Una verdadera y propia herejía: la violencia en nombre de Dios (Serge-Thomas Bonino)
Quien quiere ahogar a su propio perro, lo acusa de tener rabia, dice un proverbio francés. ¿Las religiones son rabiosas? Cuantos desean excluirlas de la vida pública para relegarlas a la esfera estrictamente privada quisieran hacerlo creer. Así, tomando como pretexto la dimensión en apariencia religiosa de los conflictos que ensangrientan el planeta, fomentan el prejuicio según el cual las religiones, y especialmente las monoteístas, serían por naturaleza factores de división entre los hombres. Para poner fin a la violencia y garantizar la paz universal, habría una sola solución: la secularización a ultranza.
Esta argumentación es una de las formas que asume hoy el pensamiento antirreligioso. Habiéndose difundido el prejuicio de que el relativismo es la única filosofía en sintonía con las exigencias de la democracia liberal, todo comportamiento que se refiere a una verdad trascendente, universal y absoluta es percibido como una amenaza para la paz civil. La fe religiosa es denunciada como una patología social.
Esta estrategia de demonización de todo lo que es religioso no es de ayer. ¿Acaso el Estado moderno, religiosamente neutral y políticamente omnipotente, no se ha impuesto autoproclamándose como único remedio frente a las guerras de religión? La denuncia se concentra luego sobre las fes monoteístas porque se piensa que generan una mentalidad intolerante en sus creyentes en cuanto piensan poseer una verdad universal y absoluta.
En este contexto la Comisión Teológica Internacional se ha ocupado del problema. Una subcomisión, presidida por el Padre Philippe Vallin, ha trabajado durante cinco años sobre el tema, en un intercambio constante con toda la Comisión. El resultado es un texto titulado “Dios Trinidad, unidad de los hombres. El monoteísmo cristiano contra la violencia”, aprobado por la Comisión Teológica Internacional el pasado 6 de diciembre. El documento –publicado como de costumbre en la Civiltà Cattolica y accesible en los sitios de internet de la revista y de la Comisión– se presenta no como un tratado exhaustivo de teología sino como «testimonio argumentado».
Su tesis es inequívoca: en lo que respecta a la fe cristiana, la violencia en nombre de Dios es una herejía pura y simple. Aquí no hay ninguna concesión al espíritu de la época, sino una convicción que nace del corazón mismo del Evangelio. Por lo tanto, la violencia no se justifica ni para reivindicar los derechos de Dios ni para salvar a los hombres en contra de su voluntad, porque «la verdad no se impone sino por la fuerza de la verdad misma» (Dignitatis humanae, n. 1). Y ésta es la paradoja del cristianismo: el respeto escrupuloso de la libertad religiosa no está motivado por una forma de relativismo sino que se deriva de lo que hay de más dogmático en la idea que la fe cristiana ofrece de Dios.
Pretender así que el rechazo de toda violencia en nombre de Dios está inscrito en el corazón mismo de la fe cristiana vuelve necesaria una autocrítica de la praxis histórica de los cristianos. A través de los siglos, de hecho, el pueblo de Dios no siempre ha estado a la altura de esta convicción. El documento se empeña en disolver los lazos ocasionales que se han podido tejer en la historia entre cristianismo y violencia religiosa y en interpretar correctamente las páginas de la Biblia que parecen legitimar la violencia religiosa.
En el debate sobre monoteísmo y violencia, el documento ha querido evitar dos soluciones fáciles.
La primera consistiría en disociar el cristianismo del monoteísmo: sí, concedemos que el monoteísmo es un factor de violencia, pero precisamos enseguida que el cristianismo escapa de esta acusación porque anuncia el misterio de un Dios Trinidad, que en Sí mismo es comunión en la diferencia. Al contrario, el documento subraya que el misterio trinitario no se afirma en absoluto en detrimento del monoteísmo.
Una segunda solución apologética fácil habría sido disociar la fe cristiana de la religión: sí, concedemos que la religión es un factor de violencia, pero precisamos enseguida que el cristianismo no deriva de la religión sino de la fe. Al contrario, el documento insiste sobre el valor intrínseco de la experiencia religiosa en cuanto tal. Así como la gracia no destruye la naturaleza sino que la cura y la lleva a su cumplimiento, así la fe cristiana asume la dimensión religiosa de la condición humana y la purifica reconduciéndola a su esencia auténtica, que une inseparablemente amor de Dios y amor del prójimo. Toda violencia en nombre de Dios es en resumen «una corrupción de la experiencia religiosa».
