27.04.25

Lecturas. Camille Focant, "Le Ressuscité. Figure d'une présence autre"

Camille Focant, Le Ressuscitè. Figure d’une presence autre, Les Éditions du Cerf (Lire la Bible 205), Paris 2024, 221 p., ISBN 978-2-204-16065-0, 22 €.

 

Camille Focant (Lavaux-Sainte-Anne, Bélgica, 1946) es profesor emérito de Nuevo Testamento de la Universidad Católica de Lovaina y miembro de la Academia Real de Bélgica. Ha publicado numerosas obras, traducidas a diversos idiomas; entre ellas, Les paraboles évangéliques y Une Passion: trois récits.

El libro que recensionamos, dedicado a Adolphe Gesché (Bruselas 1928 – 2003), un teólogo volcado en la hermenéutica y en la revelación, cita a modo de “íncipit” unas palabras del Patriarca Atenágoras (1886-1972): “La resurrección no es la reanimación de un cuerpo, sino el comienzo de la transfiguración de la tierra”. El texto se divide en tres partes. En la primera, se estudian las representaciones de la muerte y del más allá en el Antiguo Testamento, el judaísmo antiguo y en la predicación de Jesús. La segunda parte, titulada “El dossier literario sobre la resurrección de Jesús”, analiza los testimonios apostólicos, comenzando por la predicación de Pedro y Pablo en los Hechos de los Apóstoles y por un antiguo credo transmitido por Pablo en su primera carta a los Corintios, para seguir con un análisis narrativo de los testimonios evangélicos. La tercera parte está dedicada a reflexiones históricas y hermenéuticas sobre cómo hablar de la experiencia original de los primeros testigos y sobre la fecundidad de la experiencia pascual en el cristianismo naciente.

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23.04.25

Carlo Acutis y el "Jubileo de los Adolescentes"

Uno de los grandes eventos del Año Santo de 2025 es el “Jubileo de los Adolescentes”, que se celebra del 25 al 27 de abril. La Misa de canonización del beato Carlo Acutis, prevista para el domingo 27, ha sido cancelada debido al fallecimiento del Santo Padre. Los adolescentes que vengan a Roma podrán participar en el funeral del Papa Francisco el sábado 26. El nuevo pontífice, elegido por el próximo cónclave, aprobará previsiblemente una fecha alternativa para la canonización.

Carlo Acutis, un muchacho nacido en Londres el 3 de mayo de 1991 y fallecido en Monza, una ciudad de Lombardía (Italia), el 12 de octubre de 2006, es extraordinariamente popular en Italia – y también en otros países -. El Dicasterio para las Causas de los Santos, en su sitio web, proporciona en pocas líneas una información básica sobre él: “Chico joven, estuvo muy apegado a la devoción a la Virgen y a la Eucaristía, realizando también proyectos informáticos sobre temas de fe; su experiencia de voluntariado con personas sin hogar y en comedores populares fue fuerte. Afectado por una leucemia fulminante, murió con solo 15 años, el 12 de octubre de 2006”.

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21.04.25

Ha muerto el Papa

Lo comunicaba en la mañana de hoy, 21 de abril de 2025, el cardenal Kevin Joseph Farrell, Camarlengo del Vaticano: “Queridos hermanos y hermanas, con profundo dolor debo anunciar el fallecimiento de nuestro Santo Padre Francisco. A las 7,35 de esta mañana el obispo de Roma, Francisco, regresó a la casa del Padre”. Ayer, domingo, el Papa impartía con gran dificultad la “Bendición Urbi et Orbi” desde el balcón central de la basílica de san Pedro. Su rostro, a decir verdad, era, más que el de un enfermo, el de un moribundo. ¡Descanse en paz!

