La reproducción humana artificial –1
Lamentablemente, la reproducción humana artificial se ha difundido mucho y hoy en día la mayoría de las personas, incluyendo a muchos católicos, tiende a aceptarla sin reflexionar lo suficiente acerca de su moralidad. El categórico rechazo de la doctrina católica a la inseminación y la fecundación artificiales es demasiado poco conocido. Tal vez también tú, estimado lector, hasta hoy has pensado que no hay nada malo en esas técnicas. Si fuera así, espero que este capítulo contribuya a abrir tus ojos. Quiera Dios que reconozcas la inmoralidad de la reproducción humana artificial y des testimonio de este aspecto de la doctrina moral católica con tus palabras y obras.
1. ¿Qué dice el Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica sobre este tema?
El Compendio del Catecismo resume de la siguiente manera la doctrina católica sobre la reproducción humana artificial:
“¿Por qué son inmorales la inseminación y la fecundación artificiales?
La inseminación y la fecundación artificiales son inmorales porque disocian la procreación del acto conyugal con el que los esposos se entregan mutuamente, instaurando así un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana. Además, la inseminación y la fecundación heterólogas, mediante el recurso a técnicas que implican a una persona extraña a la pareja conyugal, lesionan el derecho del hijo a nacer de un padre y de una madre conocidos por él, ligados entre sí por matrimonio y poseedores exclusivos del derecho a llegar a ser padre y madre solamente el uno a través del otro.
¿Cómo ha de ser considerado un hijo?
El hijo es un don de Dios, el don más grande dentro del matrimonio. No existe el derecho a tener hijos (“un hijo pretendido a toda costa”). Sí existe, en cambio, el derecho del hijo a ser fruto del acto conyugal de sus padres, y también el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción.
¿Qué pueden hacer los esposos cuando no tienen hijos?
Cuando el don del hijo no les es concedido, los esposos, después de haber agotado todos los legítimos recursos de la medicina, pueden mostrar su generosidad mediante la tutela o la adopción, o bien realizando servicios significativos en beneficio del prójimo. Así ejercen una preciosa fecundidad espiritual.”
(Catecismo de la Iglesia Católica – Compendio, nn. 499-501).
2. La instrucción Donum Vitae
El resto de este capítulo consistirá en un resumen de la Instrucción Donum Vitae sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación, emitida por la Congregación para la Doctrina de la Fe el día 22 de febrero de 1987.
La Instrucción Donum Vitae plantea la cuestión de si las técnicas biomédicas que permiten intervenir en la fase inicial de la vida del ser humano y aun en el mismo proceso procreativo son conformes con los principios de la moral católica.
La instrucción tiene cuatro secciones principales:
• la introducción recuerda los principios fundamentales, de carácter antropológico y moral, necesarios para una exacta valoración de esos problemas;
• la primera parte trata del respeto debido al ser humano desde el primer momento de su existencia;
• la segunda parte afronta las cuestiones morales planteadas por las intervenciones técnicas sobre la procreación humana;
• la tercera parte señala algunas orientaciones acerca de la relación existente entre ley moral y ley civil a propósito de estos temas.
3. La introducción
El desarrollo de la biología y la medicina da la posibilidad de intervenir en los mecanismos de la procreación, no sólo para facilitarlos, sino también para dominarlos. Esto puede constituir un progreso al servicio del hombre, pero también comporta graves riesgos.
El Magisterio de la Iglesia interviene para exponer los criterios de valoración moral de las aplicaciones de la investigación científica y de la técnica en el inicio de la vida humana. Estos criterios son el respeto, la defensa y la promoción del hombre, su derecho fundamental a la vida y su dignidad de persona, dotada de alma espiritual, de responsabilidad moral y llamada a la comunión beatífica con Dios.
A través de la contemplación del misterio del Verbo encarnado, la Iglesia conoce también el “misterio del hombre"; anunciando el evangelio de salvación, revela al hombre su propia dignidad y le invita a descubrir plenamente la verdad sobre sí mismo. La Iglesia propone la ley divina para promover la verdad y la liberación.
