre matrimonio civil y matrimonio natural.
Antes de pasar a responder las preguntas 20-22, conviene comentar parte del texto de los Lineamenta que las introduce, texto titulado “Verdad y belleza de la familia y misericordia hacia las familias heridas y frágiles (nn. 23-28)”. La parte que ahora nos interesa dice lo siguiente:
“(…) Los pastores reunidos en el Sínodo se preguntaron –de modo abierto y valiente, no sin preocupación y cautela– qué mirada debe tener la Iglesia hacia los católicos que están unidos sólo con vínculo civil, para los que todavía conviven y para aquellos que, después de un válido matrimonio, se han divorciado y vuelto a casar civilmente. Conscientes de los límites evidentes y de las imperfecciones presentes en situaciones tan distintas, los Padres asumieron positivamente la perspectiva indicada por el Papa Francisco, según la cual «sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las posibles etapas de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día» (Evangelii Gaudium, 44).”
Más que de “límites evidentes” y de “imperfecciones”, las tres situaciones mencionadas en el texto citado son situaciones objetivas de pecado grave. Mientras en la Iglesia no tengamos la voluntad de llamar a las cosas por su nombre, va a ser difícil que podamos proponer algo pastoralmente útil. Todas las familias son más o menos frágiles y sufren distintos tipos de heridas, pero las aquí mentadas sufren de un tipo específico de heridas, de orden moral y espiritual.
Sería muy conveniente no utilizar la expresión “ideal evangélico”. Los ideales se suelen concebir como “desiderátums”, cosas óptimas que sería muy bueno tener, pero que por lo general son muy difíciles de alcanzar, de modo que en la práctica se puede prescindir de ellos en mayor o menor medida. Por eso, se suele contraponer a las personas idealistas y las personas realistas. Según el Diccionario de la Real Academia Española, “idealista” significa “que propende a representarse las cosas de una manera ideal” y “realista” significa “que actúa con sentido práctico o trata de ajustarse a la realidad”.
El Evangelio no es un simple “ideal”, sino que contiene también normas morales válidas siempre y en todo lugar. Estrictamente hablando, no hay “gradualidad” en la ley evangélica. Concretamente, en cuanto al matrimonio entre bautizados, el matrimonio sacramental no es ningún “ideal”, sino el único matrimonio válido. Fuera de él no hay matrimonio sino sólo concubinato. Evitar el concubinato no es un “ideal”, sino sencillamente la norma. Y la norma no es un “ideal”, sino precisamente la ley.
Por último, en la expresión “los que todavía conviven” el adverbio “todavía” parece estar de más. El problema son “los que conviven” (sin estar casados), o sea los concubinos, no “los que todavía (¿?) conviven”.
20. ¿Cómo ayudar a entender que nadie está excluido de la misericordia de Dios y cómo expresar esta verdad en la acción pastoral de la Iglesia hacia las familias, en particular las heridas y frágiles? (cf. n. 28).
Eso es lo que la Iglesia Católica viene trasmitiendo desde hace veinte siglos y lo que la cultura actual se obstina en rechazar porque no comparte las premisas ontológicas y epistemológicas del mensaje católico. No se trata sólo o en primer lugar de que muchas personas no comprendan el mensaje; muchas veces lo comprenden pero no lo aceptan, porque es objetivamente incompatible con la filosofía fundamental de la modernidad que esas personas tienen profundamente asumida, incluso en forma inconsciente. Y eso no sucede por casualidad o por las fuerzas ciegas del Destino, sino porque hay poderosos grupos de interés que disponen de gran parte del aparato cultural de la sociedad para imbuir en las mentes de las personas esa filosofía inmanentista.
Como señala RS n. 28, es fundamental la invitación a la conversión: “Así entendemos la enseñanza del Señor, que no condena a la mujer adúltera, pero le pide [o mejor le manda] que no peque más.”
Y también es fundamental la relación entre conversión y gracia. Es preciso orar en forma perseverante al Señor para que nos conceda y conceda a los demás la gracia de una conversión cada vez mayor.
