Una encuesta: ¿Sobre qué edifica su vida?
“Meteos mis palabras en el corazón y en el alma”, dice Moisés a los israelitas. De esta manera exhortaba al pueblo a ser fiel a los mandamientos. Lejos de constituir una ley opresora, los mandamientos son un camino de vida, de liberación frente a la esclavitud del pecado. Enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo.
Jesús, nuevo Moisés, no vino a abolir la ley, sino a llevarla a plenitud. Al final del Sermón de la Montaña nos dice que el verdadero discípulo es el que cumple la voluntad del Padre (cf Mateo 7, 21-27), que se resume, fundamentalmente, en el mandamiento nuevo del amor.
El Señor nos invita a edificar nuestra propia vida sobre una base estable. Y esa base, esa roca firme, es Dios; es la escucha y el cumplimiento de la palabra de Dios; es abrirse en la fe al misterio de Dios, para que Él nos haga justos con su justicia.
Si preguntásemos en una encuentra: “¿Usted, sobre qué fundamenta su vida?” Las respuestas podrían ser variadas: Quizá sobre el afán de poder; sobre el deseo de poseer; sobre la aspiración al placer… Estos “fundamentos” resultan, a la larga, inestables. Equivalen a edificar la propia casa sobre arena. Una existencia así construida no resiste las pruebas que se pueden presentar a lo largo de la vida.
El poder puede perderse. La historia y el presente testimonian que personas que habían llegado muy arriba en la consideración social lo pierden todo, en un determinado momento. El poseer, las riquezas, tampoco son perdurables. Una crisis económica, un revés de la fortuna, puede provocar la ruina incluso del hombre más rico. El placer se ve amenazado por la sombra del dolor, de la enfermedad y de la muerte.
Indagar sobre qué edificamos nuestra vida equivale a interrogarse por el sentido, por la dirección, por la finalidad que imprimimos a la misma con nuestras elecciones y decisiones. El Único que nunca falla es Dios. La opción más sensata es la de dejar que sea Él nuestra roca y nuestro baluarte. Por eso, hacemos nuestras las palabras del Salmo 30: “Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Sed fuertes y valientes de corazón, los que esperáis en el Señor”.
Guillermo Juan Morado.
2 comentarios
Excelente frase para que nos la digamos todos, cada uno a sí mismo, pero muy especialmente a los hijos (y alumnos) adolescentes. Ahora, a una edad a la que quieren ser tan autosuficientes y difícilmente aceptan consejos y menos aún que decidas por ellos, pero en la que tienen que tomar posturas y hacer elecciones importantes, sería muy bueno decirles : " hijo: cada vez que tengas que tomar una decisión, hacer una elección, resolver una duda, preguntáos "por el sentido, por la dirección, por la finalidad que le imprimes y sabrás cuán sólida o endeblemente estás edificando tu vida"·
Gracias
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