Elementos para la Catequesis Prebautismal –2
B) Dios Creador
El Creador
• Dios es Creador porque “en el principio” hizo “de la nada” todas las cosas (“el cielo y la tierra”; Génesis 1,1). Dios creó libremente, con sabiduría y amor, un mundo ordenado y bueno, que Él trasciende de modo infinito. Dios conserva en el ser el mundo que ha creado.
• Dios creó el mundo para manifestar y comunicar Su verdad, bondad y belleza. El fin último de la Creación es que Dios, en Cristo, pueda ser «todo en todos» (1 Corintios 15,28), para gloria suya y para nuestra felicidad.
• Dios es Señor de todas las cosas porque todas le pertenecen y porque las gobierna y cuida de ellas con sabiduría y bondad, conduciéndolas a su perfección última. Para realizar su designio, Dios se sirve también de la cooperación de sus criaturas.
• Dios no es, ni directa ni indirectamente, la causa del mal. Él no permitiría el mal si no hiciera salir un bien del mal mismo. Esto lo realizó admirablemente en la Pascua de Cristo, sacando del mayor mal (la muerte de su Hijo) el mayor bien (la glorificación de Cristo y nuestra redención).
El cielo y la tierra
• Dios es el creador de todas las cosas visibles e invisibles: de todos los seres espirituales y materiales, es decir de los ángeles y del mundo visible y, en particular, del hombre.
• Los ángeles son espíritus puros, invisibles e inmortales, dotados de inteligencia y voluntad. Dios los ha creado para que sean felices en el Cielo. Los ángeles, contemplando a Dios cara a cara, lo glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en la misión de salvación de los hombres.
• El ser humano es la cumbre de la creación visible y está llamado a dominar la tierra como «administrador» de Dios.
El hombre
• El hombre ha sido creado a imagen de Dios, en el sentido de que es capaz de conocer y amar a su Creador. Es la única criatura sobre la tierra a la que Dios ama por sí misma, y a la que llama a compartir su vida divina.
• Dios ha creado todo para el hombre, pero el hombre ha sido creado para conocer, servir y amar a Dios, ofreciendo toda la Creación a Dios en acción de gracias y siendo elevado a la vida sobrenatural, como hijo adoptivo de Dios.
• Somos hechos hijos adoptivos de Dios por la gracia, cuando recibimos el Bautismo. Estamos predestinados a reproducir la imagen del Hijo de Dios hecho hombre, que es la perfecta «imagen de Dios invisible» (Colosenses 1,15).
• Todos los hombres forman una unidad por su origen común que les viene de Dios, y porque todos tienen un único Salvador y están llamados a compartir la eterna felicidad de Dios.
• El hombre es un ser corporal y espiritual a la vez. En él el espíritu y la materia forman una única naturaleza. Su alma espiritual es creada directamente por Dios, y es inmortal. Al separarse del cuerpo en la muerte, no perece; se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final.
• El hombre y la mujer han sido creados por Dios con igual dignidad y recíproca complementariedad. Juntos están llamados a transmitir la vida humana, en el matrimonio.
• Al crear al hombre y a la mujer, Dios les había dado una especial participación de la vida divina, en un estado de santidad y justicia. En este proyecto de Dios reinaba en el hombre una armonía perfecta consigo mismo, con el Creador, entre hombre y mujer, y con toda la Creación.
La caída
• En la historia del hombre abunda el pecado. Esta realidad se esclarece plenamente sólo a la luz de Cristo, el Salvador, que hizo que sobreabunde la gracia donde había abundado el pecado.
• El hombre, tentado por el diablo, desconfió de Dios y lo desobedeció, quiso «ser como Dios» (Génesis 3,5), pero sin Dios, y no según Dios. Así Adán y Eva perdieron, para sí y para todos sus descendientes, la gracia de la santidad y la justicia originales.
• El pecado original, en el que todos los hombres nacen, es el estado de privación de la santidad y la justicia originales. Es una condición contraída, no un acto personal. A causa de la unidad de origen de todos los hombres, se transmite con la misma naturaleza humana.
• Como consecuencia del pecado original, la naturaleza humana, aun sin estar totalmente corrompida, se halla herida en sus propias fuerzas naturales, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al poder de la muerte, e inclinada al pecado.
• Después del primer pecado del hombre, el mundo fue inundado de pecados, pero Dios no abandonó al hombre al poder de la muerte; al contrario, le predijo de modo misterioso (cf. Génesis 3,15) que el mal sería vencido y el hombre levantado de la caída. (Continuará).
Daniel Iglesias Grèzes
Fuentes:
• Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica
• Catecismo de la Doctrina Cristiana, Primer Grado, sexta edición, Madrid 1964
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