21. ¿Cómo pueden los fieles mostrar, frente a las personas que todavía no han llegado a una plena comprensión del don de amor de Cristo, una actitud de acogida y acompañamiento confiado, sin renunciar nunca al anuncio de las exigencias del Evangelio? (cf. n. 24).
Podría existir un nivel pastoral pre-sacramental (y penitencial), por así decir, en el cual se pueda dialogar sin prisa y con la máxima franqueza, comprensión y verdad acerca de estos temas, trazando muy bien la línea que separa a este nivel de aquel en el que se puede recibir los sacramentos de la Reconciliación y la Eucaristía.
De lo contrario sucederá con frecuencia que estas personas, admitidas sin más aviso a la celebración eucarística o meramente integradas a algún grupo parroquial, querrán luego comulgar y entonces se plantearán situaciones tensas y difíciles, o bien, lo que es peor pero es de temer que sea muy probable en muchos casos, se dejará hacer y pasar, aumentando así la confusión dentro de la Iglesia, además del lógico perjuicio a la salvación de las almas.
Se deberá recordar la doctrina sobre los actos intrínsecamente malos, es decir, malos por su objeto, que no es lícito realizar en ninguna circunstancia. Y también el hecho de que la intención buena no hace bueno el acto intrínsecamente malo, o sea que el fin no justifica los medios.
La persona que está en una situación de pecado grave no sale de esa situación por el hecho de realizar algún acto moralmente bueno desde el punto de vista natural. No se puede estar a la vez en pecado mortal y en gracia de Dios. Por tanto, no se puede ser agradable a Dios por el hecho de limitar más o menos las ocurrencias de los pecados o las consecuencias dañinas de una situación de pecado grave en la que se permanece voluntariamente (por ejemplo: un asesino a sueldo que decide usar anestésicos para que sus víctimas no sufran). Es cierto que en esos casos puede haber influjo de la gracia actual, pero no puede darse la gracia habitual o santificante hasta que no se produzca la conversión y el arrepentimiento de todos los pecados graves.
22. ¿Qué se puede hacer para que en las diversas formas de unión –en las cuales se puede encontrar valores humanos– el hombre y la mujer adviertan el respeto, la confianza y el estímulo a crecer en el bien de parte de la Iglesia y sean ayudados a alcanzar la plenitud del matrimonio cristiano? (cf. n. 25).
La Iglesia no puede ayudar a los adúlteros o concubinos a vivir su adulterio o concubinato de forma más humana y personalizante, porque el adulterio y el concubinato (y el pecado en general) no humanizan, no personalizan, no hacen crecer. De lo contrario llegaremos al absurdo de un crecimiento humano progresivo y sin límites en medio del pecado mortal, con lo cual la reconciliación final no sería más que un adorno agregado al quitar una pequeña molestia o imperfección a una persona que ya prácticamente habría alcanzado la santidad al estilo luterano: “simul iustus et peccator”.
Lo que puede personalizar y humanizar a estas personas es nada menos que el anuncio del Evangelio con especial acento en su llamada al arrepentimiento y la conversión, que es lo que salva al ser humano pecador bajo la modalidad del signo de contradicción, y en la promesa de la misericordia infinita del Padre que llama continuamente al perdón a los que se arrepientan y hagan propósito de enmienda.
En general es imposible plantear una pastoral cualquiera prescindiendo del concepto del “pecado”. Es urgente disponer de una forma de hablar del pecado que sea explícita, que no sea eufemística ni “buenista”, y que al mismo tiempo haga presente la oferta de la misericordia de Dios sin convertirla en “gracia barata”.
Centro Cultural Católico “Fe y Razón”
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2 comentarios
'No es bueno que el hombre esté sólo...'
En cualquier caso, no creo que sea un pecado que se pueda considerar tan grave (de excomunión) cuando DIOS, en determinada época de la historia Bíblica (por medio de Moíses), sí lo permitió y lo aceptó.
