12.12.09

¿Probar la existencia de Dios?

En contra de lo que a veces se piensa, no han sido tantos los esfuerzos que los filósofos y teólogos cristianos han dedicado a “probar” la existencia de Dios. Y es que el reconocimiento de la existencia de Dios es más una cuestión de sentido común, de apertura a la realidad, que de complicadas elaboraciones intelectuales. San Agustín no se agobiada ideando pruebas. En sus múltiples idas y venidas por filosofías y escuelas de pensamiento, el santo africano jamás había dudado de la existencia de Dios. La Escritura advierte: “Los necios dicen en su corazón: no hay Dios”. Si sólo el necio niega la existencia de Dios, sólo el necio necesita una prueba de su existencia, razonaba el Obispo de Hipona.

Santo Tomás, hombre inteligente y realista, no se hacía ilusiones sobre la posibilidad de dialogar con los ateos acerca de cuestiones concernientes a la fe: “si el adversario no concede nada, toda discusión es imposible”. ¿Qué se puede hacer en ese caso? Resta sólo “refutar sus razones” (“solvere rationes”), manifestando que son falsos o no necesarios los argumentos que van contra la fe.

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Estad alegres. El Señor está cerca

Tercer Domingo de Adviento

(Sofonías 3,14-18ª; Is 12,2-3.4bcd.5-6; Filipenses 4,4-7; Lc 3,10-18).


El domingo III de Adviento constituye una invitación a la alegría. Pero no se trata de una exhortación inmotivada, sino de una advertencia que va acompañada de la indicación del fundamento de ese júbilo: “El Señor está cerca”. La proximidad del Señor es la razón de la alegría.

El Señor viene a cancelar nuestra condena; Él es “un guerrero que salva” (cf Sofonías 3, 14-18a). Por eso la Iglesia, y a través de ella la humanidad entera, es convocada a gritar con júbilo: “¡Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. Y, en la Iglesia, cada uno de nosotros pedimos a Dios que nos conceda “llegar a la Navidad – fiesta de gozo y salvación – y poder celebrarla con alegría desbordante” (oración colecta de la Misa).

Sin la luz de la fe, una mirada dirigida al mundo no siempre suscitaría en nosotros la alegría. A lo sumo, encontraríamos una alegría momentánea, experimentando, en ocasiones, un sentimiento grato por los acontecimientos amables que nos toca vivir o de los que somos espectadores. Pero ese sentimiento se vería continuamente empañado por las nubes del dolor y del sufrimiento que, a poco que abramos los ojos, descubrimos en todas partes.

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11.12.09

Aliviar la miseria

“Aliviar” es aligerar, quitar parte del peso que carga sobre alguien. En la “Declaración ante la crisis moral y económica”, la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española; es decir, todos los Obispos de España, anima a seguir haciendo lo que la Iglesia, en la medida en que le resulta posible, ya hace: “aliviar la miseria”. Ojalá pudiese suprimirla del todo, pero, como no puede hacerlo, al menos se empeña en mitigarla.

Para cualquier persona que esté en contacto con la acción pastoral de las parroquias, este empeño resulta evidente. Ahora mismo tengo delante de mí el resumen de las cuentas de gestión de 2008, de mi parroquia, y compruebo que, en el apartado de gastos, la partida mayor ha sido destinada a cáritas parroquial.

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10.12.09

Hasta en la sopa

Si alguien hay omnipresente en nuestro país, ése es D. Ángel García, llamado “Padre Ángel”, fundador de Mensajeros de la Paz. Uno puede hacer cosas buenas, y seguramente D. Ángel las hace, y puede, a la vez, decir tonterías. Y, si los periódicos reflejan la realidad, D. Ángel las dice con harta frecuencia.

Algunos le llaman “profeta”. Pero un profeta es un hombre que habla en nombre y por inspiración de Dios. No todo el que dice algo es “profeta”. Ni todo lo que dice un hombre que hace el bien es, sin más, “profético”. Ni todo santo es doctor de la Iglesia. Ni todo el monte es orégano.

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8.12.09

María y la ciudad

En algunas ocasiones, durante el pontificado de Juan Pablo II, he podido estar presente en el acto de veneración del Papa a la Inmaculada, en la plaza de España de Roma. En pleno centro histórico de la Ciudad se alza ese monumento a la Virgen, una imagen suya en lo alto de una columna, justo delante del palacio de la embajada de España ante la Santa Sede.

María en el centro de la ciudad. Benedicto XVI, un Papa que es un teólogo brillante, siempre extrae, de la contemplación de las verdades de la fe, consecuencias para la vida diaria. El Concilio Vaticano I decía que podemos avanzar en la comprensión de la revelación cristiana considerando la analogía entre el hablar de Dios y las realidades creadas, la conexión que vincula entre sí los diversos misterios, y la relación de estos misterios con el fin último del hombre.

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