Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María
“Este es el criado fiel y solícito a quien el Señor ha puesto al frente de su familia” (Lc 12,42). Estas palabras de Jesús, que recoge el evangelista San Lucas, son aplicadas por la liturgia de la Iglesia a San José, esposo de la Virgen María. Él, con lealtad y sabiduría, supo asumir la responsabilidad que Dios le había confiado: José “hizo lo que le había mandado el ángel del Señor” (Mt 1,24).
¿En qué consistió esta responsabilidad? Fundamentalmente en cuidar de María y de Jesús: “No tengas reparo en llevarte a María, tu mujer… Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús”. Dios entrega a su propio Hijo, y a la Madre de su Hijo, a la custodia de San José. En su acción salvadora, Dios quiere contar con la colaboración de los hombres; de administradores fieles y solícitos que velen por su familia.
San José, sin ser el padre biológico de Jesús - ya que Jesús solamente tiene por Padre a Dios - , supo cumplir la misión de padre, de servidor de la vida y del crecimiento de aquel a quien Dios mismo le había confiado como hijo. En cierto sentido, todos los padres de la tierra reciben una encomienda parecida: servir a la vida y propiciar el crecimiento de sus hijos, a quienes, como colaboradores de Dios, han traído a la existencia. Los hijos no están confiados únicamente a la responsabilidad de las madres. También lo están a la responsabilidad de sus padres. Pero, más aun que de sus padres y de sus madres, los hijos son de Dios, pertenecen a Dios.
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