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DIG: Su exégesis es simplista y falsa. Se olvida de muchas cosas: "serán una sola carne", "creced y multiplicaos", etc.
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Y Jesús no lo dejó tan claro:
«También fue dicho: Cualquiera que despide a su mujer, dele carta de divorcio. Pero yo os digo que todo aquel que se divorcia de su mujer, A NO SER POR CAUSA DE ADULTERIO, la expone a cometer adulterio. Y el que se casa con la mujer divorciada comete adulterio» (Mateo 5 – 31, 32)
«Ante vuestra dureza de Corazón, Moisés os Permitió divorciaros de vuestras mujeres; pero desde el principio no fue Así. Y os digo que cualquiera que se divorcia de su mujer, A NO SER POR CAUSA DE FORNICACIÓN, y se casa con otra, comete adulterio» (Mateo, 19 – 8, 9)
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DIG: Las traducciones del texto bíblico que usted cita son incorrectas y lo adulteran.
Cito, por ejemplo, una buena traducción (El Libro del Pueblo de Dios, la versión de la Biblia en español que ofrece el sitio de la Santa Sede):
"Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio." (Mateo 5,32)
"Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio." (Mateo 19,9)
La unión ilegal es un matrimonio nulo. Por eso no hay contradicción entre Mateo y los demás Evangelios, que no incluyen esa cláusula de aparente excepción.
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DIG: El error de la primera traducción que citó no está en el uso del término "fornicación", que puede ser una forma (aunque más ambigua) de referirse a las uniones ilegales. Está más bien en la expresión "a no ser por causa de" fornicación, en vez de "salvo en caso de" fornicación. En otras palabras, Jesús dice que hay uniones que, por ser ilícitas desde el principio y no constituir matrimonio, no son indisolubles, sino que son en sí mismas pecaminosas. En cambio la mala traducción le hace decir que la fornicación o el adulterio son causas que pueden justificar la disolución de un matrimonio válido. Nada más lejos de la doctrina de Jesús: "Lo que Dios ha unido no lo separe el hombre".
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No obstante, ¿UNIÓN ILEGAL…?
¿Le preguntan los fariseos sobre el divorcio (sólo se divorcia quien está casado) y Jesús se marcha por peteneras?
¿En aquella época (en caso de unión ilegal) era considerada la mujer como esposa?
¿Era considerada esa ‘unión’ como matrimonio?
¿Era ese un serio y grave problema en la época de Jesús (o por el que le preguntan los fariseos) y por el que ponen de ejemplo el divorcio autorizado y permitido (por DIOS) en la época de Moisés?
No me encaja.
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DIG: Jesús no se va por las ramas. Contesta directamente la pregunta de los fariseos y los discípulos lo entienden perfectamente.
"Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: «¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?». Él respondió: «¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: "Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne"? De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido». Le replicaron: «Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?». Él les dijo: «Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era sí. Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio». Los discípulos le dijeron: «Si ésta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse». Y él les respondió: «No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido." (Mateo 19,3-11)
Por ejemplo, Herodes estaba unido ilegalmente con la mujer de su hermano. San Juan Bautista murió por reprocharle ese pecado.
Jesús dice "Moisés les permitió", no "Dios les permitió". La referencia "al principio" es una clara referencia a Dios, el Creador.
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En cualquier caso, como bien dijo San Pablo a los Gálatas:
‘Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la Gracia de JESUCRISTO para seguir otro Evangelio; aunque no haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de CRISTO. Pero aunque vosotros mismos, o un ángel del Cielo, os anunciásemos un Evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema! Como os lo acabamos de decir ahora os lo repito: si alguno os anuncia un Evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!’... (excomulgado, desterrado y maldito).
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DIG: Precisamente, un Evangelio distinto al de Cristo es el de quienes hoy pretenden que la Iglesia Católica admita las segundas nupcias, como las demás confesiones cristianas.
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Un saludo.
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DIG: ¡Feliz Día del Señor!
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