Mascotas
No me gusta la palabra “mascota” para referirse a un animal de compañía. Es, casi, un término vejatorio. Nada que importe, por poco que sea, puede ser denominado, impunemente, como “mascota”.
A mí no me entusiasman los animales de compañía. No toco ni acaricio a los gatos o a los perros. Ellos están ahí y yo estoy aquí, a prudente distancia, libre de posibles contagios de quistes gatunos o perrunos. Y ya no hace falta añadir nada si la “mascota” es una pitón, una iguana o una “mustela furo”, que es el nombre con el que los ilustrados designan a los hurones.