18.10.24

Dicen que un (futuro) cardenal quiere vestirse de papa

Yo no sé dónde he leído que a san John Henry Newman, al ser creado cardenal, le preguntaron: “¿Qué es más importante, ser cardenal o ser santo?”. Newman contestó, advierto que mi memoria no es un acta notarial, que ser santo tiene que ver sobre todo con Dios mientras que ser cardenal es algo más humano.

Todo está relacionado. Newman lo sabía. Lo humano y lo divino. Lo humano como signo, como “sacramento”, de lo divino. A esto le llamaba, el santo cardenal inglés, “el principio místico o sacramental”, según el cual la realidad visible tiene un carácter de signo y remite siempre más allá de sí misma. Lo visible, físico o histórico, es una manifestación sensible de realidades mayores. Algo similar sostenía Maurice Blondel en su “ex libris”: “Per ea quae videntur et absunt ad illa quae non videntur et sunt”; es decir, “por las cosas que se ven y no son, a las que no se ven y son”. Así es, hasta el punto que el Concilio Vaticano II dice en “Lumen Gentium”: “la Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano”, “la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino”.

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17.10.24

Doctoras de octubre

El mes de octubre comienza con la memoria de santa Teresa de Lisieux y encuentra su ecuador en la fiesta de santa Teresa de Jesús. Las dos santas, las dos carmelitas, las dos escritoras. Junto a santa Catalina de Siena y a santa Hildegarda de Bingen constituyen el selecto grupo de “doctoras de la Iglesia”, de maestras insignes de la fe. San Pablo VI, en 1970, reconoció como tal a santa Teresa, la primera mujer en obtener este título, y el 19 de octubre de 1997 san Juan Pablo II hizo lo propio con santa Teresa del Niño Jesús.

Santa Teresa de Jesús (Ávila 1515 - Alba de Tormes 1582) poseía una gran personalidad, un temperamento entusiasta. Apasionada de la lectura – de libros de caballería y de vidas de santos -, salió de Ávila, con seis o siete años, acompañada de su hermano Rodrigo con el propósito de ser martirizados: “concertábamos irnos a tierra de moros, pidiendo por amor de Dios, para que allá nos descabezasen”, recuerda en el “Libro de su vida”.

En 1533, en su ciudad natal, entra en el monasterio carmelita de la Encarnación. En 1555 toma conciencia, de un modo muy vivo, del sufrimiento de Jesús en su Pasión para salvarnos y, en consecuencia, intensifica su vida religiosa. Emprenderá la reforma de la Orden del Carmen, retornándola a su primigenia regla, a una mayor observancia. En 1563, “se descalza”, abandonando los zapatos por sandalias. En 1567 se une a su reforma san Juan de la Cruz.

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11.10.24

Cardenal Newman, religión y verdad

Hace cinco años, el 13 de octubre de 2019, el cardenal John Henry Newman (Londres 1801- Edgbaston 1890) fue canonizado en el Vaticano por el papa Francisco. En Birmingham, en 2010, Benedicto XVI lo había declarado beato, agregándolo a la larga hilera de santos y eruditos británicos como San Beda, Santa Hilda, San Aelred o el Beato Duns Scoto.

Newman fue, ciertamente, santo y erudito. Un hombre movido siempre por la incansable búsqueda de la verdad, también – y sobre todo – de la verdad en cuestiones de religión. Hay tres momentos especialmente significativos en lo que concierne a esta búsqueda: su primera conversión religiosa, en 1816; su viaje de seis meses por el Mediterráneo, en 1832; y su conversión al catolicismo en 1845.

Escribe en su autobiografía que hasta los quince años no tuvo “convicciones religiosas formadas”, aunque sí había leído la Biblia desde niño y conocía perfectamente el catecismo anglicano. A los quince años se produjo su primera conversión religiosa, experimentando el profundo impacto de percibir que la religión tiene que ver con la verdad; es decir, que hay una verdad religiosa, un “dogma”. La religión no es solo moral, o solo sentimientos, o meros usos y costumbres. Es algo más que eso, pues se presenta a la inteligencia como una verdad.

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4.10.24

El concilio de Nicea, el primer sínodo general

Desde el día 2 hasta el día 27 de octubre se desenvuelve en el Vaticano la segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Un sínodo dedicado a la “sinodalidad”; es decir, a la dimensión que refleja la importancia de la comunión y de la corresponsabilidad en la vida de la Iglesia. En la Iglesia antigua, un sínodo era lo mismo que un concilio. Hoy se suele diferenciar entre el carácter deliberativo de un concilio y la índole normalmente consultiva del sínodo.

