Preguntas y respuestas sobre la fe cristiana (5) - La religión verdadera
Pregunta:
¿Cómo es posible que los católicos crean que la religión católica es la única religión verdadera, la más completa o la mejor? ¿No es intolerancia creer que la Iglesia Católica es la única poseedora de la verdad y que sólo en ella está la salvación plena? ¿No es cierto que todas las religiones tienen objetivos válidos y enseñan a amar a los demás? Al fin y al cabo, si hubiéramos nacido en un país asiático o en siglos pasados, probablemente seríamos no cristianos. ¿El acceso a la “salvación plena” puede depender de nuestra ubicación geográfica o histórica?
¿Y no es un signo de arrogancia llamar “hermanos separados” a los cristianos no católicos? ¿No serían más bien los católicos los verdaderos “hermanos separados”, por haberse separado de la religión judía en el siglo I? ¿No sería mejor que la gente fuera más unida en materia interreligiosa y dejara de lado todo sentimiento de superioridad?
Respuesta:
Por razones válidas, el católico cree que Dios ha querido revelarse a Sí mismo en la persona de Jesucristo y fundar la Iglesia católica (es decir, universal), como continuadora de la misión salvífica de Cristo. Aceptar, por medio de la obediencia de la fe, la voluntad de Dios revelada en Jesucristo no es arrogancia, sino, muy por el contrario, verdadera humildad. El católico no se cree dueño de la verdad, sino humilde portador de algunas verdades fundamentales, que lo sobrepasan infinitamente. Se ve a sí mismo como una pobre vasija de barro que transporta un tesoro.
Verdadera arrogancia, en cambio, es pretender que la inteligencia y la voluntad infinitas de Dios se sometan a los dictados de la razón o los sentimientos del hombre, ser finito. El hombre no es capaz de juzgar a Dios. Es Él quien nos juzgará a nosotros. La pretensión (de raíces racionalistas) de obligar a Dios a seguir nuestras ideas sobre la mejor forma de planificar u organizar la historia de salvación es profundamente absurda.
En definitiva no percibes el carácter sobrenatural de la Iglesia. Negarle a los cristianos el derecho de creer que el cristianismo es la religión verdadera equivale a negarle a Dios (la Verdad infinita) el derecho a autorrevelarse cuando y como Él quiera; pero también implica el considerar a la Iglesia sólo como una sociedad humana más, en el fondo igual a otra cualquiera.
No se puede negar que entre las distintas religiones hay diferencias esenciales, que hacen imposible que todas ellas sean verdaderas al mismo tiempo y en el mismo sentido.
La doctrina católica sostiene la posibilidad de salvación de las personas no cristianas de buena voluntad y a la vez afirma que la Iglesia Católica es el medio ordinario de salvación querido por Dios, provisto de la plenitud de los medios de salvación.
En la parábola de los talentos, Jesús nos enseña que a cada uno se le pedirá en función de lo que se le ha dado. Al que se le dio más, se le pedirá más; y al que se le dio menos, se le pedirá menos. Pero sería muy mezquino -y denotaría no haber captado el espíritu del Evangelio- conformarse con haber recibido menos para que las exigencias sean menores.
La Iglesia es el nuevo Israel, el Pueblo de la Nueva Alianza sellada en la Cruz con la sangre derramada del Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo. La relación del Nuevo Testamento con el Antiguo Testamento es de continuidad y superación a la vez. La Nueva Alianza perfecciona y lleva a plenitud la religión de la Antigua Alianza. Las expectativas mesiánicas de Israel se cumplieron (y de forma superabundante) por medio de la Encarnación del Hijo de Dios.
Los primeros cristianos fueron judíos. Como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, la primitiva comunidad cristiana siguió rezando en el Templo de Jerusalén. Hacia el año 50, cuando el cristianismo comenzó a difundirse más rápidamente entre los gentiles (no judíos), los Apóstoles discernieron que no era necesario que los gentiles convertidos al cristianismo se circuncidasen y adoptaran todos los ritos y normas del judaísmo. El conflicto entre judíos y cristianos fue creciendo y tiempo después estos últimos fueron expulsados de la Sinagoga. No obstante, un judío (incluso hoy) puede volverse cristiano sin dejar de ser judío, pero sólo en la medida en que comprenda al judaísmo como fe en el Antiguo Testamento, esencialmente abierta a una ulterior revelación y acción de Dios en la historia.