Este punto es fundamental para el diálogo entre las religiones. Los teólogos católicos que han redactado este documento no han querido hablar en nombre de los creyentes de las otras religiones monoteístas, pero los invitan a emprender un camino análogo de purificación al interior de las propias tradiciones. En la medida en que éstas son expresiones de una religión auténtica, no pueden más que rechazar la violencia religiosa. Lejos de ser un factor de división, las religiones, cuando son fieles a su esencia y sin renegar nada de su sentido de lo absoluto, son fermentos de paz. Por eso sería un suicidio mantenerlas separadas de la vida social y política.
Serge-Thomas Bonino, Dominicano
Secretario General de la Comisión Teológica Internacional
(L’Osservatore Romano, 16 gennaio 2014).
Fuente: http://www.osservatoreromano.va/it/news/uneresia-vera-e-propria#.Ut5ZmOTjHIX (traducción del italiano de Daniel Iglesias Grèzes).
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9 comentarios
¿Qué significa "violencia en nombre de Dios"? Los escolásticos españoles, como Suárez, Vitoria y Soto eran bastante más precisos. Así el primero, condena como intrínsecamente mala la coacción religiosa d i r e c t a (v.gr. torturar a un infiel para que reciba el bautismo) pero no la i n d i r e c t a, si el medio coercitivo es intrínsecamente bueno (v.gr. defender por la fuerza el derecho a predicar la fe verdadera o el derecho a peregrinar).
Otro ejemplo de "violencia en nombre de la fe". Un concilio dogmático (4º Letrán) estableció en uno de sus cánones (disciplarios) que las naciones cristianas tenían la estricta obligación de impedir el acceso de los judíos a los cargos públicos. ¿Por qué? La razón de la norma era evitar a los pueblos el peligro para la fe derivado de autoridades públicas judías. ¿Es esa norma una forma "violencia en nombre de la fe"? ¿O más bien coacción religiosa indirecta, como la llamaría Suárez?
Algo semejante podría decirse del hereje pertinaz y público al que Santo Tomás comparaba con el falsificador de moneda.
Es obvio que no vivimos en tiempos de cristiandad y que los ejemplos que pongo no sólo son inaplicables hoy, sino que serían nocivos para el bien común temporal y para el fin de la Iglesia universal, a la que podrían hacer odiosa. Pero habría que tener cuidado con estas fórmulas tan políticamente correctas como vaporosas, porque se corre el riesgo de condenar siglos de tradición cristiana e incluso queda en entredicho la indefectibilidad de la Iglesia en su magisterio, disciplina y praxis seculares.
Por último, lo de que "la verdad no se impone sino por la fuerza de la verdad misma" vale para la verdad especulativa (revelada), de ningún modo para la verdad práctica que el Derecho, civil o canónico, imponen imperando conductas y sancionándolas de manera coactiva. ¿O acaso hay que decirle al caníbal: vea Señor, lo exhortamos a que no se coma a su semejante, pero esta es una verdad que sólo se impone por persuasión y no vamos a ejercer coacción alguna para prevenir o reprimir el canibalismo?
Saludos.
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DIG: Es evidente que la represión del canibalismo no es una violación de la libertad religiosa. Por lo demás, conviene leer el documento entero de la CTI. Un artículo de una o dos páginas no puede resumir bien un documento de más de 200 páginas. Tampoco lo intenta. Sólo presenta (y muy bien) las ideas más esenciales del documento.
Lo que si es una idea totalmente ajena a la Fe es el pacifismo, que entiende que el uso de la fuerza nunca es legitimo, eso si es una concesion al espiritu de los tiempos. Una cosa es ser pacifico, y otra pacifista, hay guerras que estan moralmente justificadas aunque siempre sean un fracaso de la huamnidad porque son producto del pecado, y hay veces incluso en que se puede utilizar la fuerza en nombre de Dios, como ya he dicho con los ejemplos que he puesto al principio.
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DIG: A mi juicio lo que el artículo denomina "violencia religiosa" o "guerra en nombre de Dios" no es la "guerra justa" ni la legítima defensa, sino el intento de imponer la fe por medios violentos. La doctrina del artículo (y del documento que presenta) es obviamente católica.
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HAbría que ver qué tan "prejuicio" es y no un juicio correcto.
Porque democracia liberal y relativismo están tan íntimamente entrelazadas, que no se las puede disociar sin remontarse al terreno de la fantasía.
Y cito a Benedicto XVI por testigo: al iniciar su pontificado denunció a la dictadura del relativismo, en una sociedad que es demócrata liberal hasta la náusea.
