Una mirada de ira
Lo hemos leído hace poco: “Echando en torno una mirada de ira y dolido de su obstinación…”, dice el evangelista San Marcos, refiriéndose a Jesús (Mc 3, 5). El Señor se entristece y se indigna por la actitud hipócrita de fariseos y herodianos. Porque ambas cosas, tristeza y enojo, causa esa pasión del alma que llamamos “ira”.
La ira de Jesús es expresión humana de la ira, o de la cólera, de Dios, ya que “todo en la humanidad de Jesucristo debe ser atribuido a su persona divina como a su propio sujeto (Catecismo 468). Que Jesús, perfecto hombre y hombre perfecto, es “apasionado” es indudable. La pasión más fundamental es el amor, que causa el deseo del bien y la esperanza de obtenerlo. En cambio, la aprehensión del mal causa la ira. Somos, todos, razón y pasión, voluntad y afectos, sensibilidad y espíritu.