La Iglesia Católica reconoce la validez del bautismo de los ortodoxos, anglicanos y muchos protestantes y por lo tanto los considera como verdaderos cristianos, hermanos en la fe. A la vez el católico cree que los cristianos no católicos están en comunión imperfecta con la Iglesia una y católica, puesto que, en distintos momentos históricos, se separaron de la plena comunión (doctrinal, sacramental y jerárquica) con ella. La expresión “hermanos separados” sintetiza los dos elementos de la relación entre católicos y cristianos no católicos. Somos hermanos en Cristo, estamos unidos en una sola Iglesia por un solo bautismo; pero, por desgracia, muchos cristianos no están en plena comunión de fe y de vida con la única Iglesia de Cristo, que subsiste en la Iglesia Católica (véase el Concilio Vaticano II, constitución Lumen Gentium y decreto Unitatis Redintegratio).
Los buenos católicos no tienen ningún sentimiento de superioridad sobre los no católicos. Saben que han sido elegidos por Dios, sin mérito alguno de su parte, y que son cristianos por la gracia de Dios. Como enseña San Pablo, el cristiano no se gloría de nada, sino de Cristo, y Cristo crucificado.
Jesús dio el mandamiento nuevo, el mandamiento del amor, sólo a sus discípulos, y mandó a éstos ir por todo el mundo predicando el Evangelio a toda criatura, enseñándoles a cumplir todo lo que Él les mandó. “El que crea y sea bautizado, se salvará. El que no crea se condenará” (final del Evangelio de Marcos). Esto hay que entenderlo en el contexto de toda la Revelación cristiana: “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 4). Dios guía a muchos no cristianos por caminos de salvación que sólo Él conoce, y que suponen una fe implícita (y tal vez inconsciente) en Cristo.
Nada de todo esto es irracional o injusto. Dios nos ha creado, nos ha dado una naturaleza humana inteligente y libre y una apertura a (y una sed de) una posible revelación Suya. Nos ha llamado (vocación) a unirnos a Él en el amor (comunión) y a invitar a otros a participar de esa misma unión (misión). En eso consiste la verdad de nuestro ser y la felicidad de nuestra existencia. Y esa unión de fe, esperanza y amor entre el hombre y Dios tiene consecuencias concretas, muy lógicas.
Si tienes algo de fe, te puede servir repetir la oración de un personaje del Evangelio: “Señor, yo creo, pero aumenta mi fe“.
Daniel Iglesias Grèzes
3 comentarios
Saludos.
Sí. Creo en ése y en todos los demás dogmas de la fe católica. Pero creo en él en el mismo sentido que le da la Iglesia Católica, que es un sentido inclusivo, no exclusivo.
En otras palabras, "fuera de la Iglesia no hay salvación" no significa que todos los no católicos están irremisiblemente condenados al infierno, sino que todos los que se salvan, son salvados por Cristo y en la Iglesia (dentro de ella, de un modo visible o invisible, misterioso). O sea: "allí donde hay salvación, allí está la Iglesia".
En los años 40 del siglo pasado, el Papa Pío XII excomulgó a un teólogo norteamericano (Finney), por sostener la interpretación excluyente de este dogma, contra la doctrina católica.
Esta doctrina se basa en que se puede entrar en la Iglesia no sólo por el bautismo de agua (sacramental), sino también por el bautismo de sangre (el martirio) y el bautismo de deseo (por un voto explícito o implícito de pertenencia a la Iglesia).
Esto abre posibles vías de salvación, que sólo Dios conoce en profundidad, para los no cristianos. Lo cual no quita ni un ápice de la obligación de anunciar la verdadera religión a todos y de adherirse a ella una vez que se la reconoce como tal.
Gracias por escribir.
"Al que mucho se le da, se le exigirá mucho; y al que mucho se le confía, se le exigirá mucho más" (Lc. 12, 39-48). ¿Vanagloria por ser conocedores de la verdad? Todo lo contrario. Una inexcusable responsabilidad, una necesidad acuciante de conversión. El chino, el hindú, el árabe o el indígena que han vivido con coherencia su moral y que no tenido medios de conocer a Jesús tienen a mi juicio más fácil la salvación que el europeo que rodeado de cultura cristiana ha vivido como si la urgencia de la conversión no fuera con él.
Los comentarios están cerrados para esta publicación.