San Pablo, inmune al veneno de las serpientes
San Pablo, en su traslado de Cesarea a Roma, padece un naufragio en las costas de la isla de Malta. Malta, “Melite” en púnico, significa “refugio”. La isla, bajo control de Roma, era administrada por un delegado del pretor de Sicilia.
Los Hechos de los Apóstoles recuerdan dos gestos taumatúrgicos protagonizados por San Pablo en Malta (cf Hch 28). Inmediatamente después del naufragio, comienza a llover y los supervivientes se sienten ateridos por el frío. Algunos nativos de la isla se prestan a socorrerlos. Con su ayuda, se enciende un fuego para calentarse y secarse. San Pablo colabora con los demás a traer leña.
Pero, cuando va a echar al fuego unas ramas, una víbora, reanimada por el calor, se enrosca en su brazo y le pica en la mano. Los nativos quedan impresionados. Interpretan ese suceso como una señal de que San Pablo estaba siendo perseguido por la justicia divina: se había librado del naufragio pero había encontrado su castigo en la picadura de la víbora.