La investigación científica constituye una expresión significativa del señorío del hombre sobre la creación. La ciencia y la técnica son preciosos recursos del hombre, pero no pueden indicar por sí solas el sentido de la existencia y del progreso humano. Deben respetar incondicionalmente los criterios fundamentales de la moralidad, poniéndose al servicio de la persona humana, de sus derechos inalienables y de su bien verdadero e integral. La ciencia sin la conciencia no conduce sino a la ruina del hombre.
La naturaleza humana es al mismo tiempo corporal y espiritual. El cuerpo humano es parte constitutiva de una persona, que a través de él se expresa y se manifiesta. La ley moral natural evidencia y prescribe las finalidades, los derechos y los deberes fundamentados en la naturaleza corporal y espiritual de la persona humana.
Cualquier intervención sobre el cuerpo humano afecta también a la persona misma; encierra por tanto un significado y una responsabilidad morales. Las intervenciones artificiales sobre la procreación y el origen de la vida humana no deben rechazarse por el hecho de ser artificiales; como tales testimonian las posibilidades de la medicina, pero deben ser valoradas moralmente por su relación con la dignidad de la persona humana.
Los valores fundamentales relacionados con las técnicas de procreación artificial humana son dos: la vida del ser humano llamado a la existencia y la originalidad con que esa vida es transmitida en el matrimonio. La vida física no representa el bien total ni el bien supremo del hombre llamado a la eternidad. Sin embargo, en cierto sentido constituye el valor “fundamental", porque sobre ella se apoyan y se desarrollan todos los demás valores de la persona.
La comunicación de la vida humana posee una originalidad propia, derivada de la originalidad misma de la persona humana. Acerca de esto las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia se pueden resumir así:
• La vida de todo ser humano ha de ser respetada de modo absoluto desde el momento mismo de la concepción. Nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente.
• La procreación humana presupone la colaboración responsable de los esposos con el amor fecundo de Dios; el don de la vida humana debe realizarse en el matrimonio mediante los actos específicos y exclusivos de los esposos, de acuerdo con las leyes inscritas en sus personas y en su unión.
4. La primera parte –El respeto de los embriones humanos
El ser humano ha de ser respetado como persona desde el primer instante de su existencia. Desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: un hombre, este hombre individual con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación se inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar.
¿Cómo un individuo humano podría no ser persona humana? El Magisterio no se ha comprometido expresamente con una afirmación de naturaleza filosófica, pero repite de modo constante la condena moral de cualquier tipo de aborto procurado. Esta enseñanza permanece inmutada y es inmutable.
El diagnóstico prenatal es moralmente lícito si los métodos utilizados, con el consentimiento informado de los padres, respetan la vida e integridad del embrión o del feto humano (y de su madre) y se orientan hacia su custodia o curación, sin exponerlos a riesgos desproporcionados; pero se opone gravemente a la ley moral cuando contempla la posibilidad, en dependencia de sus resultados, de provocar un aborto.
Como en cualquier acción médica sobre un paciente, son lícitas las intervenciones sobre el embrión humano siempre que respeten la vida y la integridad del embrión, que no lo expongan a riesgos desproporcionados, que tengan como fin su curación, la mejora de sus condiciones de salud o su supervivencia individual. Sea cual sea el tipo de terapia médica, es preciso el consentimiento libre e informado de los padres, según las reglas deontológicas previstas para los niños.
La investigación médica debe renunciar a intervenir sobre embriones vivos, a no ser que exista la certeza moral de que no se causará daño alguno a su vida y a su integridad ni a la de la madre, y sólo en el caso de que los padres hayan otorgado su consentimiento, libre e informado, a la intervención sobre el embrión. La experimentación sobre los embriones o fetos comporta siempre el riesgo, y más frecuentemente la previsión cierta, de un daño para su integridad física o incluso de su muerte. La experimentación no directamente terapéutica sobre embriones vivos, sean viables o no, es ilícita. La praxis de mantener con vida embriones humanos para fines experimentales o comerciales es completamente contraria a la dignidad humana. Cuando se trate de terapias experimentales utilizadas en beneficio del embrión como un intento extremo de salvar su vida, y a falta de otras terapias eficaces, puede ser lícito el recurso a fármacos o procedimientos todavía no enteramente seguros.