Viene a mi memoria el 2 de abril de 2005, cuando el papa san Juan Pablo II, en la tarde del sábado de la Octava de Pascua, entregaba su alma a Dios. En aquel año, yo estaba estudiando en Roma y el 2 de abril regresaba en tren desde Milán, tras unos días pasados en esa ciudad. Durante el trayecto, los viajeros se preguntaban unos a otros: “¿Cómo va el Papa?”. La agonía de Juan Pablo II, su última lucha, fue seguida con enorme implicación emocional por parte de los católicos y de muchas otras personas, creyentes y no creyentes. La celebración de sus funerales y el grito espontáneo de “Santo subito” así lo testimoniaron. Y, después, llegó el cónclave y la elección de Benedicto XVI, el 19 de abril.

Estamos de nuevo en abril, también en la Octava de Pascua. Y, otra vez, me coincide estar en Roma, debido a una beca de investigación concedida por la Iglesia Nacional Española de Santiago y Montserrat. Son hitos señalados – el fallecimiento de los papas - que marcan la historia de la Iglesia y que impactan profundamente el recuerdo personal. El tiempo de Pascua constituye un anuncio de triunfo que se basa en la resurrección de Cristo, quien muriendo destruyó la muerte, inaugurando así una nueva, inédita, etapa en la historia de la vida: la vida eterna, la verdadera, la que ya no está amenazada por la muerte y por sus consecuencias.

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16.04.25

Domingo de Pascua: Al tercer día

En su novela “El loco de Dios en el fin del mundo”, Javier Cercas escribe: “la Iglesia no es solo un hospital de campaña, ni solo una ONG; también –o antes que nada– es el hogar inconcebible de Dios. Los Cristos de Elqui de Francisco no solo entregan su vida en holocausto por un mundo mejor; la entregan, sobre todo, por algo insuperable, infinitamente mejor que el mejor de los mundos: la resurrección de la carne y la vida eterna”.

Tiene razón. Sin la resurrección de Cristo, primicia de la resurrección de los muertos, la fe cristiana cae, no se mantiene. Lo afirma san Pablo con absoluta claridad: “si Cristo no ha resucitado de entre los muertos, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe”.

El teólogo, primero luterano y después converso al catolicismo, Heinrich Schlier (1900-1978) resume lo que el Nuevo Testamento entiende por “resurrección de Cristo” con estas palabras: “en la resurrección de Jesucristo, Dios arrebató del dominio de la muerte a aquel que murió en la cruz y fue sepultado, y lo resucitó al poder y a la gloria de la vida donada por Dios, que es la vida en su forma absoluta, sin adjetivos. La resurrección de Jesucristo es la ascensión de Jesucristo muerto al poder vivificante de Dios”.

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9.04.25

Domingo de Ramos: La Pasión de Dios

El Domingo de Ramos abre la Semana Santa. Es el primer acto de un drama divino y humano que, atravesando el Calvario, desemboca, al tercer día, en la mañana de Pascua. La piedad popular, tras el gozo de las aclamaciones del Domingo de Ramos, tiende a acentuar los misterios de dolor del Nazareno, compartidos por su Madre, la Virgen de los Dolores: “Del Calvario subiendo a la cumbre/ el reo divino a su madre encontró,/ y una espada de filos agudos/ del Hijo y la Madre hirió el corazón”, canta un Via Crucis popular al contemplar la cuarta estación.

No obstante, si queremos transitar del signo al misterio, de lo que “aparece” a lo que “es” en realidad, el subrayado no debería centrarse en la cantidad del dolor sufrido – por otra parte, ¿quién podría medirlo? – sino en la singularidad del Doliente. La Semana Santa nos interroga acerca de la identidad última de Jesús y, simultáneamente, si estamos atentos, nos la revela. El Doliente no es un hombre más, sino el Hijo de Dios hecho hombre, consustancial con el Padre por su divinidad y consustancial con nosotros por su humanidad. Solo si es verdadero Dios y verdadero hombre se podrá decir que con su muerte vence la muerte; solo si es Dios y hombre, el amor se manifestará en él como más fuerte que la muerte.

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