Vivir en la esperanza
San Pablo, en la Carta a los Romanos, nos invita a vivir en la esperanza, engendrada por la fe y sostenida por la acción del Espíritu Santo en nuestro interior.
El don de la fe, que hemos recibido, garantiza y prueba aquello que esperamos (cfr. Heb 11,1). El Espíritu Santo, que mueve nuestro corazón y lo dirige a Dios, que abre los ojos del alma y nos concede el gusto de aceptar y creer la verdad (cfr. DV 5), hace posible y anima la esperanza.
El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad para que podamos descubrir en la Cruz de Cristo la manifestación del misterio de Dios Salvador, que es el objeto de la fe y de la esperanza.