Los cadáveres de embriones o fetos humanos, voluntariamente abortados o no, deben ser respetados como los restos mortales de los demás seres humanos. En particular, no pueden ser objeto de mutilaciones o autopsia si no existe seguridad de su muerte y sin el consentimiento de los padres o de la madre. Toda práctica comercial con dichos cadáveres es ilícita y debe ser prohibida.
Los embriones humanos obtenidos in vitro son seres humanos y sujetos de derechos: es inmoral producir embriones humanos destinados a ser explotados como “material biológico” disponible.
En la práctica habitual de la fecundación in vitro no se transfieren todos los embriones al cuerpo de la mujer; algunos son destruidos. La Iglesia prohíbe también atentar contra la vida de estos seres humanos. Resulta obligado denunciar la particular gravedad de la destrucción voluntaria de los embriones humanos obtenidos in vitro con el solo objeto de investigar. Los métodos de observación o de experimentación, que causan daños o imponen riesgos graves y desproporcionados a los embriones obtenidos in vitro, son moralmente ilícitos por la misma razón. Por haber sido producidos in vitro, estos embriones, no transferidos al cuerpo de la madre y denominados “embriones sobrantes", quedan expuestos a una suerte absurda, sin que sea posible ofrecerles vías de supervivencia seguras y lícitamente perseguibles.
Las técnicas de fecundación in vitro pueden hacer posibles otras formas de manipulación biológica o genética de embriones humanos, como son: los intentos y proyectos de fecundación entre gametos humanos y animales y la gestación de embriones humanos en úteros de animales; y la hipótesis y el proyecto de construcción de úteros artificiales para el embrión humano. Estos procedimientos son contrarios a la dignidad de ser humano propia del embrión y, al mismo tiempo, lesionan el derecho de la persona a ser concebida y a nacer en el matrimonio y del matrimonio. También los intentos y las hipótesis de obtener un ser humano sin conexión alguna con la sexualidad mediante “fisión gemelar", clonación o partenogénesis deben ser considerados contrarios a la moral, en cuanto que están en contraste con la dignidad tanto de la procreación humana como de la unión conyugal.
La misma congelación de embriones, aunque se realice para mantener con vida al embrión, constituye una ofensa al respeto debido a los seres humanos, por cuanto les expone a graves riesgos de muerte o de daño a la integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la gestación materna y les pone en una situación susceptible de nuevas lesiones y manipulaciones.
Algunos intentos de intervenir sobre el patrimonio cromosómico y genético no son terapéuticos, sino que miran a la producción de seres humanos seleccionados en cuanto al sexo o a otras cualidades prefijadas. Estas manipulaciones son contrarias a la dignidad personal del ser humano, a su integridad y a su identidad. (Continuará).
(Daniel Iglesias Grèzes, Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio. Exposición de algunos puntos de la doctrina católica, Montevideo 2008, Capítulo 13).
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1 comentario
Los actos sexuales que buscan impedir artificialmente la concepción natural son malos. Del mismo modo, los actos tecnológicos o artificiales que buscan la concepción evitando el acto sexual son igualmente malos.
Lo que a un desavisado le podría producir perplejidad es que invocándose la necesidad del control de nacimientos (aborto, etc.) a fin de evitar la superpoblación mundial, se llegue a recurrir a técnicas artificiales para hacer nacer a más niños aún. De lo cual se deduce claramente que lo que hay detrás de todos estos manejos no es en el fondo un deseo de controlar la población ni evitar una supuesta hambruna, sino de dar cauce a una soberbia desatada.
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