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DIG: Concuerdo en que la frase es problemática si se entiende la expresión "democracia liberal" en sentido estricto; pero por el contexto, supongo que debe entenderse aquí en un sentido menos doctrinario: democracia que respeta las libertades y derechos humanos.
En otro orden y respecto al leit motiv del texto propuesto, traer a la palestra HOY la cuestión de la imposición de la Fe por la fuerza se me hace una cuestión abstracta porque, ¿adónde se da esa imposición?. Antes bien al contrario, la Iglesia sufre la abierta violencia de los grupos de fanáticos seudorreligiosos y la larvada violencia de los grupos progre-masónicos que dominan el espectro político demoliberal. Por lo tanto plantear ahora la cuestión de una supuesta "herejía de la violencia" por parte de los cristianos suena como un descuelgue.
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DIG: A mí en cambio el documento de la CTI me parece sumamente oportuno porque responde a una de los principales argumentos antirreligiosos de nuestra época.
Resulta ser que este santo Obispo estuvo apoyando la guerra contra los liberales y miles de bautizados, después de sus prédicas, se enlistaban para pelear por los derechos de Dios y de la Iglesia.
¿Qué pasa con la guerra justa? ¿No es en nombre de Dios? ¿O acaso hay que hacerla en nombre de la justicia para que no se nos atragante?
No he leído las 200 páginas del documento, pero esta introducción me suena a pacifismo relativista y conciliador...
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DIG: La condena de la violencia religiosa no implica un rechazo del derecho a la legítima defensa social.
Me reconforta leer que practicar la violencia en nombre de Dios es una auténtica herejía y que seamos capaces de hacer autocrítica.
El texto íntegro, ¿está localizable en internet? (si estuviera en español, fantástico, pero si al menos está en italiano, me interesaría)
Gracias y saludos
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DIG: Los pecados de los católicos no son un buen argumento contra la verdad de la religión católica.
En el post incluyo enlaces a dos versiones del documento de la CTI, ambas en italiano. Creo que no está disponible en español.
El argumento Religión=Guerras tiene su falacia implícita y creo que por ahí debe desmontárselo. Porque las guerras no son inherentes a la religión sino inherentes a la condición humana. ¿O acaso en nombre de qué religión se libraron las dos guerras mundiales más horrorosas y despiadadas de la Historia?
Si en tiempos en que el hombre pensaba en términos teocéntricos y la religión era sinónimo de nacionalidad -al punto que cada país tenía sus dioses - las guerras se declaraban en nombre de la religión, ello era una cuestión concomitante y no esencial.
El Rey Sol hizo fundir nuevos cañones para la artillería francesa con una leyenda: "ultima ratio regum", a saber, "el último argumento de los reyes". Y eran épocas donde la religión era consustancial a la política, pero sin embargo se reconocía que las causas de las guerras no eran religiosas sino políticas.
Incluso en las mal llamadas "guerras de religión" el motivo subyacente era de otra índole. Esto se vió claro en la génesis del Protestantismo alemán o del Anglicanismo: se usó a la religión como una excusa al servicio de intereses independentistas y absolutistas.
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DIG: El documento de la CTI no interpreta la Biblia según un pacifismo a ultranza. Creo que ese documento es un aporte muy sensato y bienvenido.
Por otra parte, no siempre es fácil determinar con precisión cuáles actos de violencia del pasado fueron moralmente legítimos (una legítima defensa) y cuáles no; pero no cabe duda de que hubo de parte católica varios actos de violencia ilegítima, que se intentaron justificar en términos religiosos. No es necesario defender esos actos; al contrario, es necesario condenarlos.
No entiendo esta frase. ¿Eso es una argumento que alguien usa?
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DIG: Bonino presenta así un argumento apologético falso y luego lo critica. No conozco casos concretos de defensores de ese argumento, pero seguramente algunos debe de haber. El segundo argumento que él critica me parece más frecuente: el que niega que el cristianismo sea una religión.
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Si tu dices que el documento es valioso, Daniel, me lo creo. A mi torpe entendimiento le parece mucho más clara la explicación que ofrece Ricardo en su mensaje del 24/01 a las 3:05, así como las acotaciones de Martin.
Pero, vamos, que tampoco es un tema muy de actualidad, que digamos. Prefiero denunciar la violencia en Siria o Irak, que se está cebando con todos, pero también especialmente con los cristianos.
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DIG: Por ejemplo, la batalla de Poitiers: la Cristiandad (por medio de los francos) se defendió allí de una agresión islámica.
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