El primer sínodo o concilio general, “ecuménico”, fue el reunido en Nicea en el 325 – estamos a punto de conmemorar su 1700 aniversario-. El emperador Constantino lo convocó para solucionar la controversia originada por Arrio acerca de la divinidad de Jesucristo. Arrio era un sacerdote de la diócesis de Alejandría, en Egipto, que escandalizó a algunos de sus fieles predicando sobre el Hijo de Dios, del que decía que había sido “creado” en el tiempo. Aunque el Hijo es muy superior a nosotros y por eso lo llamamos Dios, en realidad no es Dios, sostenía, sino que es una criatura, si bien la más excelente de todas ellas. Por otra parte, en los evangelios se habla de la pasión de Jesús, de su sufrimiento y de su muerte, algo incompatible, para Arrio, con la verdadera divinidad. El misterio trinitario – un solo Dios en tres Personas – se resuelve reintegrándolo en las categorías de la razón filosófica del helenismo: Hay un solo Dios, que es el Padre, y el Hijo y el Espíritu Santo son sus primeras criaturas.

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30.09.24

La identidad de Jesús. A los casi 1700 años del concilio de Nicea. Materiales para la reflexión

Este es un post de documentación. Aporto textos que pueden ayudar a comprender el significado y la actualidad del concilio de Nicea. Estoy convencido de la importancia de subrayar la singularidad de Jesucristo. Es el Hijo de Dios hecho hombre, “consustancial” al Padre.

1. La Bula Spes non confundit de Francisco (9 de mayo de 2024)

 

“Durante el próximo Jubileo se conmemorará un aniversario muy significativo para todos los cristianos. Se cumplirán, en efecto, 1700 años de la celebración del primer gran Concilio ecuménico de Nicea. Conviene recordar que, desde los tiempos apostólicos, los pastores se han reunido en asambleas en diversas ocasiones con el fin de tratar temáticas doctrinales y cuestiones disciplinares. En los primeros siglos de la fe los sínodos se multiplicaron tanto en el Oriente como en el Occidente cristianos, mostrando cuánto fuese importante custodiar la unidad del Pueblo de Dios y el anuncio fiel del Evangelio. El Año jubilar podrá ser una oportunidad significativa para dar concreción a esta forma sinodal, que la comunidad cristiana advierte hoy como expresión cada vez más necesaria para corresponder mejor a la urgencia de la evangelización: que todos los bautizados, cada uno con su propio carisma y ministerio, sean corresponsables, para que por la multiplicidad de signos de esperanza testimonien la presencia de Dios en el mundo.

El Concilio de Nicea tuvo la tarea de preservar la unidad, seriamente amenazada por la negación de la plena divinidad de Jesucristo y de su misma naturaleza con el Padre. Estuvieron presentes alrededor de trescientos obispos, que se reunieron en el palacio imperial el 20 de mayo del año 325, convocados por iniciativa del emperador Constantino. Después de diversos debates, todos ellos, movidos por la gracia del Espíritu, se identificaron en el Símbolo de la fe que todavía hoy profesamos en la Celebración eucarística dominical. Los padres conciliares quisieron comenzar ese Símbolo utilizando por primera vez la expresión «Creemos», como testimonio de que en ese “nosotros” todas las Iglesias se reconocían en comunión, y todos los cristianos profesaban la misma fe.

El Concilio de Nicea marcó un hito en la historia de la Iglesia. La conmemoración de esa fecha invita a los cristianos a unirse en la alabanza y el agradecimiento a la Santísima Trinidad y en particular a Jesucristo, el Hijo de Dios, «de la misma naturaleza del Padre», que nos ha revelado semejante misterio de amor. Pero Nicea también representa una invitación a todas las Iglesias y comunidades eclesiales a seguir avanzando en el camino hacia la unidad visible, a no cansarse de buscar formas adecuadas para corresponder plenamente a la oración de Jesús: «Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste» (Jn 17,21).

En el Concilio de Nicea se trató además el tema de la fecha de la Pascua. A este respecto, todavía hoy existen diferentes posturas, que impiden celebrar el mismo día el acontecimiento fundamental de la fe. Por una circunstancia providencial, esto tendrá lugar precisamente en el Año 2025. Que este acontecimiento sea una llamada para todos los cristianos de Oriente y de Occidente a realizar un paso decisivo hacia la unidad en torno a una fecha común para la Pascua. Muchos, es bueno recordarlo, ya no tienen conocimiento de las disputas del pasado y no comprenden cómo puedan subsistir divisiones al respecto” (Francisco, Spes non confundit, 17).

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