¿Probar la existencia de Dios?
En contra de lo que a veces se piensa, no han sido tantos los esfuerzos que los filósofos y teólogos cristianos han dedicado a “probar” la existencia de Dios. Y es que el reconocimiento de la existencia de Dios es más una cuestión de sentido común, de apertura a la realidad, que de complicadas elaboraciones intelectuales. San Agustín no se agobiada ideando pruebas. En sus múltiples idas y venidas por filosofías y escuelas de pensamiento, el santo africano jamás había dudado de la existencia de Dios. La Escritura advierte: “Los necios dicen en su corazón: no hay Dios”. Si sólo el necio niega la existencia de Dios, sólo el necio necesita una prueba de su existencia, razonaba el Obispo de Hipona.
Santo Tomás, hombre inteligente y realista, no se hacía ilusiones sobre la posibilidad de dialogar con los ateos acerca de cuestiones concernientes a la fe: “si el adversario no concede nada, toda discusión es imposible”. ¿Qué se puede hacer en ese caso? Resta sólo “refutar sus razones” (“solvere rationes”), manifestando que son falsos o no necesarios los argumentos que van contra la fe.